viernes, 27 de agosto de 2010

Un tesoro en vasos de barro


UN TESORO
EN VASOS DE BARRO

“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir. De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co. 1:8-9).
“Así que, teniendo esta intención, ¿procedí acaso con inconstancia? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí sí, sí y no, no?” (v. 17).
“Porque si yo os contristo...” (2:2a).
“Y esto mismo os escribí...” (v. 3a).
“Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que conocieseis el amor desbordante que os tengo” (v. 4).
“¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de parte vuestra?” (3:1).
“No que seamos competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (v. 5).
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros, mas no sin salida; perseguidos, mas no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (4:7-10).
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos abrumados; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (5:4).
“De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne” (v. 16a).
“A través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (6:8-10).
“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (7:5).
“Mas yo Pablo ... estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros” (10:1).
“Porque aunque me gloríe en cierto modo más abundantemente de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificaros y no para derribaros, no me avergonzaré” (v. 8).
“Porque, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable” (v. 10).
“Pero pienso que en nada he sido inferior a aquellos superapóstoles. Pues aunque sea inexperto en el hablar, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos manifestado” (11:5-6).
“Y para que la excelente grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee, a fin de que no me enaltezca sobremanera: respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que este aguijón me sea quitado. Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí ... Porque cuando soy débil, entonces soy poderoso” (12:7-9, 10b).
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas” (10:4).

Pablo en 2 Corintios

Al leer 2 Corintios detenidamente en la presencia de Dios, parece que vemos dos personas, a Pablo en sí mismo y a Pablo en Cristo. Todo lo que Pablo habla desde el capítulo uno hasta el trece concuerda con este principio. Si resumimos el mensaje que Pablo comunica en este libro, podemos enunciarlo con las palabras que él usó en el capítulo cuatro: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro”. En el capítulo uno vemos que este tesoro es puesto en vasos de barro. Desde 3:1 hasta el final del libro, vemos el vaso de barro, por un lado, y el tesoro por otro. Después de leer estas palabras, veremos espontáneamente en la luz de Dios, que el vaso de barro no impide que el tesoro resplandezca. El vaso de barro no oculta el poder del tesoro.
Vemos en el libro a una persona. Como ya se ha dicho, 2 Corintios es el libro del Nuevo Testamento que tiene un carácter más personal. Muchas epístolas están llenas de doctrina, verdad, y revelación. Muchas van desde el punto de vista de Dios hasta nuestro punto de vista. Pero 2 Corintios es el único libro del Nuevo Testamento que nos muestra la clase de persona que Dios usó para transmitir Su revelación. Si no tuviéramos el libro de 2 Corintios, nunca habríamos conocido a Pablo mismo. Sabríamos lo que llevó a cabo, pero nunca nos habríamos enterado de este ministerio. En 2 Corintios se muestra su ministerio, y por éste conocemos al hombre. Vemos que él era un vaso de barro.



El cristiano ideal

Cuando llegué a ser cristiano, tenía mi propio concepto acerca de lo que es un cristiano ideal, y procuré cuanto pude ser esa clase de cristiano. Pensaba que si tan sólo pudiera alcanzar el ideal que había concebido, alcanzaría la perfección. Quería ser perfecto, pero tenía mi propia idea de lo que es ser un cristiano perfecto. Pensaba que si yo alcanzaba esta norma, sería perfecto. Me imaginaba que un cristiano perfecto debía sonreír desde la mañana hasta la noche. Si lloraba, me parecía que no era victorioso y que estaba derrotado. Hasta pensaba que estaba mal. Creía que un cristiano debía ser osado, temerario y valiente al enfrentar toda clase de situaciones. Si un cristiano tenía temor, yo decía que le faltaba fe. Yo afirmaba que tal cristiano no era perfecto porque no confiaba en el Señor. También pensaba que un cristiano perfecto nunca estaba triste. Si veía a una persona triste, dudaba que fuera perfecta. Podría mencionar muchos otros conceptos, pero no es necesario. Creo que muchos de los hermanos y hermanas jóvenes tienen ideas de lo que es un cristiano. No estoy criticando a nadie por ello, ya que yo mismo pensaba así.

Pablo era un hombre

Un día leí el pasaje de 2 Corintios donde dice que Pablo estaba triste. Me pregunté: “¿Estaba Pablo triste?” Luego leí que derramó muchas lágrimas. Y dije para mí: “¿Lloró Pablo?” Leí que Pablo sufría y estaba triste. Y dije: “¿Sufrió Pablo y estuvo triste?” Vi que estuvo tan abrumado que hasta perdió la esperanza de vivir. Pregunté: “¿Estuvo Pablo desesperado? Al seguir leyendo, vi que hay muchas cosas que nunca había pensado. Nunca se me había ocurrido que una persona como Pablo podría tener esos problemas. Empecé a notar que los cristianos no son otra categoría de ángeles. Dios no puso un linaje de ángeles sobre la tierra y los llamó cristianos. También empecé a ver que Pablo era igual a nosotros; no estaba en una categoría superior a nosotros. Pablo era una persona de las que conozco; no era una persona rara. Pude darme cuenta de que él era un hombre.

El tesoro se manifiesta
en vasos de barro

Muchas personas tienen su propia idea de lo que es un cristiano ideal. Tengan presente que este ideal fue creado por nosotros, no por Dios. Esta clase de cristiano no existe, y a Dios no le interesa que seamos así. Aquí nos encontramos con un vaso de barro, pero la característica especial de este vaso es que en él se ha depositado un tesoro. El tesoro trasciende y eclipsa al vaso de barro, manifestándose desde dentro del vaso. Esto es lo que significa ser cristiano. Vemos en Pablo, a un hombre que tuvo miedo pero que al mismo tiempo era fuerte. Su corazón fue abrumado pero tenía esperanza. Rodeado por enemigos pero no capturado. Aunque fue perseguido, no se sintió rechazado ni desechado. Fue derribado, pero no estaba destruido (2 Co. 4:7-9). Vemos sus debilidades, pero cuando él era débil, entonces era poderoso (12:10b). El llevaba en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, pero la vida de Jesús se manifestaba en su cuerpo (4:10). Era calumniado, pero tenía buena fama. Parecía que engañaba a otros, pero era veraz. Aparentemente no era famoso, pero todos lo conocían. Parecía que iba a morir, pero vivía. Aparentemente era castigado, pero no hasta la muerte. Parecía que estaba triste, mas siempre estaba gozoso. Era pobre, pero enriquecía a muchos. Parecía que no tenía nada, pero lo poseía todo (6:8-10). He ahí un verdadero cristiano; he ahí el cristianismo genuino.
Un cristiano es una persona en quien hay una paradoja básica, pero armoniosa. La vida cristiana es una vida en la cual hay una paradoja espiritual incomprensible. Dios nos da esta aparente contradicción. Algunos piensan que solamente existe el tesoro, mas no el vaso de barro. Otros piensan que el vaso de barro les impide avanzar. El pensamiento humano siempre es extremista. Pensamos que lo ideal sería tener únicamente el tesoro. Pensamos que el vaso de barro nos impide avanzar. Pero desde el punto de vista de Dios vemos un tesoro puesto en vasos de barro. El vaso de barro no se destruye ni opaca al tesoro. El tesoro se encuentra en el vaso de barro.

El poder de Dios se manifiesta
en la debilidad del hombre

El apóstol dijo que tenía un aguijón en su carne (2 Co. 12:7). No sé qué era ese aguijón, pero si sé que debilitaba a Pablo. El oró tres veces al Señor con respecto a dicho aguijón, con la esperanza de que el Señor se lo quitara. Pero el Señor le dijo: “Bástate Mi gracia” (vs. 8-9). El Señor dijo que aunque el aguijón debilitaba a Pablo, Su poder se perfeccionaba en esa debilidad. ¿Cómo puede ser el poder de Dios perfeccionado en la debilidad humana? El dijo: “Mi poder extenderá tabernáculo sobre tu debilidad”, lo cual significa: “Mi poder suplirá tu debilidad”. Esta es la vida cristiana genuina. Al ser cristiano no se elimina la debilidad, ni sólo se busca el poder del Señor. La vida cristiana consiste en que el poder del Señor se manifieste en la debilidad del hombre. Los cristianos no son una especie de ángeles que viven en la tierra. Ser cristiano significa que la debilidad del hombre puede manifestar el poder de Dios.
Permítanme darles un ejemplo. Una vez yo estaba seriamente enfermo. Me tomaron tres series de radiografías en dos meses, y en cada ocasión el diagnóstico fue muy serio. Oré, creí y esperaba que Dios me sanaría. A veces mi fuerza era más que de costumbre. Confesé delante de Dios que había sido fortalecido, pero estaba disgustado porque no sabía la razón por la cual Dios me trataba de esa manera. En ciertas ocasiones estaba bien y lleno de fuerza, pero recaía de repente. ¿Cuál era el propósito de Dios al darme esta fuerza temporal? Estaba muy angustiado. Un día mientras leía la Biblia, me encontré con 2 Corintios 12. Pablo oró a Dios tres veces con respecto al aguijón, pero el Señor no estuvo dispuesto a hacer nada, sino que dijo: “Bástate Mi gracia”. El Señor aumentó Su gracia debido al aguijón e incrementó Su poder debido a la debilidad. Comprendí, entonces, lo que era ser cristiano. Mientras yacía en cama, le pedí al Señor que me mostrara más claramente qué significaba todo esto. Interiormente, vi como un barco en un río. El barco necesitaba tres metros de agua para navegar. Pero en el río había un roca bajo el agua, que se levantaba unos dos metros desde el fondo del río. Si el Señor lo deseaba, podía quitar ese peñasco para que el barco pasara, pero en lo más recóndito Dios me preguntó: “¿Sería mejor quitar el peñasco o hacer subir el nivel del agua tres metros?” Le dije al Señor que sería mejor que aumentara el nivel del agua.
Desde ese día muchas de mis dificultades se terminaron. No me atrevo a decir que nunca fui tentado de nuevo, pero alabo a Dios porque descubrí que El tiene otras maneras para suplir nuestras necesidades. Esta es la vida cristiana. Repito, en la vida cristiana no se elimina el peñasco; sino que se aumenta el nivel del agua. Esto es ser cristiano. ¿Hay dificultades? Por supuesto, todos las tenemos. ¿Hay pruebas? Sí, todos somos probados. ¿Hay debilidades? Obviamente todos tenemos debilidades. Sin embargo, tengan muy presente que por un lado, el Señor no elimina nuestra debilidad, y no nos da poder sin restricción, por otro. El poder de Dios se manifiesta en la debilidad, así como nuestro tesoro se manifiesta en vasos de barro.

La paradójica vida espiritual

Quisiera decir que ningún cristiano tiene un vaso de barro tan terrenal que le impida al tesoro del Señor manifestarse. No importa cuán débiles seamos, recordemos que el tesoro del Señor se manifiesta en el vaso de barro. Debido a esto, tanto en Pablo como en nosotros, vemos una paradoja espiritual. ¿Sabemos qué se decía de Pablo? Se decía que sus palabras eran menospreciables (10:10b), que los prendió por engaño (12:16), y que era inconstante diciendo: “Sí, sí” y “no, no” (1:17). Dijeron que sus cartas eran duras y que amedrentaban a las personas (10:9-10). Pero, paradójicamente, el tesoro de Dios se ve muy bien en ese vaso de barro. El tesoro de Dios no se vería muy bien sin el vaso de barro. Quiero decir con esto, que Pablo era un hombre genuino. Gloria a Dios que el Señor resplandeció y brotó en Pablo. El no era un hombre sin sentimientos, pues en su tristeza dijo: “Me regocijo siempre”. No se regocijaba constantemente ni estaba triste siempre; sino que se regocijaba en su tristeza.
Permítanme decirles que ésta es una característica especial de la vida cristiana. Se expresa una sonrisa mientras las lágrimas brotan. Muchos cristianos se comportan mejor que Pablo, pero no viven como un cristiano. Ellos solamente alaban al Señor, y no son como un cristiano. Muchos cristianos piensan que pueden llegar a una condición en la que nunca están tristes ni preocupados. Hay otros que continuamente están tristes o preocupados. Esto significa que el tesoro no se ha expresado en ellos. Pero aquí, tenemos a un hombre en quien el Señor Jesús pudo expresarse. He visto a algunos de los más prominentes hijos del Señor. Cuando los vi, inmediatamente supe quiénes eran y qué clase de personas eran. Pero al mismo tiempo, supe qué clase de personas eran delante del Señor. Nosotros no queremos ver ni un vestigio del vaso de barro cuando miramos a las personas. Sin embargo, algunas veces nuestros ojos solamente ven el vaso de barro. Los que conocen a Dios pueden ver el tesoro que está en los vasos de barro, al mirar a los hijos de Dios.
Una vez conocí a una hermana en el Señor. Inmediatamente noté que ella reaccionaba con mucha rapidez. Actuaba y hablaba apresuradamente; era rápida para reprender a otros y veloz para escribir cartas. Pero dimos gracias al Señor porque vimos unas cien cartas en su cesto de basura, que nunca habían sido enviadas. Debido a que el vaso era de barro, ella podía escribir muchas cartas, pero las cartas en el cesto de la basura mostraban que también tenía el tesoro. El tesoro estaba en el vaso de barro. Cuando uno la veía, la reconocía. Por naturaleza era esa clase de persona, pero uno también podía ver al Señor en ella. Algunas veces vemos a una persona sufrir bajo ciertas pruebas. Pero también vemos las riquezas que posee. Este es el tesoro en vasos de barro.
Espero que podamos ver algo delante del Señor. El Señor hoy no requiere ni espera cosas abstractas. Algunos hermanos me preguntan por qué son tan débiles. Les digo que la debilidad no importa, pues ellos llegarán a ser fuertes. Un hermano me preguntó, qué debía hacer después de haber hecho algo malo. Le dije que eso no era problema, ya que lo importante es que Dios pone este tesoro en nosotros. No necesitamos tratar de aparentar nada, ni debemos procurar reparar el vaso de barro. No necesitamos cultivar ningún tono o estilo. Todo proviene de Dios. El tesoro puede expresarse en nosotros, los vasos de barro.
El domingo pasado conversé con los diáconos. Muchos de ellos dijeron que estaban orando por un miembro de la familia, por alguna enfermedad o por algún asunto. Les pregunté qué estaba sucediendo. Todos ellos decían que creían que Dios sanaría sus enfermedades o que salvaría a sus hijos y cónyuges. Todos tenían mucha confianza, tanta que no tenían la menor duda. Pero esperemos y veremos. Los enfermos todavía están enfermos, los hijos y cónyuges todavía no se han arrepentido, y las dificultades no han terminado. Esta clase de fe pertenece a los ángeles, no a los vasos de barro. Su fe es demasiado abstracta, demasiado perfecta. Nadie en el mundo tiene una fe tan grande.
Un hermano vino a decirme que estaba aprendiendo a creer en Dios. No se atrevía a decir que resultaría de cierto asunto. Quizá todo saldría bien, pero aun si no fuese así, de todos modos seguiría creyendo. Oró a Dios el día anterior, y Dios le dio Su promesa. Sabía que Dios había respondido esa mañana su oración, pero por alguna razón, al levantarse empezó a dudar. El oró de nuevo sin saber qué hacer. Cuando iba por la calle, comenzó de nuevo a dudar, sin saber todavía qué hacer. Le dije que sus dudas no tenían importancia. La fe verdadera no puede morir por las dudas. De hecho, la fe verdadera mejora cuando está rodeada de dudas. Yo sé de qué estoy hablando. Espero que no me entiendan mal; no quiero que usted dude. Lo importante es que nuestro vaso de barro humano es uno con el tesoro de Dios; no solamente es el tesoro de Dios, sino que está unido al vaso de barro. El tesoro no existe por sí solo.
Me gusta leer acerca de la oración que la iglesia primitiva hizo para que Pedro fuera liberado de las manos de los hombres malvados. Dios escuchó sus oraciones. Cuando Pedro regresó a la casa y llamó a la puerta, ellos dijeron que debía de ser su ángel (Hch. 12:12-15). ¿Podemos entender que ésta es la fe genuina? Dios escuchó las oraciones, pero la debilidad humana persistía. No vemos que hicieran ningún esfuerzo por esconder sus debilidades. Hoy día algunos tienen una fe más grande que la de los que estaban en la casa de María y Marcos. Están seguros de que Dios enviará un ángel y abrirá las puertas de la cárcel. Quizás sean como los de los ejemplos que dimos el domingo. Si el viento sopla, dicen que Pedro está tocando a la puerta. Si la lluvia golpea contra la casa, dicen que Pedro está a la puerta. Tienen una fe muy grande, pero lo que creen no sucede. Permítanme decirles francamente que esta clase de cristiano solamente puede hacer cosas por su cuenta y engañar a los ingenuos. Los que conocen a Dios dirán que hay un vaso de barro presente en la vida cristiana. En la vida cristiana el tesoro está en los vasos de barro. La duda humana es verdaderamente una abominación y es pecado. Nada que provenga únicamente del vaso de barro puede ser aceptado. Lo importante no es el vaso de barro, sino el hecho de que el tesoro ha sido puesto en él. No tenemos que mejorar ni arreglar el vaso de barro. El tesoro fue puesto en el vaso.
Muchas veces tenemos la certeza de que Dios escuchó nuestra oración. En los momentos en que sentimos que nuestra fe es más fuerte, tal vez sintamos la presencia de las dudas. Cuando escuchamos la voz de Dios más claramente, también escuchamos la voz del diablo. En esta situación, le doy gracias a Dios y lo alabo por la fe que El nos da. Esta fe no puede cambiar; siempre está presente. Podemos ver delante de Dios que el tesoro siempre se expresa por medio del vaso de barro. La gloria de Dios se manifiesta en el vaso de barro.
Muchos cristianos tienen una vida y un andar muy artificiales; no expresan al tesoro. Solamente tienen esfuerzos humanos, actividades y buena conducta. Pero en una vida cristiana normal uno puede dudar hasta en los momentos en que tiene más seguridad, estar débil por dentro en los momentos de más fortaleza, temeroso en medio de la verdadera valentía ante Dios, e internamente lleno de dudas en los momentos de más regocijo. Esta paradoja demuestra que el tesoro está en el vaso de barro.

La debilidad humana
no limita el poder de Dios

Finalmente, quisiera decir que le doy gracias a Dios especialmente porque ninguna debilidad humana puede limitar Su poder. ¿Qué pensamos en nuestros corazones? Tendemos a pensar que si hay tristeza, no puede haber gozo; si hay lágrimas, no puede haber alabanza; si hay debilidad, no puede haber poder; si hay presión por todos lados, debe haber limitación; si hay un rechazo debe haber destrucción; y si hay dudas, es imposible que creamos. Pero esta noche me gustaría declarar osadamente que eso no es cierto. Dios quiere que lleguemos al punto donde veamos que todo lo humano es solamente el vaso de barro que contiene el tesoro de Dios. Todo lo humano es el vaso de barro necesario para el tesoro de Dios. Lo humano no puede enterrar el tesoro de Dios. No tenemos que desanimarnos cuando nos encontramos con el desaliento. Aunque no podamos lograr algo, debemos permitir que algo positivo entre en nosotros, y cuando esto suceda, resplandecerá con más brillo y más gloria. Muchas veces tenemos dudas después de haber orado y pensamos que ya no hay remedio. Pero cuando la fe viene, ella magnifica el tesoro, a pesar de la presencia persistente de la duda. La fe hace que el tesoro sea más glorioso. No estoy hablando de algo ideal; sé de qué estoy hablando. El tesoro de Dios puede ser expresado en vasos de barro. Esto es una paradoja espiritual y es precioso para todo cristiano. Es en el contexto de esta paradoja espiritual que nosotros vivimos y aprendemos a conocer a nuestro Dios.
Mientras seguimos avanzando en este camino, descubriremos cuán contradictoria es la paradoja espiritual que existe en nosotros. A medida que el tiempo pasa, encontramos que esta separación, este abismo que divide, se ensancha cada vez más. La contradicción que hay en nosotros se acentúa, y a la vez el tesoro se expresa más claramente; sin embargo, el vaso de barro sigue siendo un vaso de barro. ¡Qué maravilloso es este cuadro! Nos encontramos con un hombre cuyos rasgos originales permanecen intactos, pero Dios le da una paciencia más excelente que su adaptabilidad natural. Es mejor ver a un hombre en quien Dios ha puesto humildad que a una persona modesta por naturaleza. Es mejor ver a un hombre en quien Dios ha puesto la mansedumbre que a una persona que es débil e incapaz por naturaleza. Es mejor ver a una persona en quien reside el poder de Dios, que a un hombre naturalmente fuerte. La diferencia es enorme. Importa muy poco qué clase de vaso de barro tengamos; el tesoro siempre puede estar en él. El vaso de barro sigue siendo de barro, pero ahora es un vaso lleno. Todas las personas débiles piensan que son muy terrenales, que sus vasos están llenos de barro y que está desahuciados. Recuerden que no hay razón para desanimarnos ni preocuparnos. Todo lo que es espiritual, fuerte, poderoso y proveniente del Señor, puede ser manifestado en nosotros, y brillará más intensamente y será magnificado en los vasos de barro. Es así como vemos la importancia del tesoro.
Hermanos y hermanas, todo depende del tesoro. Repito que todas las situaciones giran en torno a esto. Todo resultado es positivo. Quienes ponen los ojos en las cosas negativas son insensatos. El Señor puede expresarse en cada uno de nosotros. Tenemos el tesoro, y muchos lo verán.



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