sábado, 30 de mayo de 2009

Crecimiento que no se ve

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"...

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.

En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!


¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan a crecer aquellos que trabajan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que -en tanto no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos-, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

La semilla de su Palabra puede parecer que ha caído en tierra infértil o rocosa. ¿Deberemos bajar los brazos cuando la semilla en realidad se está afianzando en esta tierra?

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Ilustraciones: Equipo

Cierto día, un capitán de barco y su rudo jefe de ingenieros conversaban.

Empezaron a discutir sobre quién era más importante de los dos para que el barco navegara.

Como la discusión se tornó acalorada, el capitán decidió que por un día cambiarían de trabajo. El jefe de ingenieros estaría en el puente de mando y el capitán en la sala de máquinas.

A sólo unas pocas horas de haber iniciado el experimento, el capitán salió de la sala de máquinas. Venía sudado y sus manos, su cara y su uniforme estaban llenos de grasa y aceite.
«Jefe», le dijo, «creo que tiene que venir a la sala de máquinas. No puedo hacer que los motores anden»

«Por supuesto que no puede», le dijo el jefe de ingenieros. «Acabo de encallar el barco».


Tomado de : Maxwell, J. C. (2001 2003). Las 17 Cualidades Esenciales de un Jugador de Equipo The 17 Essential Qualities of a Team Player (Page 55). Thomas Nelson, Inc.

Que tontería en la vida es cuando comenzamos a creer que somos los únicos y que el mundo depende sólo de nosotros. En la vida estamos rodeados de personas y cada uno tiene un papel vital que desarrollar. Necesitamos aprender a considerar al otro y saber que cada uno es experto en algo y cuando nos unimos el barco de la vida puede marchar. Dios nos ha dado dones y capacidades a cada uno, pero siempre dejemos que Él sea el capitan del barco.

"Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer." 1 Corintios 1:10

"Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo." Colosenses 2:2

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lunes, 25 de mayo de 2009

Dios es el constructor de su propia casa

Un inconfundible tema bíblico es aquel en que Dios no deja al hombre decidir acerca de las cosas divinas; es la casa de Cristo la que Él está construyendo y lo hace a Su manera. Él es el Dios del fin a la vez que el Dios de los medios. Así, todo ha de ser de Él, a través de Él y para Él si ha de tener un valor perdurable. En consecuencia no es el tamaño del edificio sobre lo que Dios se preocupa, sino de lo que se compone
I Corintios 3
9. Porque nosotros, coadjutores somos de Dios; y vosotros labranza de Dios sois, edificio de Dios sois.
10. Conforme á la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: empero cada uno vea cómo sobreedifica.
11. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
12. Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca;
13. La obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba.
14. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa
15. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él empero será salvo, mas así como por fuego.


A los ojos de Dios, cómo construímos y con qué lo hacemos es más importante que el tamaño exterior y la apariencia del edificio. Y lo que es más, “a no ser que el Señor construya la casa” declara el salmista “trabajará en vano construyéndola” (Salmo 127:1). Puesto que Dios solamente es el maestro “arquitecto y constructor” (Hebreos 11:10) – especialmente cuando viene a Su propio lugar de habitación. Así, con el trabajo de Dios, el principio es siempre, “Señor… todo lo que hemos logrado tu lo has hecho por nosotros” (Isaías 26:12)
La historia trágica del acto presuntuoso del rey David al colocar el arca del Señor sobre un carro de madera, es el testigo que resume el hecho de que el trabajo de Dios ha de ser hecho a Su manera (II Samuel 6:1-7). En tanto el esquema hecho por el hombre de colocar el arca sobre un carro pudiera haber sido aceptado bajo un pragmático punto de vista moderno, la idea del carro fue tomada de los infieles filisteos y violaba la simple instrucción de Jehová (Éxodo 25:12-16, Números 4:5-15). De la misma manera, invitamos a la muerte espiritual a asentarse en medio de nosotros y caemos en el disgusto del Señor siempre que nos alejamos de Sus patrones y pre-tendemos afirmar el arca por Él. Rusell Lipton lo expone de una manera muy bella:
Es un asentado principio del hombre natural de nuestro siglo, el imitar las prácticas de otras religiones idólatras. La razón es muy simple. El cristianismo es el único camino de vida que no puede ser debidamente vivido por el hombre natural. Es espiritual por todo y en todo.
Literalmente depende totalmente del trabajo del Espíritu Santo por medio del espíritu renovado, la mente y la voluntad del creyente…Por esta razón la práctica de la iglesia no puede ser asunto de indiferencia, o peor, una excusa por seguir los caminos del mundo (aprendamos de los caminos del mundo la forma de construir organizaciones y pidamos a Dios que bendiga lo que hemos determinado hacer).
En un sentido real la iglesia no está en la tierra, ni es como una de las naciones. No queremos decir que es impráctico el seguir las prácticas bíblicas. Las prácticas bíblicas son las más prácticas (las únicas prácticas) formas con las que Dios puede llevar a cabo Su voluntad en la tierra. (Practicas detestables – artículo inédito)
Que nunca olvidemos las amonestaciones de Pablo acerca de la sutil influencia de las filosofías vagas que nos separan de la Persona de Cristo (Colosenses 2:8).
El pragmatismo es uno de esas filosofías. No obstante, porque ha sido bautizado en el nombre de Cristo, vestido en traje de cristiano y guardado bajo el leguaje bíblico, muchos creyentes modernos asumen que el pragmatismo es una parte del Cristianismo.
Si le quitamos su disfraz, el pragmatismo abiertamente afirma que si algo sucede de acuerdo a la medida del ser humano, debe ser verdad.
Esta manera de pensar es espiritualmente peligrosa e inválida bíblicamente. Puesto que Jeremias, Isaías, Ezra, Nehemias, Juan el Bautista, Jesús y los doce apóstoles hubieran sido todos suspendidos a los ojos de un moderno pragmatismo.
En su profundo ensayo llamado “El pragmatismo va a la iglesia” A. W. Tozer llega a tocar el centro del problema:
¿Qué debemos hacer para romper y liberarnos del poder del pragmatismo que se ciñe sobre nosotros? La contestación es muy simple. Reconocer el derecho de Jesucristo de controlar las actividades de Su iglesia. El Nuevo Testamento contiene muchas instrucciones, no solo sobre lo que nosotros tenemos que creer sino lo que debemos hacer y cómo podemos ponerlo en práctica. Cualquier desviación de esas instrucciones es una negación del señorío de Cristo.
Repito que la contestación es muy simple, pero no es fácil puesto que requiere que obedezcamos a Dios en lugar de al hombre y eso trae consigo la ira de la mayoría religiosa.
No es una cuestión de saber qué hacer; fácilmente lo podemos aprender en las Escrituras. Es simplemente una cuestión de si tenemos o no el coraje de hacerlo (Dios dice al hombre que le importa)

¿Qué casa estamos construyendo?
Para terminar, quizá un simple ejemplo nos puede ayudar a subrayar la fuerza que hemos puesto en marcha en este capítulo. Supongamos que ustedes contratan a un carpintero para que, durante las dos semanas de vacaciones, les construya una habitación para hacer más grande su casa. Ustedes hacen el diseño y los planos especificando como y de qué manera quieren que la habitación sea construida, cuidadosamente se lo explican al carpintero y, además, se lo dejan por escrito.
Al regreso de sus vacaciones quedan sorprendidos al encontrar que su nueva habitación en poco se asemeja al diseño y las instrucciones que le dejaron al carpintero. Al preguntarle por qué no había seguido las instrucciones que se le habían dado, él contesta: “Yo creo que mi idea es mejor que la suya”.
¿Acaso no hemos hecho nosotros lo mismo con la casa del Señor?
Desgraciadamente, innumerables cristianos no han tenido problema alguno redecorando con los muebles espirituales de la Casa del Señor, sin consultar a su Dueño.
De esta manera, David aún sigue colocando el arca sobre el carro filisteo cuando la mano humana de Uza continúa tratando de balancearlo. ¡Que nosotros no seamos tan poco sabios!
¡Que Dios nos ayude a observar el “orden debido” (I Crónicas 15:13)

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domingo, 24 de mayo de 2009

Naturaleza y carácter de la expansión espontánea de la Iglesia

I
Cuando de las impacientes instancias y exhortaciones que llenan las páginas de nuestros modernos periódicos misioneros nos volvemos a las páginas del Nuevo Testamento, nos asombra la diferencia de atmósfera. San Pablo nos exhorta repetidamente a sus iglesia a dar dinero para la propagación de la fe: le interesa mucho más explicarles qué es la fe, y cómo deben practicarla y mantenerla. Lo mismo se puede afirmar de San Pedro y San Juan, y de todos los escritores apostólicos. No parecen sentir necesidad alguna de repetir la gran comisión y de que era la instar a sus convertidos a hacer discípulos en todas las naciones. Lo que leemos en el Nuevo Testamento no es una ansiosa apelación a los cristianos para que difundan el Evangelio, sino una nota aquí y allá que sugiere como se estaba difundiendo: " las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día ", 1 " en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada "; 2 o como resultado de la persecución: " los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio ".3
Y no es ésta una nota peculiar de la época apostólica, una señal de la asombrosa inspiración y el poder de la predicación y el ejemplo apostólicos: durante siglos la Iglesia cristiana continuó expandiéndose por su propia gracia. inherente, y produjo una incesante provisión misioneros, sin ninguna exhortación directa.
Tampoco el resultado de la predicación de sus misioneros anónimos fue la creación de grupos sueltos de creyentes en ciudades y aldeas por todo el Imperio. Todos esos grupos eran iglesias cabalmente organizadas. La primera noticia que tenemos de la existencia de cristianos en algún lugar es el nombre de su obispo que aparece en la lista de asistentes a algún concilio. La expansión se producía ordenadamente: en el momento en que se hacían conversos en un lugar, se designaban ministros entre ellos: presbíteros obispos, u obispos, quienes a su vez organizaban en incorporaban a la unidad de la Iglesia visible a cualquier nuevo grupo de cristianos que se formara en su vecindad diciendo que el fruto de esa semilla aparecido aquí o allá. Lo cual, por cierto, es lo que debo hacer si mi propósito de persuadir en lo posible a mis lectores de que eviten sembrar una clase de semilla y siembren en cambio otra.

III

Tal vez debiera decir algo sobre el plan de este libro. En piso tratando de presentar la naturaleza de la fuerza que determina la expansión espontánea y los peligros de tratar de controlarla. Luego señalo algunos vacilantes intentos en nuestros días de reconocerla y darle su lugar. Después muestro las dificultades que nos impiden darle el lugar que le corresponde, los terribles temores que nos acosan, temores por nuestra doctrina, nuestras normas morales, nuestras ideas de la cristiandad civilizada, nuestra organización. Al hacer esto, sostengo que tales temores, aunque son reales y naturales, son equivocados, que las normas que tanto apreciamos no son nuestro Evangelio, y que el intento de mantenerlas mediante nuestro control es un método falso.
La expansión espontánea debe ser libre: no puede estar bajo control; y por consiguiente es totalmente vano decir, como oigo decir constantemente, que deseamos un ver una expansión espontánea, y sin embargo, debemos mantener nuestro control. Si queremos ver una expansión espontánea debemos establecer iglesias nativas libres de nuestro control. Yo les pediría a mis lectores que tuvieran siempre presente esta verdad fundamental y recordaran que cuando hablo de iglesias no estoy pensando en iglesias pseudo nacionales, nacionales sólo de nombre, sino en iglesias locales, como las fundadas por San Pablo, iglesias plenamente establecidas, con sus propios ministros. Si mis lectores no tienen esto presente, temo que interprete de forma totalmente equivocada aquellos capítulos que tratan de doctrinas y prácticas y organización, leyéndolos como si estuviera ocupándome de estas cuestiones en sí, cuando sólo tiene lugar en argumentación en relación con la expansión espontánea de la Iglesia. Finalmente, intentó sugerir una manera para salir de nuestra situación actual.
Así fue como:
70 años después de la fundación de la primera iglesia cristiana gentil en Antioquia de Sidia, Plinio escribía en los términos más fuertes acerca de la difusión del cristianismo por toda la remota Bitinia, una difusión que, en su concepto, ya amenazaba a la estabilidad de otros cultos en toda la provincia. Otros 70 años después, la controversia pascual revela la existencia de una federación de iglesias cristianas que se extendía desde Lyón hasta Edessa, con sede central establecida en Roma. Nuevamente, 70 años después, el emperador de Decio declaraba que prefería tener como rival en Roma otro emperador antes que un obispo cristiano. Y antes que hubieran transcurrido otros 70 años la cruz fue cosida sobre los de estandartes romanos.4

Esto es, pues, y lo que quiero decir con expansión espontánea. Aquella expansión que sigue a la actividad no organizada ni forzada de los miembros de la iglesia que individualmente explican a otros el Evangelio que han hallado para a sí mismos; la expansión que sigue a la y irresistible atracción que la Iglesia cristiana tiene para las personas que ven su vida ordenada, y son atraídas a ella por el deseo de descubrir el secreto de una vida que ellos instintivamente desean compartir; y también la expansión de la Iglesia por el agregado de nuevas iglesias.
No sé que les parecerá a otros, pero para mí esta expansión espontánea, no dirigida ni organizada, tiene un encanto que supera en mucho al de nuestras misiones modernas tan organizadas. Me encanta pensar que un cristiano al viajar por negocios, o huir de la persecución, podría predicar a Cristo, y como resultado de su predicación podría surgir una iglesia, sin que su labor fuera anunciada por las calles de Antioquia o Alejandría como encabezamiento de un pedido a los cristianos para que donaran fondos para establecer una escuela , o como texto de una exhortación a la iglesia de su ciudad natal para que enviara una misión , sin la cual los nuevos conversos, privados de dirección , inevitablemente debían alejarse de la fe. Sospecho, sin embargo, que no estoy solo en esta extraña preferencia , y que en muchos otros leen sus Biblias y hallan allí con alivio un bienvenido escape de nuestros pedidos materiales de fondos y de nuestros métodos de mover cielo y tierra para hacer un prosélito.
Pero la gente dice que tal alivio sólo es para los soñadores, que la época de esa expansión sencilla, ha pasado , que debemos vivir en nuestra época, y que nuestra época no es de esperar esa expansión espontánea; que una sociedad elaborada y altamente organizada debe emplear métodos elaborados y altamente organizados , y que de nada sirve suspirar ahora por una sencillez que mientras existió tuvo muchas fallas y defectos y que por atractiva que fuera, no puede ser nuestra. Desde luego, debo admitir que, si lo que se dice es cierto, si realmente es mejor que sean enviados misioneros rentados desde una oficina elaboradamente organizada ,y sostenidos por un departamento y dirigidos por personal superior desde una sede central, si es realmente cierto que nuestra complicada maquinaria es una gran mejora sobre la práctica antigua , y que para llevar el conocimiento de Cristo a todo el mundo, todo esto es en realidad mucho más eficaz que los métodos más sencillos de la edad apostólica, entonces debo reconocer que suspirar por una sencillez ineficiente es inútil, y peor que inútil.. Pero si nosotros agobiados por el peso de nuestras organizaciones, suspiramos por la espontánea libertad de la vida en la expansión es porque venos en ella algo divino, profundamente eficiente en su misma naturaleza, algo que alegremente recuperaríamos ,algo que la complicación de nuestra maquinaria moderna oscurece y ahoga y mata.
No debemos exagerar la eficiencia de nuestras misiones modernas altamente organizadas. En el año 1924-25 cuando la fuerza de 1.233 misioneros extranjeros, ayudados por 15.183 ayudantes nativos remunerados, y sostenida por 603.169 cristianos bautizados, estaba bajo la dirección de la más altamente organizada de nuestras sociedades misioneras (la Sociedad Misionera de la Iglesia Anglicana), el número de adultos bautizados en el año llegó a 31.329; esto el al 1,9 por cada obrero remunerado, suponiendo que los 603.000 cristianos bautizados no hicieran nada por difundir el Evangelio. Esto indudablemente es eficiente según nuestro concepto de la eficiencia; pero por cierto deja bastante que desear.
En Madagascar, todos los misioneros fueron expulsados de la isla por veinticinco años y se emprendió una severa persecución de los cristianos. “ Sin embargo “ , se nos dice , “al cabo de un cuarto de siglo de persecuciones los seguidores de Cristo se habían multiplicado por diez “ 5 Más tarde se permitió el retorno de los misioneros. Mr. Hawkins describe este período ( 1870 –95 ) como un período de gran desarrollo:

El personal de todas las misiones que trabajan en la isla aumentó enormemente, se edificaron iglesias por toda la provincia central de Imerina, la obra se extendió a otras partes de la isla, se establecieron centenares de escuelas y se fundó una escuela de teología para la preparación del ministerio nativo. En Tananarive, en los lugares donde los mártires cristianos habían dado sus vidas, se erigieron hermosas iglesias memoriales. Se inauguró una escuela normal y escuelas secundarias para varones y niñas, se estableció una misión médica, y se perfeccionó la organización de la iglesia nativa.6
¿Pero los seguidores de Cristo se multiplicaron 10 veces en aquellos 25 años o en los 25 años que siguieron a esa organización? Eso no se nos dice.

II

Si buscamos la causa que produce una rápida expansión cuando una nueva fe se apodera de hombres que se sienten capaces y libres para propagarla espontáneamente por su propia iniciativa, hallamos sus raíces en cierto instinto natural. Este instinto está admirablemente expresado en un dicho de Arquías de Tarento, citado por Cicerón:
Si un hombre ascendiera al cielo y viera la hermosa naturaleza del mundo y de las estrellas, su sentimiento de asombro, en sí mismo sumamente deleitable, perdería su dulzura si no tuviera a alguien a quién pudiera decírselo.7

Esta es la fuerza instintiva que impulsa a los hombres, aun a riesgo de su vida, a impartir a otros un gozo recién hallado: por eso es que es proverbialmente difícil guardar un secreto. No es sorprendente, pues, que cuando los cristianos están diseminados y se sienten solitarios ese anhelo de comunión exija una salida, especialmente cuando la esperanza del Evangelio y la experiencia de su poder es algo nuevo y maravilloso. Pero en los cristianos hay algo más que en este instinto natural. El Espíritu de Cristo es un Espíritu que ansía la salvación de los hombres y lucha por ella, y ese Espíritu mora en ellos. Ese Espíritu convierte el instinto natural en el anhelo de la salvación de otros, algo que es indudablemente divino de su origen y su carácter.

III

Donde este instinto de expresión, este divino anhelo de la salvación de otros tiene libre expresión, ejerce un poder sumamente extraordinario. Poder que sugiere vívidamente M. Taine en su History of the English Literature. Hablando de las causas que llevaron a la Reforma en Inglaterra, describe la forma en que el conocimiento de la “salvación” se difundió por todo el país:
Seúl á Seúl, quand il est sur de son voisin il lui parle, et quand un paysan de telle sorte a un paysan, un ouvrier á un ouvrier, vous sabes quel est l´effet.8

La expansión espontánea comienza con el esfuerzo del individuo cristiano por ayudar a su prójimo, cuando la experiencia común, las dificultades comunes, el trabajo común han unido primero a los dos. Es esa igualdad de comunidad y experiencia lo que hace que el uno entregue el mensaje en términos que el otro puede entender, y hace que el oyente enfoque el tema con simpatía y confianza –con simpatía, porque la experiencia común hace fácil y natural la aproximación; con confianza, porque el uno está acostumbrado a entender lo que el otro dice t espera entenderlo ahora.
Lo que produce convicción es el manifiesto desinterés del que habla. Habla de corazón porque está demasiado ansioso para poder dejar de hablar. Su tema se ha apoderado de él. Habla de lo que sabe, y lo sabe por experiencia. La verdad que imparte es su verdad. Conoce su fuerza. Habla casi tanto para aliviar su mente como para convertir a su oyente, y sin embargo, está tan ansioso por convertir a su oyente como por descargar su propia mente; porque su mente sólo puede ser aliviada compartiendo su nueva verdad, y su verdad no es compartida hasta que alguien no la ha recibido. Su oyente se da cuenta de esto. E inevitablemente es movido por esto. Antes de haber experimentado él mismo la verdad, ha compartido la experiencia del que le habla.
A todo esto se añade el misterioso poder de un secreto. La experiencia cristiana es siempre un secreto; y el que habla de ella a otro le hace un sutil cumplido cuando le confía el secreto de su vida. Pero cuando, como sucede a menudo en el campo misionero, ese secreto es un secreto peligroso, cuando el hablar descuidadamente puede atraer el castigo, la desgracia o la persecución, el que habla confía a su oyen los te la seguridad de su vida, o su libertad, o su propiedad; semejante confianza, obliga a prestar atención.
También sobre el que habla, el esfuerzo de expresar su verdad ejerce un profundo efecto. La expresión de su experiencia la intensifica, la renueva, la repite, la ilustra. Al hablar de ella vuelve a repetirla; al exponerla ante otro la expone delante suyo en una nueva lu. Adquiere un sentido más profundo de su realidad y poder y significado. Al hablar de ella se consagra el mismo la conducta y la vida que ella implica. Se proclama a sí mismo ligado por ella, y cada vez que su palabra produce efecto sobre otro, ese efecto reacciona sobre él mismo, haciéndolo asirse con más seguridad y fuerza de su verdad.
Pero esto ocurre solamente si su palabra es voluntaria y espontánea. Si un agente a sueldo este hecho afecta tanto al que habla como al que escucha. El que sabe, y sabe que el otro sabe, que esta empleando por una misión para hablar. No está entregando su mensaje porque no puede dejar de hacerlo. No esta hablando de Cristo porque solamente Cristo lo impele. La gente pregunta a nuestros agentes a sueldo: "¿ Cuánto le pagan a usted por este trabajo?" ¿ Y no deben responder? ¿ Y no destruye la respuesta el efecto en que hemos estado pensando?
Una de las grandes virtudes de la expedición espontánea, voluntaria, es que, en el esfuerzo por expresar a otro una verdad que el que habla ha hallado, éste no sólo renueva el pasado, sino que, especialmente en las primeras etapas, descubre su propia ignorancia sobre muchos aspectos de su verdad, y generalmente está ansioso por aprender e inquirir más para sí mismo. Busca diligentemente respuesta a las dificultades que se le presentan. No es un predicado autorizado y licenciado; no tiene que mantener una omnisciencia profesional; puede confesar, y confiesa, su ignorancia, y busca ayuda. Está obligado a pensar una y otra vez cuáles son las implicaciones de su verdad; tiene pocas respuestas hechas, estereotipadas. A medida que se progresa, indudablemente éstas tienden a multiplicarse, pero al principio no pueden multiplicarse sin mucha experiencia real. Así pues, la espontánea expresión voluntaria de la verdad experimentada fortalece y hace avanzar al que habla.

IV

No obstante, instintivamente en desconfiamos de ella. " Vosotros sabéis", dice M. Taine, dirigiéndose a sus lectores, "vosotros sabéis cuales se le efecto de esta conversación". Lo sabemos; pero la mayoría de nosotros lo saben más por un esfuerzo de la imaginación que por experiencia. Si M. Taine se hubiera dirigido nosotros diciendo: "Vosotros conocéis los resultados", ¿ no hubiéramos la mayoría de nosotros respondido con no menos seguridad: "Lo conocemos", y no se hubieran vuelto nuestras mentes inmediatamente al surgimiento de aquellas curiosas y peligrosas sectas anabaptistas y antinomianistas cuya de desenfrenadas fantasías pusieron a prueba la sabiduría y la paciencia de los hombres sobrios y sensible de sus días, y nuestra propia curiosidad y asombro. Cuando M. Taine dice:"Vosotros conocéis el efecto", también pensamos en hombres como Juan Bunyan. Si hubiera dicho: "Conocéis el resultado", podríamos haber pensado en ese difundido conocimiento de la Biblia, o ese temperamento sobrio, serio, o esa conducta de grave y ordenada, que ponen un sello indeleble para siempre en el carácter de nuestra nación; pero instintivamente pensamos primero en herejías, cismas, luchas de partidos y disputas, en la desenfrenada licencia de la interpretación individual. Si esto es cierto, es sólo una ilustración de nuestra actitud moderna hacia la expansión espontánea. Inmediatamente surge la pregunta de si ello es deseable en sí; y el pensamiento instintivo de nuestras mentes lo ha condenado de antemano como un método irracional de progreso religioso. Está claro que, aunque posee todas las ventajas de que he hablado, también abre la puerta a las manifestaciones desequilibradas de un entusiasmo desenfrenado; y hoy, nosotros estamos ciertamente inclinados a fijarnos más en las últimas que en las primeras. Esté hecho por sí solo basta para explicar su relativa ausencia en nuestras misiones.
Le tememos porque sentimos que es algo que no podemos controlar. Y eso es cierto. No podemos ni provocar ni controlar la expansión espontánea, ya sea que la miremos como la acción del individuo o de la Iglesia, simplemente porque es espontánea. "El viento de donde quiere sopla", dijo Cristo, y la actividad en espontánea es un movimiento del Espíritu en el individuo y en la Iglesia, y nosotros no podemos controlar al Espíritu.
Dado el celo espontáneo, podemos dirigirlo mediante la instrucción. Aquila pudo enseñarle a Apolos más perfectamente el camino de Dios. Pero enseñar no es controlar. La enseñanza puede ser rechazada, el control, si es control, no puede ser rechazado; la enseñanza conduce a la ampliación, el control a la restricción. Intentar controlar el celo espontáneo es, pues, intentar restringirlo; y el que restringe algo prefiere que sea poco y no mucho. Así, muchos de nuestros misioneros ven con buenos ojos el celo espontáneo, con tal que no sea demasiado para sus restricciones, así como un ingeniero que está modificando el curso de un río se alegra de que haya un poco de agua en sus canales, pero no quiere una creciente que podría arrastrar los diques. Tales misioneros oran por el viento del Espíritu, pero no por un viento arrolladoramente poderoso. Estoy escribiendo porque creo en un viento poderosamente arrollador, y deseo su presencia a costa de todas nuestras restricciones. Pero si esto es de lo que estamos hablando, es inútil imaginar que podamos controlarlo. Empecemos reconociendo que no podemos. Si hacemos esto, podemos escapar de la confusión creada por aquellos que dicen que tienen una expansión espontánea en sus misiones y se regocijan en ella; y, sin embargo, que sean también que son enviados a controlar y deben controlar.
Por expansión espontánea me refiero a algo que no podemos controlar. Y si no podemos controlar la, creo que debiéramos regocijarnos en que no podemos. Porque si no podemos controlar la es porque es demasiado grande para nosotros, no demasiado pequeña. Las grandes cosas de Dios están fuera de nuestro control. Esto da base para una gran esperanza. La expansión espontánea podría llegar a los continentes con el conocimiento de Cristo: nuestro control no puedes llegar tan lejos. Constantemente estamos lamentando nuestras limitaciones: puertas abiertas por las que no entramos; puertas que se nos cierran por ser misioneros extranjeros; campos blancos para la siega que no podamos cosechar. La expansión espontánea podría entrar por las puertas abiertas, forzar las cerradas, y luz segar esos campos maduro. Nuestro control no puede hacerlo: sólo podemos clamar angustiosamente por más hombres para mantener el control.
Siempre hay algo aterrador en el sentir de que estamos liberando una fuerza que no podemos controlar; y cuando pensamos de esta manera en la expansión espontánea, comenzamos instintivamente a tener miedo. Sea que consideremos nuestra doctrina, o nuestra civilización, o nuestras costumbres, o nuestra organización en relación con una expansión espontánea de la Iglesia, se apodera de nosotros el pánico, el terror de que la expansión espontánea pudiera llevar al desorden. Estamos muy dispuestos a hablar de iglesias de sostén propio, gobierno propio y propagación propia, en abstracto, como un ideal; pero en el momento en que pensamos en nosotros como instrumentos para establecimiento de iglesias que sean tales en el sentido bíblico, nos acomete el miedo, un miedo terrible, mortal. Supongamos que realmente se sostuvieran por sí mismas y no dependieran más de nuestro sostén, ¿ ve quedaríamos nosotros? Supongamos que realmente se propagaran por sí solas y no pudiéramos controlarlas, ¿ qué sucedería? Supongamos que realmente se gobernaran por sí mismas, ¿ cómo se gobernarían? Instintivamente pensamos que algo que no podemos controlar tiende al desorden.

V

El hecho de que en nuestras misiones veamos relativamente pocas señales de una fuerza tan potente y tan universal, es en sí mismo prueba suficiente de que en nuestro método de trabajo de haber alguna influencia restrictiva. El hecho de que tan a menudo atribuyamos la falta de celo misionero en la incapacidad de nuestros convertidos antes que a esa influencia restrictiva, es prueba suficiente de nuestras ceguera. El hecho de que a la vez que oramos por manifestaciones de celo de parte de nuestros convertidos, evitemos instintivamente dar los pasos que podrían llevar a su realización, es más lamentable que sorprendente. La fuerza es en realidad tan potente que resulta alarmante.
Este instinto que busca la expresión espontánea es tan poderoso que resulta alarmante, pero no es opuesto por la naturaleza a al orden. Es esencialmente un instinto social. El Islam se difundió en África, según dicen, principalmente mediante la actividad espontánea de sus conversos; pero esa expansión no fue desordenada, en el sentido de que se oponga al orden islámico. No olvide a los musulmanes en innumerables sectas; no rechaza las enseñanzas islámicas, no prefiere el desorden y la desunión. Si el instinto natural no es contrario al orden, menos contrario aún es el Espíritu divino. Pero ambos pueden ser puestos en oposición al orden establecido. Cuando el afán de expresar este instinto natural, esa gracia de origen divino, se halla confiando por orden de una autoridad superior, o por las condiciones establecidas por la autoridad, es tan fuerte que difícilmente pueda ser refrenado. Si los hombres sienten que están actuando en algún sentido contra la voluntad, implícita o expresa, de la autoridad, saltan todas las barreras, y entonces existe el peligro de que caigan en los más desenfrenados excesos; porque empiezan por quebrantar el único orden que conocen, y al estallar pueden expresarse en violenta hostilidad hacia aquello que los refrena. Sin embargo, desean orden. Cuán poca es la oposición natural al orden del Espíritu que crea la expansión espontánea, se puede ver en la historia de la Reforma en Inglaterra. Los hombres recibieron entonces una doctrina de " salvación " que les dio nueva esperanza, y no pudieron evitar el propagarla; pero hallaron la oposición de las autoridades religiosas de sus días. Entonces, a riesgo de sus vidas, persistieron en expresar ese instinto de compartir un gozo, esa gracia que busca la salvación de otros. Rompieron con todo el orden que conocían, y el resultado inmediato fueron excesos desenfrenados. Pero aún así, aunque el movimiento estaba en la oposición a la vida religiosa ordenada de el país, los excesos más desenfrenados estuvieron limitados a unos pocos, y la gran mayoría deseaba orden, y en un lapso notablemente breve creó el a una orden, aun el la cisma.
Pero tal vez se diga que lo que tenemos no es la libre expresión de este instinto natural, y menos aún de esta gracia divina: lo que tenemos es la expresión de la obstinación y la presunción del hombre. Éstas son las verdaderas fuentes de desorden; y desgraciadamente los hombres no son movidos solamente por el celo puro del Evangelio. No es posible abrir una puerta a una libertad sin restricciones para expresión del instinto natural y la gracia espiritual, sin abrirla también a la expresión de la obstinación; y no estamos dispuestos a esto.
Esto es muy cierto; pero lamentablemente también es cierto que no podemos controlar la licencia de la obstinación sin controlar al mismo tiempo el celo que brota del instinto natural y de la gracia del Evangelio. No podemos distinguir la actividad de la una de la actividad del otro. Los motivos que influyen en la acción de los seres humanos están muy mezclados. Cualquiera que haya tratado de analizar sus motivos para determinada acción debe saberlo. Los que ejercen autoridad no están más libres de esa mezcla de motivos que los que están sujetos o resisten a la autoridad. No podemos, pues, arrancar la cizaña sin arrancar también al trigo con ella. La misma acción que reprime una exhibición de la obstinación, reprime también una exhibición de celo piadoso. En realidad, el celo piadoso puede ser reprimido con una contención mucho más liviana que la obstinación. Un ejercicio de la autoridad suficientemente fuerte como para mantener a la segunda dentro de sus límites, a menudo basta para suprimir todo el celo.
Si los nuevos convertidos reciben la impresión de que el instinto natural de impartir su nuevo gozo, el deseo vino de la salvación de otros, sólo deben ser expresados bajo dirección, se encuentran atados, sujetos y aherrojados. El celo desaparece, y la Iglesia es despojada de la inspiración que da el sentido de que los hombres se están convirtiendo la Iglesia está creciendo sin que nadie sepa cómo o por quién. La Iglesia es despojada, sin saber cómo; pero lentamente se desarrolla un oscuro sentido de que no todo anda bien en ella, de que hay alguna influencia restrictiva, y tarde o temprano s cristianos se vuelven a sus directores y los acusan de haberlos en cierto sentido retenido. No saben qué es lo que está mal. Ni en sus corazones ni en sus pensamientos existe el celo por la conversión de sus semejantes. Pero la supresión de ese primer celo que nunca expresó es la causa real de sus dificultades.

VI

La misma verdad se aplica a las iglesias. La expansión espontánea comienza con la expresión individual, continúa con la expresión corporativa, y si ésta es frenada, nuevamente surge el peligro del desorden. La negación de un episcopado nativo, la negación del gobierno propio, parecen en el momento una gran seguridad para el orden, y por el momento lo son; pero reprimen el instinto de auto propagación y dañan la plenitud de la vida. Porque entonces el instinto debe ser sofocado, lo cual constituye una penosa pérdida para todo el cuerpo, porque significa estancamiento, y el estancamiento de una parte es una fuente de veneno para el todo. Así, pues, la seguridad momentánea se alcanzara a gran costo, y sólo puede ser momentánea. El instinto de expresión es tan fuerte que no puede ser frenado por mucho tiempo. Entonces debe repetirse en escala mayor la lucha que vimos en el caso del individuo. El tiempo que este proceso puede tardar en llegar a su desenlace puede ser mayor que en el caso anterior, pero mientras más dure mayor será el trastorno. Tampoco aquí es el deseo de expresión el que produce el desorden, es el deseo que arremete contra el orden porque no puede expresarse dentro del único orden que conoce. Esto también es dañino; significa el desgarramiento del cuerpo; y esto es un doloroso mal y fuente de mal para todo el cuerpo. La única alternativa es que tenga libre curso dentro del orden del todo.

VII

Ni el instinto natural, ni la gracia del Evangelio, ni la obstinación del hombre pueden ser erradicados permanentemente por ninguna autoridad externa. La obstinación es el enemigo natural de la orden; el celo piadoso es su aliado natural. La restricción fuerza al celo piadoso a oponerse al orden: tarde o temprano tiene que estallar, y si lo hace en oposición al orden, aparecen la obstinación y la presunción como sus aliadas, presentándose como las libertadoras del celo. Es peligroso restringir lo que no puede ser aplastado permanentemente: Naturam expellas furca tamen usque recurret. Es mucho mayor el peligro de desorden cuando, por medio expresión de la obstinación, restringimos un instinto de origen divino, que cuando aceptamos los riesgos que implica el darle libre juego. Pero porque momentáneamente, por el ejercicio de la autoridad o por nuestra influencia, o por la influencia de las condiciones que hemos creado, o por la insistencia sobre la ley, podemos evitar los obvios peligros presentes en la libertad, naturalmente tendemos a pensar en el este es el proceder más seguro.

VIII

Se dice que cuando Dios anunció a los ángeles su propósito de crear al hombre a su imagen, Lucifer, que no había caído aún del cielo, exclamó: a " Seguramente no le darás el poder de desobedecerte ". Y el Hijo le respondió: " El poder de caer es el poder de levantarse " . Lucifer no conocía ni el poder para levantarse ni el poder para caer, pero esa expresión " poder para caer" anidó en su corazón, y empezó a desear conocer ese poder, y de ese día en adelante planeó la caída del hombre. El mismo cayó, y el enseñó al hombre a conocer su poder y a usar su poder para caer. Cuando en la plenitud de el tiempo vio la redención realizada por Cristo, empezó a entender vagamente que el poder para caer es poder para levantarse; pero lo entendió equivocadamente. De ahí que, cuando los discípulos de Cristo comenzaron a multiplicarse y su propio reino a disminuir, su mente se volvió instintivamente en contra de ese poder de caer. Pensó que si podía controlar, u obstaculizar, el poder de caer, podría controlar también el poder de levantarse. Empezó a tratar de inducir a los apóstoles a que sujetaran a todos los gentiles convertidos dentro de los límites de la ley de Moisés, y fue defraudado por la osadía de la fe del gran Apóstol de los gentiles. Pero decente entonces ha estado tratando de lograr su propósito, esforzándose por inducir a los siervos de Cristo a que priven a los convertidos del poder de caer, encerrándolos con leyes de una u otra clase, con la esperanza de que así se vean privados del poder de levantarse: y los hombres, conociendo los terrores de la caída, y temiendo el poder de caer para los nuevos convertidos, están demasiado dispuestos a escucharlo; por que él especula con sus temores.


1 Hechos 16:5
2 1Tes. 1:8.
3 Hechos 8:4.
4 HARNAK, Mission and Expansion, ii, 486.
5 International Review of Missions, oct. 1920, ps. 573, 574.
6 I. R. M., oct. 1920, ps. 573, 574.
7 De amicitia, xxii, 88.
8 “De uno a otro, cuando está seguro de su vecino le habla, y cuando un campesino habla de esa suerte a un campesino, un obrero a un obrero, sabéis cuál se el efecto” Lib. II, cap. v, p. 310, 3a edic., 1873.

Naturaleza y carácter de la expansión espontánea de la IglesiaSocialTwist Tell-a-Friend

El Nombre que reúne

EL NOMBRE QUE CONGREGA
INTRODUCCION


Jesús: "No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"

Hechos 4:12
12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hom-bres, en que podamos ser salvos.
Tampoco hay otro que sea el centro de la reunión de los redimidos.

Mateo 18:20
20 porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Después de haber liberado de Egipto a los hijos de Israel, Dios quiso reunirlos y habitar en medio de ellos en el tabernáculo.


Éxodo 25:8
8 Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos.


Éxodo 29:45-46
45 Yo habitaré entre los hijos de Israel y seré su Dios.
46 Así conocerán que yo soy Jehová, su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para habi-tar en medio de ellos. Yo, Jehová, su Dios.


Una vez entrado "en la tierra" - Deuteronomio 12 - el pueblo debía buscar el lugar en que Jehová pondría Su nombre. Siglos transcurrieron hasta que Jerusalén fue conquistada y el templo erigido sobre el monte Mo-riah, donde Abraham había ofrecido a Isaac, y donde David había hecho lo propio con los sacrificios cuando sobrevino la peste. La nube lleno el templo...

2 Crónicas 5:13
13 Hacían sonar, pues, las trompetas y cantaban al unísono, alabando y dando gracias a Jehová. Y sucedió que mientras ellos alzaban la voz al son de las trompetas, de los cím-balos y de los otros instrumentos de música, y alababan a Jehová diciendo: «Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre», una nube llenó la Casa, la casa de Jeho-vá.

...como había llenado el tabernáculo de reunión.

Éxodo 40:34
34 Entonces una nube cubrió el Tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el Ta-bernáculo.
Después de siglos de infidelidad de parte del pueblo y de paciencia de parte de Dios, la nube dejó el templo.


Ezequiel 10:4-18
4 Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín hacia el umbral de la puer-ta; la casa se llenó de la nube y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová.
18 Entonces la gloria de Jehová se elevó de sobre el umbral de la casa, y se puso sobre los querubines.


Ezequiel 11:23
23 La gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad.


El templo, destruido y reedificado varias veces, finalmente fue aniquilado cuarenta años después de la muer-te del Salvador.
Hoy, la habitación de Dios sobre la tierra, no está más en una casa hecha de manos, sino que, mediante Su Espíritu, Él habita en los corazones de los suyos. Efesios 2:21 nos presenta a los creyentes bajo la forma de un edificio en construcción que "va creciendo para ser un templo santo en el Señor", edificio que sólo será acabado cuando Él vuelva. Pero el versículo 22 nos los presenta como juntamente edificados para ser actual-mente "morada de Dios en el Espíritu".

Efesios 2:21-22
21 En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.


Las ovejas de Israel eran mantenidas juntas mediante el cercado de leyes y ordenanzas: era la época del "re-dil".


Juan 10:1
1 »De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador.
El Señor hizo salir de él sus ovejas judías...


Juan 10:3-4
3 A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las sa-ca.
4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz.
...pero Él agrega....


Juan 10:16
16 Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; a esas también debo atraer y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor.


...las que Él iba a sacar de entre las naciones. De ahí en adelante no son más las paredes las que mantienen juntas las ovejas, sino un centro: el único Pastor.

Vemos en los Hechos cómo las almas fueron añadidas "a la iglesia" (2:47) o "al Señor" (de entre los judíos, 4:14 en la versión moderna y otras) y de nuevo "al Señor" (11:24, de entre los gentiles) para formar la iglesia (v. 26).
Sólo Él es el centro de la reunión. Es un Cristo conocido en poder y en gracia el que debe agrupar a las almas alrededor de Él, y no doctrinas, por más útiles que éstas sean en su debido lugar.
La Palabra emplea, entre otras cosas, cuatro figuras para representar la congregación de los creyentes:
El rebaño cuyo centro es el Pastor de las ovejas
El cuerpo, cuya cabeza es Cristo.
La casa, cuya principal piedra del ángulo es Jesucristo.
La esposa, cuyo Esposo es el Cordero.
El creyente es llamado a seguir individualmente al Señor. Es el andar, en el cual Cristo es su Modelo. Es también deseo del Señor congregar alrededor de Él a sus redimidos para ser su Centro. Pero cuánto hay que cuidarse de no aplicar estricta y teóricamente las verdades concernientes a la congregación cuando indivi-dualmente se anda deshonrando al Señor, lo que desacredita Su Nombre y Su testimonio, además de consti-tuir piedra de tropiezo para los que quisieran acercarse.

I. EL CUERPO DE CRISTO
¿Por qué me persigues? Había dicho el Señor de gloria a Saulo derribado en el camino a Damasco; sin embar-go, Saulo no perseguía a Jesús, sino a los Suyos. No obstante, al acosarlos la emprendía de hecho contra el Señor mismo, quien los reconocía como siendo uno con Él. Saulo debía ser el vaso mediante el cual Dios reve-laría el misterio escondido desde los siglos: la unión de Cristo con Sus redimidos en un solo cuerpo.
1. ¿Quién forma parte de él?
1 Corintios 12:13
13 porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
El bautismo del Espíritu Santo tuvo lugar durante Pentecostés; esta expresión sólo está empleada en rela-ción con la formación del cuerpo de Cristo. Desde entonces, todos los que, habiendo oído el Evangelio, lo cre-yeron, fueron "sellados con el Espíritu Santo".


Efesios 1:13
13 En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación,
y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
Todos los creyentes han llegado a ser así participantes de ese bautismo y por medio del Espíritu Santo for-man un solo cuerpo. El Espíritu Santo, como Persona, vino a la tierra durante Pentecostés y dejará este mundo, juntamente con la Iglesia, a la venida del Señor.


2 Tesalonicenses 2:7
7 Ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
Todos los creyentes, pues, desde Pentecostés hasta el retorno del Señor, forman parte del "cuerpo de Cristo".


Efesios 1:23
23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Esta expresión también está empleada para indicar ya sea a todos los santos que viven sobre la tierra en un momento dado, ya sea a los que existen en una localidad en un momento dado.


Romanos 12:5
5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.


1 Corintios 12:27
27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular.
Esa unidad del cuerpo de Cristo existe, pues; es producida por el Espíritu Santo como resultado de la obra del Señor Jesús en la cruz. No se trata de crearla, sino de guardarla y de mostrarla.


Efesios 4:3
3 procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz:
Según...


1 Corintios 10:17
17 Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos partici-pamos de aquel mismo pan.


..."no existe otro medio de representar o expresar públicamente la unidad del cuerpo de Cristo más que par-tiendo el pan" (R.B.)
El cuerpo de Cristo es un organismo viviente y no una organización de la cual uno forma parte a voluntad porque se adhiere a una cierta profesión de fe o porque se está de acuerdo sobre diversos puntos. Que lo sepa o no, que lo quiera o no, todo redimido del Señor es un miembro del cuerpo de Cristo a causa de lo que el Se-ñor Jesús hizo por él y con él. Se trata, pues, de dar expresión a lo que uno es, y no de llegar a serlo.

2. ¿Cómo funciona?
Efesios 4:15-16
15 sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.


Colosenses 2:19
19 pero no unido a la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.


Estos versos nos muestran que el cuerpo obtiene todo de la cabeza, la cual es Cristo en el cielo. Es de Él que, según la operación correspondiente a cada miembro en particular, "el cuerpo ... efectúa el aumento del cuer-po" (Versión moderna y otras). En el cuerpo "bien concertado y unido entre sí" y "nutriéndose", sólo puede haber prosperidad si "todas las coyunturas que se ayudan mutuamente", "según la actividad propia de cada miembro", cumplen lo que les ha sido confiado; si no, sólo resulta debilidad y confusión.
Todo dimana de la Cabeza; pero el Señor ha querido servirse de los miembros del cuerpo para su funciona-miento práctico sobre la tierra. El cuerpo es uno, pero se compone de varios miembros que tienen una gran diversidad de funciones y dones. (Ver Romanos 12, 1 Corintios 12 y Efesios 4).
Nadie debe escoger el servicio que desea, pues...

1 Corintios 12:18
18 Pero ahora Dios ha colocado cada uno de los miembros en el cuerpo como él quiso,
Él quiere que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. Diversos dones han sido dispensados a la Iglesia, pero también toda clase de funciones: la de ayudar, la de gobernar, el servicio, la distribución, el ministerio de la misericordia.


Tres peligros amenazan a los miembros del cuerpo.
El primero y más frecuente es el de no discernir ni cumplir la función que el Señor ha confiado. Uno se ador-mece; permanece indiferente a los intereses de la Iglesia de Dios; no está ejercitado para saber qué don el Señor le ha confiado, ni para desear ardientemente uno mejor.

1 Corintios 12:31
31 Procurad, sin embargo, los dones mejores.
¡Qué pérdida, no sólo para uno mismo, sino para el conjunto!
El segundo peligro lo constituyen los celos...
1 Corintios 12:15-17
15 Si dijera el pie: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», ¿por eso no sería del cuerpo?
16 Y si dijera la oreja: «Porque no soy ojo, no soy del cuerpo», ¿por eso no sería del cuerpo?
17 Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído, ¿dónde estaría el ol-fato?


¡El servicio que me toca es tan poco importante que quisiera el de otro, más destacado!
El tercer peligro es el de estar tan imbuido de la función recibida que se llega a menospreciar a los débiles

1 Corintios 12:21-23
21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
22 Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;
23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.
Sólo mi don es importante, no necesito a los demás. ¡Peligro más frecuente de lo que parece a primera vista! ¿Olvidamos la exhortación de Corintios?


1 Corintios 4:7
7 Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
Pero esos peligros no deben hacernos perder de vista la hermosura de ese organismo único, al que el Señor y la fe consideran hoy tan real como en los primeros días de la historia de la Iglesia sobre la tierra. "Hay un so-lo cuerpo". La fe no duda de ello sino que abraza en ese mismo organismo a todos los rescatados por el Señor, esparcidos en todos los países, en todas las condiciones, en todas las denominaciones humanas que, a menu-do, ocultan su verdadero carácter.
¿Por qué quiso el Espíritu de Dios colocar el capítulo 13 entre 1 Corintios 12 – que nos habla del cuerpo y de sus miembros – y 1 Corintios 14 – que nos da su funcionamiento práctico en la Iglesia? Porque nada puede prosperar sin el amor. Es el marco de...


Efesios 4:15-16
15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.


No el amor que busca en los demás; no amor que se pretende no hallar en la congregación; sino el amor del Señor que nos penetra y nos lleva a amar "porque él nos amó primero": amor sin el cual "vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retañe... Nada soy... De nada me sirve"; amor que es la mayor cosa del mundo, "amor que nunca deja de ser".


II. LA CASA DE DIOS

1 Pedro 2:4-7
4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
6 Por lo cual también contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,
La piedra que los edificadores desecharon,
Ha venido a ser la cabeza del ángulo;


La palabra también nos presenta al conjunto de los creyentes como la casa de Dios aquí abajo.
Las tablas del tabernáculo proveían una figura de ello: cada tabla había sido tomada de un árbol que crecía de la tierra; se la daba forma, se la cubría de oro y se la colocaba sobre basas de plata. Tal el redimido: Saca-do de este mundo, revestido de la justicia de Dios en Cristo, fundado sobre la redención. Pero una tabla, por sí sola, no hubiera podido mantenerse parada; era necesario unirlas en un conjunto para formar el taberná-culo que vino a ser la casa de Dios.
Ocurrió lo mismo con las piedras del templo de Salomón. Sacadas de la cantera, labradas conforme a la debi-da medida, se las traía luego al edificio que se levantaba progresivamente.
Y hoy, "vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual". Esta casa espiritual es "morada de Dios en el Espíritu" en un momento dado en la tierra, como también "un templo santo en el Señor que va creciendo hasta que esté terminado y el Señor se lo lleve junto a Él.

Efesios 2:21-22
21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Se-ñor;
22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.


Bajo este aspecto, la casa de Dios es:
1. Tal como el Señor la edifica.
Él dice en Mateo 16: "Edificaré mi iglesia". Es Él, pues, quien quería edificarla; pero este edificio era algo fu-turo; sólo en Hechos 2 lo vemos dotado de existencia. Cristo mismo es la roca del fundamento, la principal piedra de ángulo. A través de los siglos, Él agrega piedras vivas, unas tras otras, hasta que, acabado su tra-bajo, la Iglesia sea la santa ciudad que vemos brillar al final del Apocalipsis.
Pero bajo otro aspecto, la construcción de ese edificio ha sido:
2. Confiada al hombre
1 Corintios 3:9-17
9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fun-damento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobre edifica.
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca,
13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.
14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.
15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.


El fundamento ha sido puesto: Jesucristo. Los apóstoles, y luego los siervos de Dios a través de los siglos, han edificado sobre este fundamento. Mas no todos trajeron "oro, plata, piedras preciosas", es decir, enseñanzas según la Palabra que "engendra" almas que tienen la vida de Dios, revestidas de la justicia de Dios en Cristo, fundadas sobre la redención y capaces de reflejar algunas de las glorias del Señor Jesús. Otras enseñanzas han producido sólo "madera, heno, hojarasca": mucha apariencia, un gran volumen (¡en contraste con una piedra preciosa!) Pero ninguna realidad. Cuando el fuego prueba semejante obra, esta es quemada, aun cuando el siervo mismo si poseía verdaderamente la vida de Dios – es salvo, pero como si pasara a través del fuego. Otros, por su parte, no sólo han – a traído malos materiales, sino que han corrompido el templo de Dios, y Dios los "destruirá" (v. 17).
En semejante edificio – la cristiandad – hay pues, una mezcla de personas: unas que tienen la vida de Dios; otras que tal vez tienen una vida moral y ordenada pero que no han nacido de nuevo; y otras todavía que son verdaderamente corrompidas. La "casa de Dios" viene a ser una "casa grande", como veremos en 2 Timoteo 2.
El cuerpo de Cristo nos ha dado, pues, la idea predominante de la indisoluble unión, de la unidad de los res-catados; la casa de Dios coloca ante nosotros la responsabilidad de los que edifican y de los que pretenden formar parte de ella.

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miércoles, 13 de mayo de 2009

En que creemos

Las Iglesias de las casas es un espacio destinado a proclamar el Evangelio de Jesucristo, la Buena Noticia de su perdón y su Amor expresado en la Cruz y en el poder de su Resurrección.

Juan 3:16 "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios."


Es una forma de congregación en hogares en los que nos reunimos alrededor de la Palabra de Dios y en el Nombre de Cristo.
1Corintios 16:19 "Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor."

Colosenses 4:15 "Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa."

Creemos que Él, Jesús está en nosotros sus hijos y que somos de Él,
Romanos 8:9 "Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él."


Creemos en Él y que está en medio nuestro cuando nos reunimos en su Nombre.

Mateo 18:20 "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

Creemos firmemente que todo lo relativo a su Plan Perfecto está escrito en su Santa Palabra, La Biblia.

2 Timoteo 3:16 "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
3:17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra."


En la Biblia se deja ver su Voluntad para los hombres y mujeres de todas las edades y de toda la tierra. Creemos también en la libre interpretación de la Palabra de Dios y a su vez creemos que es a la Iglesia toda a quien Dios le da su Palabra para que Cristo la Cabeza de la Iglesia imparta vida imprescindible para cada uno de sus miembros.
2 Timoteo 3:16 "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
3:17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra."


Descreemos de los iluminados que edifican congregaciones basadas en personalidades carismáticas ya que según nuestro juicio toman el lugar de Cristo Único Guia de la Iglesia.
2Pedro 1:19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
1:20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
1:21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.


Consideramos hermano en la fe de Jesucristo a todos, todos, aquellos que creen en su corazón en Jesus como su Salvador y Señor y que lo confiesan con su boca.
Romanos 8:28 "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos."

Lucas 12:8 "Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
12:9 mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios."

Romanos 10:9 "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo."

No somos una nueva denominación ni nada que se le parezca, simplemente nos congregamos en su Nombre.
Mateo 18:20 "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

Jesucristo nos llamó a ser sal y luz, es decir a ser amigos de pecadores ya que en esa condición Dios nos llamó y nos perdonó y nos manda que vayamos y prediquemos el Evangelio sin olvidarnos de donde nos sacó el Señor.
Efesios 2:12 "En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
2:13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo."


Creemos en el crecimiento espontáneo de la iglesia como cuerpo de Cristo y en las directivas que da la Cabeza (el mimo Señor Jesucristo) a cada uno de los miembros de su cuerpo. Este crecimiento será espontáneo y se regirá por el poder del Espíritu en nosotros para dar testimonio y con el ejercicio de los dones que el mismo Espíritu Santo nos ha dado en su misericordia.

Descentralizamos la figura del pastor ya que a nuestro criterio se ha tornado más una figura sacerdotal y directiva, que en muchos, muchísimos casos ha tomado el lugar, consciente o no del mismo Señor Jesús en la iglesia que es el cuerpo de Cristo, Quien es la Cabeza del mismo.

Creemos en la diversidad de dones y ministerios, así que vemos en la Palabra de Dios los ministerios apostólicos, proféticos, evangelísticos y el ministerio de pastores y maestros; éstos ministerios tendrán que ser (como todo) fundamentados en la Biblia y definidos mediante los principios que rige la misma, siendo uno de los más importantes, la mutua colaboración y la sujeción al Espíritu Santo mediante el sujetarse a su Palabra, ya que el Espíritu Santo jamás irá en contra de lo que la Palabra afirma.

Desechamos los personalismos y la centralidad de persona alguna por más carisma que tenga, ya que esto es una forma de alienación y de ejercer una especie de renuncia a pensar, ver, y creer por los medios que Dios nos ha dado y por el discernimiento que el Espíritu Santo nos da y que Jesús nos prometió. Además de desechar los personalismos por ser una exposición del ego de aquellos que quieren centrar la atención que sólo nos debe llamar el Señor Jesús. Es necesario que yo mengue dijo Juan el bautista y que Él (Jesús) crezca.

Dejamos de lado algunos elementos que se han adherido a la Iglesia como un lastre innecesario que ha sido una carga pesada para el fluir del Espiritu de Dios y la comunicación y expansión de la Buena Nueva de Salvacion para el hombre en Jesús de Nazaret. Bendito sea Su Nombre

En que creemosSocialTwist Tell-a-Friend

La confesión verbal: Parte I

A lo largo de toda la palabra de Dios es de suma importancia la confesión verbal. En el Nuevo Testamento, el mismo Jesús nos anima en gran cantidad de pasajes a hacerlo.
Tomaremos en este caso dos pasajes:
El primero es Ap. 19: 10
Apocalipsis 19:10 "Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía."

El segundo es Ap. 12: 11 ya que nos parece que es un digno resumen de la voluntad de Dios para estos tiempos referida a este tema en particular.
Apocalipsis 12:11 "Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte."
La Victoria es por medio de:
1- La sangre del Cordero (Jesucristo)
2- La palabra de testimonio
3- Estar dispuestos a dar la vida.

El texto que sigue es la primera parte del capítulo 9 del libro "Mensaje para edificar a los creyentes nuevos" de T. S. Nee.
El texto es un tanto extenso pero creemos que vale el esfuerzo de leerlo, sobre todo en estos tiempos en que el testimonio verbal será crucial para nuestras vidas.

¡Esperamos que seas bendecido a través de su lectura!
¡Dios te bendiga!

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LA CONFESIÓN VERBAL

Lectura bíblica: Ro. 10:10; Pr. 29:25; Mt. 10:32-33
I. LA IMPORTANCIA DE LA CONFESIÓN VERBAL
Cuando una persona ha creído en el Señor, no debe mantener este hecho en secreto, sino que tiene que confesar con su boca al Señor. Confesar al Señor con nuestra boca es de suma importancia.
A. Confesar con la boca
inmediatamente después de creer
Tan pronto como una persona cree en el Señor, debe confesar al Señor delante de los hombres. Supongamos que una mujer da a luz a un hijo. ¿Qué pensaríamos si el niño todavía no habla a la edad de uno, dos o tres años? ¿Diríamos que quizás es tardo en su desarrollo lingüístico? ¿Le sería posible a esa persona comenzar a contar, “uno, dos, tres, cuatro”, a los treinta años de edad y aprender a decir “papá” y “mamá” a los cincuenta años? Por supuesto que no. Si una persona es muda desde su infancia, probablemente lo seguirá siendo por el resto de su vida, y si no ha podido decir “papá” o “mamá” cuando era joven, probablemente tampoco podrá hacerlo por el resto de su vida. De la misma manera, si un recién convertido no confiesa al Señor ante los demás inmediatamente después de haber creído en Él, me temo que no lo hará por el resto de su vida. Si no pudo hablar de Él cuando era joven, probablemente tampoco lo hará cuando sea mayor.
Muchos han sido cristianos por diez o veinte años y todavía siguen mudos. Esto se debe a que no abrieron sus bocas en la primera o segunda semana de su vida cristiana. Ellos continuarán siendo mudos hasta que mueran. Confesar a nuestro Señor es una práctica que debe iniciarse en el momento en que uno cree. Si usted abre su boca el día en que creyó en el Señor, el camino a la confesión estará abierto para usted. Si una persona no confiesa al Señor en las primeras semanas, los primeros meses, o los primeros años de su vida cristiana, lo más probable es que no lo hará el resto de su vida. Por lo tanto, tan pronto como una persona cree en el Señor, debe esforzarse por hablar de Él a otros, aunque le sea difícil y no le agrade hacerlo. Debe hablar a sus familiares y amigos. Si no aprende a hablar del Señor a los demás, me temo que a los ojos de Dios, será considerado un mudo por el resto de su vida. No queremos que los creyentes sean mudos. Por esta razón desde el primer momento debemos aprender a abrir nuestra boca. Si una persona no lo hace al principio, mucho menos lo hará más tarde. A menos que Dios les conceda especial misericordia, o haya algún avivamiento, estas personas jamás abrirán sus bocas. Si no confiesan desde un principio, les será muy difícil hacerlo más tarde. El recién converso debe buscar la oportunidad de confesar al Señor ante los hombres, porque tal confesión es muy importante y de mucho provecho.
B. Con la boca se confiesa para salvación
En Romanos 10:10 dice: “Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Con el corazón uno cree para justicia ante Dios, y con la boca uno confiesa para salvación ante los hombres. Si usted ha creído en su corazón, lo ha hecho ante Dios, nadie más lo puede ver. Si usted ha creído sinceramente, usted ha sido justificado ante Dios, pero si sólo cree en su corazón y no lo confiesa con su boca, nadie sabrá que usted ha sido salvo, y la gente seguirá considerándole un incrédulo, pues no ven ninguna diferencia entre usted y ellos. Por esta razón, la Biblia recalca que, además de creer con el corazón, es menester también confesar con la boca. Debemos confesar con nuestra boca.
Todo nuevo creyente debe buscar oportunidades para confesar al Señor a sus compañeros de clase y de trabajo, a sus amigos, a sus familiares y a todos aquellos con quienes tenga contacto. Tan pronto se presente la oportunidad, les debe decir: “¡He creído en el Señor Jesús!”. Cuanto más pronto ellos abran la boca para declarar esto, mejor, porque una vez que lo hagan, los demás reconocerán que han creído en el Señor Jesús. De esta manera, se librarán de la compañía de los incrédulos.
He visto que muchas personas están indecisas con respecto a aceptar al Señor, pero una vez que se levantan y proclaman: “¡Creo en el Señor Jesús!”, se sienten más seguros. Lo peor que le puede suceder a un cristiano es quedarse con la boca cerrada. Si habla, habrá dado un paso hacia adelante y se sentirá más seguro. Muchos creyentes dudan al principio, pero tan pronto proclaman: “Yo creo”, adquieren seguridad.
C. La confesión nos evita problemas
Es de gran beneficio confesar con la boca después de creer con el corazón en el Señor, porque esto nos evitará muchos problemas en el futuro.
Supongamos que usted no abre su boca, y no dice: “He decidido seguir al Señor Jesús y ya le pertenezco a Él”. Los demás lo seguirán considerando igual que ellos. Así que cuando ellos pecan o se involucran en concupiscencias, siguen pensando que usted es como ellos. Usted sabe en su corazón que es cristiano y que no está bien andar con ellos, pero usted no les rechaza por complacerles. Al principio inventa pretextos para no aceptar sus invitaciones, pero ellos continúan presionándole y usted tiene que pensar en una nueva excusa o quizás dos para no ir con ellos. ¿Por qué no decirles desde un principio que usted es creyente? Todo lo que tiene que hacer es confesar una o dos veces para que dejen de molestarlo.
Si usted no confiesa con su boca, es decir, si sigue siendo un cristiano en secreto, tendrá más dificultades que los que son cristianos abiertamente, ya que las tentaciones que experimentará serán mucho más fuertes que las que experimentan los otros cristianos que confiesan al Señor. Estará atado por los afectos humanos, y las relaciones antiguas le afectarán mucho más, ya que no siempre podrá excusarse diciendo que tiene dolor de cabeza, o que está ocupado. Como no puede usar las mismas excusas una y otra vez, es mejor declarar desde el primer día: “He creído en el Señor Jesús y lo he recibido en mi corazón”. Una vez que usted haga saber esto a sus compañeros de clase y de trabajo, a sus amigos y familiares, ellos sabrán que usted no es como ellos, y eso le ahorrará muchos problemas; de lo contrario, usted se encontrará con muchos obstáculos. Confesar al Señor evita muchas contrariedades.
D. No confesar al Señor
hará que su conciencia lo acuse
Existe un problema muy serio para la persona que no confiesa al Señor con su boca. Muchos creyentes del Señor tuvieron esta experiencia cuando Él estuvo en la tierra.
Los judíos rechazaron al Señor Jesús y se le opusieron con vehemencia. En Juan 9, vemos el acuerdo al cual ellos habían llegado: Si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, sería expulsado de la sinagoga (v. 22). En el capítulo 12 de este mismo libro, la Biblia dice que muchos gobernantes judíos creyeron en el Señor Jesús secretamente, pues no se atrevían a confesarlo por temor a ser expulsados de la sinagoga (v. 42). ¿Cree usted que estas personas tenían paz en sus corazones? Quizás se habrían sentido incómodos si hubiesen confesado al Señor Jesús, pero ciertamente sufrían una incomodidad aún mayor al no confesarlo. ¿Qué clase de lugar era la sinagoga? Era un lugar donde la gente se oponía al Señor Jesús. Allí se tramaban y discutían planes en contra del Señor conspirando contra Él y procurando sorprenderlo en alguna falta. Estas eran las actividades tenebrosas que tomaban lugar en la sinagoga. ¿Qué podría hacer un creyente genuino en medio de tales personas? ¿Cuánta fuerza de voluntad se necesitaría para mantener la boca cerrada? En tal ambiente es muy difícil que alguien confiese al Señor con su boca, pero no confesarlo públicamente resulta mucho más difícil.
La sinagoga judía es un cuadro del mundo que se opone al Señor. El mundo siempre critica al Señor Jesús y siempre considera a Jesús de Nazaret un verdadero problema. El mundo siempre habla en contra del Señor. Al estar en tal lugar, ¿podría usted escuchar a esta gente y, aun así, pretender ser como uno de ellos? Fingir no sólo es doloroso, sino que también es muy difícil, ya que se requiere mucho más esfuerzo para controlarse y refrenarse. En tales circunstancias, acaso no habría algo dentro de usted que anhelara poder gritar: “¡Este hombre es el Hijo de Dios y yo creo en Él!”. Acaso no hay algo en usted que desea proclamar: “¡Este hombre es mi Salvador y yo creo en Él!”, o “¡Este hombre me puede librar de mis pecados y aunque usted no crea en Él, yo sí creo en Él!”. ¿No hay acaso algo dentro de usted que desea proclamar esto a los cuatro vientos?
¿Va usted a obligarse a estar callado simplemente porque desea el respeto y la posición que los hombres le dan? Según mi parecer, creo que habría sido mejor para el grupo de gobernantes judíos mencionados en el capítulo 12 ser expulsados de la sinagoga. Si hubieran confesado al Señor se habrían sentido mucho mejor. Si usted no fuera un creyente verdadero, seguramente le daría igual confesar al Señor o no. Pero, debido a que usted es un creyente genuino, su conciencia lo acusaría si pretendiese simpatizar con quienes se oponen al Señor. Cuando hay alguien que se opone al Señor, usted no siente paz en su corazón; pero aun así, dice forzosamente: “¡Eso que usted dice es muy interesante!”. ¿No es esto lo más terrible y doloroso que le pueda suceder a hombre alguno?
No hay nada más doloroso que no confesar al Señor ante los hombres. Este es el mayor de los sufrimientos. A mí no me gustaría estar en el lugar de aquellos gobernantes judíos, porque el sufrimiento que ellos experimentaron fue muy grande. Si usted no es creyente, no tiene nada que decir, pero si usted ha creído, lo mejor que puede hacer y lo que es más fácil y gozoso es salirse de la sinagoga. Quizás a usted le parezca que hay demasiados obstáculos para ello, pero las experiencias pasadas nos indican que estos obstáculos serán cada vez mayores, y que su corazón sufrirá más si no opta por este camino.
Supongamos que usted oye una calumnia contra sus padres y escucha callado sin hacer nada, o peor aún, pretende estar de acuerdo con ello. Si usted hace tal cosa, ¿qué clase de persona es usted? Nuestro Señor dio Su vida para salvarnos. Si no decimos nada del Señor a quien nosotros adoramos y servimos ¿a qué grado de cobardía hemos llegado? Debemos ser osados y proclamar: “¡Yo pertenezco al Señor!”.

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La confesión verbal: Parte II

II. ALGUNOS ERRORES COMUNES
A. Intentar reemplazar la confesión
con un buen comportamiento
Muchos creyentes nuevos son influenciados por las enseñanzas tradicionales y piensan que portarse bien es más importante para un cristiano que confesar con sus labios. Piensan que un cambio en lo que uno dice no es tan importante como un cambio en lo que uno hace. Debemos desechar este concepto, el cual es totalmente erróneo. Con esto no estamos diciendo que no sea necesario cambiar nuestra conducta, porque si nuestra conducta no cambia, nuestra confesión es en balde. Pero cambiar nuestra manera de obrar sin confesar con nuestra boca es igualmente vano. Un cambio de conducta jamás podría reemplazar la confesión, porque aun cuando nuestra conducta haya cambiado, aún sigue siendo necesario confesar públicamente al Señor.
El nuevo creyente debe aprovechar la primera oportunidad que se le presente de hablar a los demás sobre su fe en el Señor Jesús. Si usted no confiesa con la boca, hará que se formen conjeturas sobre usted y se especule sobre su comportamiento. Se dirán muchas cosas acerca de usted, pero no mencionarán al Señor Jesús; así que es mejor que les diga por qué ha habido tal cambio en su conducta, ya que una buena conducta jamás reemplazará la confesión verbal. Es importante tener una buena conducta, pero también lo es confesar con nuestra boca. Por lo tanto, usted debe confesar: “Jesús es mi Señor y deseo servirle”. Estas palabras deben salir de su boca, aunque su conducta sea muy buena.
Hemos oído a mucha gente decir que no hay necesidad de decir nada si se tiene una buena conducta. Recuerden que nadie se molestará en criticar a aquellos que dicen esto, aun cuando su conducta no haya sido tan buena, pero si dice que es cristiano, inmediatamente los demás lo criticarán y lo censurarán cuando cometa la menor falta. Así que aquellos que dicen que es suficiente con manifestar una buena conducta y que no es necesario confesar con la boca, en realidad están dándose una excusa para portarse mal. Dejan una puerta abierta para escapar de las críticas. No crean que es suficiente tener un cambio de conducta; es absolutamente indispensable confesar con la boca.
B. El temor de no perseverar hasta el final
Algunas personas piensan de esta manera: “Si confieso verbalmente y luego no persevero en mi convicción cristiana, ¿no será esto motivo de burla? Supongamos que después de tres o cinco años he fracasado como cristiano, ¿qué debo hacer entonces? Es mejor no decir nada ahora y esperar que pasen algunos años hasta que esté seguro”. Podemos decirles a estas personas que si no confiesan su fe por temor de caer o fracasar, sin duda alguna fracasarán. Estas personas han abierto una puerta trasera procurando evitar la puerta principal. Es decir, ya han hecho los preparativos necesarios para poder desdecirse de su propia confesión de fe. Estas personas quieren esperar a sentirse seguras antes de confesar. Podemos estar seguros que tales personas fracasarán. Es mejor declarar resueltamente: “¡Yo soy del Señor!”. Si usted cierra la puerta trasera, le será mucho más difícil retroceder o desviarse y tendrá más posibilidades de avanzar que de retroceder. De hecho, esta es la única manera en la que usted podrá avanzar.
Si usted espera mejorar su comportamiento antes de decidirse a confesar al Señor delante de los demás, su boca jamás se abrirá; estará mudo para siempre aunque llegue a manifestar una buena conducta. Si usted no abre su boca desde un principio, más tarde le será mucho más difícil. Si usted confiesa verbalmente su fe, la posibilidad de tener una buena conducta se incrementará, pero si espera confesar hasta que su conducta mejore, perderá no sólo la oportunidad de abrir su boca, sino también la de tener una buena conducta.
Es reconfortante saber que Dios no sólo nos redime, sino que también nos guarda. ¿Con qué podemos comparar la redención? La redención es la adquisición de algo. Pero, ¿qué significa entonces guardar? Guardar es retener lo adquirido. ¿Quién en este mundo compra cierto artículo pensando que luego lo va a tirar? Cuando compramos un reloj, esperamos usarlo por lo menos cinco o diez años; no lo compramos para luego tirarlo. Dios salva a personas por todo el mundo, pero no las salva para tirarlas. Él quiere resguardar lo que ha salvado. Puesto que Dios nos salvó, Él nos guardará. Puesto que Dios nos redimió, Él nos guardará hasta aquel día. Dios nos ama tanto que envió a Su Hijo para redimirnos. Si Él no hubiera tenido la intención de guardarnos, no habría pagado tan alto precio. El plan y propósito de Dios es salvaguardarnos. Así que no tengan temor de levantarse y declarar: “¡Creo en el Señor!”. Posiblemente se pregunte: “¿Qué pasará si cometo una falta a los pocos días?”. No se preocupe. Dios será responsable de eso, así que mejor levántese y diga: “¡Yo pertenezco a Dios!”. Entréguese a Él. Dios sabe que usted necesita apoyo, cuidado y protección. Podemos afirmar con certeza que Dios resguarda la salvación del hombre. Esto hará que la redención esté llena de significado para nosotros.
C. El temor del hombre
Algunas personas no se atreven a confesar al Señor públicamente porque tienen temor de los hombres. Son muchos los que honestamente pueden decir que verdaderamente están dispuestos a ponerse de pie y confesar al Señor públicamente y sin ninguna reserva, pero en cuanto ven el rostro de los demás, sienten temor. Al ver el rostro de sus padres o de sus amigos, los sobrecoge la timidez que les impide hablar. Es aquí donde muchas personas tropiezan, porque sienten temor de los hombres y no se atreven a abrir su boca. Algunas personas son tímidas por naturaleza, no sólo en cuanto a confesar al Señor, sino también en otras cosas. Pedirles que hablen sobre su fe equivale a pedirles que sacrifiquen su vida. Ellos sencillamente no se atreven a abrir sus bocas.
No obstante, esta clase de persona debe prestar oído a lo que Dios dice al respecto. Proverbios 29:25 dice: “El temor del hombre pondrá lazo”. Si usted siente temor de ver a los demás, caerá en un “lazo”, porque su temor se convertirá en una trampa para usted. Es decir, su temor se convierte en su propio lazo. Cada vez que su corazón siente temor de los hombres, usted se está enredando en su propio lazo, en el cual caerá porque éste ha sido creado por su propio temor. Posiblemente la persona a la que usted teme, esté dispuesta a escucharle, y aun si no quisiera oírle, posiblemente ella no sea tan terrible como usted se imagina.
Hay una historia de dos personas que eran colegas. Uno de ellos era creyente, y el otro no. Pero el creyente era muy tímido y no se atrevía a decirle a su colega incrédulo que había sido salvo. El incrédulo estaba muy intrigado por el gran cambio que se había operado en su compañero, porque éste antes era muy iracundo, pero ahora había cambiado; sin embargo, no se atrevía a preguntarle cuál era la razón del cambio. Todos los días trabajaban juntos, compartían la misma mesa y se sentaban frente a frente; uno no se atrevía a hablar, y el otro no se atrevía preguntar. Día tras día se miraban el uno al otro. A uno le daba miedo hablar, y al otro le daba miedo preguntar. Un día el creyente no pudo aguantarse más, y después de orar, aproximándose a su colega, le estrechó la mano fuertemente y le dijo: “Soy muy tímido, pero desde hace tres meses he querido decirle algo, y ahora se lo voy a decir: He creído en Jesús”. Al decir esto, su rostro palideció. El otro respondió: “Yo también desde hace tres meses he querido preguntarle a qué se debe el cambio suyo pero no me atrevía a hacerlo”. Al oír esto, el creyente se sintió motivado a seguir hablando y pudo llevar a su amigo a recibir al Señor.
Los creyentes que tengan temor de los hombres fracasarán. Recuerde que si teme a alguien, posiblemente él también le tema a usted. Si seguimos a Dios, no hay razón para temer. Aquel que tema a los hombres, no podrá ser un buen cristiano ni podrá servir al Señor. El cristiano debe confesar al Señor ante sus familiares y amigos, en privado y en público. Debemos hacer esto desde un principio.
D. La timidez
Algunas personas son tímidas y se avergüenzan de ser cristianas. Es verdad que esta clase de vergüenza puede presentarse cuando uno se enfrenta a incrédulos. Si usted les dice que trabaja haciendo investigaciones en el campo de la técnica, le felicitarán por tener un futuro brillante, y si les dice que está estudiando filosofía, dirán que usted es una persona muy inteligente. A usted no le avergüenza hablar de muchas cosas. Sin embargo, si dice que es cristiano, muchos dirán que usted es demasiado ingenuo o que no es lo suficientemente inteligente, y tendrán poca estima de usted. Hablar sobre otros temas no le da vergüenza, pero hablar de su fe cristiana sí le da vergüenza. Es inevitable que un nuevo creyente sienta vergüenza cuando confiesa públicamente su fe; pero debe vencer tal sentimiento. Es cierto que el mundo se avergüenza de alguien que se ha hecho cristiano, pero nosotros tenemos que superar tal sentimiento.
¿Cómo podemos superar esta sensación de vergüenza? Tenemos que enfrentarnos a tal sentimiento desde dos ángulos diferentes:
Por un lado, tenemos que darnos cuenta que cuando el Señor Jesús fue crucificado, Él llevó nuestros pecados y también nuestra vergüenza. Cuando el Señor llevó nuestros pecados, Él sufrió una gran humillación. Así pues, a los ojos de Dios, nosotros también debemos estar dispuestos a sufrir semejante humillación de parte de los hombres. La humillación que hemos de sufrir delante de los hombres, jamás podrá compararse con la humillación que nuestro Señor sufrió por nosotros en la cruz. Por lo tanto, no nos debe sorprender si somos humillados; debemos entender que pertenecemos al Señor.
Por otra parte, hay un buen himno que dice así: “¡Nuestra timidez es como si el cielo de la mañana repudiase al sol! Pero el Señor irradia la divina luz que ilumina nuestra conciencia, que es tan oscura como la noche”. Ya que el Señor, ha tenido tanta gracia para con nosotros y nos ha redimido, sentir vergüenza de confesarlo es como si el cielo de la mañana se avergonzara de la iluminación del sol. Hemos hallado gracia en el Señor; Él nos ha redimido, nos ha guardado y nos llevará a los cielos. Sin embargo, ¡consideramos una vergüenza confesar nuestra fe en Él! Si esto es una vergüenza, ¡entonces toda la gracia que hemos recibido debe ser una vergüenza y debemos negarla! El Señor ha hecho mucho por nosotros, ¿cómo entonces, es posible que nos avergoncemos de confesarlo?
Debemos avergonzarnos por cosas como: juergas, borracheras, libertinajes, pecados, obras de las tinieblas y obras del maligno. El Señor nos ha librado de todo esto, y debemos sentirnos gloriosos. ¿Cómo, entonces, podemos sentirnos avergonzados? No nos debe dar vergüenza confesar al Señor, porque ¡es glorioso y es motivo de gozo confesar Su nombre! Nosotros somos los que nunca pereceremos, y jamás seremos condenados ni juzgados por Dios; nunca nos apartaremos de Su glorioso rostro. ¡Somos aquellos que siguen al Cordero por dondequiera que va y siempre estaremos con Él! (Ap. 14:4) No debemos permitir que la gente siembre la semilla de vergüenza en nosotros. Debemos levantarnos osadamente y decir que pertenecemos a Dios. ¡Gloriémonos y regocijémonos en Él!
Pedro era una persona de voluntad férrea por naturaleza y se esforzaba por destacar entre los discípulos y ser el primero en todo. Pero un día negó al Señor y se convirtió en un mísero ratón. Cuando fue interrogado, tuvo temor. En términos humanos, Pedro era un “héroe” y un líder nato entre los discípulos, pero sintió temor incluso antes de que otros intentarán quitarle la vida. Tuvo temor y maldijo cuando sólo le dijeron: “Éste estaba con Jesús el nazareno”. Esto realmente dejaba mucho que desear. Todos aquellos que se rehúsan a confesar al Señor públicamente son dignos de lástima. Lo que Pedro hizo fue muy bajo; fue una verdadera vileza que negara al Señor (Mt. 26:69-75).
Aquellos que son tan tímidos que no abren sus bocas, están llenos de vergüenza. Los que son verdaderamente nobles confiesan su fidelidad a Jesús de Nazaret aun cuando estén a punto de ser quemados en la hoguera o ser arrojados al mar. Pueden ser azotados, quemados vivos o echados en un foso de leones; sin embargo, todavía proclaman: “¡Yo pertenezco a Jesús el nazareno!”. ¡En todo el mundo, no hay nada más glorioso que esto! La persona que debiera sentirse más avergonzada es aquella que tiene vergüenza de confesar al Señor. Tales personas resultan inútiles. Ellas incluso ¡se detestan a sí mismas y se avergüenzan de sí mismas! Es una verdadera vergüenza que uno se menosprecie a sí mismo y que tenga vergüenza de lo que ha recibido.
Por lo tanto, no debemos tener temor ni vergüenza. Todos aquellos que desean aprender a seguir al Señor deben aprender a confesarle delante de los hombres con toda confianza. Si la luz, la santidad, la espiritualidad y seguir al Señor es una deshonra; y la oscuridad, el pecado, la carnalidad y seguir al hombre traen gloria, entonces debemos escoger la deshonra. Preferimos sufrir el vituperio de Cristo, tal como lo hizo Moisés, ya que tal humillación es mucho más gloriosa que la gloria de los hombres (He. 11:26).
E. Amar la gloria de los hombres
¿Por qué los gobernantes mencionados en Juan 12 no confesaron al Señor? Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. Muchas personas no se atreven a confesar abiertamente su fe porque no solamente desean a Cristo, sino también desean la sinagoga. Esas personas desean a Cristo y es por eso que creen en Él; pero ellas no lo confiesan porque también desean permanecer en la sinagoga. Si una persona desea ambas cosas, no será fiel a ninguna de las dos.
Si usted desea servir al Señor, debe elegir entre el Señor o la sinagoga; de lo contrario jamás será un buen cristiano. Debe tomar la decisión de escoger al Señor o a los hombres. Los gobernantes tenían temor de perder el favor de los hombres. Temían que si confesaban al Señor, serían expulsados de la sinagoga. El que escoge al Señor, de una manera incondicional, no tendrá temor de ser expulsado de la sinagoga.
Si la gente no le persigue después de que usted ha creído en el Señor, debe decir: “¡Señor, gracias!”, pero si le persiguen después de confesar al Señor, también debe decir “¡Señor, gracias!”. ¿Qué hay de raro en esto? Nosotros no podemos ser como aquellos gobernantes que, por su amor a la sinagoga, no quisieron confesar su fe en el Señor Jesús. Si todos los creyentes fueran como ellos, la iglesia no existiría hoy. Si Pedro hubiera regresado a su casa y se hubiera quedado callado después de haber creído en el Señor, si Pablo, Lucas, Darby y todos los demás hubieran guardado silencio después de creer, y si todos los que están en la iglesia se hubieran quedado callados y no se hubieran atrevido a confesar al Señor, ciertamente habrían tenido menos problemas, ¡pero la iglesia no existiría hoy!
Una de las características de la iglesia es que se atreve a creer en el Señor, y otra es que se atreve a confesar su fe en Él. Ser salvo no significa simplemente creer en el Señor Jesús, sino creer y confesar que uno es creyente. La confesión es muy importante. La fe cristiana no sólo se manifiesta en la conducta, sino también en aquello que proclamamos con nuestros labios. Debemos confesar con nuestra boca: “¡Yo soy cristiano!”. No es suficiente que un cristiano manifieste una buena conducta; él debe también confesar con su boca. Si no tenemos labios que confiesan al Señor públicamente, tampoco existirá el cristianismo. La Escritura es muy clara: “Con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Ser cristiano es creer con el corazón, y confesar con la boca.
III. NUESTRA CONFESIÓN
Y LA CONFESIÓN DEL SEÑOR
El Señor dijo: “Pues a todo el que en Mí confiese delante de los hombres, Yo en él también confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:32). Agradecemos al Señor porque si lo confesamos a Él hoy, en aquel día Él también nos confesará a nosotros. El Señor también dijo: “Pero a cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (v. 33). “Mas el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios” (Lc. 12:9). ¡Qué contraste! Todo lo que tenemos que hacer es confesar que el Señor excelente, el distinguido entre millares, es el Hijo de Dios, y entonces Él nos confesará delante del Padre celestial y de los ángeles de Dios. Si usted piensa que es difícil confesar a tan glorioso Señor delante de los hombres, el Señor también tendrá dificultad en confesar delante de Su Padre a una persona como usted cuando Él retorne en la gloria del Padre. No debemos evitar confesar al Señor por temor a los hombres (Is. 51:12) Si hoy es difícil para nosotros confesar a Jesucristo, el Hijo del Dios viviente; en aquel día, cuando Él regrese, le será difícil a Él confesarnos ante Su Padre y ante todos los ángeles gloriosos. ¡Éste es un asunto muy serio!
En realidad, no es difícil confesar al Señor, especialmente si comparamos nuestra confesión con la Suya. Es muy difícil que Él nos confiese a nosotros porque somos los hijos pródigos que recién regresamos a casa, y no hay nada bueno en nosotros, pero Él nos confesará delante de Su Padre en el futuro. ¡Confesémoslo ante los hombres hoy!
Quiera Dios que desde el principio los recién convertidos no se avergüencen de confesar al Señor. Jamás seamos cristianos secretos.

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Señales de los últimos tiempos

Requisito para pertenecer a la iglesia de Jesucristo

“La iglesia es la única comunión fraternal en el mundo cuyo único requisito para integrarla es la falta de mérito del candidato.”

Robert Munger