martes, 1 de septiembre de 2009

Entre los obreros

Las iglesias en las Escrituras son intensamente locales. Nunca encontramos allí ninguna federación de iglesias; todas son unidades independientes. Es otro el caso en relación con los obreros. Entre ellos encontramos una cierta medida de asociación; vemos un grupo pequeño aquí, y allá otro, enlazados para la obra. Pablo y los que estaban con él —por ejemplo, Lucas, Silas, Timoteo, Tito y Apolos— formaban un grupo. Pedro, Jacobo, Juan y aquellos que estaban con ellos, formaban otro. Un grupo salió de Antioquía, otro de Jerusalén. Pablo hace referencia a los que estaban con él (Hch. 20:34), lo cual indica que, aunque cuando los obreros no habían sido organizados en diferentes misiones, aún así, tenían a sus propios asociados especiales en la obra. Aun al principio, cuando nuestro Señor escogió a los doce, El los envió de dos en dos. Todos eran colaboradores, pero cada uno tenía su colaborador especial. Tal agrupamiento de obreros fue ordenado y mandado por el Señor.

Estos grupos apostólicos no fueron formados sobre corrientes partidarias o doctrinales; fueron formados bajo la soberanía del Espíritu, quien ordenó las circunstancias de los diferentes obreros en cierta manera para que ellos se enlazaran en la obra. El caso no era que ellos estaban divididos, de hecho, de los otros obreros, sino que simplemente en el ordenamiento de sus caminos por el Espíritu, ellos no habían sido guiados a tener una asociación especial con los demás. Fue el Espíritu Santo, no los hombres, quien dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo”. Todo dependía de la soberanía del Espíritu. Los grupos apostólicos estaban sujetos a la voluntad y al ordenamiento del Señor. Como hemos visto, los doce fueron divididos de dos en dos, pero no se dejó a su discreción personal el escoger a sus compañeros; fue el Señor quien los juntó y los envió. Cada uno tenía un colaborador especial, pero ese colaborador era señalado por el Señor, no escogido por ellos. No era debido a afinidad natural que ellos se asociaban específicamente con algunos, ni era debido a diferencia en doctrina o en práctica que ellos no se asociaban específicamente con otros. El factor decisivo era siempre lo que el Señor dispusiera.

Reconocemos que el Señor es la Cabeza de la iglesia, y que los apóstoles fueron la primera orden puesta por el Señor en la iglesia (1 Co. 12:28). Aunque ellos fueron asociados en grupos, teniendo a sus colaboradores específicos nombrados por el Señor, con todo, no tenían ningún nombre, sistema ni organización especial. Ellos no hicieron que un grupo más pequeño que el Cuerpo fuera la base de su obra: todo se basaba en el principio del Cuerpo. Por tanto, aun cuando por causa de la diferencia de localidad y de la disposición providencial de sus caminos ellos formaban diferentes grupos, aún así, no tenían organización alguna fuera del Cuerpo; su obra siempre era una expresión del ministerio del Cuerpo. Estaban constituidos en grupos separados, pero cada grupo tomaba como base el Cuerpo, expresando el ministerio del Cuerpo.

El Señor es la Cabeza del Cuerpo y no la Cabeza de una organización; por tanto, siempre que trabajemos para una sociedad, una misión, o una institución, y no sólo para el Cuerpo, perdemos la dirección del Señor como nuestra Cabeza. Tenemos que ver claramente que la obra es la obra del Cuerpo de Cristo y que, aunque el Señor dividió Sus obreros en diferentes grupos (no diferentes organizaciones), la obra de ellos se basaba siempre en el Cuerpo. Además, debemos reconocer que cada obrero individual y cada grupo representa al ministerio del Cuerpo de Cristo, ya que cada oficio que se tenga, se tiene en el Cuerpo y es para el avance de la obra de Dios. Entonces, y sólo entonces, podremos tener un solo ministerio: la edificación del Cuerpo de Cristo. Si reconociéramos claramente la unidad del Cuerpo, ¡qué resultados benditos veríamos! Dondequiera que el principio de la unidad del Cuerpo opere, toda posibilidad de rivalidad queda eliminada. No importa si yo menguo y usted crece; no habrá celos de parte mía, ni orgullo de parte suya. Una vez que veamos que toda la obra y todos sus frutos son para el crecimiento del Cuerpo de Cristo, entonces ningún hombre será contado como suyo y ningún hombre como mío; no importará entonces si es usado usted o yo. Toda contienda carnal entre los obreros de Dios terminará una vez que se vea claramente el Cuerpo como principio de la obra. Pero para vivir y obrar en el Cuerpo se requieren tratos drásticos con la carne, y esto a su vez exige un conocimiento profundo de la cruz de Cristo.

Los apóstoles primitivos nunca trabajaban independientemente; ellos laboraban juntos. En la narración del día de Pentecostés leemos: “Pedro, poniéndose en pie con los once” (Hch. 2:14). Junto a la Puerta que se llamaba la Hermosa vemos a Pedro y a Juan llevando a cabo la obra juntos, y de nuevo ellos fueron los dos que visitaron Samaria. Cuando Pedro fue a la casa de Cornelio, otros seis hermanos lo acompañaron. Cuando los apóstoles salían, siempre lo hacían en grupos, o por lo menos de dos en dos, nunca solos. Su obra no era individual, sino corporativa. En cuanto a los que estaban con Pablo en Antioquía y en otros lugares, es desafortunado que tanto énfasis se le haya dado a Pablo como individuo, con el resultado de que sus colaboradores pasan casi desapercibidos. Vemos que en Troas, Lucas se unió a su compañía, y era de un mismo sentir con Pablo, al considerar que se debería responder al llamado de auxilio de Macedonia. Luego, cuando regresaron de Macedonia, trajeron con ellos como colaboradores a Sópater, Aristarco, Segundo, Gayo, Timoteo, Tíquico y Trófimo. Después encontramos que se les unen Apolos, Priscila y Aquila. Aún más tarde encontramos a Pablo enviando a Timoteo a Corinto y alentando a Apolos y a Tito que fueran allá, y un poco tiempo después vemos que Epafrodito se les une como colaborador. Y da gusto leer al principio de las epístolas de Pablo palabras como éstas: “Pablo...y el hermano Sóstenes”, “Pablo...y el hermano Timoteo”, “Pablo, Silvano y Timoteo”.

Así que, por una parte no vemos en las Escrituras rastro alguno de misiones organizadas, ni, por otra, vemos a obrero alguno saliendo conforme a una corriente individual, cada quien siendo una ley a sí mismo. Están formados en grupos, pero tales grupos tienen una base espiritual, no se basan en organización. Las Escrituras no dan ninguna autorización para una misión organizada, tampoco autorizan el trabajo independiente; lo uno está tan lejos del pensamiento de Dios como lo otro. Por lo tanto, aunque debemos guardarnos de las trampas de las organizaciones hechas por el hombre, también nos debemos guardar contra el peligro de ser demasiado individualistas. No debemos organizarnos para ser una misión y así llegar a ser cismáticos; al mismo tiempo debemos tener asociados en la obra, con los cuales podemos cooperar sobre una base espiritual, y así mantener el testimonio del Cuerpo.

Necesitamos enfatizar este hecho, que los apóstoles laboraban en asociación con otros, pero sus compañías no estaban organizadas. Su relación unos con otros era solamente espiritual. Amaban y servían al mismo Señor, tenían un llamamiento y una comisión y eran de una mente. El Señor los unía; por tanto, ellos eran colaboradores. Algunos estuvieron juntos desde el principio, otros ingresaron en fecha posterior. Ellos eran una sola compañía, y sin embargo, no tenían organización, y no había distribución de oficios ni posiciones. Aquellos que se les unían no venían en respuesta a algún anuncio de “Se necesita personal”, tampoco venían porque hubieran estado equipados por un curso especial de entrenamiento. En sus viajes, el Señor ordenó las circunstancias en tal forma que se encontraran. El los acercó unos a otros, y siendo de una mente y un espíritu, unidos por el Señor, ellos espontáneamente se hicieron colaboradores. Para unirse a tal compañía no había necesidad de aprobar un examen primero, ni de cumplir algunas condiciones especiales, ni de pasar por ciertos ritos o formas. El Señor fue quien determinó todo. El ordenó, el hombre sólo consintió. En tales grupos ninguno tenía posición ni cargo especial; no había director ni presidente ni superintendente. Cualquier ministerio que el Señor les hubiera dado constituía su oficio. Ellos no recibían nombramiento alguno de la asociación. La relación que existía entre sus miembros era puramente espiritual, no oficial. Fueron constituidos colaboradores, no por una organización humana, sino por un vínculo espiritual.

AUTORIDAD ESPIRITUAL

Antes de considerar la cuestión de la autoridad espiritual, leamos unos cuantos pasajes de las Escrituras que hablan de la relación entre los obreros, puesto que arrojan bastante luz sobre nuestro tema. “Timoteo...Quiso Pablo que éste fuese con él” (Hch. 16:1-3) “Cuando vió [Pablo] la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (Hch. 16:10). “Y los que se habían encargado de conducir a Pablo, le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron” (Hch. 17:15). “[Pablo] tomó la decisión de volver por Macedonia. Y le acompañaron” (Hch. 20:3-4). “Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado” (Hch. 20:13). “Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad...encaminadle en paz, para que venga a mí...Acerca del hermano Apolos, mucho le rogué que fuese a vosotros” (1 Co. 16:10-12). “Exhortamos a Tito” (2 Co. 8:6). “Tito...recibió la exhortación...Y enviamos juntamente con él al hermano” (2 Co. 8:16-18). “Enviamos también con ellos a nuestro hermano” (2 Co. 8:22). “Tíquico, hermano amado...el cual envié a vosotros” (Ef. 6:21-22). “Mas tuve por necesario enviaros a Epáfrodito” (Fil. 2:25). “Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico” (Col. 4:7). “Os saluda Lucas el médico amado, y Demas” (Col. 4:14). “Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio” (Col. 4:17). “Acordamos...y enviamos a Timoteo” (1 Ts. 3:1-2). “Procura venir pronto a verme...Toma a Marcos, y tráele contigo...A Tíquico lo envié a Efeso” (2 Ti. 4:9-12). “A Trófimo dejé en Mileto enfermo. Procura venir antes del invierno” (2 Ti. 4:20-21). “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tit. 1:5). “Cuando envíe a ti a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí en Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno. A Zenas intérprete de la ley, y a Apolos, encamínales con solicitud, de modo que nada les falte” (Tit. 3:12-13).

Los pasajes de la Escritura citados arriba nos muestran que, entre los obreros de Dios, nuestra dependencia de El no nos hace independientes unos de otros. Vimos que Pablo dejó a Tito en Creta para que terminara la obra que él mismo había dejado inconclusa, y que después él envió a Artemas y a Tíquico para que reemplazaran a Tito cuando le dio instrucciones a éste para que fuera a Nicópolis. En varias ocasiones él nombró a Timoteo y a Tíquico para que hicieran un trabajo determinado, y leemos que él persuadió a Tito y a Apolos a que permanecieran en Corinto. Observamos que estos obreros no solamente aprendieron a trabajar por equipos, sino que los que tuvieran menos experiencia aprendieron a someterse a la dirección de los más espirituales. Los obreros de Dios deben aprender a ser dejados, enviados, y persuadidos.

Es importante reconocer la diferencia entre autoridad oficial y espiritual. En una organización toda autoridad es oficial, no espiritual. En una buena organización aquel que tiene un puesto tiene autoridad tanto oficial como espiritual; en una mala organización la autoridad que se ejerce es solamente oficial. Pero en cualquier organización, ya sea que aquel que tiene un cargo tenga o no autoridad espiritual, la autoridad que tiene en la organización realmente es sólo oficial. ¿Cuál es el significado de la autoridad oficial? Significa que una persona ejerce autoridad basada en que ocupa un oficio. Se ejerce la autoridad sólo debido al oficio que él ocupa. Entretanto que el funcionario mantiene su puesto, puede ejercitar su autoridad; en cuanto renuncie a su posición cesa su autoridad. Tal autoridad es completamente objetiva; no es inherente al hombre en sí. Está relacionada, no con la persona, sino simplemente con su posición. Si él tiene el puesto de superintendente, se sobreentiende que él supervisa asuntos, sin importar si está capacitado espiritualmente para hacerlo o no. Si él tiene el puesto de director, entonces automáticamente dirige, aun si la falta de espiritualidad, de hecho, lo descalificara de ejercer control sobre otras vidas. La vida de una organización es posición; es la posición la que determina la autoridad.

Pero en un grupo de obreros constituido divinamente, no hay organización alguna. Se ejerce autoridad entre ellos, pero dicha autoridad es espiritual, no oficial. Es una autoridad basada en espiritualidad, una autoridad que resulta de un conocimiento profundo del Señor, y de una comunión íntima con El. La vida espiritual es la fuente de tal autoridad. La razón por la cual Pablo podía dirigir a otros no era su posición superior sino su mayor espiritualidad. Si hubiera perdido su espiritualidad, hubiera perdido su autoridad. En una organización aquellos que son espirituales no necesariamente tienen algún puesto, y aquellos que tienen algún puesto no necesariamente son espirituales; pero en las Escrituras es diferente. Allí, son los que conocen al Señor quienes dirigen los asuntos. Aquellos que son espirituales son los que dirigen a otros, y si esos otros son espirituales, reconocerán la autoridad espiritual y se someterán a ella. En una organización los trabajadores están obligados a obedecer, pero en una asociación espiritual no, y desde un punto de vista oficial, de nada se les puede tachar si no obedecen. En una asociación espiritual no hay coerción; la dirección y la sumisión igualmente están sobre la base de espiritualidad.

Aparte de la cuestión de autoridad espiritual también existe la cuestión de los diferentes ministerios. Todos los siervos del Señor están en el ministerio, y cada uno tiene su propio ministerio especial. En una organización los puestos son repartidos por el hombre, pero en la obra espiritual los ministerios son designados por el Señor. Debido a la diferencia en ministerio, por un lado debemos obedecer al Señor, y por otro, debemos obedecer a los hermanos. Dicha obediencia no se basa en su posición superior, sino en que su ministerio difiere del nuestro, sin embargo, ambos están íntimamente ligados. Si la cabeza está moviendo las puntas de mis dedos, los músculos de mis brazos no pueden tomar una actitud independiente y rehusar moverse con ellos. El principio de estar en un Cuerpo necesita que los miembros íntimamente relacionados se muevan uno con otro. Al movernos con los otros miembros no estamos en realidad obedeciéndoles; estamos obedeciendo a la Cabeza. En muchos casos podemos reclamar una conducción directa de la Cabeza, pero en otras tantas cosas, la Cabeza mueve a otros, y nosotros simplemente nos movemos con ellos. Su movimiento es razón suficiente para seguirlos. Es muy importante reconocer esta interrelación de los varios ministerios en el Cuerpo de Cristo. Tenemos que conocer nuestro ministerio y reconocer el ministerio de los demás, para que nos podamos mover como uno, obedeciendo a aquellos que tienen un ministerio mayor. Puesto que nuestro ministerio está entrelazado en tal manera, no nos atrevemos a tomar una actitud individual o independiente.

Todas las posiciones ocupadas por los ministros de Dios son espirituales, no oficiales. ¡Ay! Los hombres han visto sólo la mitad de la verdad, así que tratan de organizar la obra y designan a un director para supervisar el servicio de otros, pero su dirección se basa en su posición en la organización, no en su posición en el ministerio. Pablo podía dirigir a otros por causa de que el ministerio encomendado a él por el Señor lo colocaba en un lugar de autoridad sobre ellos; y a su vez Tito, Timoteo y Tíquico podían someterse a ser dirigidos, por razón de que el ministerio encomendado a ellos por el Señor los ponía en una posición bajo la autoridad de Pablo. Por desgracia, la dirección de hoy no se basa en profundidad de espiritualidad ni en grandeza de ministerio.

Timoteo era un hombre de Dios. El vivía cerca al Señor, obedeciéndole y sirviéndole fielmente; sin embargo, muchas veces él fue enviado aquí y allá por Pablo. El no replicó: ¿Cree usted que no soy capaz de trabajar por mí mismo? ¿Cree usted que no sé cómo predicar el evangelio y cómo establecer iglesias? ¿Cree usted que no sé cómo hacer las cosas? Aunque Timoteo sabía mucho, estaba dispuesto a obedecer a Pablo. En la obra espiritual hay tal cosa como ser dirigido por otros; existe la posición de un Pablo y también la posición de un Timoteo, pero éstas son posiciones espirituales, no oficiales.

Hoy debemos aprender, por una parte, a mantener una relación correcta con nuestros colaboradores y, por otra, a ser guiados por el Espíritu Santo. Debemos mantener ambas relaciones, y también mantener el equilibrio entre ambas. En la primera y segunda epístolas a Timoteo, hay muchos pasajes que muestran cómo deben cooperar los colaboradores y cómo debe someterse un obrero más joven a uno mayor. Un Timoteo joven debe obedecer los mandatos del Espíritu Santo, pero también debe recibir las instrucciones de un Pablo maduro. Timoteo fue enviado por Pablo, Timoteo fue dejado por Pablo en Efeso, y Timoteo obedeció a Pablo en el Señor. He aquí un ejemplo para los siervos jóvenes de Dios. Es de suma importancia en Su obra aprender cómo ser dirigidos por el Espíritu y, al mismo tiempo, cómo cooperar con nuestros colaboradores. La responsabilidad no debe caer totalmente sobre Timoteo, y tampoco debe recaer exclusivamente sobre Pablo. En la obra Timoteo debe aprender a adaptarse a Pablo, y Pablo también debe aprender a adaptarse a Timoteo. No sólo el más joven debe aprender a someterse a la instrucción del mayor, sino que el mayor debe aprender cómo instruir al más joven. El que está en una posición para dejar algunos en alguna parte, o enviarlos o persuadirlos, tiene que aprender a no seguir los dictámenes de su propia naturaleza, obrando conforme a su inclinación o deseo personal, porque en ese caso dificultaría las cosas para aquellos bajo su autoridad. Pablo tiene que dirigir a Timoteo en tal manera que a éste no se le haga difícil obedecer tanto al Espíritu Santo como al apóstol.

Los siervos de Dios deben laborar juntamente en grupos, pero hay una clase de colaboración que se debe evitar, a saber, la colaboración en una organización hecha por hombres, que restringe a sus miembros en tal forma que ellos realmente no puedan responder a la dirección del Espíritu. Cuando los obreros están enteramente sujetos a la dirección de los hombres, entonces su trabajo no es el resultado de una carga espiritual puesta sobre ellos por Dios, sino simplemente la ejecución de una labor en respuesta a los dictados de los que tienen puestos más elevados que ellos. El problema actual es que los hombres están tomando el lugar del Espíritu Santo, y la voluntad de los hombres en puestos oficiales está tomando el lugar de la voluntad de Dios. Los obreros no tienen conocimiento directo de la voluntad divina, sino que simplemente hacen la voluntad de aquellos en autoridad sobre ellos, sin tomar ninguna carga personal de parte del Señor por Su obra.

Hay otros que a su vez conocen la mente de Dios, tienen un llamamiento de El, y dependen totalmente de El para que les provea en todas sus necesidades; pero aunque ellos saben qué es ser guiados por El individualmente, ellos piensan que pueden seguir su propio camino y hacer su propia obra independientemente de otros.

La enseñanza de la Palabra de Dios es que, por una parte, las organizaciones humanas no deben controlar a los siervos de Dios; por otra parte, Sus siervos deben aprender a someterse a una autoridad espiritual que esté basada en la diferencia de ministerio. No hay cooperación organizada; sin embargo, hay una comunión espiritual y una unidad espiritual. Tanto el individualismo como la organización humana están ambos fuera de armonía con la voluntad de Dios. Debemos procurar conocer Su voluntad, no independientemente, sino juntamente con los otros miembros ministrantes del Cuerpo. El llamamiento de Pablo y Bernabé se basó en este principio. No fue sólo un caso de dos profetas y maestros, sino de cinco, que esperaban en Dios para conocer Su voluntad. Hechos 13 nos da un buen ejemplo de una compañía que laboraba, en la cual todos los obreros estaban mutuamente relacionados y la dirección de uno era confirmada por los otros.

LA ESFERA DE LA OBRA

La esfera de la obra, a diferencia de la esfera de la iglesia local, es muy amplia. Algunos de los obreros son enviados a Efeso, otros van a Pablo en Nicópolis, otros continúan en Corinto, otros son dejados en Mileto, otros permanecen en Creta, algunos regresan a Tesalónica, y otros prosiguen a Galacia. ¡Así es la obra! Vemos aquí no los movimientos de la iglesia local, sino de la obra, porque los movimientos de la iglesia local siempre están limitados a una localidad. Efeso solamente dirige los asuntos de Efeso, y Roma los asuntos de Roma. La iglesia se limita a asuntos en su propia localidad. No hay necesidad de que la iglesia en Efeso mande un hombre a Corinto ni de que la iglesia en Corinto deje un hombre en Roma. La iglesia de que se habla aquí es local, la obra extra-local. Efeso, Corinto y Roma, son todas la preocupación de los obreros. La iglesia sólo maneja los asuntos en una localidad determinada, pero los obreros de Dios consideran como su “parroquia” la esfera que el Señor les ha delimitado.

NINGUN CONTROL CENTRALIZADO, SINO COMUNION

En la Escritura los obreros fueron formados en grupos, pero eso no implica que todos los apóstoles se hayan agrupado en una asociación y que hayan puesto todas las cosas bajo un control centralizado. Aunque Pablo tenía “aquellos con él”, y Pedro sus asociados, ellos consistían solamente en algunos de los apóstoles, no en todos los apóstoles. La Palabra de Dios no muestra que todos los apóstoles deban unirse en una sola compañía. Es perfectamente correcto que veintenas de hombres, o aun centenares, que han recibido el mismo encargo de Dios, se unan en el mismo trabajo; pero en las Escrituras no encontramos centralización alguna de autoridad para controlar a todos los apóstoles. Hay una compañía de apóstoles, pero no es lo suficientemente grande para incluir a todos los apóstoles. Eso es al estilo de Roma, no conforme a la Biblia.

Las facciones a que se hace referencia en Filipenses 1:15-17; 2 Corintios 11:12, 13, 22-23 y Gálatas 4:17 indican que la obra en los primeros días no estaba centralizada. Si hubiera estado centralizada, esos grupos no hubieran podido permanecer en pie, porque podrían haber sido combatidos eficazmente. Las Escrituras muestran que en la obra divina no hay organización universal ni control centralizado, lo cual explica el hecho de que el apóstol no tenía autoridad para tratar con esos grupos de personas que estaban causando tanta dificultad en las iglesias.

La explicación es ésta: Dios no desea que el poder de la organización tome el lugar del poder del Espíritu Santo. Aunque no hay control centralizado, siempre que todos los obreros sigan la dirección del Espíritu, todo marchará sin problemas y satisfactoriamente, y existirá la coordinación de un cuerpo. Cuando el pueblo cesa de obedecer al Espíritu y trabaja en el poder de la carne, entonces lo mejor es que la obra simplemente se deje desmoronar. Una buena organización a menudo sirve como un pobre sustituto del poder del Espíritu Santo, al mantener unida una obra aun después de que se ha ido toda su vitalidad. Cuando la vida se ha ido de la obra y el andamiaje de la organización todavía la sostiene, se evita su colapso; pero esa es una ganancia dudosa, porque una espléndida organización exterior puede estar cegando a los siervos de Dios a una profunda necesidad interior. Dios preferiría mejor que Su obra fuera descontinuada a que siguiera con esa falsificación de potencia espiritual. Cuando la gloria de Dios se había ido del templo, El mismo lo abandonó a una ruina total. Dios desea que la condición exterior y la interior correspondan, para que en caso de que la muerte invada la obra, Sus obreros puedan advertir de inmediato la necesidad que tienen y en humildad de corazón busquen el rostro del Señor.

Tener control centralizado trae muchos males; facilita que los siervos de Dios desatiendan la dirección del Espíritu, y muy pronto se desarrolla en un sistema papal, convirtiéndose en una gran potencia mundana. En las Escrituras es un hecho que los siervos de Dios son asociados en compañías, pero no en una sola compañía.

Sin embargo, eso no quiere decir que cada compañía simplemente pueda seguir independientemente, sin tener ninguna relación o comunión con las otras compañías. El principio de la unidad del Cuerpo es vigente aquí, igual que en todas las otras relaciones entre los hijos de Dios. En la Escritura no solamente vemos el principio de la “imposición de las manos”, sino también el de dar “la diestra” (Gá. 2:9). Aquél habla de identificación, éste de comunión. En Antioquía fueron impuestas las manos sobre Pablo y Bernabé; en Jerusalén no hubo imposición de manos, sino la diestra de comunión dada a ellos por Jacobo, Cefas y Juan. En Antioquía la esfera que se tenía en mira era una compañía apostólica, y el punto recalcado era identificación; por consiguiente, se les impusieron las manos. Pero en Jerusalén la esfera que se tenía en mira era la relación entre las diferentes compañías apostólicas y el punto recalcado era comunión, así que se les dio la diestra.

Muchos son llamados a laborar para el Señor, pero su esfera de servicio no es la misma, así que sus asociados no pueden ser los mismos. Pero las diversas compañías deben todas estar identificadas con el Cuerpo, sometiéndose al Señor como Cabeza, y teniendo comunión entre sí. No se impone las manos en la relación entre Antioquía y Jerusalén, sino que se da la diestra de comunión. Así que la Palabra de Dios no autoriza la formación de una compañía central; pero tampoco autoriza la formación de varias compañías, esparcidas, aisladas y sin interrelación. No hay un lugar central para la imposición de manos, ni existe solamente la imposición de manos y nada más en ninguno de los varios grupos; pero entre ellos hay también el dar la diestra de comunión el uno al otro. Cada compañía debe reconocer lo que Dios está haciendo con las otras compañías y debe extender la comunión a ellas, reconociendo que también ellos son ministros en el Cuerpo. Según la disposición de Dios ellos pueden trabajar en diferentes compañías, pero todos deben funcionar como un Cuerpo. Ofrecer la diestra de comunión implica un reconocimiento de que otras personas están en el Cuerpo, y de que estamos en comunión con ellos, trabajando juntos en forma interrelacionada, como conviene a miembros activos del mismo Cuerpo. “Como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión...y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión” (Gá. 2:7-9). Las organizaciones inconexas, esparcidas, trastornadas y en discordia unas con otras en la cristiandad, que no reconocen el principio del Cuerpo y no se someten a Cristo como Cabeza y a Su soberanía, nunca encajan en la mente del Señor.

COOPERACION ENTRE LOS OBREROS

Naturalmente surge la pregunta, ¿cómo deben cooperar los obreros y las sociedades relacionadas con la obra? A una compañía Dios le da una clase de ministerio, y a otra, un tipo de ministerio completamente distinto. ¿Cómo deben trabajar juntamente los diversos grupos? Pedro y sus asociados, y Pablo y aquéllos con él, fueron nombrados a diferentes esferas, pero en el evento de que sus obras coincidieran en parte, ¿cómo deben actuar? Puesto que no hay una centralización de obra, y al mismo tiempo hay varios grupos de obreros, ¿cómo deben cooperar estos grupos diferentes? Debemos notar dos puntos fundamentales con respecto a la obra:

(1) La primera responsabilidad de cada obrero —no importa cuál sea su ministerio o su obra especial— siempre que llegue a un lugar en donde no haya una iglesia local, es la de establecer una en la localidad. (Lo que se aplica al obrero individual se aplica también a cualquier grupo de obreros).

(2) Si llega a un lugar en donde ya existe una iglesia local, entonces toda su enseñanza y toda su experiencia deben ser aportadas a esa iglesia, para que sea fortalecida y edificada, y no debe hacerse ningún intento para adherir esa iglesia a sí mismo o a la sociedad que él representa.

Si un obrero va a un lugar en donde no hay iglesia y funda una para la propagación de su doctrina particular, entonces no podemos cooperar con él porque está edificando una secta, no una iglesia. Por otra parte, si un obrero va a un sitio en donde ya hay una iglesia local, y en vez de contribuir con su enseñanza y experiencia a la edificación de ella, trata de convertirla en una iglesia sucursal de la sociedad a la cual pertenece, entonces tampoco nos es posible cooperar, porque él está edificando una denominación. La base de comunión en la iglesia es la posesión común de vida en Cristo y el vivir en la misma localidad. La base de la cooperación en la obra es la meta común de la fundación y edificación de iglesias locales. Las afiliaciones denominacionales no nos impiden reconocer a alguna persona como perteneciente al Cuerpo, pero la meta de la extensión denominacional ciertamente nos impedirá cualquier colaboración en el servicio de Dios. El daño más grande que un obrero puede causar es que, en lugar de establecer y edificar las iglesias locales, adhiera a su sociedad los creyentes que él encuentra en un lugar o forme aquellos que han venido al Señor por sus esfuerzos en una sucursal de su denominación particular. Ambos procedimientos son condenados por la Palabra de Dios.

Pablo fue de Antioquía a Corinto y allí predicó el evangelio. La gente creyó y fue salva, y pronto hubo un grupo de santos en Corinto. ¿En qué clase de iglesia los formó Pablo? En la iglesia en Corinto. Pablo no estableció una iglesia antioquina en Corinto. El no formó en Corinto una sucursal de la iglesia en Antioquía, sino que simplemente estableció una iglesia en Corinto. Posteriormente Pedro llegó a Corinto y predicó el evangelio, con el resultado de que otro grupo de personas creyó. ¿Acaso dijo Pedro: “Pablo vino de Antioquía, pero yo he venido de Jerusalén, así que yo tengo que fundar otra iglesia. Yo estableceré una iglesia jerusalénica en Corinto, o formaré aquí en Corinto una sucursal de la iglesia en Jerusalén”? No, él aportó todos los que él había conducido al Señor a la iglesia local ya existente en Corinto. Después, Apolos llegó. De nuevo se salvaron personas, y de nuevo todos los salvos fueron añadidos a la iglesia local. Así que en Corinto había sólo una iglesia de Dios; no había denominaciones cismáticas. Si Pablo hubiera establecido el precedente de formar una iglesia en Corinto para extender la esfera de la iglesia de donde salió, llamándola la iglesia antioquina en Corinto, entonces al llegar Pedro a Corinto él habría podido argüir: “Está bien que Pablo fundara una iglesia antioquina en Corinto puesto que él vino de Antioquía, pero yo no tengo nada que ver con Antioquía; mi iglesia está en Jerusalén, así que tengo que establecer una iglesia jerusalénica aquí”. Apolos, al llegar a Corinto, a su vez habría seguido el ejemplo y habría establecido otra iglesia como sucursal de aquella de la cual él salió. Si cada obrero tratara de formar una sucursal de la iglesia que él representa, entonces las sectas y las denominaciones serían inevitables. Si la meta de un obrero en cualquier lugar no es establecer una iglesia local allí, sino extender la iglesia de la cual él salió, entonces no está estableciendo una iglesia de Dios en esa localidad, sino solamente su propia sociedad. Bajo tales circunstancias no hay ninguna posibilidad de cooperación.

Las condiciones han cambiado grandemente desde los días de los primeros apóstoles. El cristianismo ha perdido su pureza original, y todo lo relacionado con él está en un estado falso y confuso. A pesar de eso, nuestro trabajo actual todavía es el mismo que en los días de los apóstoles primitivos: el fundar y edificar iglesias locales, las expresiones locales del Cuerpo de Cristo. Así que, si nos encontramos en un lugar en donde no hay iglesia, deberíamos buscar el rostro del Señor pidiendo que nos capacite para ganar almas para El y formarlas en una iglesia local. Si estamos en un lugar en donde hay misiones o iglesias afirmadas sobre bases sectarias o denominacionales, pero no hay ninguna iglesia afirmada sobre el principio fundamental del Cuerpo y de la localidad, entonces nuestro deber es exactamente el mismo, es decir, fundar y edificar una iglesia local. Muchos persistirán en sus costumbres antiguas, así que el número de personas que estén afirmadas sobre la base clara de la iglesia puede ser mucho menor que el número total de cristianos en la localidad. Pero la extensión de la base sobre la que están afirmados es tan amplia como la que debe tener la iglesia, de manera que todavía es nuestro deber mantener esa base. Solamente podemos cooperar con aquellos que están edificando el Cuerpo de Cristo expresado en las iglesias locales, y no con aquellos que están edificando otras cosas. Conexiones denominacionales no nos obstaculizan la comunión en el Señor, pero extensiones denominacionales sí nos impiden la cooperación en la obra de Dios.

En esto se encuentra el principio más importante en la obra de Dios: un obrero no debe procurar establecer una sucursal de la iglesia de la cual ha salido, sino establecer una iglesia en la localidad a la cual llega. El no hace que la iglesia en el lugar al cual va sea una extensión de la iglesia en el lugar de donde viene, sino que establece una iglesia en esa localidad. A dondequiera que vaya establece una iglesia en ese lugar. El no extiende la iglesia dé su lugar de origen, sino que establece la iglesia en el lugar que lo acoje. Puesto que en las Escrituras todas las iglesias son locales, Jerusalén y Antioquía no pueden tener iglesias sucursales. No podemos extender una iglesia local a otra localidad, sólo podemos formar una iglesia nueva en esa localidad. La iglesia que los apóstoles establecieron en Efeso es la iglesia en Efeso. La iglesia que ellos establecieron en Filipos es la iglesia en Filipos. Las iglesias que ellos establecieron en otros lugares son las iglesias de esos diversos lugares. No hay precedente en las Escrituras para establecer iglesias que no sean iglesias locales. Es perfectamente legítimo extender la iglesia de Dios, pero es completamente erróneo extender una iglesia local de Dios. ¿Cuál es el sitio en el que yo deseo trabajar? Es la iglesia en ese sitio la que debo procurar establecer.

Ahora, hay dos clases de obreros, a saber, aquellos que se afirman en terreno bíblico y los que se afirman en terreno denominacional o de su misión. Pero aun en cuanto a los que se afirman en terreno denominacional o de su misión, el principio de cooperación es exactamente el mismo: la única meta de fundar y edificar la iglesia local.

La obra de evangelización tiene como fin primordial la salvación de los pecadores, pero su resultado espontáneo es una iglesia en donde se realiza dicha obra. El objetivo inmediato es la salvación de los hombres, pero el resultado final es la formación de iglesias. El peligro que el misionero afronta es el de formar aquellos a quienes él ha conducido al Señor en una sucursal de la sociedad que él representa. Puesto que los obreros representan diferentes sociedades, ellos naturalmente forman diferentes sucursales de sus respectivas sociedades, y la consecuencia es una gran confusión en la obra y las iglesias de Dios. La meta inmediata de los diversos obreros sin duda es la misma, —¿qué predicador no espera que muchas almas sean ganadas para el Señor?— pero hay una falta de claridad y definición con relación al resultado final. Algunos obreros, alabado sea Dios, tienen como meta establecer iglesias locales, otros, ¡qué lástima! tienen como objetivo extender su propia denominación o formar iglesias de misión.

Este es un punto en el cual mis compañeros de labores y yo no podemos estar completamente de acuerdo con muchos de los hijos de Dios. De lo más profundo de nuestros corazones damos gracias a Dios que en el siglo pasado El envió a China tantos de Sus siervos fieles, para que aquellos que estaban asentados en tinieblas pudieran escuchar el evangelio y creer en el Señor. Su abnegación, su diligencia y su piedad han sido verdaderamente un ejemplo para nosotros. Muchas veces, al ver las caras de los misioneros que sufrían por causa del evangelio, hemos sido conmovidos a orar: “Señor, haznos vivir como ellos”. ¡Que Dios los bendiga y les dé su galardón! Reconocemos que somos completamente indignos de tener participación alguna en la obra de Dios, pero por la gracia de Dios somos lo que somos, y puesto que Dios en Su gracia nos ha llamado a Su servicio, no podemos sino buscar serle fieles. No tenemos nada que criticar, y mucho que admirar, en cuanto a la obra evangelística de nuestros hermanos misioneros; sin embargo, no podemos sino poner en duda sus métodos al tratar con los frutos de dicha obra. Porque en los últimos cien años no ha resultado en la edificación de iglesias locales sino en la formación de iglesias de misión, o de iglesias sucursales de las diversas denominaciones que los misioneros representaban. A nuestro parecer esto es contrario a la Palabra de Dios. No hay en la Escritura mención alguna de la edificación de denominaciones; allí solamente hallamos iglesias locales. ¡Que Dios me perdone si estoy equivocado!


IGLESIAS LOCALES E IGLESIAS DE MISION

Permítaseme mencionar un incidente personal. Hace algún tiempo conocí a cierto misionero en Shangai quien me preguntó si no sería posible que yo cooperara con su misión. No sabiendo exactamente qué contestar, no me comprometí. Posteriormente me lo volví a encontrar en otra parte del país, y nuevamente repitió su pregunta y deseaba saber si yo tenía algo en contra de su Misión. Yo le contesté: “No me atrevo a criticar su Misión, aún cuando no creo que encaje en el pensamiento pleno de Dios. Creo que la voluntad de Dios era establecerla para que los siervos de Dios en tierras occidentales pudieran venir a China a predicar el evangelio. No tengo nada que decir acerca de la Misión como grupo, porque las Escrituras hablan de compañías de obreros; y si usted cree que debe estar organizada, que debe tener funcionarios, y que debe llevar un nombre específico, debe responder a Dios y no a los hombres por eso. ¿Quién soy yo para criticar a los siervos del Señor? Pero aunque no critico, no puedo tampoco copiar, porque Dios no ha revelado eso como Su voluntad y camino para mí. Tocante a la Misión como misión, no tengo nada que decir, pero tengo serias dudas con respecto a las iglesias formadas por la Misión. Para explicarlo, permítame decirle que usted representa a la Misión ‘X’. Ahora, ¿los salvados por intermedio suyo forman la Iglesia ‘X’ o forman la iglesia de la localidad específica en que viven? Puede ser perfectamente correcto que misioneros pertenezcan a la Misión ‘X’, pero está totalmente equivocado que ellos hagan que los frutos de la Misión lleguen a ser la Iglesia ‘X’. La Palabra de Dios no ha prohibido expresamente la formación de una Misión ‘X’, pero claramente desautoriza la fundación de iglesias que no sean locales”.

Entonces mencioné los ejemplos apostólicos, señalando que ellos siempre procuraban fundar o edificar iglesias en la localidad donde laboraban con el fruto de dichas labores. Ellos nunca usaron esos frutos para formar sucursales de los grupos en que trabajaban; de otra manera la iglesia de Dios hubiera sido desgarrada por numerosas facciones desde su mismo comienzo.

Entonces tomé como ejemplo la obra en T—. “Allí en T—”, dije, “Dios le ha usado para ganar muchas almas. Si la gente salvada por intermedio suyo son la iglesia en T—, entonces si vengo a T— ciertamente me juntaré con ellos, sin importarme su estado espiritual, ni su forma de organización; de otro modo, yo sería culpable de sectarismo. Pero si usted edifica una Iglesia ‘X’ en T— con los salvados allí, entonces no está edificando la iglesia de Dios en T—, y a tal ‘iglesia’ siento mucho decir que no puedo unirme. Me veré obligado a obrar separadamente en T— a menos que haya una iglesia allí, afirmada en el terreno bíblico de localidad.

“Si todos tenemos como meta establecer iglesias locales entonces hay toda posibilidad de cooperación. Es permisible establecer una Misión ‘X’, pero no es bíblico establecer una Iglesia ‘X’. Supongamos que su Misión ‘X’, al llegar a T—, establece una Iglesia ‘X’; después otras misiones diferentes llegan a T—, cada una estableciendo una ‘iglesia’ de misión separada. Eso sería igual a que Pablo estableciera una iglesia antioquina en Corinto y a que Pedro al llegar poco tiempo después estableciera una iglesia jerusalénica allí. Sobre tal base, la cooperación es imposible, porque estaríamos desatendiendo el patrón que Dios nos ha mostrado claramente en Su Palabra, el establecimiento de iglesias locales.”

“Si llegamos a un lugar a fundar una iglesia, ésta entonces tendrá que ser local, intensamente local, sin ninguna cosa extraña que le quite en lo más mínimo su carácter local. Si usted llega a T—, con la única mira de establecer la iglesia en T—, y yo llego a T—, con la única mira de establecer la iglesia en T—, entonces la cooperación no será problema. Aun si ciento un misioneros, representando a ciento una Misiones, llegan a T— con ésta como su única meta, el establecimiento de la iglesia en T—, entonces no habrá posibilidad de sectarismo, y la cooperación será un asunto espontáneo. Si el objetivo de la Misión ‘X’ es sólo predicar el evangelio, entonces tenemos la posibilidad de trabajar juntos, pero si hay una meta doble con, a saber, la predicación del evangelio y la extensión de la Misión, entonces la cooperación no es posible. Si un obrero procura por una parte predicar el evangelio, y por otra parte extender su propia sociedad, es imposible que trabajemos juntos”. Que una persona se haya propuesto establecer iglesias locales o no, determina si podremos cooperar con él. No importa a cuál misión pertenezca un hombre, si él llega a un sitio, no procurando establecer su propia “iglesia”, sino una iglesia en la localidad, entonces estamos perfectamente dispuestos a trabajar con él. Aunque no somos una Misión, estamos totalmente dispuestos a cooperar con cualquier Misión si ellos no tienen ningún objetivo particular, sino solamente el fin que Dios ha mostrado como Su voluntad acerca de Su obra.

Que Dios nos conceda gracia para ver que todas Sus iglesias son iglesias locales.

Entre los obrerosSocialTwist Tell-a-Friend

viernes, 24 de julio de 2009

Nuestra presentación

Las iglesias de las casas


• Las Iglesias de las casas es un espacio destinado a proclamar el Evangelio de Jesucristo, la Buena Noticia de su perdón y su Amor expresado en la Cruz y en el poder de su Resurrección.

Juan 3:16 "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios."

• Es una forma de congregación en hogares en los que nos reunimos alrededor de la Palabra de Dios y en el Nombre de Cristo.

1Corintios 16:19 "Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor."
Colosenses 4:15 "Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa."

• Creemos que Jesucristo es Dios hecho Hombre: Juan 1:1; 10:30-33; Hechos 20:28; Juan 20:28. Apocalipsis 19:10 a la luz de Mateo 2:11, 14:33, 28:9-17, Lucas 24:52, Juan 9:38; Tito 2:13; Romanos 9.5; Hebreos 1:8; 1 Juan 5:20; Isaías 9:6; Lucas 2:11; Juan 13:13; Romanos 10:9; 1 Corintios 12:3; Filipenses 2:10...

• Creemos que Él, Jesús está en nosotros sus hijos y que somos de Él.

Juan 14:22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
14:23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.

Romanos 8:9 "Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él."

• Creemos en Él y que está en medio nuestro cuando nos reunimos en su Nombre.

Mateo 18:20 "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

• Creemos firmemente que todo lo relativo a su Plan Perfecto está escrito en su Santa Palabra, La Biblia.

2 Timoteo 3:16 "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 3:17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra."

• En la Biblia se deja ver su Voluntad para los hombres y mujeres de todas las edades y de toda la tierra. Creemos también en la libre interpretación de la Palabra de Dios y a su vez creemos que es a la Iglesia toda a quien Dios le da su Palabra para que Cristo la Cabeza de la Iglesia imparta vida imprescindible para cada uno de sus miembros.

Juan 7:17 El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.

Colosenses 1: 17-20 "Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; 18 y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19 por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, 20 y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de la cruz."

• Descreemos de los iluminados que edifican congregaciones basadas en personalidades carismáticas ya que según nuestro juicio toman el lugar de Cristo Único Guía de la Iglesia.

2Pedro 1:19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 1:20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 1:21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

• Consideramos hermano en la fe de Jesucristo a todos, todos, aquellos que creen en su corazón en Jesús como su Salvador y Señor y que lo confiesan con su boca.

Romanos 8:28 "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos."

Lucas 12:8 "Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; 12:9 mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios."

Romanos 10:9 "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo."

No somos una nueva denominación ni nada que se le parezca, simplemente nos congregamos en su Nombre en nuestras casas y hogares.

Mateo 18:20 "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

Jesucristo nos llamó a ser sal y luz, es decir a ser amigos de pecadores ya que en esa condición Dios nos llamó y nos perdonó y nos manda que vayamos y prediquemos el Evangelio sin olvidarnos de donde nos sacó el Señor.

Efesios 2:12 "En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 2:13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo."

• Creemos en el crecimiento espontáneo de la iglesia como cuerpo de Cristo y en las directivas que da la Cabeza (el mismo Señor Jesucristo) a cada uno de los miembros de su cuerpo. Este crecimiento será espontáneo y se regirá por el poder del Espíritu en nosotros para dar testimonio y con el ejercicio de los dones que el mismo Espíritu Santo nos ha dado en su misericordia.

Efesios 4:16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Colosenses 2:18 Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,
2:19 y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.

• Descentralizamos la figura del pastor ya que a nuestro criterio se ha tornado más una figura sacerdotal y directiva, que en muchos, muchísimos casos ha tomado el lugar, consciente o no del mismo Señor Jesús en la iglesia que es el cuerpo de Cristo, Quien es la Cabeza del mismo. Creemos en la diversidad de dones y ministerios, así que vemos en la Palabra de Dios los ministerios apostólicos, proféticos, evangelísticos y el ministerio de pastores y maestros; éstos ministerios tendrán que ser (como todo) fundamentados en la Biblia y definidos mediante los principios que rige la misma, siendo uno de los más importantes, la mutua colaboración y la sujeción al Espíritu Santo mediante el sujetarse a su Palabra, ya que el Espíritu Santo jamás irá en contra de lo que la Palabra afirma. Desechamos los personalismos y la centralidad de persona alguna por más carisma que tenga, ya que esto es una forma de alienación y de ejercer una especie de renuncia a pensar, ver, y creer por los medios que Dios nos ha dado y por el discernimiento que el Espíritu Santo nos da y que Jesús nos prometió.

1Corintios 3:4 Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?

Además de desechar los personalismos por ser una exposición del ego de aquellos que quieren centrar la atención que sólo nos debe llamar el Señor Jesús. Decimos junto con Juan el Bautista: “Es necesario que yo mengüe dijo Juan el bautista y que Él (Jesús) crezca. “

Juan 3:30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.

Dejamos de lado algunos elementos que se han adherido a la Iglesia como un lastre innecesario que ha sido una carga pesada para el fluir del Espíritu de Dios y la comunicación y expansión de la Buena Nueva de Salvación para el hombre en Jesús de Nazaret.

• Entre estos lastres que no figuran en la Biblia creemos que se encuentran los templos que organizan reuniones centradas en los púlpitos que dejan de lado la expresión de todo el cuerpo que es la iglesia convirtiéndose en una peligrosa posibilidad de exponer el ego de aquellos que separan al cuerpo en clero y laicos invalidando el concepto de sacerdocio de todo creyente y la expresión del Espíritu Santo por cada uno de sus hijos que a Él se sujetan.

1Pedro 2:9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;

• Otro aspecto práctico y concreto son los gastos monetarios que se dedican a los templos que en nuestro caso se verían destinados a la ayuda mutua y a la de nuestro prójimo más débil, con quienes se identificó sin dudas Jesucristo.

Mateo 25:34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
25:35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
25:36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
25:37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
25:38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
25:39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
25:40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

¡Bendito sea Su Nombre!

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jueves, 23 de julio de 2009

Los odres nuevos (Capítulo 2)

Capítulo II

Mientras que el Nuevo Testamento claramente demuestra que el propósito y función principal de la primera iglesia era la edificación, de la misma forma indica que la práctica de “partir el pan” o “la cena del Señor” era el foco principal. Esto queda demostrado abundantemente en pasajes tales como…

Hechos 20
7. Y el día primero de la semana, juntos los discípulos á partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente: y alargó el discurso hasta la media noche.

I Corintios 11
20. Cuando pues os juntáis en uno, esto no es comer la cena del Señor.
21. Porque cada uno toma antes para comer su propia cena; y el uno tiene hambre, y el otro está embriagado.
22. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿ó menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿os alabaré? En esto no os alabo.
23. Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la no-che que fué entregado, tomó pan;
24. Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí.


El punto más importante en las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento no era otra cosa que la cena del Señor. En Hechos 20 se nos dice que los discípulos se reunieron a partir el pan en el día del Señor. En su carta a la Iglesia de Corintio, Pablo reprende a los hermanos por apartarse del foco principal de la asamblea, riñéndoles por no juntarse a comer la cena del Señor (lo que deberían haber hecho) sino que se reunieron para comer su propia cena.
Referente a este punto, Hechos 2:42 declara que los primeros cristianos continuaban firmes en “el partir el pan” entre otras cosas.

Hechos 2
42. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones.

El partir el pan representa a Cristo en su trabajo de Salvación
El partir el pan representa la forma de vida del cristiano. En primer lugar apunta a la humanidad de Jesús. En la misma manera que el Hijo de la gloria tomó para sí la forma de sirviente en la bajeza de la carne humana, de la misma forma el partir el pan, siendo la forma mas baja y básica de todos los alimentos, apunta a la humildad del Mesías. Al aceptar para sí el Hijo del Hombre, se convierte accesible a todos nosotros, al igual que el pan es accesible a todos, ricos y pobres.
El partir el pan también nos recuerda la cruz sobre la que el cuerpo de nuestro Señor fue roto mientras se aseguraba nuestra salvación. Así, los mismos elementos presentes en la mesa del Señor representan la muerte; el pan está hecho del trigo molido y el vino esta hecho de la uva prensada. No solamente el partir el pan representa la muerte de Cristo, sino también su resurrección. Puesto que por causa del pan partido es por lo que se representa la presencia viviente de Cristo entre nosotros.
Porque el grano de trigo fue a la tierra fértil, ahora vive y produce muchos granos como él.

Juan 12
24. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, mucho fruto lleva.
Por esta razón nuestro Señor declaró que si nosotros comíamos su carne y bebíamos su sangre, obtendríamos la vida.

Juan 6:53
53. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
En esta referencia, la revelación del Cristo resucitado está unida al pan. Cuando él comió con sus discípulos era el pan lo que partía con ellos.

Juan 21:13
13. Viene pues Jesús, y toma el pan, y les da; y asimismo del pez.
Además, el Cristo resucitado se dio a conocer a los dos hombres en el camino a Emaús solamente después que hubiera partido el pan con ellos.

Lucas 24
30. Y aconteció, que estando sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles.
31. Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos.
32. Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
El testimonio de unidad del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, también incluía la partición del pan. Recordemos que solo había un pan cuando los primeros discípulos partían semanalmente en cada lugar donde se reunían.

I Corintios 10
17. Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel un pan.
Con seguridad el Señor penó cuando las multitudes de sus hijos viviendo en la misma comunidad, partían el pan como si todos fueran un Cuerpo separado. En pocas palabras, partir el pan cuando se tiene un espíritu sectario es algo muy serio ante los ojos de Dios. Este era el error de Corinto, y el apóstol les amonestó con severidad por ello.

I Corintios 11
27. De manera que, cualquiera que comiere este pan ó bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
28. Por tanto, pruébese cada uno á sí mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa.
29. Porque el que come y bebe indignamente, juicio come y bebe para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.



La Cena del Señor – Una Comida de Alianza

Es importante señalar que la cena del Señor era originalmente tomada en el contexto de una comida mayor. Cuando el Maestro en persona instituyó la cena, fue tomada como parte de la fiesta de Pascua, que sirvió como antecedente de la mesa del Señor por todo el Antiguo Testamento. Además el contexto de I Corintios 11 deja bien claro que los creyentes se reunían a comer la cena como una comida cualquiera; puesto que podemos considerar muy difícil en emborracharse con un pequeño vasito de jugo de uva o satisfacer el hambre con pedacito de pan.

I Corintios 11
21. Porque cada uno toma antes para comer su propia cena; y el uno tiene hambre, y el otro está embriagado.
22. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿ó menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis á los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿os alabaré? En esto no os ala-bo.

33. Así, que, hermanos míos, cuando os juntáis á comer, esperaos unos á otros.
34. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, porque no os juntéis para juicio. Las demás cosas ordenaré cuando llegare.
Además la palabra utilizada en el Nuevo Testamento significa literalmente: cena, comida o banquete y la palabra mesa indica una mesa puesta con todos los alimentos listos para comer.

Lucas 22
14. Y como fué hora, sentóse á la mesa, y con él los apóstoles.

I Corintios 10
21. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios: no podéis ser partícipes de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
En consecuencia, la cena del Señor incluía una cena de hermandad. Era la comunión de sobremesa de los santos – una festejo familiar – una cena de alianza. Por esta razón, la primera iglesia se refería a la cena como un ágape, o fiesta de amor fraternal.

Judas
12. Estos son manchas en vuestros convites, que banquetean juntamente, apacentándose á sí mismos sin temor alguno: nubes sin agua, las cuales son llevadas de acá para allá de los vientos: árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;


La palabra griega que traduce “banquetean” es precisamente agape.
Desgraciadamente, siglos de tradición eclesiástica han dejado hoy día una truncada versión de la cena bastante alejada de lo que fue en el Nuevo Testamento. Como consecuencia, el significado comunal del partimiento de pan, ha sido permanente perdido. Robert Banks deja ver lo siguiente acerca del aspecto de hermandad familiar que tenía la cena:
Esta cena era de vital importancia puesto que en la medida que los miembros comían y be-bían juntos, su unidad aparecía como una expresión visible. La cena era un verdadero evento social… la cena que habían compartido juntos recordaba a los miembros de su relación con Cristo y a unos y otros haciendo más profundas esas relaciones en la misma manera que la participación en una comida generalmente cimenta y simboliza la amistad entre una familia o grupo de personas. (La idea de Pablo sobre la Comunidad)
G.H. Lang dice algo parecido cuando escribe:
Fue precisamente durante la cena social de la Pascua cuando el Señor introdujo la nueva asociación del pan y el vino con su persona y obra. En la forma que I Corintios 11 muestra que los creyentes de Corinto observaban la Cena en conexión con una reunión social en compañía de todos. Esto era conocido como el “Agape” o fiesta de amor, y debido a que esta fiesta había conducido a abusos en Corinto, el apóstol no repudia la práctica, sino que regula la celebración. Es importante que podamos ver claramente su importancia. Una casa común, el lugar; una cena normal, la ocasión; la Cena en callado y fácilmente unidos. No hay un edificio eclesiástico, no hay un ministro en funciones, no hay altar ni sacrificio, no hay vestidos ni adornos, sin luces, incienso, crucifijos u otras formalidades. La Cena observada en simplicidad; la casa allí misma dignificada, el alimento común santificado y solemnizado. (Las Iglesias de Dios)
>>>>Finalmente, el partir el pan apunta a la próxima y gloriosa venida de Cristo, donde la Novia presidirá en el suntuoso festival de bodas para festejar con su amado prometido la venida del reino del Padre.

Mateo 26
29. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
La cena del Señor es por tanto un fiesta escatológica una figura del Banquete Mesiánico que en un futuro ocurrirá.
Mateo 22
3. Y respondiendo Jesús, les volvió á hablar en parábolas, diciendo:
4. El reino de los cielos es semejante á un hombre rey, que hizo bodas a su hijo;
5. Y envió sus siervos para que llamasen los llamados á las bodas; mas no quisieron venir.
6. Volvió á enviar otros siervos, diciendo: Decid á los llamados: He aquí, mi comida he aparejado; mis toros y animales engordados son muertos, y todo está prevenido: venid á las bodas.
7. Mas ellos no se cuidaron, y se fueron, uno á su labranza, y otro á sus negocios;
8. Y otros, tomando á sus siervos, los afrentaron y los mataron.
9. Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó á aquellos homicidas, y puso fuego á su ciudad.
10. Entonces dice á sus siervos: Las bodas á la verdad están aparejadas; mas los que eran llamados no eran dignos.
11. Id pues á las salidas de los caminos, y llamad á las bodas á cuantos hallareis.
12. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron á todos los que hallaron, juntamente malos y buenos: y las bodas fueron llenas de convidados.
13. Y entró el rey para ver los convidados, y vió allí un hombre no vestido de boda.
14. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Mas él cerró la boca.
15. Entonces el rey dijo á los que servían: Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.
16. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.

Mateo 26
29. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

Lucas 12
35. Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras antorchas encendidas;
36. Y vosotros semejantes á hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere, y llamare, luego le abran.
37. Bienaventurados aquellos siervos, á los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que se ceñirá, y hará que se sienten á la mesa, y pasando les servirá.
38. Y aunque venga á la segunda vigilia, y aunque venga á la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son los tales siervos.

Lucas 15
22. Mas el padre dijo á sus siervos: Sacad el principal vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y zapatos en sus pies.
23. Y traed el becerro grueso, y matadlo, y comamos, y hagamos fiesta:
24. Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25. Y su hijo el mayor estaba en el campo; el cual como vino, y llegó cerca de casa, oyó la sinfonía y las danzas;
26. Y llamando a uno de los criados, preguntóle qué era aquello.
27. Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha muerto el becerro grueso, por haberle recibido salvo.
28. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29. Mas él respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años te sirvo, no habiendo traspasado jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos:
30. Mas cuando vino éste tu hijo, que ha consumido tu hacienda con rameras, has matado para él el becerro grueso.
31. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32. Mas era menester hacer fiesta y holgar nos, porque este tu hermano muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado.

Apocalipsis 19
9 Y él me dice: Escribe: Bienaventurados los que son llamados á la cena del Cordero. Y me dijo: Estas palabras de Dios son verdaderas.


Por esta razón el partir el pan siempre se vio en el contexto de celebración, una cena envuelta por la alegría y acción de gracias. (Lucas 22:17, Hechos 2:46, I Corintios 10:16). Es un alegre recordatorio de, no solamente lo que nuestro Señor hizo en el Calvario, sino que también sobre lo que hará cuando regrese a su reino glorioso.

En resumen, el partir el pan posee implicaciones, pasadas, presentes y futuras. Es una proclamación de su glorioso acto de perdón, muriendo en la cruz por nosotros, en el pasado, una declaración de su permanente proximidad en el presente y un pronunciamiento de nuestra firme esperanza de su pronta venida en el futuro.
Además la cena del Señor envuelven el práctico significado de las tres principales virtudes: fe, esperanza y amor. Por medio de la cena, nos reafirmamos en la gloriosa salvación que es nuestra por fe, volvemos a expresar nuestro amor por nuestros hermanos al concentrarnos y reflexionar en un solo Cuerpo, y nos regocijamos en la esperanza de la pronta venida de Cristo. Por medio de su perfecta observación, nosotros proclamamos (presente) la muerte del Señor (pasado) hasta el día de su regreso (futuro).
Y mientras que algunos han hecho de la cena del Señor un acto literal y de sacrificio, otros lo han hecho meramente simbólico y conmemorativo. Sin embargo, de acuerdo al Nuevo Testamento, la cena del Señor no es un sacrificio perpetuo ni un vacío ritual. Por el contrario, la cena del Señor es una realidad espiritual. Esto es decir que el Espíritu Santo está en él presente, revelando al Cristo viviendo en los corazones de sus santos amados cuando cenan con él por medio de una hogaza de pan y un vasito de vino. Referente a esto, nuestro Señor a menudo utilizó la imagen de comer y beber para indicar nuestra espiritual comunión con él.

Apocalipsis 3
20. He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.



La cena y la mesa
A la vista de lo que hemos hablado, es instructivo hacer notar la cuidadosa distinción que el Nuevo Testamento hace entre la cena del Señor y la mesa del Señor. Aún considerando que ambos términos apuntan a la práctica singular de partir el pan, existe una sutil diferencia en su énfasis.
En I Corintios 10:16 - 22 Pablo habla acerca de la mesa del Señor.

I Corintios 10
16. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
17. Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel un pan.
18. Mirad a Israel según la carne: los que comen de los sacrificios ¿no son partícipes con el altar?
19. ¿Qué pues digo? ¿Que el ídolo es algo? ¿ó que sea algo lo que es sacrificado á los ídolos?
20. Antes digo que lo que los Gentiles sacrifican, á los demonios lo sacrifican, y no á Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios.
21. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios: no podéis ser partícipes de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
22. ¿O provocaremos á celo al Señor? ¿Somos más fuertes que él?


Aquí el énfasis está en la Iglesia (v. 21) y el pan apunta al Cuerpo unido de Cristo (v. 17). Por tanto comunión y singularidad son los pensamientos dominantes en la mesa, poniendo énfasis en nuestro foco hacia el aspecto de hermandad de la cena. (v. 16 - 17)

I Corintios 11
17. Esto empero os denuncio, que no alabo, que no por mejor sino por peor os juntáis.
18. Porque lo primero, cuando os juntáis en la iglesia, oigo que hay entre vosotros disensiones; y en parte lo creo.
19. Porque preciso es que haya entre vosotros aun herejías, para que los que son probados se manifiesten entre vosotros.
20. Cuando pues os juntáis en uno, esto no es comer la cena del Señor.
21. Porque cada uno toma antes para comer su propia cena; y el uno tiene hambre, y el otro está embriagado.
22. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿ó menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis á los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿os alabaré? En esto no os alabo.
23. Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fué entregado, tomó pan;
24. Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí.
25. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí.
26. Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga.
27. De manera que, cualquiera que comiere este pan ó bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
28. Por tanto, pruébese cada uno á sí mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa.
29. Porque el que come y bebe indignamente, juicio come y bebe para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.
30. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros; y muchos duermen.
31. Que si nos examinásemos á nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados.
32. Mas siendo juzgados, somos castigados del Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33. Así, que, hermanos míos, cuando os juntáis á comer, esperaos unos á otros.
34. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, porque no os juntéis para juicio. Las demás cosas ordenaré cuando llegare.


En estos versos Pablo habla acerca de la cena del Señor (v. 20). Aquí el énfasis es en la muerte de nuestro Señor Jesús por todos nosotros y el pan apunta al Cuerpo físico de nuestro Señor que fue roto por nuestra redención (v. 24). Así pues, recordar y proclamar, son los pensamientos principales de la cena, dirigiendo nuestra atención a una aspecto de la muerte y sacrificio encerrado en la cena (v. 25 - 26).
Por tanto, en la mesa, existe una relación horizontal a la vista de la comunidad creyente. En la cena, existe una relación vertical entre los creyentes y Cristo la que es manifiesta. Puesto en otras palabras, la mesa es el lugar de nuestra hermandad, compartiendo y comiendo; la cena, es la esencia de nuestra comida. La mesa es el lugar de nuestra comunión; la cena es la substancia de nuestra comunión. Y aunque la mesa y la cena son diferentes, no están separadas.

El significado de la Mesa del Señor en las reuniones de la Iglesia.

Bajo un punto de vista práctico, la verdadera situación de la mesa del Señor, nos saca de nuestro lugar habitual como personas subjetivas y absorbernos plenamente. Puesto que cuando nuestras reuniones estén estructuradas alrededor de la mesa del Señor, toda nuestra atención se aparta de nosotros mismos y queda sujeta a Cristo. De esta manera, el partir el pan nos recuerda el centro de la invisible cabeza, siempre presente en nuestras reuniones. Quizá es por esto que la mesa del Señor es lo único material que la Biblia menciona como estar presente en las reuniones de la Iglesia.
Las palabras de Hugh Kane son bastante exactas:
La belleza de ese método [reunirse alrededor de Cristo] era toda su simpleza. ¡Sin arreglos, ni adornos humanos! Sin servicio de altar, sin ministro vestido para la ocasión, sin coros uniformados… sin tener a nadie que dirigiera la asamblea otro que el Espíritu Santo. Él se las podía sólo. Él dirigía los corazones hacia Cristo… era bello y una honra para Dios puesto que era su propio arreglo. No se encontraba lugar alguno para la vanagloria de la carne. Nadie era visto en particular, sino solamente era visto Jesús. (Cita de “The Watchman, otoño 1996)
Esas eran unas pocas y preciosas verdades que traían como consecuencia del partir el pan verdades que ayudan a explicar el por qué los primeros cristianos lo hicieron el centro de sus reuniones semanales. No tenemos que decir que la práctica de partir el pan fue instituida por nuestro Señor en persona y dada a todos los apóstoles.

Mateo 26
26. Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dió á sus discípulos, y dijo: Tomad, comed. esto es mi cuerpo.

I Corintios 11
3. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
4. Y os alabo, hermanos, que en todo os acordáis de mi, y retenéis las instrucciones mías, de la manera que os enseñé.


Con esto presente, yo me pregunto, ¿acaso la enseñanza del Nuevo Testamento no ha de ser un ejemplo para nuestro acercamiento en el día de hoy a la mesa del Señor?

¡Que nunca lleguemos a rechazar el lugar que Dios ha reservado para su Hijo en medio de nuestra mesa!


por Frank A. Viola

Los odres nuevos (Capítulo 2)SocialTwist Tell-a-Friend

lunes, 13 de julio de 2009

La iglesia: Muchos miembros, un cuerpo

1Corintios 12
1Corintios 12:1 No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.
12:2 Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos.
12:3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.
12:4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
12:5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
12:6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
12:7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
12:8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
12:9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
12:10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
12:11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
12:12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.
12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
12:14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
12:15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
12:16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
12:17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
12:18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.
12:19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
12:20 Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo.
12:21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
12:22 Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;
12:23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.
12:24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba,
12:25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.
12:26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
12:27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
12:28 Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.
12:29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Hacen todos milagros?
12:30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?
12:31 Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.


Colosenses 1:15 El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
1:16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
1:17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;
1:18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
1:19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,
1:20 y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

Comencemos por un par de ejercicios prácticos.

Analice los siguientes movimientos que se le pedirán realizar.

1- Tome un vaso y llénelo de agua o de algún otro líquido que se pueda ingerir. Ingiera por favor un poco del contenido.

Posibles preguntas:
a- ¿Cuales partes visibles del cuerpo fueron utilizadas?


b- ¿Se movieron simultáneamente o en diferentes tiempos?


c- ¿Hicieron todas las partes del cuerpo los mismos movimientos?


d- ¿Las partes del cuerpo que se utilizaron eran unidades inconexas?


e- ¿Cuál de ellas era más importante?


f- ¿Cuál de los miembros se benefició más al ingerir el agua?


g- ¿Quién dio la orden de ingerir el agua?


h- ¿Dicha orden fue dada a un solo miembro o a todos los miembros del cuerpo?


i- Haga los mismos pasos sin que uno de los miembros intervinientes accione como respuesta a la cabeza. ¿Se puede lograr el mismo objetivo? Si se puede, ¿cuesta más o menos?




2- Todos nosotros alguna vez nos martillamos un dedo de alguna de nuestras manos, supongamos la mano izquierda

Posibles preguntas

a- ¿Cuáles fue ron las reacciones que tuvo?


b- ¿Qué pasó con otras partes del cuerpo?


c- Supongamos que hubo un leve sangrado y que el baño con el botiquín estaba a unos 3 o 4 metros de distancia. ¿Qué hizo el accidentado?


d- ¿Cuáles fueron los miembros del cuerpo que entraron en acción?


e- Cuándo hubo alivio, ¿se alivió solamente la mano izquierda? Si su respuesta fue negativa explique por qué.


f- ¿Quién dio la orden a las diferentes partes del cuerpo?



Preguntas al texto:


Alerta: Hay una pregunta capciosa


1- ¿Qué es un anatema? Vs. 3



2- ¿Quién da los dones?

a- El apóstol
b- El pastor
c- Alguien especial
d- El Espíritu Santo
e- No se
f- Otra opción

3- ¿Cómo los da?

a- De acuerdo a lo que a Él le parece
b- De acuerdo a lo que el líder crea
c- De una manera democrática
d- De acuerdo a lo que la cabeza de la iglesia, es decir, el pastor decida
e- No se
f- Otra opción

4- ¿Para qué son dados los dones?



5- ¿Usted cuántos cuerpos tiene?

a- Más de uno
b- Uno
c- Uno dividido en varias partes
d- No se
e- Otra opción


6- Complete la frase y ubique en que versículo se encuentra

Además, el cuerpo…………………………………………………………….miembro, sino

………………..

7- Complete la frase con las siguientes variantes

Dios da por………………… los dones a sus hijos y esto es por la………………en Cristo

a- Gracia
b- Azar
c- Voluntad humana
d- Fe
e- Conveniencia
f- No se

8- Para ejercer un don tengo que ponerlo en práctica

a- Sí
b- No

9- Si el pie quiere ser mano…Haga algo con la mano que debe ser hecho con el pie o viceversa.


10- La cabeza necesita del pie. Recuerde esta respuesta para más adelante

a- Sí
b- No

11- Jesús necesita de nosotros

a- Sí
b- No
12- Compare su respuesta con Juan 15: 4




13- Relacione el segundo ejercicio del comienzo con el versículo 1Corintios 12: 25



14- ¿Cuál es el cuerpo de Cristo según el pasaje de Colosenses capítulo 1?



15- ¿Quién es la Cabeza del cuerpo? Escríbalo por favor en letras mayúsculas.


La cabeza del cuerpo que es la iglesia es ………………………………….


Escriba una conclusión




Escriba una conclusión del estudio presente



Nota: La pregunta capciosa era la 3 en su opción d) ya que la Cabeza de la iglesia es Jesucristo.

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miércoles, 24 de junio de 2009

El círculo virtuoso de Jesucristo

Marcos 1:14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
1:16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
1:17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
1:18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.
1:19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
1:20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
1:19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
1:20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
1:21 Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.
1:22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
1:23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,
1:24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
1:25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
1:26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.
1:27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
Mar 1:28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
1:29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
1:30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.
1:31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.
1:32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
1:33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
1:34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
1:35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
1:36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban;
1:37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.

Estos versículos del evangelio de Marcos detallan un día en la vida de Jesús.
El relato nos habla de un comienzo de la predicación del Reino de Dios, luego del llamamiento de los discípulos, más adelante nos muestra a Jesús enseñando en la sinagoga, echando a un espíritu inmundo en la misma sinagoga, luego yendo a la casa de Simón y sanando a la suegra y ya habiéndose puesto el sol le trajeron a los enfermos y a los endemoniados y a muchos sanó, según dice la Palabra de Dios.
Una jornada agotadora podríamos decir. Haciendo bienes y con el mal/o en continua oposición a sus iniciativas y a sus hechos.
Lo hecho por Jesús, que figura en el relato bíblico, tiene como precedente el haber estado ayunando durante cuarenta días y cuarenta noches (Mateo 4: 2) buscando la comunión con su Padre en una situación de negación de las necesidades básicas y en medio de la nada: el desierto.
El porqué del ministerio de Jesucristo y de su vida se encuentra en este pasaje claramente.
Jesús inicia su ministerio después de superar la tentación que le hiciera Satanás; victoria que le fuera dada sólo por la búsqueda de la Presencia de Dios por medio de la negación de sí mismo en un lugar inhóspito en el que no había nada en que basarse ni nada a lo que recurrir como ayuda.
Salmos 73:25 "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra."

La clave no era la bendición sino el Dador de la bendición. Jesús tenía y era contenido por el Dador de la bendición: Dios Padre.

Muchas veces tenemos la tendencia a hacer una interpretación romántica de la vida y de nuestra fe.
Tenemos una tendencia a interpretar el texto bíblico dejando de lado el aspecto sacrificial diario y el aspecto disciplinario del día a día.
Discípulo y disciplina tienen la misma raíz.
Vemos el sacrificio final de Jesús en la Cruz como EL SACRIFICIO, y está bien que así sea, pero en la vida de Jesús se aprecia una continua necesidad de la Presencia de Dios y una continua negación de sí mismo en búsqueda de esta Presencia plena de Dios en Él .
Una cuestión de necesidad imprescindible.
La vida de Jesús reclamaba: ¡¡¡Padre, necesito de tu Presencia de modo imprescindible!!!
Alguno dirá que Jesús no tenía semejante necesidad porque Él mismo era Dios hecho hombre.
Sin embargo, esta afirmación no tiene en cuenta algo esencial de la fe cristiana y es que Cristo se despojó a sí mismo de su deidad y vivió como Hombre por fe.
Filipenses 2:5 "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
2:6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
2:7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres..."

Es desde esta perspectiva que se ve claramente que como Hombre perfecto, Él necesitaba de la comunión con su Padre más que del mismo aire para respirar y vivir.

Esta es la clave de su vida y también de la nuestra. 
Su vida dependió de la Presencia de Dios y la Presencia de Dios dependió de su búsqueda de la Presencia de Dios.
Una búsqueda circular: La Presencia de Dios lo hacía orar y buscar continuamente la Presencia de Dios y a su vez la oración lo llevaba a la misma Presencia de Dios que lo llevaba nuevamente a un diálogo pleno con su Padre en oración: Un círculo virtuoso Perfecto.
Jesús decía: ¡Padre, sin ti nada puedo hacer! ¡Necesito de ti!

Es por esto que Jesús, el mismísimo Hijo de Dios dio el fruto que dio, porque su ministerio fue marcado por esta necesidad fundamental.
Lo cierto es que Jesucristo fue 100 % inspiración de Dios y 100 % transpiración y sacrificio puesto al servicio de Dios y de los hombres, y el motor de esto fue la Presencia plena de Dios en Él que Él mismo buscó en forma desesperada.

Veámoslo sin romanticismo
Esto le costó, madrugar y dedicarle a Dios su Padre la primeras horas de la mañana no le era fácil.
Apartar tiempo para tener nuestro devocional cuesta, hay que dejar cosas de lado. Pero que mejor que dejar cosas de lado para ir al encuentro con el Dios verdadero, con nuestro Padre Bueno.
Es por esto que el pasaje que leímos al principio de esta entrada nos dice que al día siguiente en Marcos 1:35, nos dice que luego de una jornada agotadora:
"Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba."


Jesús sabía de la bendición y de lo maravillosa que es la continua y plena compañía de Dios en su vida, y no cambiaba todo el universo por esto.

La vida de Cristo estuvo marcada por la plenitud de Dios en Él y esto fue así por la búsqueda que Él hizo de la Presencia de Dios por medio de la oración.

Pidamos a Dios que la experiencia de Jesús se haga realidad concreta en nuestras vidas.

¡Cuidate!
¡Dios te bendiga!

El círculo virtuoso de JesucristoSocialTwist Tell-a-Friend

domingo, 21 de junio de 2009

Oremos pidiendo revelación

Oremos pidiendo revelación, de Watchman Nee

Lectura bíblica: Ef. 1:3-23

Cuando comenzamos a conocer a Dios, Su obra y Su plan eterno, el cual se había propuesto desde la eternidad, empezamos a descubrir que la luz que encontramos en el libro de Efesios, es abundante y especial. Debemos entender ante el Señor, que en este libro Dios motivó a Pablo a hacer dos oraciones. Una se encuentra en el primer capítulo, y la otra en el tercero. La oración del capítulo uno es básica, mientras que la del capítulo tres está relacionada con la edificación. En el capítulo uno Pablo oró para que recibiéramos luz acerca de nuestra relación con el Señor. Pero en el capítulo tres no sólo pidió esto, sino que también oró para que pudiéramos ver nuestra relación con la iglesia.

Hablemos de la oración de Pablo en el capítulo uno. En el versículo 17 Pablo oró: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El”. ¿Por qué pidió Pablo a Dios que los santos tuvieran espíritu de sabiduría y revelación? Para que recibieran lo siguiente:

1) “...el pleno conocimiento de El” (v. 17). Esto significa conocer a Dios mismo.

2) “...cuál es la esperanza a que El os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos” (v. 18). Esto se refiere al plan eterno de Dios y a su realización. El llamado de Dios consiste en que seamos Sus hijos, Su heredad. Este llamado fue hecho desde antes de la fundación del mundo. En la eternidad futura, El tendrá una heredad en los santos, una herencia llena de las riquezas de Su gloria. En la eternidad Dios tomó una decisión, y en el futuro, obtendrá el resultado. Estos dos asuntos tienen su consumación en Su plan eterno y Su meta. Lo que Pablo estaba tratando de hacer era darnos a conocer el plan eterno de Dios.

3) “Y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos” (v. 19). Este es el poder que Dios utiliza para lograr Su meta y llevar a cabo Su plan; y tiene que ver particularmente con la relación que El tiene con el hombre en Su plan eterno. Debemos conocer estos asuntos, y recibir la revelación acerca de ellos delante del Señor.

EL PLENO CONOCIMIENTO DE EL

Pablo oró a Dios para que nos diera espíritu de sabiduría y de revelación, a fin de que conociéramos estos tres asuntos. El primero es “el pleno conocimiento de El”. Qué maravilloso es que podamos conocerlo plenamente.

Cuando Pablo estuvo en Atenas, pasó junto a un altar que tenía la siguiente inscripción: “AL DIOS NO CONOCIDO” (Hch. 17:23). En la mente de los atenienses era imposible conocer a Dios. Ellos no podían conocer a Dios por medio su intelecto o sus filosofías; lo único que podían hacer era formular hipótesis y especulaciones acerca de Dios. Sin embargo, seguían sin conocer a Dios. Es similar al presente, cuando el hombre reconoce que Dios existe pero no lo conoce.

Antes de que el Señor Jesús muriera, dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo” (Jn. 17:3). El nos mostró lo que es la vida eterna; ésta es simplemente el conocimiento de Dios. Los santos de Efeso ya conocían a Dios; no podemos decir que no sabían nada acerca de El. Podemos asegurar que lo conocían, pues tenían vida eterna. Sin embargo, Pablo pidió en la primera oración que Dios les diera “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de El”. Mientras que los atenienses no conocían a Dios en absoluto, esta oración revela que alguien que ha recibido la vida eterna y que tiene un conocimiento inicial de Dios, puede no conocerlo debidamente.

Después de creer en el Señor, o unos años más adelante, no podemos decir que no conozcamos nada acerca de El. No obstante, con frecuencia dependemos mucho de nuestro intelecto o nuestros sentimientos como apoyo en nuestro camino. Conocemos un poco a Dios, pero dependemos mucho de nuestros pensamientos e ideas, pues nos parece que nuestro conocimiento de Dios no es tan seguro, y que nuestros razonamientos no son dignos de confianza. Por lo tanto, muchas veces requerimos la ayuda de nuestra mente para mantenernos en la senda cristiana. Tal parece que cuando experimentamos un punto muerto en nuestros razonamientos o doctrinas, no podemos seguir adelante. En otras ocasiones necesitamos sentir ánimo, gozo o euforia. Requerimos de esta clase de sentimientos además del conocimiento que tenemos de Dios para poder seguir adelante.

Pero un día Dios nos da un espíritu de sabiduría y de revelación. El nos revela Su persona de una manera nueva, especial y segura; de tal forma que no sólo decimos que lo conocemos, sino que también podemos declarar: “Ahora sé y he visto claramente. Ya no necesito apoyarme ni en la mente ni en los sentimientos. Ahora tengo el pleno conocimiento de Dios”.

Tal vez algunos no entiendan de qué estoy hablando. Así que, les daré algunos ejemplos. En cierta ocasión alguien dijo: “He sido creyente por veintidós años. Durante los dos primeros, traté con todas mis fuerzas de creer. Si en ese tiempo me hubieran preguntado si era salvo, sin vacilar habría dicho que sí. Yo sabía que era salvo y que tenía vida eterna. No obstante, había un problema. Cuando me preguntaban si creía en Dios me era muy difícil responderles que sí. Era como si estuviera rechazando mi fe como un incrédulo, en vez de asirme de ella. Creer en el Señor era algo agotador. ¿No creía realmente en Dios? ¡Claro que sí! ¿Pero en verdad le conocía? No, no le conocía. Necesitaba muchos argumentos y doctrina para apoyar mi fe. Sólo estaba en paz cuando hallaba suficientes razones para justificarme y cuando recordaba las doctrinas correctas. Sólo entonces podía hablarles a otros acerca de mi fe. Necesitaba el respaldo de mi intelecto para ser creyente. Pero hoy puedo testificar que eso quedó atrás. Ahora puedo afirmar que conozco a Dios. No necesito razones que sostengan mi fe ni evidencias externas para defenderla.

Hermanos, esto es lo que sucede cuando verdaderamente conocemos a Dios. Este conocimiento viene por revelación. No depende de qué tan claramente entendamos la doctrina, sino de un conocimiento interior, el cual es distinto al que tuvimos cuando recién creímos, el cual teníamos que manipular con mucho cuidado, como si fuera un vaso de agua que no queríamos derramar. Para muchos creer en el Señor Jesús es como sostener un vaso rebosante de agua, que temen derramar. Temen oír diferentes cosas. Pero un buen día Dios les concede revelación, y llegan a conocerlo. Empiezan a recibir el pleno conocimiento de El, y en verdad lo ven. Entonces los problemas se desvanecen. Hermanos, si verdaderamente conocen a Dios, toda la fe del mundo no les ayudará, ni les estorbará toda la incredulidad del mundo. Aun si los razonamientos de otros parecen tener bases, y demuestran convincentemente que la Biblia es falsa, y aun si existieran más razones para dudar que para creer; nada de eso nos sacudiría. Podrían declarar con atrevimiento: “Yo conozco interiormente; mi conocimiento es más profundo que mi intelecto y que mis sentimientos. Nada externo puede sacudir el conocimiento que tengo en mi interior”.

Este es un asunto crucial. Muchos cristianos viven de acuerdo con sus sentimientos. Si se sienten felices y están llenos de gozo, dicen que Dios les ha dado gracia. Pero si se sienten fríos e indiferentes y pierden el gusto por todo, casi pueden llegar a decir: “¿Dónde está Dios? ¡Es difícil conocerle! Muchos se sostienen sólo por sus sentimientos. Una vez que sus sentimientos se alejan, flaquean y son sacudidos. Esto se debe a que no tienen el pleno conocimiento de Dios, y Dios tiene que llevarlos al nivel en que no importa si se sienten fríos o fervientes, indiferentes o entusiasmados, pues conocen a Dios. Nuestro conocimiento es más profundo que nuestro gozo, nuestras penas, o cualquier otro sentimiento. Aunque exteriormente podamos tener gozo, dolor u otro sentimiento, nada de esto nos moverá. Sólo creyentes que tengan este conocimiento permanecen y no son sacudidos. Dios sólo utiliza a tales creyentes.
Había un hermano a quien poco después de creer en el Señor alguien le dijo que la Biblia tenía errores. Se preocupó tanto que estaba a punto de llorar. El creía que la Biblia estaba correcta y que era imposible que tuviera errores. Sin embargo, como le mostraron algunos presuntos errores, se confundió mucho. Estaba muy preocupado pensando en lo que pasaría si la Palabra de Dios verdaderamente tuviera dichos errores. Le refirió estas cosas a una hermana mayor que él. Pensó que ella también se preocuparía al escuchar acerca de los aquellos errores de la Biblia, ya que ella amaba mucho al Señor y a Su palabra. Pero para su sorpresa, después de que le comentó el asunto, la hermana actuó como si nada hubiera sucedido. Lo único que dijo fue: “No importa”. El hermano pensó: “Si a usted no le importa, a mí sí”. El la presionó para que le diera una respuesta, y finalmente ella le dijo que el conocimiento que uno pueda tener de Dios, no depende de que tales preguntas sean contestadas. El pensó: “Tal vez una persona mayor como usted no necesite hacerse estas preguntas, pero yo soy joven y tengo una mente activa. Yo no puedo descartar el asunto tan fácilmente”. Así que aquel hermano dedicó un año a estudiar la Biblia e investigar tales controversias. Con el tiempo encontró evidencias que le demostraron que no había errores en la Biblia. Sintió que le habían quitado un gran peso de su corazón. Este hermano llegó a conocer verdaderamente a Dios, pero no había necesidad de que hubiese perdido tanto tiempo preocupándose. Hermanos, si conocen plenamente a Dios, aunque surjan preguntas como ésas, no tendrán ningún peso en sus corazones ni nada les perturbará. Otros pueden presentar sus argumentos, pero los creyentes pueden comprobar una sola cosa: que Dios es Dios. Nosotros conocemos a nuestro Dios y sabemos que El es verdadero. Una vez que lo conocemos; “lo conocemos”. Si lo conocemos en plenitud, todo problema desaparece. No importarán los razonamientos ni las doctrinas, por más claras que parezcan; sólo importará la revelación, la cual sí es indispensable. Debemos pedirle a Dios que nos dé un espíritu de revelación, para recibir el pleno conocimiento de El. Tal conocimiento es fundamental y necesario para todo creyente.

EL LLAMAMIENTO DE DIOS
Y SU HEREDAD


Dios no sólo quiere que lo conozcamos a El, sino también a Su llamamiento. El quiere que sepamos lo que es nuestro llamamiento y nuestra herencia en los santos. En otras palabras, no sólo quiere que conozcamos Su persona, sino también lo que está llevando a cabo de eternidad a eternidad. El desea que conozcamos Su plan eterno y Su propósito.

Efesios nos habla de asuntos que abarcan toda la eternidad. Nos muestra el plan eterno de Dios. Pablo habla del llamamiento de Dios, Su herencia en los santos, y Su poder para con nosotros los que creemos. Nos dice que cuando un creyente verdaderamente entiende el plan eterno de Dios, y cuando ve lo que Dios está llevando a cabo de eternidad a eternidad, llega a comprender que el plan eterno de Dios tiene que ver con todo aquel que es llamado, con la herencia que Dios tiene en los santos, y con el poder que El manifiesta en ellos. Esto nos muestra que el plan eterno de Dios no es abstracto ni trivial ni podemos prescindir de él ni desecharlo. Hermanos, el plan eterno de Dios tiene una estrecha relación con cada uno de nosotros. Cuando hablamos de este plan no hablamos de algo misterioso e incomprensible, pues este plan está relacionado con nuestro llamado, con la herencia de Dios, y con Su poder y Su operación en nosotros.

Primero hablemos del llamamiento de Dios y Su heredad, y luego de Su poder, el cual se manifiesta hacia nosotros.

En primer lugar, veamos el llamamiento de Dios. El versículo 18 dice: “Para que, alumbrados los ojos de vuestro corazón, sepáis cuál es la esperanza a que El os ha llamado”. No sé cuántos creyentes estén enterados de que fueron llamados a una esperanza. Muchos sólo tienen la esperanza de ir al cielo. Damos gracias al Señor porque existe un cielo; pero el cielo no es la meta a la cual Dios nos ha llamado ni es la esperanza de Su llamamiento. ¿De qué se trata entonces este llamamiento? el versículo 4 dice: “Según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor”. Este es el llamamiento de Dios, que seamos como El. Por un lado, El desea que seamos santos, y por otro, que seamos irreprensibles y sin mancha. ¡Qué gran llamamiento! Si ustedes nunca se han sentido débiles, y nunca han reconocido que tienen errores, no comprenderán lo especial de este llamamiento. Pero si están conscientes, aunque sea un poco, de cuán débiles e inútiles son y de cuán errados han estado, comprenderán lo valioso que es este llamado. Entonces dirán: “Gracias Señor, Tú me has llamado para ser santo y sin mancha; irreprensible y perfecto como Tú”. Damos gracias al Señor porque un día alcanzaremos la meta por la cual nos escogió. No importa cuán débiles e inútiles seamos ahora, ni cuántos defectos tengamos, pues gracias a El, un día, nos conducirá al nivel en que nos podremos presentar ante El, santos y sin mancha, como El. Esto es lo que Dios escogió para nosotros, y para esto nos llamó. Ya que El planeó esto, sin duda lo cumplirá. Ya sabemos la esperanza que tenemos delante de Dios. Tenemos una esperanza, y esta esperanza es llegar a ser como Dios. Pues para esto nos escogió y nos llamó.

En segundo lugar, veamos lo que es la herencia en los santos. El versículo 18 dice: “Para que, alumbrados los ojos de vuestro corazón, sepáis ... cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos”. ¿Qué es la herencia de Dios en los santos? Los santos son la herencia de Dios; ellos son Su posesión. Este versículo no dice que Dios dio a los santos una herencia, sino que los santos mismos son Su herencia. Pablo dice que Dios tiene una herencia en los santos, la cual es gloriosa. Y no sólo es gloriosa, sino que aun en ella se encuentran las riquezas de la gloria.

En Efesios 1:5 y 11 se utiliza la palabra predestinación. El versículo 5 dice: “Predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad”. Fuimos predestinados para filiación. Y el versículo 11 dice: “En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. Fuimos predestinados para ser Su herencia. Vemos una pequeña diferencia entre los versículos 5 y 11, aunque están relacionados.

Dios tiene un plan eterno que se extiende de la eternidad a la eternidad. Su plan consiste en obtener muchos hijos. Muchos no comprenden la grandeza de la filiación. Pero nosotros debemos entender que la meta de Dios es tener muchos hijos. Su plan se relaciona con “tener hijos”. En Gálatas 4:6 dice: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” Esto nos muestra que Dios puso el Espíritu de Su Hijo en nosotros para hacernos Sus hijos. En Hebreos 2:10 leemos: “Porque convenía a Aquel para quien y por quien son todas las cosas, que al llevar muchos hijos a la gloria...” Vemos que Dios llevará muchos hijos a la gloria. Su propósito es obtener muchos hijos y llama a esos hijos Su herencia. En Efesios 1 Dios nos muestra, por un lado, que El nos predestinó para que seamos Sus hijos (v. 5), y por otro, que nos predestinó para que seamos Su herencia (v. 11).

¿Qué significa ser la herencia de Dios? La herencia de Dios es algo que pertenece a El. Dios nos predestinó para que seamos Sus hijos y para que seamos Su herencia. Todos nosotros le pertenecemos a El. Pablo oró pidiendo que los ojos de nuestro corazón fueran iluminados, para que viéramos las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. ¿Qué es la gloria? Esta gloria consiste en llegar a ser lo que Dios es y en glorificarlo. Este es el deseo de Dios. El nos escogido para que seamos Su pueblo, Su herencia y Sus hijos. Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos cuán glorioso es esto.

No sólo debemos conocerlo a El; también debemos conocer Su obra, Su plan y Su meta. Para tener este conocimiento, necesitamos una visión. De no ser así, nuestra vista será muy pobre, limitada y temporal. En cuanto a las obras espirituales, a menudo nos hallamos ocupados con los pequeños proyectos que están en nuestras manos. Nos alegramos cuando vemos resultados de nuestras obras, y tristes cuando no los vemos. Nuestra visión se limita a una pequeña esfera, y no vemos las cosas grandes e importantes. Lo que vemos es insignificante. Somos semejantes a un niño pequeño con un billete de diez dólares; está asombrado con él, pues es todo lo que posee. Muchas veces nuestra visión es tan pequeña que no vemos lo que es eterno. Debemos entender que la visión de Dios se extiende de eternidad a eternidad. El desea abrir nuestros ojos y librarnos de nuestra estrechez. El hombre es muy limitado. Nosotros somos tan estrechos como las obras de nuestras manos. Dios quiere librarnos de esta esfera tan estrecha. Quiere mostrarnos la esperanza de nuestro llamamiento y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. El asunto no se circunscribe a la necesidad del hombre, sino que se relaciona con la necesidad de Dios. ¿Por qué tenemos que predicar el evangelio? No lo hacemos sólo porque el hombre tenga una necesidad, sino porque Dios tiene una necesidad aun mayor. No piense que el evangelio de la gracia y el evangelio del reino son diferentes. Son un mismo evangelio pero visto desde dos perspectivas diferentes. Del lado humano, lo vemos como el evangelio de la gracia; y del lado divino lo vemos como el evangelio del reino. Dios intenta atraer a muchos a Sí mismo, y contar con ellos para el cumplimiento de Su propósito. Esta es la razón por la que no debemos basar nuestro trabajo exclusivamente en el punto de vista humano, sino en la perspectiva de Dios. Dios desea obtener un pueblo; desea ganar a los hombres para glorificarse a Sí mismo. Al predicar el evangelio y traer nuevos creyentes tenemos como fin satisfacer esta necesidad de Dios. Por tanto, los hijos de Dios necesitan una visión de la eternidad. Dicha visión cambiará nuestra obra, nuestra perspectiva y nuestra vida cristiana. Una vez que la tengamos, no tendremos que permanecer en nuestra insignificante obra, ni en los puntos de vista y métodos del pasado; ni tendremos por qué estar preocupados todo el tiempo por nuestras insignificantes ganancias o pérdidas.

Algunos hermanos ya han escuchado antes del plan de Dios y Su propósito. Pero cuando vuelven a sus respectivas obras y predican el evangelio, dicen: “No sé cómo relacionar mi trabajo con el plan de Dios, pues cuando me involucro con mi trabajo y me dedico a él, pierdo de vista lo que había escuchado del plan de Dios y Su propósito. El plan eterno de Dios y Su propósito se desvanecen por completo. Mientras escuchaba acerca de ellos, los veía muy claro. Pero pronto lo olvido todo”. Tenemos que estar conscientes de que lo que oímos puede olvidarse fácilmente, mas no así lo que vemos. Es fácil olvidar doctrinas, pero no es fácil olvidar una visión. Por lo tanto, es crucial que veamos algo y que en realidad los ojos de nuestro corazón sean abiertos. Si Dios abre los ojos de nuestro corazón y si en verdad hemos visto el llamamiento de Dios, Su herencia, Su plan y Su propósito, espontáneamente entenderemos que toda nuestra labor, sea pequeña o grande, debe estar relacionada con el plan de Dios. Si nuestras actividades no están unidas al plan de Dios, no pueden contarse como Su obra.

Es necesario que Dios abra nuestros ojos y nos dé una visión, lo cual sería una gran liberación de nosotros mismos y de nuestro estrecho mundo. Comprenderemos que mientras la obra eterna no sea terminada, será imposible tener reposo. En tanto que el plan eterno de Dios no se cumpla, será imposible estar satisfechos. El cometido de nuestro corazón, la carga que pesa sobre nuestros hombros y las obras de nuestras manos, deben ocuparse exclusivamente en lo que Dios intenta llevar a cabo. Aun la más pequeña acción debe estar encaminada hacia la edificación de la obra que se extiende de eternidad a eternidad. Que el Señor nos conceda gracia para permanecer en esta visión. Cuán fácil es que la perdamos de vista, y cuán fácil es que en nuestra obra perdamos la visión. Dios no quiere necesariamente que realicemos grandes obras. Eso sí, cualquier obra que hagamos, debemos hacerla dentro de esta gran esfera, unida a la gran meta, y debe ser parte de la gran obra. No es fácil determinar si la obra de nuestra vida se limita a lo poco que estamos haciendo, pero si es lo que Dios quiere que hagamos, en realidad es una gran obra porque forma parte de la gran obra que Dios está llevando a cabo de eternidad a eternidad.

EL CONOCIMIENTO DE SU PODER

Efesios menciona algo que se extiende de eternidad a eternidad. Por un lado, tenemos la eternidad pasada. En ella Dios llevó a cabo una predestinación, un plan y una voluntad. Por otro, tenemos la eternidad futura. En ella Dios realizará Su propósito y obtendrá lo que El será para siempre. Pero, ¿qué está realizando en medio de las dos eternidades, dentro de la expansión del tiempo? ¿Y qué está haciendo hoy para llevar a cabo lo que determinó desde la eternidad pasada y lo que obtendrá en la eternidad futura?

La oración de Pablo presenta dos aspectos, uno general y uno personal. Desde la perspectiva general, él oró para que tuviéramos el pleno conocimiento de Dios, para que conociéramos la esperanza de nuestro llamamiento, y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. Y desde el ángulo de la aplicación personal, oró para que llegáramos a conocer “la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos”. Después de que conocemos a Dios y Su obra de eternidad a eternidad, experimentamos tal poder dentro de nosotros, y sólo entonces el aspecto específico y personal empieza. Primero necesitamos la visión general, para después tener la aplicación personal. Muchos cristianos han descuidado por completo el primero de estos dos aspectos; piensan que pueden prescindir del conocimiento de Dios y de Su voluntad eterna; y toman como su prioridad obtener el poder de Dios para sí mismos. Y llegar a ser más santos, más victoriosos y más espirituales en sí mismos. Su atención está en ellos mismos y no en Dios. Pero el enfoque de Dios es diferente: por medio del conocimiento que tengamos de El y de Su propósito eterno, El obra en nosotros hasta llevarnos a cumplir Su propósito eterno. Dios obra en nuestro interior con el fin de cumplir Su voluntad eterna. Todas nuestras victorias personales y nuestras obras individuales deben estar dirigidas al cumplimiento de la meta eterna de Dios.

Muchos hijos de Dios toman con reservas este asunto. Su atención está centrada principalmente en sus cosas personales; les preocupan sobre todo sus victorias personales, su santidad personal, y que sus oraciones individuales reciban respuesta. Esta es la condición de los que no buscan al Señor de corazón y también de los que, aunque buscan al Señor, les preocupa ante todo conducirse de la manera más apropiada ante el Señor. Muchas veces no tienen interés en el Señor sino en que sus problemas personales se resuelvan. Su atención está fija en sus problemas personales. Todo su deseo y esperanza es simplemente que Dios les dé paz y felicidad. Un gran número de creyentes están centrados en sí mismos; toda su vida y toda su atención giran en torno de sí mismos, y no del Señor.

Es verdad que Dios desea obrar en nosotros y que necesitamos victorias personales, santidad, poder, fortaleza, libertad y liberación. Pero hay cosas mejores que ésas. Dios quiere que tengamos una visión, y que conozcamos la meta de todo lo que El está haciendo; además, El desea obrar en nosotros para cumplir esa meta. La meta de Dios no consiste simplemente en concedernos una vida santa y vencedora. Su meta no es tan pequeña. Dios desea mostrarnos la obra que se propone a realizar de eternidad a eternidad. Toda persona redimida tiene parte en Su plan, y Dios obra en ella en conformidad con la operación de la fuerza de Su poder, a fin de cumplir Su plan eterno.
Con base en todo lo anterior, debemos ver un principio crucial; que Su obra personal en el individuo depende de la visión que éste tenga; y que el poder personal que la persona reciba se basa en la visión que tenga. Primero viene la visión y después el poder. Primero es lo general y luego lo específico y personal. Si alguien no tiene la visión, no puede esperar que Dios obre en su interior. Supongamos que un padre le pide a su hijo que le compre algo, y le da el dinero para ello. El padre no espera que su hijo obtenga más dinero, sino simplemente que le traiga lo que le encargó. De igual manera, Dios nos dio poder no sólo para que tengamos un deleite personal y espiritual, sino para lograr Su meta. Debemos examinar a fondo este asunto delante del Señor. Tal vez pensemos que este asunto es demasiado amplio. Y ciertamente lo es, pero está estrechamente relacionado con nuestro futuro espiritual. Muchos nunca experimentan una obra personal de Dios en sus vidas debido a que nunca han recibido una visión. Toda obra personal se basa en la visión que recibimos de Dios. La visión viene primero, y la obra personal y específica luego. Primero obtenemos la visión, y luego experimentamos la obra. Primero conocemos la esperanza del llamamiento y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos; y luego experimentamos la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros. Que el Señor nos conceda gracia para que veamos que no es suficiente ser siervos en la casa de Dios; ni sólo llevar a cabo algunos deberes. Sólo los amigos de Dios conocen Su corazón. Deben ver, conocer y tener una visión que los atraiga y que capture su corazón, hasta el grado que comprendan que el Señor toma lo que ellos hagan como parte de Su obra.

Sólo llegamos a ser útiles al Señor cuando tenemos la visión; únicamente podemos ser usados cuando conocemos la obra de Cristo y el poder de Dios en nosotros. Tal visión nos permite ver el plan de Dios, y tal poder nos capacita para cumplirlo. La visión nos permite entender el plan de Dios, mientras que el poder nos permite llevarlo a cabo. El apóstol nos muestra que no sólo debemos conocer la esperanza del llamamiento de Dios y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos; sino también “la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos”. No sólo debemos conocer a Dios, Su plan y Su meta, sino también el poder de Su fuerza. Si el poder de Dios no ha realizado nada en nosotros, significa que no lo conocemos realmente, ni Su plan ni Su propósito. Si conocemos a Dios, y conocemos Su plan y Su propósito, mas no la supereminente grandeza de Su poder, estaremos sólo en un plano general y no personal ni experimental. Esta es la razón por la que debemos conocer a Dios cabalmente, tanto Su plan y propósito, como el poder de Su resurrección.

El versículo 19 dice: “Y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos”. Este poder es sin duda grande. Es tan grande que Dios tiene que abrir nuestros ojos para que podamos ver su grandeza. Es tan grande que ni aun los santos de Efeso alcanzaron a conocer toda su magnitud, ni a comprenderlo solos; necesitaron que Pablo orara por ellos para que Dios les concediera un espíritu de sabiduría y de revelación y que abriera los ojos de su corazón. Ni siquiera podemos determinar cuán grande es este poder. Sólo podemos decir que es muy grande; es más grande de lo que pensamos o nos imaginamos.

Por lo tanto, nunca debemos subestimar lo que está dentro de este vaso terrenal. Debemos entender que lo que está dentro de estos vasos terrenales es un tesoro (2 Co. 4:7). ¿Creemos esto? Hay un tesoro dentro de nosotros los vasos de barro. Este tesoro es tan precioso que aun nosotros mismos, quienes lo contenemos, no alcanzamos a ver cuán precioso es. Por un lado, vemos que los vasos terrenales son sólo un tabernáculo terrenal que pronto pasará; pero por otro, vemos la supereminente grandeza del poder del Señor para con nosotros. Los hijos de Dios debemos saber lo que recibimos en el momento de ser regenerados. Cuando un hombre es regenerado, recibe al Señor. Tal vez dicha experiencia dure sólo un minuto, pero le toma treinta o cuarenta años descubrir lo que recibió en ese minuto. La experiencia de aquel minuto sucede rápidamente, pero se necesitan treinta o cuarenta años para poder experimentar de manera continua aquel gran don que recibió en ese momento y para que Dios abra sus ojos a fin de que pueda ver tan grandioso don. De aquel minuto en adelante, la supereminente grandeza del poder de Dios empieza a operar en él. La regeneración acontece en un lapso muy corto. Sin embargo, aquellos cuyos ojos han sido abiertos, estarán de acuerdo en que lo que ellos poseen es la vida eterna y estarán de acuerdo también en que existe la supereminente grandeza del poder de Dios. Ningún hijo de Dios comprende cabalmente la grandeza que recibe en el momento de su regeneración, pero los que han experimentado un poco más de esta grandeza, son bienaventurados.

Nuestro crecimiento no depende de cuánto poder recibimos de parte del Señor, sino de cuánto vemos de ese poder. En el momento de regenerarnos, Dios depositó tal tesoro en nosotros los vasos terrenales; sin embargo, necesitamos toda una vida para descubrir la grandeza de este tesoro. Necesitamos toda una vida para descubrir qué clase de tesoro es éste. Si alguien no ve ninguna diferencia entre el tesoro que recibió el día en que fue salvo, y el tesoro que tiene diez o veinte años después, realmente no ha progresado en absoluto. Aunque ha vivido diez o veinte años como creyente, sigue siendo un niño recién nacido. Dios desea que veamos la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros, por medio de la revelación del Espíritu Santo. Nuestra debilidad o fortaleza depende de cuánto hayamos visto. Quienes tienen la visión, son fuertes; y los que no, son débiles. Los fuertes no son los que han recibido, ni los débiles los que no han recibido; pues todos hemos recibido. Lo crucial es si hemos visto o no. Dios obra en nuestro interior no porque le pidamos cosas. El ya nos dio todo lo que nos puede dar; todo está dentro de nosotros. Lo que tenemos que hacer ahora es pedir a Dios que nos dé espíritu de sabiduría y de revelación para poder ver lo que ya recibimos. Aquellos que ven tienen la experiencia. Muchos santos han experimentado un avance espiritual, no por haber recibido una infusión del poder de Dios, sino porque, volviendo en sí, exclamaron: “Gracias Señor, todas estas cosas son mías”. Ellos no rogaron incesantemente que se les concediera lo que les faltaba, pues se dieron cuenta de que ya lo tenían todo, y sólo agradecieron y alabaron a Dios. Aquellos que nunca han visto esto, no conocen la supereminente grandeza del poder de Dios.

¿Cuán grande es el poder de Dios? Pablo habla de “según la operación del poder de Su fuerza”. Debemos prestar especial atención a la expresión “según”. Debemos entender que el poder que actúa en los que creen, actúa según la operación del poder de Su fuerza. En otras palabras, el poder que opera en la iglesia es tan grande como el poder de la fuerza que operó en Cristo. El poder de la fuerza con que Dios opera en nosotros es tan grande como el poder de la fuerza con la que El operó en Cristo. No existe diferencia. No sé si ustedes han visto esto. Si no lo han visto, deben orar. No deben pensar que están bien en todo solamente porque leyeron el libro de Efesios unas cuantas veces o porque han memorizado los versículos 19 y 20 del primer capítulo. Lo que verdaderamente cuenta es la revelación y la visión que reciban. Pablo oró pidiendo que nosotros pudiésemos ver la supereminente grandeza del poder de Dios que recibimos. Si no vemos que el poder que está en nosotros es el mismo que está en Cristo, debemos seguir pidiendo que podamos ver. Si el poder manifestado en nosotros no es el mismo manifestado en Cristo, tenemos que confesar que todavía hay cosas que no hemos visto. Debemos reconocer humildemente que hay muchas cosas que aún no vemos, y que necesitamos que Dios nos las muestre. Sea que las hayamos visto o no, eso no cambia el hecho: el poder que se encuentra en los que creen en Cristo, es tan grande como el poder que está en Cristo mismo. Damos gracias al Señor porque éste es un hecho. Que el Señor abra nuestros ojos para que podamos ver. No tenemos que pedir a Dios que nos transmita más poder. Sólo tenemos que pedirle que nos ayude a descubrir lo que ya tenemos en nuestro interior. Si Dios abre nuestros ojos, y vemos, le alabaremos por lo que ya tenemos.

Ahora veamos qué ha hecho este poder. Pablo dijo: “Según la operación del poder de Su fuerza, que hizo operar en Cristo, resucitándole de los muertos” (vs. 19-20). Este poder facultó a Cristo para resucitar de entre los muertos. Hablar de la resurrección es precioso para nosotros. La resurrección significa ser librado de los dolores de la muerte (Hch. 2:24). La muerte no puede detener a Cristo. Nadie que haya muerto ha podido volver a la vida. Nunca ha habido tal persona. Todos los que murieron en otras épocas, permanecen muertos; no pueden regresar. No obstante, hubo un hombre que resucitó de los muertos. Este es nuestro Señor. El dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). El es la vida; por lo tanto, todo aquel que cree en El nunca morirá. El es la resurrección; así que quienes creen en El, aunque mueran, resucitarán. Todo el que ha muerto, está aprisionado por la muerte, nadie puede escapar de ella. Sólo un poder fue lo suficientemente grande como para entrar en la muerte y salir de ella. Este poder es el poder de Dios. Cuando ustedes ven que alguien muere y desean que pudiera seguir viviendo, en ese momento pueden comprobar cuán grande es el poder de la muerte. Es fácil que un hombre entre en la muerte pero es imposible que salga de ella. Es posible que un hombre se resista a vivir, pero es imposible que se resista a morir. La obra de Satanás se lleva a cabo por medio de las tinieblas y de la muerte. Pero el poder de Dios puede pasar por la muerte sin ser detenido por ella; el poder del diablo no puede vencer tal poder, ni el poder del Hades lo puede absorber. Esta es la resurrección. La resurrección pasa por la muerte y no es afectada por ésta. Este poder se encuentra ahora en nosotros. El mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos, nos capacita para pasar por la muerte sin ser atrapados por ella. El poder que permitió que el Señor Jesús fuera levantado de la muerte nos permitirá también a nosotros resucitar de entre los muertos.

Este poder no sólo levantó a Cristo de la muerte sino que también lo sentó “a Su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo”; además, “sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. Dios dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Cristo como cabeza sobre todas las cosas edifica la iglesia. Esta es la razón por la que la iglesia puede recibir el poder del Señor. Hermanos, tal es el poder que se encuentra en ustedes; tal es el tesoro que tienen en su interior. Si aun así, todavía dicen que no pueden ser creyentes, ¿qué más puede darles Dios para que lo sean? Deben decir al Señor: “No me tienes que dar nada más. Ya lo has hecho todo”. Este poder se encuentra ahora en ustedes. Para un creyente no existe problema imposible de resolver, ni tentación insuperable. El poder que el creyente tiene en su interior es el poder de resurrección, el cual lo trasciende todo y es el mismo poder que puso todas las cosas bajo los pies de Cristo. También es el mismo poder que operó en Cristo.

Pablo tuvo mucho cuidado al escribir el libro de Efesios. El temía que erróneamente pudiéramos pensar que esta obra específica era personal, y por ello después de la expresión: “lo dio por Cabeza sobre todas las cosas...”, añadió: “a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo ” (vs. 22-23). La obra aplicada del Señor no se dirige a creyentes individuales, sino al Cuerpo. Dios nos muestra que Su plan eterno está relacionado con la iglesia, y no con los creyentes individuales. Es la iglesia la que se relaciona con el plan eterno de Dios. En la eternidad pasada Su plan se relaciona con la iglesia; en la futura también se relaciona con la iglesia y en la actualidad, la obra de Dios también gira en torno a la iglesia. Todo tiene que ver con la iglesia, no con los creyentes en forma particular. Dios quiere que la iglesia reciba este poder, no los individuos. Solos nunca podremos adquirir este poder. Tenemos que pedir a Dios que nos dé Su gracia para que veamos el Cuerpo de Cristo, y que nuestra vida sólo puede ser preservada en el Cuerpo. Ningún miembro que esté aislado del Cuerpo será útil. La vida es preservada cuando ni nuestra vida interior ni la de otros es interrumpida. Si un vaso sanguíneo se rompe y la sangre brota sin parar, todo el cuerpo morirá. Por el lado positivo, cuando los oídos escuchan, todo el cuerpo escucha; cuando los ojos ven, todo el cuerpo ve; lo que un miembro recibe, lo reciben todos los miembros. Por lo tanto, tenemos que aprender a vivir en el Cuerpo. Debemos aprender a estimarnos menos a nosotros mismos y a valorar más a la iglesia. Tenemos que aprender a seguir adelante junto con todos los hijos de Dios y entender que el Cuerpo es el vaso corporativo que preserva la vida. Pablo dijo: “La iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. La supereminente grandeza del poder de Dios la experimentan aquellos que conocen la iglesia. Si alguien no ve la iglesia ni se niega a sí mismo, no tendrá forma de que la supereminente grandeza del poder de Dios se manifieste en él. Por lo tanto, cuando hablamos de la obra aplicada de Dios en nosotros, la unidad básica es la iglesia, y no el creyente individual.

Que Dios abra nuestros ojos para que realmente veamos Su obra en nosotros. Este gran poder viene de nuestra visión y no de otros medios de gracia. Lo más importante es la revelación y la visión. Es inútil simplemente escuchar las doctrinas. Si oímos muchas doctrinas, pero no tenemos ninguna revelación, no experimentaremos ningún poder en nosotros; y las doctrinas que escuchemos serán como cheques sin fondos, que nunca podemos cobrar ni hacer efectivos. Que el Señor nos libre de doctrinas huecas y nos conceda un espíritu de sabiduría y de revelación, de manera que verdaderamente podamos ver algo.

LA NECESIDAD DE REVELACIÓN
Ya vimos la oración de Pablo en el primer capítulo del libro de Efesios. En esa oración hay un punto principal: él esperaba que los creyentes recibieran un espíritu de sabiduría y de revelación, con el fin de que sus ojos fueran abiertos para ver ciertos asuntos. Efesios 1 habla de que todas las obras de Dios fueron concluidas. No es necesario que El realice más obras en nuestro favor, pero sí necesitamos recibir la revelación de las obras que ya efectuó. Dios tiene un plan y un propósito. Y hoy Sus hijos deben conocer dicho plan y dicho propósito. Hebreos 11:6 dice: “Es necesario que el que se acerca a Dios crea que existe”. Dios simplemente es; El nunca cambia. Nosotros necesitamos una revelación para ver a Dios. El apóstol oró para que Dios nos concediera un espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El, quien ya existe, para que pudiésemos tener un conocimiento pleno del plan que hizo de antemano y de las obras que ya realizó. Muchos creen que Dios hará nuevas determinaciones y nuevas obras en Su plan. Pero el apóstol nos mostró que Dios no necesita hacer esto. No importa si deseamos que el plan de Dios sea de esta o aquella forma; El ya lo decidió todo; sólo falta que nosotros veamos lo que El ya determinó. No tenemos necesidad de que haga nada nuevo; sólo debemos ver lo que ya llevó a cabo. Al ver, llegamos a tener una experiencia nueva. Necesitamos un espíritu de sabiduría para entender Su obra, y revelación para conocer lo que ha realizado. Solo así llegaremos a ser útiles a Dios.

Pablo nos mostró dos secciones de la obra de Dios. La primera fue realizada antes de la fundación del mundo, y la segunda en la cruz. Una se relaciona con Su plan eterno, el cual fue hecho antes de la fundación del mundo. La otra con nuestra caída y nuestro fracaso, los cuales El resolvió en la cruz. En la eternidad Dios determinó un llamamiento, una elección y una predestinación. Todo lo que El deseaba lo decidió antes de la fundación del mundo. Nadie puede cambiar lo que El escogió y predestinó. Desde la fundación del mundo el hombre cayó, y Satanás se infiltró en él con el fin de destruir la obra de Dios. No obstante, podemos contar con la supereminente grandeza del poder de Dios para con los que creemos. Aunque hubo una caída, también hubo una redención. Hubo una muerte, pero también una resurrección. Dios cuenta con un plan eterno y con una cruz para redención. Parecería como si el plan eterno hubiera sido dañado por el hombre, pero lo que la caída dañó, ha sido recobrado y restablecido por la resurrección. La cruz puede romper el hechizo de la caída, y la resurrección puede eliminar la muerte. Podemos ver que la obra de Dios fue concluida por medio de la cruz y la resurrección.

Dios culminó Su obra. Ninguno de nosotros tiene que pedirle que haga algo más. Algunos pueden decir: “Habría sido maravilloso si Dios hubiera hecho un arreglo adicional antes de la fundación del mundo”. Sin embargo, Pablo dice que el arreglo que Dios hizo antes de la fundación del mundo era perfecto. Tal vez pensemos: “Qué maravilloso sería si Dios hiciera algo más para nosotros hoy”. Pero lo que Dios desea es que entendamos que todas las cosas ya se realizaron en la cruz y por medio de la resurrección. Los creyentes de hoy no tienen que pedirle a Dios que haga nada más. Lo que necesitan es Su revelación. Pablo no oró para que Dios hiciera algo más; ni deseaba que Dios nos diera una gracia más rica. Tampoco oró para que Dios manifestara más de Su poder en nosotros. Sencillamente oró para que Dios nos diera espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El, y para que alumbrara los ojos de nuestro corazón a fin de que viéramos y conociéramos la esperanza de nuestro llamamiento, las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos y la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros. Pablo tampoco oró para que se nos diese más de Dios, sino para que viéramos la gloria, las riquezas y la grandeza de lo que recibimos. En el presente no nos falta la obra de Dios, sino la revelación de Su obra. Necesitamos ver más de la obra de Dios, no necesariamente que Dios haga más cosas. La oración de Pablo en Efesios 1 estaba dirigida a que los santos vieran lo que Dios ya efectuó. El no oró para que Dios les diera a los creyentes más poder; ni para que llevara a cabo más obras. Su oración consistió en pedir sabiduría y revelación, las cuales nos capacitan para que veamos lo que Dios ya realizó. La respuesta a esta oración es que nosotros veamos. No es un asunto de si Dios hace algo o no, sino si nosotros recibimos revelación o no. Hay una gran diferencia entre estos dos asuntos. Muchos creyentes esperan “cosas”, como si Dios nunca hubiera hecho nada en ellos, ni les hubiera dado nada. Sin embargo, lo especial de Efesios 1 es que nos muestra que Dios ya lo hizo todo; no nos dejó nada a nosotros. Dios realizó todas las cosas en la eternidad pasada, sobre la cruz y en la resurrección. Sólo nos resta hacernos una pregunta: ¿Podemos ver Su obra completa? Lo importante no es tanto si Dios actúa o no, sino si nosotros hemos visto la obra que El ya realizó.

Supongamos que un hermano tiene un genio terrible y no puede controlarlo ni en una, ni en dos, ni en tres ocasiones. El se pregunta por qué Dios no lo libra de su ira. Parece como si en parte culpara a Dios de ello. ¿Pueden ustedes notar que el problema radica en que él todavía espera que Dios efectúe alguna obra? El piensa que todo estaría mejor si Dios moviera un dedo para resolver su problema. Pero Efesios 1:3 dice que Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. “Nos bendijo” indica algo ya efectuado. Dios no quiere que le pidamos que haga algo más. El desea abrir nuestros ojos para que nos demos cuenta de que El ya lo efectuó todo. ¡Aleluya! Dios quiere que veamos que El ya lo hizo todo. Esto es lo que nos enseña Efesios 1. Es probable que oremos de la siguiente manera: “Dios, ¿por favor dame más poder para hacer huir mi mal genio y poner fin a mis malos hábitos?” Podemos orar por esto, pero la Biblia dice que lo que necesitamos no es un poder más grande, sino un espíritu de sabiduría y de revelación para ver la supereminente grandeza del poder que tenemos en nuestro interior. Si un día Dios abre nuestros ojos, podremos ver cuán grande es el poder que llevamos dentro. Entonces, de inmediato estaremos de acuerdo en que no hay nada más grande que este poder.

Hermanos, ¿se dan cuenta de que el poder de la resurrección es el mayor poder que Dios tiene? La Biblia nos revela que la resurrección es la cúspide de la obra de Dios. En la resurrección Dios llegó a la cumbre más elevada de Su obra. Dios quiere abrir nuestros ojos para que veamos que El no necesita hacer ninguna otra obra. La obra de Dios, en Cristo llegó a la cúspide más alta; no es posible añadirle algo más. Como resultado de esto, en Efesios 1, Pablo no le pide a Dios que haga nada más. En su oración, él no espera que Dios realice ninguna otra obra. ¡Agradezcamos y alabemos al Señor! Porque Su obra está concluida. Es imposible añadirle algo. A Dios sólo le resta abrir nuestros ojos y mostrarnos un poquito de esto. Tan pronto como veamos la clase de poder que tenemos, éste se manifestará en nosotros.

Hay muchos hijos de Dios que esperan una salvación en el futuro. Para ellos la salvación puede venir mañana o el próximo año. Pero Dios quiere mostrarnos una salvación ya realizada. No tenemos que esperar al futuro. Para muchos, la victoria es algo que pertenece al mañana o al futuro. Las aspiraciones, esperanzas y oraciones de muchos apuntan hacia el futuro. Pero si tuvieran revelación, verían los hechos realizados de Dios. Apocalipsis nos muestra claramente que Dios ya llevó a cabo Su obra, no que la va a realizar. Muchos esperan liberación debido a que tienen ciertas debilidades. Pero a los ojos de Dios, todas nuestras debilidades y fracasos ya fueron eliminados en la cruz. Cuando nuestros ojos sean abiertos, exclamaremos: “Dios, te alabo y te agradezco porque has cumplido la obra, y porque ya has vencido todos estos asuntos”.

Valoramos mucho Efesios 1 porque allí se nos muestra que el perdón, la redención y la impartición del Espíritu, son hechos consumados. Ahí se nos muestra que todas estas cosas ya nos pertenecen, y que sólo nos falta revelación, para que todo se acomode en su lugar. Aún permanecemos muy débiles porque no hemos visto. Aunque el Señor Jesús tenía tanto poder cuando estaba en la tierra, nosotros seguimos muy débiles, porque no hemos recibido la visión. El poder que Dios tiene para con aquellos que creen es el mismo que operó en Cristo. Dios nos ha dado ese poder. La diferencia radica en que no vemos como nuestro Señor veía. Hoy la diferencia no se encuentra en el tipo ni en el grado de poder que tengamos, sino en cuánto vemos. Lo que nos falta hoy es revelación. Una vez que la tengamos, todo estará bien.

Esta es la razón por la que tan insistentemente recalcamos la necesidad de revelación. Sin ella, no prevaleceremos. Hemos hecho énfasis repetidas veces en que no nos será de ninguna utilidad escuchar acerca de algo nada más; necesitamos verlo. No es asunto de doctrina, sino de revelación. No nos será de ningún provecho aun si nos familiarizamos con el primer capítulo de Efesios y lo memorizamos. Pero en el momento en que veamos su contenido, seremos transformados en otras personas. Pablo ora para que Dios nos “dé espíritu de sabiduría y de revelación” (v. 17). Aparte del Espíritu Santo, nada nos será de utilidad. La inteligencia será inútil, y las doctrinas no traerán ningún provecho. Sólo el Espíritu Santo puede abrir nuestros ojos y concedernos visión. Cuando en verdad el Espíritu Santo abra nuestros ojos y nos dé visión, inmediatamente diremos: “Te damos gracias Señor porque esto ya se realizó”. No debemos esperar a que Dios nos dé un poder más grande. Sólo tenemos que ver la grandeza del poder que ya nos dio. Un espíritu de sabiduría nos hará entender, y un espíritu de revelación nos facultará para ver. Necesitamos sabiduría y revelación; sabiduría para poder entender y revelación para poder ver.

Tal vez hemos oído muchas veces acerca del plan de Dios, y de la posición que tiene la iglesia en relación con Su plan eterno. Pero, ¿cuándo nos hemos relacionado con este plan eterno? La revelación que recibimos es el principio. La revelación nos capacita para poder ver lo que Dios dispuso, Su obra realizada en la eternidad pasada y lo que logró en la cruz. La revelación nos muestra el plan eterno y la obra de la cruz, y nos capacita para entender, ver y conocer el poder que Dios tiene para con nosotros. La revelación nos hace parte de la iglesia, y desde el momento en que la obtenemos, llegamos a ser vasos útiles en la mano del Señor.

Es posible que algunos de nosotros ya estemos familiarizados con estas palabras, pero necesitamos recordar una vez más, ante el Señor, la importancia de la revelación. Creemos que en los cielos a Dios le interesa que tengamos Su revelación, pues El ya realizó todo lo que se había propuesto. La pregunta que nos queda por hacernos es ¿cuánto de esto ha visto el hombre? No tenemos que pedir nada más. Sólo tenemos que orar como Pablo por nosotros mismo y por los demás hermanos y hermanas, para que Dios les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación. Tenemos que humillarnos delante de Dios y orar: “¡Señor, quiero ver, quiero ver!”

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Requisito para pertenecer a la iglesia de Jesucristo

“La iglesia es la única comunión fraternal en el mundo cuyo único requisito para integrarla es la falta de mérito del candidato.”

Robert Munger