miércoles, 24 de junio de 2009

El círculo virtuoso de Jesucristo

Marcos 1:14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
1:16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
1:17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
1:18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.
1:19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
1:20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
1:19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
1:20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
1:21 Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.
1:22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
1:23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,
1:24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
1:25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
1:26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.
1:27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
Mar 1:28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
1:29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
1:30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.
1:31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.
1:32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
1:33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
1:34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
1:35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
1:36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban;
1:37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.

Estos versículos del evangelio de Marcos detallan un día en la vida de Jesús.
El relato nos habla de un comienzo de la predicación del Reino de Dios, luego del llamamiento de los discípulos, más adelante nos muestra a Jesús enseñando en la sinagoga, echando a un espíritu inmundo en la misma sinagoga, luego yendo a la casa de Simón y sanando a la suegra y ya habiéndose puesto el sol le trajeron a los enfermos y a los endemoniados y a muchos sanó, según dice la Palabra de Dios.
Una jornada agotadora podríamos decir. Haciendo bienes y con el mal/o en continua oposición a sus iniciativas y a sus hechos.
Lo hecho por Jesús, que figura en el relato bíblico, tiene como precedente el haber estado ayunando durante cuarenta días y cuarenta noches (Mateo 4: 2) buscando la comunión con su Padre en una situación de negación de las necesidades básicas y en medio de la nada: el desierto.
El porqué del ministerio de Jesucristo y de su vida se encuentra en este pasaje claramente.
Jesús inicia su ministerio después de superar la tentación que le hiciera Satanás; victoria que le fuera dada sólo por la búsqueda de la Presencia de Dios por medio de la negación de sí mismo en un lugar inhóspito en el que no había nada en que basarse ni nada a lo que recurrir como ayuda.
Salmos 73:25 "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra."

La clave no era la bendición sino el Dador de la bendición. Jesús tenía y era contenido por el Dador de la bendición: Dios Padre.

Muchas veces tenemos la tendencia a hacer una interpretación romántica de la vida y de nuestra fe.
Tenemos una tendencia a interpretar el texto bíblico dejando de lado el aspecto sacrificial diario y el aspecto disciplinario del día a día.
Discípulo y disciplina tienen la misma raíz.
Vemos el sacrificio final de Jesús en la Cruz como EL SACRIFICIO, y está bien que así sea, pero en la vida de Jesús se aprecia una continua necesidad de la Presencia de Dios y una continua negación de sí mismo en búsqueda de esta Presencia plena de Dios en Él .
Una cuestión de necesidad imprescindible.
La vida de Jesús reclamaba: ¡¡¡Padre, necesito de tu Presencia de modo imprescindible!!!
Alguno dirá que Jesús no tenía semejante necesidad porque Él mismo era Dios hecho hombre.
Sin embargo, esta afirmación no tiene en cuenta algo esencial de la fe cristiana y es que Cristo se despojó a sí mismo de su deidad y vivió como Hombre por fe.
Filipenses 2:5 "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
2:6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
2:7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres..."

Es desde esta perspectiva que se ve claramente que como Hombre perfecto, Él necesitaba de la comunión con su Padre más que del mismo aire para respirar y vivir.

Esta es la clave de su vida y también de la nuestra. 
Su vida dependió de la Presencia de Dios y la Presencia de Dios dependió de su búsqueda de la Presencia de Dios.
Una búsqueda circular: La Presencia de Dios lo hacía orar y buscar continuamente la Presencia de Dios y a su vez la oración lo llevaba a la misma Presencia de Dios que lo llevaba nuevamente a un diálogo pleno con su Padre en oración: Un círculo virtuoso Perfecto.
Jesús decía: ¡Padre, sin ti nada puedo hacer! ¡Necesito de ti!

Es por esto que Jesús, el mismísimo Hijo de Dios dio el fruto que dio, porque su ministerio fue marcado por esta necesidad fundamental.
Lo cierto es que Jesucristo fue 100 % inspiración de Dios y 100 % transpiración y sacrificio puesto al servicio de Dios y de los hombres, y el motor de esto fue la Presencia plena de Dios en Él que Él mismo buscó en forma desesperada.

Veámoslo sin romanticismo
Esto le costó, madrugar y dedicarle a Dios su Padre la primeras horas de la mañana no le era fácil.
Apartar tiempo para tener nuestro devocional cuesta, hay que dejar cosas de lado. Pero que mejor que dejar cosas de lado para ir al encuentro con el Dios verdadero, con nuestro Padre Bueno.
Es por esto que el pasaje que leímos al principio de esta entrada nos dice que al día siguiente en Marcos 1:35, nos dice que luego de una jornada agotadora:
"Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba."


Jesús sabía de la bendición y de lo maravillosa que es la continua y plena compañía de Dios en su vida, y no cambiaba todo el universo por esto.

La vida de Cristo estuvo marcada por la plenitud de Dios en Él y esto fue así por la búsqueda que Él hizo de la Presencia de Dios por medio de la oración.

Pidamos a Dios que la experiencia de Jesús se haga realidad concreta en nuestras vidas.

¡Cuidate!
¡Dios te bendiga!

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domingo, 21 de junio de 2009

Oremos pidiendo revelación

Oremos pidiendo revelación, de Watchman Nee

Lectura bíblica: Ef. 1:3-23

Cuando comenzamos a conocer a Dios, Su obra y Su plan eterno, el cual se había propuesto desde la eternidad, empezamos a descubrir que la luz que encontramos en el libro de Efesios, es abundante y especial. Debemos entender ante el Señor, que en este libro Dios motivó a Pablo a hacer dos oraciones. Una se encuentra en el primer capítulo, y la otra en el tercero. La oración del capítulo uno es básica, mientras que la del capítulo tres está relacionada con la edificación. En el capítulo uno Pablo oró para que recibiéramos luz acerca de nuestra relación con el Señor. Pero en el capítulo tres no sólo pidió esto, sino que también oró para que pudiéramos ver nuestra relación con la iglesia.

Hablemos de la oración de Pablo en el capítulo uno. En el versículo 17 Pablo oró: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El”. ¿Por qué pidió Pablo a Dios que los santos tuvieran espíritu de sabiduría y revelación? Para que recibieran lo siguiente:

1) “...el pleno conocimiento de El” (v. 17). Esto significa conocer a Dios mismo.

2) “...cuál es la esperanza a que El os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos” (v. 18). Esto se refiere al plan eterno de Dios y a su realización. El llamado de Dios consiste en que seamos Sus hijos, Su heredad. Este llamado fue hecho desde antes de la fundación del mundo. En la eternidad futura, El tendrá una heredad en los santos, una herencia llena de las riquezas de Su gloria. En la eternidad Dios tomó una decisión, y en el futuro, obtendrá el resultado. Estos dos asuntos tienen su consumación en Su plan eterno y Su meta. Lo que Pablo estaba tratando de hacer era darnos a conocer el plan eterno de Dios.

3) “Y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos” (v. 19). Este es el poder que Dios utiliza para lograr Su meta y llevar a cabo Su plan; y tiene que ver particularmente con la relación que El tiene con el hombre en Su plan eterno. Debemos conocer estos asuntos, y recibir la revelación acerca de ellos delante del Señor.

EL PLENO CONOCIMIENTO DE EL

Pablo oró a Dios para que nos diera espíritu de sabiduría y de revelación, a fin de que conociéramos estos tres asuntos. El primero es “el pleno conocimiento de El”. Qué maravilloso es que podamos conocerlo plenamente.

Cuando Pablo estuvo en Atenas, pasó junto a un altar que tenía la siguiente inscripción: “AL DIOS NO CONOCIDO” (Hch. 17:23). En la mente de los atenienses era imposible conocer a Dios. Ellos no podían conocer a Dios por medio su intelecto o sus filosofías; lo único que podían hacer era formular hipótesis y especulaciones acerca de Dios. Sin embargo, seguían sin conocer a Dios. Es similar al presente, cuando el hombre reconoce que Dios existe pero no lo conoce.

Antes de que el Señor Jesús muriera, dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo” (Jn. 17:3). El nos mostró lo que es la vida eterna; ésta es simplemente el conocimiento de Dios. Los santos de Efeso ya conocían a Dios; no podemos decir que no sabían nada acerca de El. Podemos asegurar que lo conocían, pues tenían vida eterna. Sin embargo, Pablo pidió en la primera oración que Dios les diera “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de El”. Mientras que los atenienses no conocían a Dios en absoluto, esta oración revela que alguien que ha recibido la vida eterna y que tiene un conocimiento inicial de Dios, puede no conocerlo debidamente.

Después de creer en el Señor, o unos años más adelante, no podemos decir que no conozcamos nada acerca de El. No obstante, con frecuencia dependemos mucho de nuestro intelecto o nuestros sentimientos como apoyo en nuestro camino. Conocemos un poco a Dios, pero dependemos mucho de nuestros pensamientos e ideas, pues nos parece que nuestro conocimiento de Dios no es tan seguro, y que nuestros razonamientos no son dignos de confianza. Por lo tanto, muchas veces requerimos la ayuda de nuestra mente para mantenernos en la senda cristiana. Tal parece que cuando experimentamos un punto muerto en nuestros razonamientos o doctrinas, no podemos seguir adelante. En otras ocasiones necesitamos sentir ánimo, gozo o euforia. Requerimos de esta clase de sentimientos además del conocimiento que tenemos de Dios para poder seguir adelante.

Pero un día Dios nos da un espíritu de sabiduría y de revelación. El nos revela Su persona de una manera nueva, especial y segura; de tal forma que no sólo decimos que lo conocemos, sino que también podemos declarar: “Ahora sé y he visto claramente. Ya no necesito apoyarme ni en la mente ni en los sentimientos. Ahora tengo el pleno conocimiento de Dios”.

Tal vez algunos no entiendan de qué estoy hablando. Así que, les daré algunos ejemplos. En cierta ocasión alguien dijo: “He sido creyente por veintidós años. Durante los dos primeros, traté con todas mis fuerzas de creer. Si en ese tiempo me hubieran preguntado si era salvo, sin vacilar habría dicho que sí. Yo sabía que era salvo y que tenía vida eterna. No obstante, había un problema. Cuando me preguntaban si creía en Dios me era muy difícil responderles que sí. Era como si estuviera rechazando mi fe como un incrédulo, en vez de asirme de ella. Creer en el Señor era algo agotador. ¿No creía realmente en Dios? ¡Claro que sí! ¿Pero en verdad le conocía? No, no le conocía. Necesitaba muchos argumentos y doctrina para apoyar mi fe. Sólo estaba en paz cuando hallaba suficientes razones para justificarme y cuando recordaba las doctrinas correctas. Sólo entonces podía hablarles a otros acerca de mi fe. Necesitaba el respaldo de mi intelecto para ser creyente. Pero hoy puedo testificar que eso quedó atrás. Ahora puedo afirmar que conozco a Dios. No necesito razones que sostengan mi fe ni evidencias externas para defenderla.

Hermanos, esto es lo que sucede cuando verdaderamente conocemos a Dios. Este conocimiento viene por revelación. No depende de qué tan claramente entendamos la doctrina, sino de un conocimiento interior, el cual es distinto al que tuvimos cuando recién creímos, el cual teníamos que manipular con mucho cuidado, como si fuera un vaso de agua que no queríamos derramar. Para muchos creer en el Señor Jesús es como sostener un vaso rebosante de agua, que temen derramar. Temen oír diferentes cosas. Pero un buen día Dios les concede revelación, y llegan a conocerlo. Empiezan a recibir el pleno conocimiento de El, y en verdad lo ven. Entonces los problemas se desvanecen. Hermanos, si verdaderamente conocen a Dios, toda la fe del mundo no les ayudará, ni les estorbará toda la incredulidad del mundo. Aun si los razonamientos de otros parecen tener bases, y demuestran convincentemente que la Biblia es falsa, y aun si existieran más razones para dudar que para creer; nada de eso nos sacudiría. Podrían declarar con atrevimiento: “Yo conozco interiormente; mi conocimiento es más profundo que mi intelecto y que mis sentimientos. Nada externo puede sacudir el conocimiento que tengo en mi interior”.

Este es un asunto crucial. Muchos cristianos viven de acuerdo con sus sentimientos. Si se sienten felices y están llenos de gozo, dicen que Dios les ha dado gracia. Pero si se sienten fríos e indiferentes y pierden el gusto por todo, casi pueden llegar a decir: “¿Dónde está Dios? ¡Es difícil conocerle! Muchos se sostienen sólo por sus sentimientos. Una vez que sus sentimientos se alejan, flaquean y son sacudidos. Esto se debe a que no tienen el pleno conocimiento de Dios, y Dios tiene que llevarlos al nivel en que no importa si se sienten fríos o fervientes, indiferentes o entusiasmados, pues conocen a Dios. Nuestro conocimiento es más profundo que nuestro gozo, nuestras penas, o cualquier otro sentimiento. Aunque exteriormente podamos tener gozo, dolor u otro sentimiento, nada de esto nos moverá. Sólo creyentes que tengan este conocimiento permanecen y no son sacudidos. Dios sólo utiliza a tales creyentes.
Había un hermano a quien poco después de creer en el Señor alguien le dijo que la Biblia tenía errores. Se preocupó tanto que estaba a punto de llorar. El creía que la Biblia estaba correcta y que era imposible que tuviera errores. Sin embargo, como le mostraron algunos presuntos errores, se confundió mucho. Estaba muy preocupado pensando en lo que pasaría si la Palabra de Dios verdaderamente tuviera dichos errores. Le refirió estas cosas a una hermana mayor que él. Pensó que ella también se preocuparía al escuchar acerca de los aquellos errores de la Biblia, ya que ella amaba mucho al Señor y a Su palabra. Pero para su sorpresa, después de que le comentó el asunto, la hermana actuó como si nada hubiera sucedido. Lo único que dijo fue: “No importa”. El hermano pensó: “Si a usted no le importa, a mí sí”. El la presionó para que le diera una respuesta, y finalmente ella le dijo que el conocimiento que uno pueda tener de Dios, no depende de que tales preguntas sean contestadas. El pensó: “Tal vez una persona mayor como usted no necesite hacerse estas preguntas, pero yo soy joven y tengo una mente activa. Yo no puedo descartar el asunto tan fácilmente”. Así que aquel hermano dedicó un año a estudiar la Biblia e investigar tales controversias. Con el tiempo encontró evidencias que le demostraron que no había errores en la Biblia. Sintió que le habían quitado un gran peso de su corazón. Este hermano llegó a conocer verdaderamente a Dios, pero no había necesidad de que hubiese perdido tanto tiempo preocupándose. Hermanos, si conocen plenamente a Dios, aunque surjan preguntas como ésas, no tendrán ningún peso en sus corazones ni nada les perturbará. Otros pueden presentar sus argumentos, pero los creyentes pueden comprobar una sola cosa: que Dios es Dios. Nosotros conocemos a nuestro Dios y sabemos que El es verdadero. Una vez que lo conocemos; “lo conocemos”. Si lo conocemos en plenitud, todo problema desaparece. No importarán los razonamientos ni las doctrinas, por más claras que parezcan; sólo importará la revelación, la cual sí es indispensable. Debemos pedirle a Dios que nos dé un espíritu de revelación, para recibir el pleno conocimiento de El. Tal conocimiento es fundamental y necesario para todo creyente.

EL LLAMAMIENTO DE DIOS
Y SU HEREDAD


Dios no sólo quiere que lo conozcamos a El, sino también a Su llamamiento. El quiere que sepamos lo que es nuestro llamamiento y nuestra herencia en los santos. En otras palabras, no sólo quiere que conozcamos Su persona, sino también lo que está llevando a cabo de eternidad a eternidad. El desea que conozcamos Su plan eterno y Su propósito.

Efesios nos habla de asuntos que abarcan toda la eternidad. Nos muestra el plan eterno de Dios. Pablo habla del llamamiento de Dios, Su herencia en los santos, y Su poder para con nosotros los que creemos. Nos dice que cuando un creyente verdaderamente entiende el plan eterno de Dios, y cuando ve lo que Dios está llevando a cabo de eternidad a eternidad, llega a comprender que el plan eterno de Dios tiene que ver con todo aquel que es llamado, con la herencia que Dios tiene en los santos, y con el poder que El manifiesta en ellos. Esto nos muestra que el plan eterno de Dios no es abstracto ni trivial ni podemos prescindir de él ni desecharlo. Hermanos, el plan eterno de Dios tiene una estrecha relación con cada uno de nosotros. Cuando hablamos de este plan no hablamos de algo misterioso e incomprensible, pues este plan está relacionado con nuestro llamado, con la herencia de Dios, y con Su poder y Su operación en nosotros.

Primero hablemos del llamamiento de Dios y Su heredad, y luego de Su poder, el cual se manifiesta hacia nosotros.

En primer lugar, veamos el llamamiento de Dios. El versículo 18 dice: “Para que, alumbrados los ojos de vuestro corazón, sepáis cuál es la esperanza a que El os ha llamado”. No sé cuántos creyentes estén enterados de que fueron llamados a una esperanza. Muchos sólo tienen la esperanza de ir al cielo. Damos gracias al Señor porque existe un cielo; pero el cielo no es la meta a la cual Dios nos ha llamado ni es la esperanza de Su llamamiento. ¿De qué se trata entonces este llamamiento? el versículo 4 dice: “Según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor”. Este es el llamamiento de Dios, que seamos como El. Por un lado, El desea que seamos santos, y por otro, que seamos irreprensibles y sin mancha. ¡Qué gran llamamiento! Si ustedes nunca se han sentido débiles, y nunca han reconocido que tienen errores, no comprenderán lo especial de este llamamiento. Pero si están conscientes, aunque sea un poco, de cuán débiles e inútiles son y de cuán errados han estado, comprenderán lo valioso que es este llamado. Entonces dirán: “Gracias Señor, Tú me has llamado para ser santo y sin mancha; irreprensible y perfecto como Tú”. Damos gracias al Señor porque un día alcanzaremos la meta por la cual nos escogió. No importa cuán débiles e inútiles seamos ahora, ni cuántos defectos tengamos, pues gracias a El, un día, nos conducirá al nivel en que nos podremos presentar ante El, santos y sin mancha, como El. Esto es lo que Dios escogió para nosotros, y para esto nos llamó. Ya que El planeó esto, sin duda lo cumplirá. Ya sabemos la esperanza que tenemos delante de Dios. Tenemos una esperanza, y esta esperanza es llegar a ser como Dios. Pues para esto nos escogió y nos llamó.

En segundo lugar, veamos lo que es la herencia en los santos. El versículo 18 dice: “Para que, alumbrados los ojos de vuestro corazón, sepáis ... cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos”. ¿Qué es la herencia de Dios en los santos? Los santos son la herencia de Dios; ellos son Su posesión. Este versículo no dice que Dios dio a los santos una herencia, sino que los santos mismos son Su herencia. Pablo dice que Dios tiene una herencia en los santos, la cual es gloriosa. Y no sólo es gloriosa, sino que aun en ella se encuentran las riquezas de la gloria.

En Efesios 1:5 y 11 se utiliza la palabra predestinación. El versículo 5 dice: “Predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad”. Fuimos predestinados para filiación. Y el versículo 11 dice: “En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. Fuimos predestinados para ser Su herencia. Vemos una pequeña diferencia entre los versículos 5 y 11, aunque están relacionados.

Dios tiene un plan eterno que se extiende de la eternidad a la eternidad. Su plan consiste en obtener muchos hijos. Muchos no comprenden la grandeza de la filiación. Pero nosotros debemos entender que la meta de Dios es tener muchos hijos. Su plan se relaciona con “tener hijos”. En Gálatas 4:6 dice: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” Esto nos muestra que Dios puso el Espíritu de Su Hijo en nosotros para hacernos Sus hijos. En Hebreos 2:10 leemos: “Porque convenía a Aquel para quien y por quien son todas las cosas, que al llevar muchos hijos a la gloria...” Vemos que Dios llevará muchos hijos a la gloria. Su propósito es obtener muchos hijos y llama a esos hijos Su herencia. En Efesios 1 Dios nos muestra, por un lado, que El nos predestinó para que seamos Sus hijos (v. 5), y por otro, que nos predestinó para que seamos Su herencia (v. 11).

¿Qué significa ser la herencia de Dios? La herencia de Dios es algo que pertenece a El. Dios nos predestinó para que seamos Sus hijos y para que seamos Su herencia. Todos nosotros le pertenecemos a El. Pablo oró pidiendo que los ojos de nuestro corazón fueran iluminados, para que viéramos las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. ¿Qué es la gloria? Esta gloria consiste en llegar a ser lo que Dios es y en glorificarlo. Este es el deseo de Dios. El nos escogido para que seamos Su pueblo, Su herencia y Sus hijos. Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos cuán glorioso es esto.

No sólo debemos conocerlo a El; también debemos conocer Su obra, Su plan y Su meta. Para tener este conocimiento, necesitamos una visión. De no ser así, nuestra vista será muy pobre, limitada y temporal. En cuanto a las obras espirituales, a menudo nos hallamos ocupados con los pequeños proyectos que están en nuestras manos. Nos alegramos cuando vemos resultados de nuestras obras, y tristes cuando no los vemos. Nuestra visión se limita a una pequeña esfera, y no vemos las cosas grandes e importantes. Lo que vemos es insignificante. Somos semejantes a un niño pequeño con un billete de diez dólares; está asombrado con él, pues es todo lo que posee. Muchas veces nuestra visión es tan pequeña que no vemos lo que es eterno. Debemos entender que la visión de Dios se extiende de eternidad a eternidad. El desea abrir nuestros ojos y librarnos de nuestra estrechez. El hombre es muy limitado. Nosotros somos tan estrechos como las obras de nuestras manos. Dios quiere librarnos de esta esfera tan estrecha. Quiere mostrarnos la esperanza de nuestro llamamiento y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. El asunto no se circunscribe a la necesidad del hombre, sino que se relaciona con la necesidad de Dios. ¿Por qué tenemos que predicar el evangelio? No lo hacemos sólo porque el hombre tenga una necesidad, sino porque Dios tiene una necesidad aun mayor. No piense que el evangelio de la gracia y el evangelio del reino son diferentes. Son un mismo evangelio pero visto desde dos perspectivas diferentes. Del lado humano, lo vemos como el evangelio de la gracia; y del lado divino lo vemos como el evangelio del reino. Dios intenta atraer a muchos a Sí mismo, y contar con ellos para el cumplimiento de Su propósito. Esta es la razón por la que no debemos basar nuestro trabajo exclusivamente en el punto de vista humano, sino en la perspectiva de Dios. Dios desea obtener un pueblo; desea ganar a los hombres para glorificarse a Sí mismo. Al predicar el evangelio y traer nuevos creyentes tenemos como fin satisfacer esta necesidad de Dios. Por tanto, los hijos de Dios necesitan una visión de la eternidad. Dicha visión cambiará nuestra obra, nuestra perspectiva y nuestra vida cristiana. Una vez que la tengamos, no tendremos que permanecer en nuestra insignificante obra, ni en los puntos de vista y métodos del pasado; ni tendremos por qué estar preocupados todo el tiempo por nuestras insignificantes ganancias o pérdidas.

Algunos hermanos ya han escuchado antes del plan de Dios y Su propósito. Pero cuando vuelven a sus respectivas obras y predican el evangelio, dicen: “No sé cómo relacionar mi trabajo con el plan de Dios, pues cuando me involucro con mi trabajo y me dedico a él, pierdo de vista lo que había escuchado del plan de Dios y Su propósito. El plan eterno de Dios y Su propósito se desvanecen por completo. Mientras escuchaba acerca de ellos, los veía muy claro. Pero pronto lo olvido todo”. Tenemos que estar conscientes de que lo que oímos puede olvidarse fácilmente, mas no así lo que vemos. Es fácil olvidar doctrinas, pero no es fácil olvidar una visión. Por lo tanto, es crucial que veamos algo y que en realidad los ojos de nuestro corazón sean abiertos. Si Dios abre los ojos de nuestro corazón y si en verdad hemos visto el llamamiento de Dios, Su herencia, Su plan y Su propósito, espontáneamente entenderemos que toda nuestra labor, sea pequeña o grande, debe estar relacionada con el plan de Dios. Si nuestras actividades no están unidas al plan de Dios, no pueden contarse como Su obra.

Es necesario que Dios abra nuestros ojos y nos dé una visión, lo cual sería una gran liberación de nosotros mismos y de nuestro estrecho mundo. Comprenderemos que mientras la obra eterna no sea terminada, será imposible tener reposo. En tanto que el plan eterno de Dios no se cumpla, será imposible estar satisfechos. El cometido de nuestro corazón, la carga que pesa sobre nuestros hombros y las obras de nuestras manos, deben ocuparse exclusivamente en lo que Dios intenta llevar a cabo. Aun la más pequeña acción debe estar encaminada hacia la edificación de la obra que se extiende de eternidad a eternidad. Que el Señor nos conceda gracia para permanecer en esta visión. Cuán fácil es que la perdamos de vista, y cuán fácil es que en nuestra obra perdamos la visión. Dios no quiere necesariamente que realicemos grandes obras. Eso sí, cualquier obra que hagamos, debemos hacerla dentro de esta gran esfera, unida a la gran meta, y debe ser parte de la gran obra. No es fácil determinar si la obra de nuestra vida se limita a lo poco que estamos haciendo, pero si es lo que Dios quiere que hagamos, en realidad es una gran obra porque forma parte de la gran obra que Dios está llevando a cabo de eternidad a eternidad.

EL CONOCIMIENTO DE SU PODER

Efesios menciona algo que se extiende de eternidad a eternidad. Por un lado, tenemos la eternidad pasada. En ella Dios llevó a cabo una predestinación, un plan y una voluntad. Por otro, tenemos la eternidad futura. En ella Dios realizará Su propósito y obtendrá lo que El será para siempre. Pero, ¿qué está realizando en medio de las dos eternidades, dentro de la expansión del tiempo? ¿Y qué está haciendo hoy para llevar a cabo lo que determinó desde la eternidad pasada y lo que obtendrá en la eternidad futura?

La oración de Pablo presenta dos aspectos, uno general y uno personal. Desde la perspectiva general, él oró para que tuviéramos el pleno conocimiento de Dios, para que conociéramos la esperanza de nuestro llamamiento, y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. Y desde el ángulo de la aplicación personal, oró para que llegáramos a conocer “la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos”. Después de que conocemos a Dios y Su obra de eternidad a eternidad, experimentamos tal poder dentro de nosotros, y sólo entonces el aspecto específico y personal empieza. Primero necesitamos la visión general, para después tener la aplicación personal. Muchos cristianos han descuidado por completo el primero de estos dos aspectos; piensan que pueden prescindir del conocimiento de Dios y de Su voluntad eterna; y toman como su prioridad obtener el poder de Dios para sí mismos. Y llegar a ser más santos, más victoriosos y más espirituales en sí mismos. Su atención está en ellos mismos y no en Dios. Pero el enfoque de Dios es diferente: por medio del conocimiento que tengamos de El y de Su propósito eterno, El obra en nosotros hasta llevarnos a cumplir Su propósito eterno. Dios obra en nuestro interior con el fin de cumplir Su voluntad eterna. Todas nuestras victorias personales y nuestras obras individuales deben estar dirigidas al cumplimiento de la meta eterna de Dios.

Muchos hijos de Dios toman con reservas este asunto. Su atención está centrada principalmente en sus cosas personales; les preocupan sobre todo sus victorias personales, su santidad personal, y que sus oraciones individuales reciban respuesta. Esta es la condición de los que no buscan al Señor de corazón y también de los que, aunque buscan al Señor, les preocupa ante todo conducirse de la manera más apropiada ante el Señor. Muchas veces no tienen interés en el Señor sino en que sus problemas personales se resuelvan. Su atención está fija en sus problemas personales. Todo su deseo y esperanza es simplemente que Dios les dé paz y felicidad. Un gran número de creyentes están centrados en sí mismos; toda su vida y toda su atención giran en torno de sí mismos, y no del Señor.

Es verdad que Dios desea obrar en nosotros y que necesitamos victorias personales, santidad, poder, fortaleza, libertad y liberación. Pero hay cosas mejores que ésas. Dios quiere que tengamos una visión, y que conozcamos la meta de todo lo que El está haciendo; además, El desea obrar en nosotros para cumplir esa meta. La meta de Dios no consiste simplemente en concedernos una vida santa y vencedora. Su meta no es tan pequeña. Dios desea mostrarnos la obra que se propone a realizar de eternidad a eternidad. Toda persona redimida tiene parte en Su plan, y Dios obra en ella en conformidad con la operación de la fuerza de Su poder, a fin de cumplir Su plan eterno.
Con base en todo lo anterior, debemos ver un principio crucial; que Su obra personal en el individuo depende de la visión que éste tenga; y que el poder personal que la persona reciba se basa en la visión que tenga. Primero viene la visión y después el poder. Primero es lo general y luego lo específico y personal. Si alguien no tiene la visión, no puede esperar que Dios obre en su interior. Supongamos que un padre le pide a su hijo que le compre algo, y le da el dinero para ello. El padre no espera que su hijo obtenga más dinero, sino simplemente que le traiga lo que le encargó. De igual manera, Dios nos dio poder no sólo para que tengamos un deleite personal y espiritual, sino para lograr Su meta. Debemos examinar a fondo este asunto delante del Señor. Tal vez pensemos que este asunto es demasiado amplio. Y ciertamente lo es, pero está estrechamente relacionado con nuestro futuro espiritual. Muchos nunca experimentan una obra personal de Dios en sus vidas debido a que nunca han recibido una visión. Toda obra personal se basa en la visión que recibimos de Dios. La visión viene primero, y la obra personal y específica luego. Primero obtenemos la visión, y luego experimentamos la obra. Primero conocemos la esperanza del llamamiento y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos; y luego experimentamos la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros. Que el Señor nos conceda gracia para que veamos que no es suficiente ser siervos en la casa de Dios; ni sólo llevar a cabo algunos deberes. Sólo los amigos de Dios conocen Su corazón. Deben ver, conocer y tener una visión que los atraiga y que capture su corazón, hasta el grado que comprendan que el Señor toma lo que ellos hagan como parte de Su obra.

Sólo llegamos a ser útiles al Señor cuando tenemos la visión; únicamente podemos ser usados cuando conocemos la obra de Cristo y el poder de Dios en nosotros. Tal visión nos permite ver el plan de Dios, y tal poder nos capacita para cumplirlo. La visión nos permite entender el plan de Dios, mientras que el poder nos permite llevarlo a cabo. El apóstol nos muestra que no sólo debemos conocer la esperanza del llamamiento de Dios y las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos; sino también “la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos”. No sólo debemos conocer a Dios, Su plan y Su meta, sino también el poder de Su fuerza. Si el poder de Dios no ha realizado nada en nosotros, significa que no lo conocemos realmente, ni Su plan ni Su propósito. Si conocemos a Dios, y conocemos Su plan y Su propósito, mas no la supereminente grandeza de Su poder, estaremos sólo en un plano general y no personal ni experimental. Esta es la razón por la que debemos conocer a Dios cabalmente, tanto Su plan y propósito, como el poder de Su resurrección.

El versículo 19 dice: “Y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos”. Este poder es sin duda grande. Es tan grande que Dios tiene que abrir nuestros ojos para que podamos ver su grandeza. Es tan grande que ni aun los santos de Efeso alcanzaron a conocer toda su magnitud, ni a comprenderlo solos; necesitaron que Pablo orara por ellos para que Dios les concediera un espíritu de sabiduría y de revelación y que abriera los ojos de su corazón. Ni siquiera podemos determinar cuán grande es este poder. Sólo podemos decir que es muy grande; es más grande de lo que pensamos o nos imaginamos.

Por lo tanto, nunca debemos subestimar lo que está dentro de este vaso terrenal. Debemos entender que lo que está dentro de estos vasos terrenales es un tesoro (2 Co. 4:7). ¿Creemos esto? Hay un tesoro dentro de nosotros los vasos de barro. Este tesoro es tan precioso que aun nosotros mismos, quienes lo contenemos, no alcanzamos a ver cuán precioso es. Por un lado, vemos que los vasos terrenales son sólo un tabernáculo terrenal que pronto pasará; pero por otro, vemos la supereminente grandeza del poder del Señor para con nosotros. Los hijos de Dios debemos saber lo que recibimos en el momento de ser regenerados. Cuando un hombre es regenerado, recibe al Señor. Tal vez dicha experiencia dure sólo un minuto, pero le toma treinta o cuarenta años descubrir lo que recibió en ese minuto. La experiencia de aquel minuto sucede rápidamente, pero se necesitan treinta o cuarenta años para poder experimentar de manera continua aquel gran don que recibió en ese momento y para que Dios abra sus ojos a fin de que pueda ver tan grandioso don. De aquel minuto en adelante, la supereminente grandeza del poder de Dios empieza a operar en él. La regeneración acontece en un lapso muy corto. Sin embargo, aquellos cuyos ojos han sido abiertos, estarán de acuerdo en que lo que ellos poseen es la vida eterna y estarán de acuerdo también en que existe la supereminente grandeza del poder de Dios. Ningún hijo de Dios comprende cabalmente la grandeza que recibe en el momento de su regeneración, pero los que han experimentado un poco más de esta grandeza, son bienaventurados.

Nuestro crecimiento no depende de cuánto poder recibimos de parte del Señor, sino de cuánto vemos de ese poder. En el momento de regenerarnos, Dios depositó tal tesoro en nosotros los vasos terrenales; sin embargo, necesitamos toda una vida para descubrir la grandeza de este tesoro. Necesitamos toda una vida para descubrir qué clase de tesoro es éste. Si alguien no ve ninguna diferencia entre el tesoro que recibió el día en que fue salvo, y el tesoro que tiene diez o veinte años después, realmente no ha progresado en absoluto. Aunque ha vivido diez o veinte años como creyente, sigue siendo un niño recién nacido. Dios desea que veamos la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros, por medio de la revelación del Espíritu Santo. Nuestra debilidad o fortaleza depende de cuánto hayamos visto. Quienes tienen la visión, son fuertes; y los que no, son débiles. Los fuertes no son los que han recibido, ni los débiles los que no han recibido; pues todos hemos recibido. Lo crucial es si hemos visto o no. Dios obra en nuestro interior no porque le pidamos cosas. El ya nos dio todo lo que nos puede dar; todo está dentro de nosotros. Lo que tenemos que hacer ahora es pedir a Dios que nos dé espíritu de sabiduría y de revelación para poder ver lo que ya recibimos. Aquellos que ven tienen la experiencia. Muchos santos han experimentado un avance espiritual, no por haber recibido una infusión del poder de Dios, sino porque, volviendo en sí, exclamaron: “Gracias Señor, todas estas cosas son mías”. Ellos no rogaron incesantemente que se les concediera lo que les faltaba, pues se dieron cuenta de que ya lo tenían todo, y sólo agradecieron y alabaron a Dios. Aquellos que nunca han visto esto, no conocen la supereminente grandeza del poder de Dios.

¿Cuán grande es el poder de Dios? Pablo habla de “según la operación del poder de Su fuerza”. Debemos prestar especial atención a la expresión “según”. Debemos entender que el poder que actúa en los que creen, actúa según la operación del poder de Su fuerza. En otras palabras, el poder que opera en la iglesia es tan grande como el poder de la fuerza que operó en Cristo. El poder de la fuerza con que Dios opera en nosotros es tan grande como el poder de la fuerza con la que El operó en Cristo. No existe diferencia. No sé si ustedes han visto esto. Si no lo han visto, deben orar. No deben pensar que están bien en todo solamente porque leyeron el libro de Efesios unas cuantas veces o porque han memorizado los versículos 19 y 20 del primer capítulo. Lo que verdaderamente cuenta es la revelación y la visión que reciban. Pablo oró pidiendo que nosotros pudiésemos ver la supereminente grandeza del poder de Dios que recibimos. Si no vemos que el poder que está en nosotros es el mismo que está en Cristo, debemos seguir pidiendo que podamos ver. Si el poder manifestado en nosotros no es el mismo manifestado en Cristo, tenemos que confesar que todavía hay cosas que no hemos visto. Debemos reconocer humildemente que hay muchas cosas que aún no vemos, y que necesitamos que Dios nos las muestre. Sea que las hayamos visto o no, eso no cambia el hecho: el poder que se encuentra en los que creen en Cristo, es tan grande como el poder que está en Cristo mismo. Damos gracias al Señor porque éste es un hecho. Que el Señor abra nuestros ojos para que podamos ver. No tenemos que pedir a Dios que nos transmita más poder. Sólo tenemos que pedirle que nos ayude a descubrir lo que ya tenemos en nuestro interior. Si Dios abre nuestros ojos, y vemos, le alabaremos por lo que ya tenemos.

Ahora veamos qué ha hecho este poder. Pablo dijo: “Según la operación del poder de Su fuerza, que hizo operar en Cristo, resucitándole de los muertos” (vs. 19-20). Este poder facultó a Cristo para resucitar de entre los muertos. Hablar de la resurrección es precioso para nosotros. La resurrección significa ser librado de los dolores de la muerte (Hch. 2:24). La muerte no puede detener a Cristo. Nadie que haya muerto ha podido volver a la vida. Nunca ha habido tal persona. Todos los que murieron en otras épocas, permanecen muertos; no pueden regresar. No obstante, hubo un hombre que resucitó de los muertos. Este es nuestro Señor. El dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). El es la vida; por lo tanto, todo aquel que cree en El nunca morirá. El es la resurrección; así que quienes creen en El, aunque mueran, resucitarán. Todo el que ha muerto, está aprisionado por la muerte, nadie puede escapar de ella. Sólo un poder fue lo suficientemente grande como para entrar en la muerte y salir de ella. Este poder es el poder de Dios. Cuando ustedes ven que alguien muere y desean que pudiera seguir viviendo, en ese momento pueden comprobar cuán grande es el poder de la muerte. Es fácil que un hombre entre en la muerte pero es imposible que salga de ella. Es posible que un hombre se resista a vivir, pero es imposible que se resista a morir. La obra de Satanás se lleva a cabo por medio de las tinieblas y de la muerte. Pero el poder de Dios puede pasar por la muerte sin ser detenido por ella; el poder del diablo no puede vencer tal poder, ni el poder del Hades lo puede absorber. Esta es la resurrección. La resurrección pasa por la muerte y no es afectada por ésta. Este poder se encuentra ahora en nosotros. El mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos, nos capacita para pasar por la muerte sin ser atrapados por ella. El poder que permitió que el Señor Jesús fuera levantado de la muerte nos permitirá también a nosotros resucitar de entre los muertos.

Este poder no sólo levantó a Cristo de la muerte sino que también lo sentó “a Su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo”; además, “sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. Dios dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Cristo como cabeza sobre todas las cosas edifica la iglesia. Esta es la razón por la que la iglesia puede recibir el poder del Señor. Hermanos, tal es el poder que se encuentra en ustedes; tal es el tesoro que tienen en su interior. Si aun así, todavía dicen que no pueden ser creyentes, ¿qué más puede darles Dios para que lo sean? Deben decir al Señor: “No me tienes que dar nada más. Ya lo has hecho todo”. Este poder se encuentra ahora en ustedes. Para un creyente no existe problema imposible de resolver, ni tentación insuperable. El poder que el creyente tiene en su interior es el poder de resurrección, el cual lo trasciende todo y es el mismo poder que puso todas las cosas bajo los pies de Cristo. También es el mismo poder que operó en Cristo.

Pablo tuvo mucho cuidado al escribir el libro de Efesios. El temía que erróneamente pudiéramos pensar que esta obra específica era personal, y por ello después de la expresión: “lo dio por Cabeza sobre todas las cosas...”, añadió: “a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo ” (vs. 22-23). La obra aplicada del Señor no se dirige a creyentes individuales, sino al Cuerpo. Dios nos muestra que Su plan eterno está relacionado con la iglesia, y no con los creyentes individuales. Es la iglesia la que se relaciona con el plan eterno de Dios. En la eternidad pasada Su plan se relaciona con la iglesia; en la futura también se relaciona con la iglesia y en la actualidad, la obra de Dios también gira en torno a la iglesia. Todo tiene que ver con la iglesia, no con los creyentes en forma particular. Dios quiere que la iglesia reciba este poder, no los individuos. Solos nunca podremos adquirir este poder. Tenemos que pedir a Dios que nos dé Su gracia para que veamos el Cuerpo de Cristo, y que nuestra vida sólo puede ser preservada en el Cuerpo. Ningún miembro que esté aislado del Cuerpo será útil. La vida es preservada cuando ni nuestra vida interior ni la de otros es interrumpida. Si un vaso sanguíneo se rompe y la sangre brota sin parar, todo el cuerpo morirá. Por el lado positivo, cuando los oídos escuchan, todo el cuerpo escucha; cuando los ojos ven, todo el cuerpo ve; lo que un miembro recibe, lo reciben todos los miembros. Por lo tanto, tenemos que aprender a vivir en el Cuerpo. Debemos aprender a estimarnos menos a nosotros mismos y a valorar más a la iglesia. Tenemos que aprender a seguir adelante junto con todos los hijos de Dios y entender que el Cuerpo es el vaso corporativo que preserva la vida. Pablo dijo: “La iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. La supereminente grandeza del poder de Dios la experimentan aquellos que conocen la iglesia. Si alguien no ve la iglesia ni se niega a sí mismo, no tendrá forma de que la supereminente grandeza del poder de Dios se manifieste en él. Por lo tanto, cuando hablamos de la obra aplicada de Dios en nosotros, la unidad básica es la iglesia, y no el creyente individual.

Que Dios abra nuestros ojos para que realmente veamos Su obra en nosotros. Este gran poder viene de nuestra visión y no de otros medios de gracia. Lo más importante es la revelación y la visión. Es inútil simplemente escuchar las doctrinas. Si oímos muchas doctrinas, pero no tenemos ninguna revelación, no experimentaremos ningún poder en nosotros; y las doctrinas que escuchemos serán como cheques sin fondos, que nunca podemos cobrar ni hacer efectivos. Que el Señor nos libre de doctrinas huecas y nos conceda un espíritu de sabiduría y de revelación, de manera que verdaderamente podamos ver algo.

LA NECESIDAD DE REVELACIÓN
Ya vimos la oración de Pablo en el primer capítulo del libro de Efesios. En esa oración hay un punto principal: él esperaba que los creyentes recibieran un espíritu de sabiduría y de revelación, con el fin de que sus ojos fueran abiertos para ver ciertos asuntos. Efesios 1 habla de que todas las obras de Dios fueron concluidas. No es necesario que El realice más obras en nuestro favor, pero sí necesitamos recibir la revelación de las obras que ya efectuó. Dios tiene un plan y un propósito. Y hoy Sus hijos deben conocer dicho plan y dicho propósito. Hebreos 11:6 dice: “Es necesario que el que se acerca a Dios crea que existe”. Dios simplemente es; El nunca cambia. Nosotros necesitamos una revelación para ver a Dios. El apóstol oró para que Dios nos concediera un espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El, quien ya existe, para que pudiésemos tener un conocimiento pleno del plan que hizo de antemano y de las obras que ya realizó. Muchos creen que Dios hará nuevas determinaciones y nuevas obras en Su plan. Pero el apóstol nos mostró que Dios no necesita hacer esto. No importa si deseamos que el plan de Dios sea de esta o aquella forma; El ya lo decidió todo; sólo falta que nosotros veamos lo que El ya determinó. No tenemos necesidad de que haga nada nuevo; sólo debemos ver lo que ya llevó a cabo. Al ver, llegamos a tener una experiencia nueva. Necesitamos un espíritu de sabiduría para entender Su obra, y revelación para conocer lo que ha realizado. Solo así llegaremos a ser útiles a Dios.

Pablo nos mostró dos secciones de la obra de Dios. La primera fue realizada antes de la fundación del mundo, y la segunda en la cruz. Una se relaciona con Su plan eterno, el cual fue hecho antes de la fundación del mundo. La otra con nuestra caída y nuestro fracaso, los cuales El resolvió en la cruz. En la eternidad Dios determinó un llamamiento, una elección y una predestinación. Todo lo que El deseaba lo decidió antes de la fundación del mundo. Nadie puede cambiar lo que El escogió y predestinó. Desde la fundación del mundo el hombre cayó, y Satanás se infiltró en él con el fin de destruir la obra de Dios. No obstante, podemos contar con la supereminente grandeza del poder de Dios para con los que creemos. Aunque hubo una caída, también hubo una redención. Hubo una muerte, pero también una resurrección. Dios cuenta con un plan eterno y con una cruz para redención. Parecería como si el plan eterno hubiera sido dañado por el hombre, pero lo que la caída dañó, ha sido recobrado y restablecido por la resurrección. La cruz puede romper el hechizo de la caída, y la resurrección puede eliminar la muerte. Podemos ver que la obra de Dios fue concluida por medio de la cruz y la resurrección.

Dios culminó Su obra. Ninguno de nosotros tiene que pedirle que haga algo más. Algunos pueden decir: “Habría sido maravilloso si Dios hubiera hecho un arreglo adicional antes de la fundación del mundo”. Sin embargo, Pablo dice que el arreglo que Dios hizo antes de la fundación del mundo era perfecto. Tal vez pensemos: “Qué maravilloso sería si Dios hiciera algo más para nosotros hoy”. Pero lo que Dios desea es que entendamos que todas las cosas ya se realizaron en la cruz y por medio de la resurrección. Los creyentes de hoy no tienen que pedirle a Dios que haga nada más. Lo que necesitan es Su revelación. Pablo no oró para que Dios hiciera algo más; ni deseaba que Dios nos diera una gracia más rica. Tampoco oró para que Dios manifestara más de Su poder en nosotros. Sencillamente oró para que Dios nos diera espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El, y para que alumbrara los ojos de nuestro corazón a fin de que viéramos y conociéramos la esperanza de nuestro llamamiento, las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos y la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros. Pablo tampoco oró para que se nos diese más de Dios, sino para que viéramos la gloria, las riquezas y la grandeza de lo que recibimos. En el presente no nos falta la obra de Dios, sino la revelación de Su obra. Necesitamos ver más de la obra de Dios, no necesariamente que Dios haga más cosas. La oración de Pablo en Efesios 1 estaba dirigida a que los santos vieran lo que Dios ya efectuó. El no oró para que Dios les diera a los creyentes más poder; ni para que llevara a cabo más obras. Su oración consistió en pedir sabiduría y revelación, las cuales nos capacitan para que veamos lo que Dios ya realizó. La respuesta a esta oración es que nosotros veamos. No es un asunto de si Dios hace algo o no, sino si nosotros recibimos revelación o no. Hay una gran diferencia entre estos dos asuntos. Muchos creyentes esperan “cosas”, como si Dios nunca hubiera hecho nada en ellos, ni les hubiera dado nada. Sin embargo, lo especial de Efesios 1 es que nos muestra que Dios ya lo hizo todo; no nos dejó nada a nosotros. Dios realizó todas las cosas en la eternidad pasada, sobre la cruz y en la resurrección. Sólo nos resta hacernos una pregunta: ¿Podemos ver Su obra completa? Lo importante no es tanto si Dios actúa o no, sino si nosotros hemos visto la obra que El ya realizó.

Supongamos que un hermano tiene un genio terrible y no puede controlarlo ni en una, ni en dos, ni en tres ocasiones. El se pregunta por qué Dios no lo libra de su ira. Parece como si en parte culpara a Dios de ello. ¿Pueden ustedes notar que el problema radica en que él todavía espera que Dios efectúe alguna obra? El piensa que todo estaría mejor si Dios moviera un dedo para resolver su problema. Pero Efesios 1:3 dice que Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. “Nos bendijo” indica algo ya efectuado. Dios no quiere que le pidamos que haga algo más. El desea abrir nuestros ojos para que nos demos cuenta de que El ya lo efectuó todo. ¡Aleluya! Dios quiere que veamos que El ya lo hizo todo. Esto es lo que nos enseña Efesios 1. Es probable que oremos de la siguiente manera: “Dios, ¿por favor dame más poder para hacer huir mi mal genio y poner fin a mis malos hábitos?” Podemos orar por esto, pero la Biblia dice que lo que necesitamos no es un poder más grande, sino un espíritu de sabiduría y de revelación para ver la supereminente grandeza del poder que tenemos en nuestro interior. Si un día Dios abre nuestros ojos, podremos ver cuán grande es el poder que llevamos dentro. Entonces, de inmediato estaremos de acuerdo en que no hay nada más grande que este poder.

Hermanos, ¿se dan cuenta de que el poder de la resurrección es el mayor poder que Dios tiene? La Biblia nos revela que la resurrección es la cúspide de la obra de Dios. En la resurrección Dios llegó a la cumbre más elevada de Su obra. Dios quiere abrir nuestros ojos para que veamos que El no necesita hacer ninguna otra obra. La obra de Dios, en Cristo llegó a la cúspide más alta; no es posible añadirle algo más. Como resultado de esto, en Efesios 1, Pablo no le pide a Dios que haga nada más. En su oración, él no espera que Dios realice ninguna otra obra. ¡Agradezcamos y alabemos al Señor! Porque Su obra está concluida. Es imposible añadirle algo. A Dios sólo le resta abrir nuestros ojos y mostrarnos un poquito de esto. Tan pronto como veamos la clase de poder que tenemos, éste se manifestará en nosotros.

Hay muchos hijos de Dios que esperan una salvación en el futuro. Para ellos la salvación puede venir mañana o el próximo año. Pero Dios quiere mostrarnos una salvación ya realizada. No tenemos que esperar al futuro. Para muchos, la victoria es algo que pertenece al mañana o al futuro. Las aspiraciones, esperanzas y oraciones de muchos apuntan hacia el futuro. Pero si tuvieran revelación, verían los hechos realizados de Dios. Apocalipsis nos muestra claramente que Dios ya llevó a cabo Su obra, no que la va a realizar. Muchos esperan liberación debido a que tienen ciertas debilidades. Pero a los ojos de Dios, todas nuestras debilidades y fracasos ya fueron eliminados en la cruz. Cuando nuestros ojos sean abiertos, exclamaremos: “Dios, te alabo y te agradezco porque has cumplido la obra, y porque ya has vencido todos estos asuntos”.

Valoramos mucho Efesios 1 porque allí se nos muestra que el perdón, la redención y la impartición del Espíritu, son hechos consumados. Ahí se nos muestra que todas estas cosas ya nos pertenecen, y que sólo nos falta revelación, para que todo se acomode en su lugar. Aún permanecemos muy débiles porque no hemos visto. Aunque el Señor Jesús tenía tanto poder cuando estaba en la tierra, nosotros seguimos muy débiles, porque no hemos recibido la visión. El poder que Dios tiene para con aquellos que creen es el mismo que operó en Cristo. Dios nos ha dado ese poder. La diferencia radica en que no vemos como nuestro Señor veía. Hoy la diferencia no se encuentra en el tipo ni en el grado de poder que tengamos, sino en cuánto vemos. Lo que nos falta hoy es revelación. Una vez que la tengamos, todo estará bien.

Esta es la razón por la que tan insistentemente recalcamos la necesidad de revelación. Sin ella, no prevaleceremos. Hemos hecho énfasis repetidas veces en que no nos será de ninguna utilidad escuchar acerca de algo nada más; necesitamos verlo. No es asunto de doctrina, sino de revelación. No nos será de ningún provecho aun si nos familiarizamos con el primer capítulo de Efesios y lo memorizamos. Pero en el momento en que veamos su contenido, seremos transformados en otras personas. Pablo ora para que Dios nos “dé espíritu de sabiduría y de revelación” (v. 17). Aparte del Espíritu Santo, nada nos será de utilidad. La inteligencia será inútil, y las doctrinas no traerán ningún provecho. Sólo el Espíritu Santo puede abrir nuestros ojos y concedernos visión. Cuando en verdad el Espíritu Santo abra nuestros ojos y nos dé visión, inmediatamente diremos: “Te damos gracias Señor porque esto ya se realizó”. No debemos esperar a que Dios nos dé un poder más grande. Sólo tenemos que ver la grandeza del poder que ya nos dio. Un espíritu de sabiduría nos hará entender, y un espíritu de revelación nos facultará para ver. Necesitamos sabiduría y revelación; sabiduría para poder entender y revelación para poder ver.

Tal vez hemos oído muchas veces acerca del plan de Dios, y de la posición que tiene la iglesia en relación con Su plan eterno. Pero, ¿cuándo nos hemos relacionado con este plan eterno? La revelación que recibimos es el principio. La revelación nos capacita para poder ver lo que Dios dispuso, Su obra realizada en la eternidad pasada y lo que logró en la cruz. La revelación nos muestra el plan eterno y la obra de la cruz, y nos capacita para entender, ver y conocer el poder que Dios tiene para con nosotros. La revelación nos hace parte de la iglesia, y desde el momento en que la obtenemos, llegamos a ser vasos útiles en la mano del Señor.

Es posible que algunos de nosotros ya estemos familiarizados con estas palabras, pero necesitamos recordar una vez más, ante el Señor, la importancia de la revelación. Creemos que en los cielos a Dios le interesa que tengamos Su revelación, pues El ya realizó todo lo que se había propuesto. La pregunta que nos queda por hacernos es ¿cuánto de esto ha visto el hombre? No tenemos que pedir nada más. Sólo tenemos que orar como Pablo por nosotros mismo y por los demás hermanos y hermanas, para que Dios les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación. Tenemos que humillarnos delante de Dios y orar: “¡Señor, quiero ver, quiero ver!”

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sábado, 20 de junio de 2009

Como conocer la Voluntad de Dios

DIOS PONE FIN AL HOMBRE EXTERIOR

Texto perteneciente al libro "Como conocer la Voluntad de Dios" de Watchman Nee.

A fin de que la persona salva y regenerada pueda expresar la vida del Señor, necesita dar dos pasos. El primero es creer, que consiste en recibir la vida nueva, y el segundo, es consagrarse, que consiste en entregar al Señor su hombre exterior para que la vida nueva se exprese. Es como tener una casa rodeada por un terreno. Podemos pensar que la casa es el hombre interior, y que el terreno que la rodea es el hombre exterior. Si la casa pertenece a una persona, y el terreno a otra, habrá problemas. Por consiguiente, tan pronto como un hombre cree, debe consagrar su vida al Señor. La consagración consiste en entregar nuestro hombre exterior al Señor, para que le pertenezca a El, de la misma forma que el hombre interior. Muchos creyentes no se han definido todavía. Cuando se les pregunta si son salvos, dicen que sí. Pero a pesar de que son salvos, su hombre exterior nunca ha sido tocado. La vida interior que tienen está limitada al no poder expresarse. Por consiguiente, no debemos simplemente creer en el Señor y quedarnos en la etapa de ser salvos y regenerados. También debemos consagrar nuestro hombre exterior al Señor. Si un hombre está dispuesto a consagrar al Señor su mente, su parte afectiva y su voluntad, expresará la vida del Señor.

El problema que vemos hoy, es que aunque muchos se han consagrado, lo hacen a su propio antojo. Se consagran sólo cuando quieren hacerlo, y cuando no quieren, no lo hacen. La mayoría de las personas son guiadas por su intelecto y sus emociones, y su interés fundamental es satisfacer su propia carne. Muchos se comunican con el Señor valiéndose de su mente y de sus emociones. Son pocos los que se comunican con El usando su voluntad. Es fácil encontrar creyentes que valoran las doctrinas de la Biblia. Si les explican bien Mateo 24 o Apocalipsis, se complacen en escuchar tales mensajes. No se requiere mucho esfuerzo para escuchar un mensaje que no nos exige pagar ningún precio. Después de escuchar un buen mensaje, regresan contentos a casa, pero no sucede nada más. Otros tienen emociones sensibles. Siempre están activos trabajando para el Señor. Estos son mejores que los que son insensibles, pero son tan inestables como las olas del mar. Quizás ellos preparen un mensaje con mucho celo. Después de compartir el mensaje, es posible que piensen secretamente en su corazón cuán bueno fue su mensaje y cuántos fueron conmovidos. Quizás estén tan gozosos que no puedan dormir en toda la noche. (Muchas personas no pueden dormir por causa del dolor, pero éstos no pueden dormir por causa del gozo). Estas personas se complacen con las actividades de la carne. Aunque estén sirviendo al Señor exteriormente, en realidad se satisfacen a sí mismas. No han entregado su voluntad plenamente al Señor. Deben consagrar su voluntad incondicionalmente al Señor y ser disciplinadas por El. Antes de ofrecer algún servicio válido al Señor, deben permitirle que guíe su mente y su parte emotiva, a fin de no ser gobernadas por una mente activa ni ser impulsadas por sus emociones.

REQUISITOS PARA CONOCER
LA VOLUNTAD DE DIOS

No me agrada oír cuando la gente pregunta cómo conocer la voluntad de Dios. Todos nosotros ya deberíamos tener una respuesta clara al respecto. La voluntad de Dios sólo es revelada a quienes han consagrado su voluntad a El. El no nos obliga a hacer nada, pues siempre espera que nosotros estemos dispuestos. No es tan importante conocer la voluntad de Dios como estar dispuestos a hacerla. Tenemos que decirle al Señor: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya”. Cuando pongamos a un lado nuestro yo, conoceremos la voluntad de Dios. Una vez en una reunión de hermanas en Hangchow, dos hermanas me preguntaron si la voluntad de Dios se basaba en las circunstancias, en la Biblia o en otros principios. Al escuchar esto, me afligí mucho, y les respondí de una manera severa (aunque en mi corazón no había dureza): “Conocer la voluntad de Dios no es un asunto de métodos. Ustedes pueden tener los mejores métodos, y aplicarlos en detalle, paso a paso, pero aún seguirán sin conocer la voluntad de Dios”. Mientras hablaba, mis ojos estaban fijos en las dos hermanas. Entonces les pregunté: “¿Qué clase de personas son ustedes? El conocimiento que una persona tenga de la voluntad de Dios tiene que ver con la persona misma. Si la persona no es recta, el método no producirá ningún resultado. ¿Puede Dios revelar Su voluntad a personas como ustedes? No necesitan hacer muchas preguntas, no necesitan pedirle métodos a Dios. Dios puede revelar Su voluntad de muchas formas; puede revelarla por medio del viento, del trueno, de un niño o de una burra. Sólo necesitan preguntarse si personas como ustedes son aptas para conocer la voluntad de Dios”.

En Génesis 18, cuando Dios estaba a punto de destruir la ciudad de Sodoma, fue a ver a Abraham, porque no podía ocultarle lo que iba a hacer. Abraham era amigo de Dios (Jac. [Stg.] 2:23). El no era un esclavo de Dios, porque el esclavo no sabe lo que hace su señor; sólo el amigo conoce la mente de un amigo (Jn. 15:15). No había barreras entre Abraham y Dios, y por esto Dios no podía ocultar lo que iba a hacer. Lot era pariente de Abraham; él pudo haber tenido mucho conocimiento espiritual, pero Dios no habló con él; sólo habló con Abraham. Sería muy extraño si Lot se me acercara y me preguntara: “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios?” Abraham era apto para conocer la voluntad de Dios, pero Lot no. Sería inútil que Lot supiera cuál era la voluntad de Dios. Lot aún seguiría siendo Lot. ¿Quién es usted? ¿Es usted Abraham o Lot? Muchos prestan atención sólo a los métodos para conocer la voluntad de Dios. Es necesario conocer los métodos, pero debemos ser como Abraham para comprenderlos. Si es alguien como Lot, quien está aprendiendo estos métodos, aunque sean los mejores, de nada servirán, porque es una persona que vive en el mundo. No ha puesto fin a su relación con el mundo ni con la posición que tiene en él. Necesitamos aplicar la luz de Dios para ver si en nosotros hay pecados, sean grandes o pequeños. ¿Hemos cometido alguna injusticia? ¿Le debemos algo a alguien? ¿Hemos sido negligentes en nuestro comportamiento o hemos sido incorrectos en nuestras palabras, gestos o actitudes? ¿Estamos todavía aferrados a algo? Todos estos pecados, grandes y pequeños, afectan nuestra aptitud para conocer la voluntad de Dios.

EL PUNTO DE PARTIDA PARA CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS:
UNA CONSAGRACION INCONDICIONAL

En cuanto a conocer la voluntad de Dios, Pablo dijo que no debemos ser insensatos, sino entender cuál es la voluntad del Señor (Ef. 5:17). Hay un punto de partida para conocer la voluntad de Dios, y hay una continuación para la misma. Si no se tiene el comienzo apropiado, no se puede conocer la voluntad de Dios. Pero aun teniendo un buen comienzo, si uno no es la persona apropiada, seguirá sin conocer la voluntad de Dios.
¿Alguna vez en su vida se ha consagrado incondicionalmente al Señor? No me refiero a dedicarse a ser un predicador, sino a consagrarse a El para hacer Su voluntad. Usted no necesita preocuparse con respecto a la voluntad de Dios; sólo tiene que consagrarse de manera sincera. Debe comprender que necesita una relación directa con la voluntad de Dios, y ésta no debe ser afectada por los hermanos. Si el Señor quiere que yo vaya al oriente, iré al oriente. No me afectará la opinión de ninguna persona, cosa o circunstancia. Aún así, mis ojos no estarán puestos en el oriente sino en Dios mismo. El peligro que existe entre los obreros de Dios es que pueden convertir la obra en el centro de su atención. No podemos desarrollar ningún apego a la obra, ni a las personas ni a las circunstancias. Debemos relacionarnos directamente con Dios y poner nuestros ojos exclusivamente en El. Los siete espíritus de Apocalipsis son enviados por toda la tierra, pero no tienen relación alguna con la tierra. Estos siete espíritus están delante del trono de Dios (1:4; 5:6) y se relacionan solamente con Dios. Debemos consagrarnos plenamente a Dios por lo menos una vez, para poder ejecutar Su voluntad. Este es el punto de partida en nuestro conocimiento de la voluntad de Dios. Sin este punto de partida, nunca podremos entender la voluntad de Dios como se debe.

LA CONTINUACION EN CONOCER
LA VOLUNTAD DE DIOS:
ELIMINAR TODOS LOS OBSTACULOS

El punto de partida para conocer la voluntad de Dios es una consagración incondicional. Pero si uno desea avanzar en dicha voluntad, debe eliminar todos los obstáculos. Si es obstinado, envidioso, orgulloso o tiene pequeños problemas de índole semejante, está enfermo espiritualmente y no podrá conocer la voluntad de Dios. Si usted desea impedir que su oído escuche algo, no necesita tapárselo con una vara ni un escritorio; basta con un pequeño dedo. El mismo principio se aplica al conocimiento de la voluntad de Dios: un pequeño obstáculo será suficiente para impedirnos conocer Su voluntad.

Una vez daba un paseo con la señorita Barber por un jardín. Después de un rato nos cansamos y nos sentamos en unas sillas debajo de un árbol. Ella dijo: “Hay una estrella brillante en el cielo, pero no puedo verla porque una hoja me impide verla. Hermano Nee, si alguien se me acerca y me habla de las muchas maneras de ver la estrella, no podría verla aun cuando los métodos de observación que me sugiriera fueran muy buenos. La razón es que mi posición no es la indicada; estoy parada en el lugar equivocado”. Las palabras que me dijo en esa ocasión, todavía están frescas en mi mente. Ella me explicó que una pequeña hoja puede impedir que veamos la luz de una enorme estrella. Muchas veces, cosas muy pequeñas ocultan la voluntad de Dios. Si después de buscar la voluntad de Dios muchas veces, no obtiene una visión clara, la solución no es cambiar de método, sino de persona. Si descubre que no puede conocer la voluntad de Dios, esto indica que algo se interpone entre usted y Dios. Puede ser que ya Dios le haya hablado y que usted no haya estado dispuesto a obedecerlo. Usted debe eliminar estos obstáculos. Una vez que haya puesto fin a estos problemas, conocerá la voluntad de Dios. Para conocer la voluntad de Dios, debemos prestar atención a la persona más que a los métodos.

LA MANERA DE CONOCER
LA VOLUNTAD DE DIOS
VARIA DE UNA PERSONA A OTRA

Puede ser que un mismo método no se aplique a todas las personas. David se ofreció para pelear contra Goliat, y Saúl le prestó su armadura. Pero como no le ajustó bien ni podía caminar con ella, decidió quitársela (1 S. 17:32, 38-39). Una vez, cuando estuve en Shanghai, le di mi abrigo al hermano Luk, y le quedaba demasiado pequeño. No se sentía muy cómodo con el abrigo, pues no le quedaba bien. Sólo podemos ponernos algo que sea de nuestra talla. Dadas las diferentes condiciones del hombre, Dios ha designado diferentes maneras para que éste lo conozca. Algunos le pueden conocer con cierta facilidad, mas para otros es muy difícil. En todo caso, Dios tiene una camino para que el hombre conozca Su voluntad. Por tal motivo, no debemos tratar de aprender ningún método. Lo que tenemos que hacer es consagrarnos al Señor, eliminar los obstáculos y mantener una relación personal con El.

LOS QUE LABORAN PARA DIOS
DEBEN CONOCER SU VOLUNTAD

Muchas veces he ofendido a muchos hermanos. Cuando me preguntan por la manera de conocer la voluntad de Dios, siempre les respondo que no me gustan tales preguntas. Qué bendición sería si pudiésemos consagrarnos por completo al Señor para conocer Su voluntad. ¿Qué somos nosotros? Aunque la tierra, el sistema solar y el universo sean tan vastos e inmensurables, ¡nunca se pueden comparar con la voluntad de Dios! ¡Cuán glorioso es que un pecador, un hombre de polvo, pueda conocer la voluntad de Dios! Una vez que un hombre llega a conocer la voluntad de Dios, viene a ser superior a una simple criatura. Esta es la meta del Nuevo Testamento. Aquellos que no conocen la voluntad de Dios, ni siquiera son aptos para ser llamados cristianos y están desperdiciando las provisiones de Dios. Los que no conocen la voluntad de Dios, no pueden laborar para El. Si un siervo no conoce el deseo de Su amo, ¿cómo puede ser un siervo? Es posible que un incrédulo no tenga conocimiento de la voluntad de Dios, pero es inexcusable que nosotros no conozcamos Su voluntad. Un cristiano debe primero que todo ser un amigo de Cristo: uno que conoce Su voluntad, antes de llegar a ser un esclavo Suyo: uno que le sirve. Necesitamos hacernos la pregunta: “¿Somos amigos del Señor? ¿Hay alguna barrera entre El y nosotros? ¿Conocemos Su voluntad?” Sólo después de que hayamos llegado a ser sus amigos, podremos llegar a ser Sus esclavos y trabajar para El.

Como conocer la Voluntad de DiosSocialTwist Tell-a-Friend

Un estudio de Juan capítulo 14

Reunión 20/06/2.009

Juan 14:1 "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. [1] 14:2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
14:3 Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez [2] y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.
14:4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. [3]
14:5 Le dijo Tomás: --Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? [4]
14:6 Jesús le dijo: --Yo soy el camino, [5] la verdad y la vida; [6] nadie viene al Padre sino por mí.[7]
14:7 Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.
14:8 Felipe le dijo: --Señor, muéstranos el Padre y nos basta. [8]
14:9 Jesús le dijo: --¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; [9] ¿cómo, pues, dices tú: "Muéstranos el Padre"?
14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras.
14:11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
14:12 "De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. [10]
14:13 Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, [11] para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14:14 Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré.
14:15 "Si me amáis, guardad mis mandamientos.[12]
14:16 Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, [13] para que esté con vosotros para siempre:
14:17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo [14] no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros.
14:18 "No os dejaré huérfanos; volveré [15] a vosotros.
14:19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; [16] porque yo vivo, vosotros también viviréis.
14:20 En aquel día [17] vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.
(Ver en concordancia pasajes que digan “en Cristo”)
14:21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama;[18] y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
14:22 Le dijo Judas (no el Iscariote): [19] --Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo?
14:23 Respondió Jesús y le dijo: --El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él.
14:24 El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. [20]
14:25 "Os he dicho estas cosas estando con vosotros.
14:26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, [21] él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.
14:27 "La paz os dejo, mi paz os doy; [22] yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.
14:28 Habéis oído que yo os he dicho: "Voy, y vuelvo a vosotros". [23] Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo.
14:29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis. [24]
14:30 No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo [25] y él nada tiene en mí.
14:31 Pero para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. [26] "¡Levantaos, vámonos de aquí!
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[1] 14.1 Creéis en Dios... en mí: otras posibles traducciones: Creéis en Dios, y creéis también en mí; o: Creed en Dios, creed también en mí.
[2] 14.3 El regreso de Jesús alude a su presencia constante entre los suyos después de la resurrección, por medio del Espíritu Santo (14.16-28; 15.26; 16.7-15), y además puede hacer referencia a su venida al fin de los tiempos (cf. Mt 16.27; 25.31-34; 1 Ts 4.16-17; 1 Jn 2.28).
[3] 14.4 Sabéis a dónde voy, y sabéis el camino: otros ms. dicen: Sabéis el camino que lleva a donde yo voy.
[4] 14.5 Acerca de esta pregunta, véase Jn 3.3-4 n.
[5] 14.6 El camino: Cf. Sal 16.11; 86.11; Pr 15.24.
[6] 14.6 La verdad y la vida: Cf. Jn 1.4; 3.16; 11.25; 17.3. Véase Jn 6.35 n.
[7] 14.6 Mt 11.27; Jn 1.18; 6.46; Hch 4.12.
[8] 14.8 Sobre esta reacción de Felipe, véase Jn 3.3-4 n.
[9] 14.9 Jn 12.45; cf. Jn 1.18; Col 1.15; Heb 1.3.
[10] 14.12 Estas obras mayores las hará Jesús mismo por medio del Espíritu que dará a los discípulos (cf. 15.5; 16.7).
[11] 14.13-14 Jn 15.7; 16.23-24; cf. Mt 7.7-11; 21.22; Lc 11.9-13; 1 Jn 3.21-22; 5.14-15.
[12] 14.15 Cf. Jn 14.21; cf. también Dt 6.4-9; 11.1; 1 Jn 5.3.
[13] 14.16 Consolador: Aquí y en 14.26; 15.26; 16.7, se da al Espíritu Santo el título de Consolador (en griego parákletos ), propio también de Jesús (nótese "otro Consolador" y 1 Jn 2.1). El apelativo tiene matices jurídicos (abogado defensor; cf. 16.8-11). La palabra griega se relaciona con el verbo que también significa consolar.
[14] 14.16-17 Mundo: Véase Jn 1.10 n.
[15] 14.18 Volveré: Véase Jn 14.3 n.
[16] 14.19 Cf. Jn 16.16-22.
[17] 14.20 Aquel día: Los profetas utilizaban esta expresión (o aquel tiempo ) para referirse a la intervención de Dios en la historia humana (cf. Jer 30.8). Aquí la usa Jesús para designar el período después de su resurrección y de Pentecostés, cuando los discípulos alcanzarían un conocimiento más completo de sus relaciones con Jesús y de este con su Padre.
[18] 14.21 Jn 15.10; 1 Jn 5.3; 2 Jn 6.
[19] 14.22 Cf. Lc 6.16; Hch 1.13.
[20] 14.24 Jn 7.16; 14.10.
[21] 14.26 En mi nombre, es decir, a petición mía (cf. v. 16-17) y en representación mía.
[22] 14.27 La paz (palabra que usan los semitas en el saludo y la despedida) incluye los diversos bienes que Jesús da a los suyos (cf. Nm 6.26; Sal 29.11; Is 9.6-7; 57.19; Lc 2.14; Jn 16.33; 20.19,21,26; Ro 5.1; Ef 2.14).
[23] 14.28 Cf. Jn 14.3.
[24] 14.29 Jn 13.19.
[25] 14.30 El príncipe de este mundo: Véase Jn 12.31 n.
[26] 14.31 Cf. Mt 26.46; Mc 14.42.
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Preguntas al texto y al lector:

1- ¿Adónde iremos los que creímos en Jesucristo según el versículo Juan 14: 3?

a- Al cielo
b- Al purgatorio
c- A estar con Cristo donde Él está
d- No se
e- No creo que yo merezca estar con Cristo
f- Otra opción

2- Describa por favor un camino… ¿Qué es un camino para usted?

………………………………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………………………………………

3- Complete la frase según lo que figura en el versículo 6

Jesús le dijo: Yo soy el Camino, y …………………, y ………………nadie viene

al Padre, ……………………………

a- ¿Cuál es el Camino según este pasaje?

El Camino es ………………………………………

b- ¿Hay otra opción para llegar a Dios según este pasaje?

1- Sí
2- Buda
3- Las buenas obras
4- Confucio
5- Las religiones
6- La religión cristiana
7- No
8- No se
9- Otra opción

4- Compare la afirmación contundente de Jesucristo en el versículo 14 con el siguiente pasaje:

Santiago 4: 3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
4: 4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

a- ¿Qué dice el versículo Juan 14: 14?

b- ¿Se contradice con el Santiago 4: 3-4?

1- Sí
2- No
3- No se
4- Otra opción

c- ¿A qué conclusión podemos llegar?
Escriba por favor unas líneas al respecto: …………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

5- ¿Qué relación encuentra entre amor y obediencia según el versículo Juan 14: 15?

a- Ninguna, no hay relación
b- Quiero obedecer pero no puedo
c- La ley es muy estricta
d- Me da miedo
e- Sólo puedo obedecer por medio del poder del Espíritu Santo en mi
f- Otra opción

6- Compárelo con los siguientes versículos:

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

6- ¿Qué ocurrió en nosotros el día que creímos en Jesús según el versículo Juan 1: 12?

a- Pasamos de ser creación de Dios a ser hijos de Dios
b- Dios nos da el derecho a ser llamados hijos de Dios
c- Nuestras obras tomaron más valor para Dios
d- No se
e- Otra opción

7- ¿Qué afirman los versículos Juan 14: 17 y 26? ¿Quién sería enviado a nosotros por el Padre?

Versículo 17

El……………………… de verdad,…

¿Por qué cree que espíritu está escrito en mayúscula?

Porque: ………………………………………………………………

Versículo 26

El otro Consolador, el…………… .……………….

8- ¿Cómo se recibe el Espíritu Santo según el siguiente pasaje?

Gálatas 3:2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3:3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
3:4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue en vano.
3:5 Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3:6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

a- Por ser bueno/a
b- Por hacer buenas obras
c- Por cumplir con los diez mandamientos
d- Por la fe en Cristo
e- No se
f- Otra opción

Otros pasajes que hacen referencia a la pregunta Nº 8.

Juan 15:26 "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

2 Corintios 4: 7 “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros…”

1Corintios 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

9- Según el versículo Juan 14: 26, ¿Quién nos enseñará todas las cosas?

a- El maestro de turno
b- Nadie porque nunca entiendo nada
c- Siempre hay alguien que me explica
d- El Espíritu santo
e- Los iluminados que se las saben todas
f- No se
g- Otra opción

10- Si creyó en Jesucristo… ¡Tenga esperanza, si usted creyó en Jesús, usted está en Él!
¡Dios Padre lo ve a usted en Cristo! No hay condenación para el creyente, hay esperanza en su retorno.
¡Él prometió volver y terminar con toda injusticia y todo dolor!

Juan 14:28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.

Juan 18:9 para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

2Corintios 5:17
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
5:18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
5:19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

¿A qué conclusiones podemos llegar?

Escriba en una o dos líneas, por favor, una conclusión por cada pregunta… ¡Gracias!

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Un estudio de Juan capítulo 14SocialTwist Tell-a-Friend

martes, 16 de junio de 2009

Atlas didáctico de la Biblia en power point


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Jerusalén en la época de Jesús

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1. Gólgota Posible lugar de la crucifixión de Jesús (Mateo 27:33–37).
2. El sepulcro en el huerto Lugar donde se sepultó a Jesús (Juan 19:38–42). El Cristo resucitado apareció a María Magdalena en el huerto (Juan 20:1–17).
3. Torre (Fuerte) Antonia Es posible que Jesús haya sido acusado, condenado, ridiculizado y azotado en este lugar (Juan 18:28–19:16). Allí Pablo fue arrestado y relató su conversión (Hech. 21:31–22:21).
4. Estanque de Betesda Jesús sanó allí a un paralítico en el día de reposo (Juan 5:2–9).
5. Templo Lugar donde Gabriel prometió a Zacarías que Elisabet daría a luz un hijo (Lucas 1:5–25). El velo del templo se partió a la muerte del Salvador (Mateo 27:51).
6. Pórtico de Salomón Jesús proclamó allí que era el Hijo de Dios y los judíos intentaron apedrearlo (Juan 10:22–39). Pedro predicó el arrepentimiento después de haber sanado a un hombre cojo de nacimiento (Hech. 3:11–26).
7. Puerta Hermosa Donde Pedro y Juan sanaron a un hombre cojo de nacimiento (Hech. 3:1–10).
8. Pináculo del templo Jesús fue tentado allí por Satanás (Mateo 4:5–7). (Según la tradición, hay dos lugares donde pudo haber ocurrido este hecho.)
9. Santo Monte (lugares sin especificar):
a. La tradición sostiene que fue allí donde Abraham edificó un altar para el sacrificio de Isaac (Gén. 22:9–14).
b. Salomón construyó el templo (1 Rey. 6:1–10; 2 Cró. 3:1).
c. Los babilonios destruyeron el templo aproximadamente en el año 587 a.C. (2 Rey. 25:8–9).
d. Zorobabel reconstruyó el templo aproximadamente en el año 515 a.C. (Esdras 3:8–10; 5:2; 6:14–16).
e. Herodes amplió la explanada del templo e inició su reconstrucción en el año 17 a.C. Jesús fue presentado en el templo cuando era bebé (Lucas 2:22–39).
f. Jesús enseñó en el templo a los doce años de edad (Lucas 2:41–50).
g. Jesús purificó el templo (Mateo 21:12–16; Juan 2:13–17).
h. Jesús enseñó en el templo en diversas ocasiones (Mateo 21:23–23:39; Juan 7:14–8:59).
i. Los romanos, bajo el mando de Tito, destruyeron el templo en el año 70 de nuestra era.
10. Jardín de Getsemaní Jesús padeció, fue entregado y arrestado en este lugar (Mateo 26:36–46; Lucas 22:39–54).
11. Monte de los Olivos
a. Jesús predijo allí la destrucción de Jerusalén y del templo. También habló de la Segunda Venida (Mateo 24:3–25:46; véase también JS—M).
b. Jesús ascendió al cielo en este lugar (Hech. 1:9–12).
c. El 24 de octubre de 1841, el élder Orson Hyde dedicó allí la Tierra Santa para el regreso de los hijos de Abraham.
12. Manantial de Gihón Donde Salomón fue ungido rey (1 Rey. 1:38–39). Ezequías mandó cavar un túnel para conducir el agua del manantial a la ciudad (2 Cró. 32:30).
13. Puerta de las Aguas En este sitio Esdras leyó e interpretó la ley de Moisés al pueblo (Neh. 8:1–8).
14. Valle de Hinom Allí se adoraba al falso dios Moloc, lo cual comprendía el sacrificio de niños (2 Rey. 23:10; 2 Cró. 28:3).
15. Casa de Caifás Jesús fue llevado ante Caifás (Mateo 26:57–68). Pedro negó conocer a Jesús (Mateo 26:69–75).
16. Aposento alto Lugar donde, según la tradición, Jesús comió la pascua e instituyó la Santa Cena (Mateo 26:20–30). Allí lavó los pies de los Doce (Juan 13:4–17) y les enseñó (Juan 13:18–17:26).
17. Palacio de Herodes Cristo fue llevado ante Herodes probablemente en este lugar (Lucas 23:7–11).
18. Jerusalén (lugares sin especificar):
a. Melquisedec gobernó como rey de Salem (Gén. 14:18).
b. El rey David tomó la ciudad, que estaba en poder de los jebuseos (2 Sam. 5:7; 1 Cró. 11:4–7).
c. Los babilonios destruyeron la ciudad aproximadamente en el año 587 a.C. (2 Rey. 25:1–11).
d. El Espíritu Santo llenó a muchos el día de Pentecostés (Hech. 2:1–4).
e. Pedro y Juan fueron arrestados y llevados ante el concilio (Hech. 4:1–23).
f. Ananías y Safira mintieron al Señor y murieron (Hech. 5:1–10).
g. Pedro y Juan fueron arrestados, pero un ángel los sacó de la cárcel (Hech. 5:17–20).
h. Los Apóstoles escogieron a siete hombres para que les ayudaran (Hech. 6:1–6).
i. Los judíos rechazaron el testimonio de Esteban, y lo apedrearon hasta que murió (Hech. 6:8–7:60).
j. Jacobo fue martirizado (Hech. 12:1–2).
k. Un ángel libró a Pedro de la cárcel (Hech. 12:5–11).
l. Los Apóstoles tomaron una resolución con respecto al asunto de la circuncisión (Hech. 15:5–29).
m. Los romanos, bajo el mando de Tito, destruyeron la ciudad en el año 70 de nuestra era.

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lunes, 15 de junio de 2009

El propósito de la reunión de la iglesia

CAPITULO I
El propósito de la reunión de la iglesia
Texto tomado de: REHACIENDO LOS NUEVOS
ODRES, La práctica de la Iglesia del Nuevo Testamento, por Frank A. Viola


El gran expositor bíblico, Martyn Lloyd-Jones, dijo en cierta ocasión: “Vivimos en una era esperanzadora bajo un diseño contenido en el Nuevo Testamento con una religioncita muy buena”.
Con este pensamiento en mente, me gustaría comenzar nuestra discusión acerca de la práctica de la iglesia del Nuevo Testamento examinando la razón de las reuniones en la primera iglesia. ¿Cuál era el propósito de las reuniones en la primera iglesia del Nuevo Testamento?

Odres, foto.

Marcos 2:22 "Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar."

Notemos que cuando utilizo el término de reuniones o reuniones eclesiásticas, lo estoy utilizando en un sentido muy estrecho. La Biblia dibuja diferentes tipos de reuniones donde los primeros cristianos se reunían (reuniones de oración, reuniones evangélicas, reuniones de ministerio, reuniones apostólicas, concilios eclesiásticos, etc.) Por una reunión de iglesia me estoy refiriendo a una reunión especial en una asamblea local tal como es descrita en I Corintios 11 – 14. De acuerdo con el relato bíblico, al igual que la tradición eclesiástica, esta reunión parece ser que ocurrió en el primer día de la semana (Hechos 20:7).

Antes de que exploremos el propósito de las reuniones en la iglesia del Nuevo Testamento, examinemos en primer lugar por qué la mayor parte de los cristianos se reúnen hoy día en la “iglesia”. Básicamente existen cuatro razones:
1) para una adoración corporativa
2) para evangelizar
3) para escuchar un sermón
4) por hermandad
Por extraño que esto pueda parecer, el Nuevo Testamento nunca prevé ninguna de estas cuatro razones como el punto principal de las reuniones en la primera iglesia.


El lugar de Adoración, Evangelismo, Sermonear y Hermandad
De acuerdo con el Nuevo Testamento, adoración es algo que nosotros vivimos. Es la prepara-ción para el agradecimiento, afección, devoción, humildad, y la obediencia sacrificada que Dios en todo momento es merecedor.

Mateo 2
11 Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, é incienso y mirra.

Romanos 12
1. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto.

Filipenses 3
3. Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu á Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.

Por tanto, cuando nos reunimos como pueblo de Dios, tenemos que venir en espíritu de adoración. El templo de la Israel del Antiguo Testamento es la figura principal para este tipo de reu-nión eclesiástica, puesto que la característica principal del templo era la adoración. En las mentes de muchos cristianos de hoy día, sin embargo, adoración queda limitado a entonar coros, himnos y canciones de alabanza. Y mientras que adorar a Dios por medio de estos himnos de alabanza era una faceta muy importante en las reuniones de la primera iglesia la Biblia nunca lo presenta como el principal propósito.

Efesios 5
19. Hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;

Colosenses 3
16. La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñán-doos y exhortándoos los unos á los otros con salmos é himnos y canciones espiritua-les, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor.

De la misma manera, la Biblia nunca define la evangelización como el propósito de la reunión eclesiástica. Por el contrario, el Nuevo Testamento claramente demuestra que la evangelización era comúnmente puesta en práctica fuera de las reuniones eclesiásticas. Yo llamo esas reuniones “reuniones evangélicas” y estas se llevaban a cabo en los lugares donde se reunían los no creyentes; por ejemplo, en la sinagoga de los judíos y en los mercados. Por el contrario, las reuniones de la primera iglesia del Nuevo Testamento eran principalmente reuniones de creyentes. El contexto de I Corintios 11 – 14 lo deja bien en claro. Y si bien en ciertas ocasiones asistían los no creyentes, estos no eran el foco de la reunión. (En I Corintios 14:23 – 25), Pablo mencio-na la presencia de no creyentes en la reunión, enmarcando sus comentarios en un lenguaje hipotético).

I Corintios 14
23. De manera que, si toda la iglesia se juntare en uno, y todos hablan lenguas, y entran indoctos ó infieles, ¿no dirán que estáis locos?
24. Mas si todos profetizan, y entra algún infiel ó indocto, de todos es convencido, de todos es juzgado;
25. Lo oculto de su corazón se hace manifiesto: y así, postrándose sobre el rostro, adorará á Dios, declarando que verdaderamente Dios está en vosotros.


Y aún hay más, la noción popular de que la reunión semanal era para escuchar un sermón, carece de fundamento bíblico. Si bien el ministerio de la Palabra era en efecto presente en las reuniones de la primera iglesia (I Corintios 14 habla de aquellos que traían doctrinas, revelaciones y profecías), escuchar un sermón no era la razón principal. En este punto, las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento son marcadamente diferentes de los típicos servicios en encontramos en las iglesias institucionales en los que el púlpito es la figura central, donde todo está estructurado alrededor del sermón y donde la congregación evalúa la reunión en función de la calidad del mensaje. Una detallada lectura del texto bíblico nos conducirá a la asombrosa realidad de que las reuniones de la iglesia orientadas hacia el púlpito o el sermón, no pueden ser demostradas en la iglesia del Nuevo Testamento.
Y mientras es cierto que en algunas ocasiones en el libro de los Hechos encontramos a los após-toles administrando la Palabra, esas reuniones no eran reuniones regulares de la iglesia. Por el contrario, eran parte del ministerio apostólico donde los apóstoles predicaban a una audiencia pasiva con motivo de sus visitas a una ciudad o la fundación de una nueva iglesia. Esto sería el equivalente a un moderno apóstol, maestro o profeta ejercitando su don de palabra en un seminario, grupo de trabajo o conferencia. Esas reuniones eran consideradas como “reuniones de ministerio” y no deben ser confundidas con las “reuniones de la iglesia”. En la primera, un ministro bendito por dones especiales comparte con una audiencia totalmente pasiva para equi-parlos en las obras de servicio; en el segundo, cada miembro reunido libremente ejercita su talento. Por tanto, la enseñanza bíblica era simplemente un aspecto de la reuniones de la iglesia. No era el punto principal. Además, las enseñanzas en las reuniones de la iglesia no eran dadas por la misma persona, semana tras semana, tal como ocurre en las iglesias institucionales.
Finalmente, la hermandad tampoco era la razón principal de las reuniones del Nuevo Testamento. Y cuando la hermandad es una demanda de la forma de vida del Cuerpo, nunca fue declarado como el propósito principal de las reuniones de la iglesia.
La hermandad es simplemente una consecuencia que emerge cuando el pueblo de Dios reunido comienza alegremente a coronar a nuestro Señor Jesús y permite a su Espíritu que dirija las reuniones (Hechos 2:42). Y no obstante la importancia de esas cuatro actividades en la vida de la Iglesia, ninguna puede ser correctamente igualada con el verdadero propósito de las reuniones de la Iglesia.
Exhortación mutua y edificación
Si el propósito de las reuniones de la iglesia, tal como son descritas en el Nuevo Testamento, no eran para la adoración corporativa, evangelismo, sermonear o de hermandad, ¿para qué se hacían?
De acuerdo a la Escritura, el motivo principal de la reunión era la exhortación y edificación mutua. I Corintios 14:26 lo deja muy en claro:
¿Qué hay pues, hermanos? Cuando os juntáis, CADA UNO DE VOSOTROS tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación:
HÁGASE TODO PARA EDIFICACIÓN.

Hebreos 10:24 – 25 lo hace aún mejor:
Y considerémonos los UNOS A LOS OTROS para provocarnos al amor y á las buenas obras; No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, MAS EXHORTÁNDONOS; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

Y I Tesalonicenses 5:11
Por lo cual, consolaos los unos á los otros, y edificaos los unos á los otros, así como lo hacéis.

Y Hebreos 3:14…
Antes exhortaos los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado: Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;


Tal como se percibe en la Biblia, las reuniones de la Iglesia estaban diseñadas para permitir a cada miembro del Cuerpo a participar en la construcción de la Iglesia como tal.

Efesios 4
16. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.


Mutualidad era la marca que destacaba las reuniones del Nuevo Testamento – “cada uno de vosotros” – era su frase más característica. Donde las alabanzas e himnos de adoración eran llevados a cabo, estos no los ejecutaban los líderes ni músicos profesionales, por el contrario, la reunión era abierta para permitir a cada uno a dar su ministerio por medio de la adoración y los himnos. En palabras de Pablo, “cada uno tiene un salmo” en las reuniones locales. Hasta las canciones estaban marcadas con un símbolo de mutualidad, por lo que Pablo exhorta a los hermanos a “hablar entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19) “La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos á los otros con salmos é himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor” (Colosenses 3:16).
En un contexto tan abierto es razonable asumir que los primeros cristianos componían regularmente sus propias canciones y las compartían con los otros santos en las reuniones.
Además, cada creyente que poseía una palabra de Dios, durante la reunión se le daba la oportunidad de hacerla partícipe a los demás por medio de los dones que poseía.
De esta manera, una reunión de la Iglesia del Nuevo Testamento hubiera consistido de: un niño que comparte la palabra de Dios por medio de una interpretación dramática y una canción; una joven da su testimonio: un joven comparte y exhorta a algo y lo acompaña con una discusión de grupo; un hermano mayor explica una parte de la Escritura y concluye con una oración; otra hermana cuenta una historia espiritual por ella vivida; un grupo de jóvenes comentan sus estudios y solicitan oración y todo el grupo experimenta la hermandad de la mesa durante la co-mida compartida. Cuando el apóstol nos corre la cortina en I Corintios 14, vemos una reunión donde cada miembro está activamente involucrado. Lo que resalta de esta reunión es la frescura, la apertura, la espontaneidad y la mutua edificación son las metas principales.

Cristo el director de las reuniones del Nuevo Testamento
Todos los relatos bíblicos acerca de las reuniones del Nuevo Testamento descansan sólidamente sobre la dirección de Cristo sobre ellas, que no es más que el punto focal del propósito eterno de Dios.

Efesios 1
9. Descubriéndonos el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había propuesto en sí mismo,
10. De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra:
11. En él digo, en quien asimismo tuvimos suerte, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad,
12. Para que seamos para alabanza de su gloria, nosotros que antes esperamos en Cristo.
13. En el cual esperasteis también vosotros en oyendo la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salud: en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14. Que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria.
15. Por lo cual también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y amor para con todos los santos,
16. No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones;
17. Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento;
18. Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su vocación, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
19. Y cuál aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la operación de la potencia de su fortaleza,
20. La cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole á su diestra en los cielos,
21. Sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero:
22. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las co-sas á la iglesia,

Colosenses 1
16. Porque por él fueron criadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles é invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fué criado por él y para él.
17. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten:
18. Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado.


Es decir, Cristo era la figura prominente en las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento. Era el centro y la circunferencia. Él marcaba la pauta, él dirigía los eventos. A pesar que a simple vista él no era visible, Cristo era, con toda claridad, el guía.
En este punto, el Señor Jesucristo libremente escogía por boca de quién quería hablar y de que manera lo hacía.
En contraste, la práctica normal de algunos ministros profesionales asumiendo toda la actividad de la asamblea mientras el resto de los santos permanecen pasivos, era totalmente extraño a las reuniones de la primera Iglesia. En su lugar, las reuniones estaban basadas en el principio de la mesa redonda, donde cada miembro era animado a participar, en lugar del principio del “púlpito”, donde los miembros quedan divididos en dos, los pocos activos y los muchos pasivos.
En las reuniones del Nuevo Testamento, ni el sermón ni el predicador eran el centro. En su lugar, la participación de la congregación era la regla divina. La reunión reflejada no era litúrgica, sino que la flexible espontaneidad centrada en el Espíritu Santo permanecía en total control, moviéndose libremente entre los hermanos que formaban el Cuerpo en una manera ordenada. De hecho, las primeras reuniones de la Iglesia eran de tal manera controladas por el Espíritu Santo que si una persona recibía un entendimiento mientras otra recibía tenía la Palabra, tenía plena libertad para agregar su pensamiento. En contraste la persona que tenía la palabra gustosa la cedía para escuchar lo que el otro tenía que decir.

I Corintios 14
29. Asimismo, los profetas hablen dos ó tres, y los demás juzguen.
30. Y si á otro que estuviere sentado, fuere revelado, calle el primero.

Es más, preguntas edificantes y sanas discusiones formaban parte normalmente, de todas la reuniones. (I Corintios 14:27 – 40)

Este tipo de reuniones son totalmente inconcebibles en el contexto de las iglesias de hoy día. La mayor parte de nosotros tenemos miedo a permitir al Espíritu Santo que dirija y de forma a nuestras reuniones. De hecho es imposible colocarnos dentro de una reunión de iglesia corporativa si no es bajo la guía directa de un moderador humano.
Esto revela que estamos alejados y no entendemos los caminos de Dios. Mayormente se debe a nuestro desconocimiento acerca de cómo trabaja el Espíritu Santo en nosotros y en nuestra vida. Y puesto si no conocemos la forma en que el Espíritu obra en nosotros, ¿cómo le vamos a reconocer cuando nos reunamos?
La realidad es que muchos de nosotros, al igual que la antigua Israel, aún queremos un rey que gobierne sobre nosotros y un mediador visible que nos interprete lo que Dios ha dicho. (Éxodo 20:19; I Samuel 8:19).
Si lugar a dudas, la presencia de un moderador humano en las reuniones de la iglesia es una querida tradición que muchos cristianos fieramente defienden.

El problema se encuentra, en que no va con la Escritura.
Puesto que en ningún lado del Nuevo Testamento encontramos bases para cimentar la creencia de que una reunión sea dominada, dirigida y oficiada por una persona.
Como tampoco encontramos reuniones enraizadas en un púlpito donde el foco de todas las miradas están puestas en el hombre que lo ocupa.


Una de las características más importantes de las reuniones del Nuevo Testamento era la total ausencia del oficio humano. Cristo dirigía la reunión por medio del Espíritu Santo a través de los creyentes. De nuevo, el principio gobernante de la primera Iglesia era “unos a otros”; no es de extrañar que estas tres palabras juntas se encuentren escritas más de 60 veces en el Nuevo Testamento.
Watchman Nee observa lo siguiente:
En la reunión de la iglesia, “cada uno tenía un salmo, tenía una enseñanza, tenía una revelación, tenía una lengua, tenía una interpretación” (I Corintios 14:26). Este no es el caso de uno liderando y los demás siguiendo sino cada uno contribuyendo en su parte de ayuda espiritual… Nada está determinado por el hombre y cada uno toma parte en la manera que el Espíritu lidera, No es un ministerio de “todos los hombres”, sino el ministerio del Espíritu Santo… Se da a cada miembro de la iglesia su oportunidad de ayudar a los demás y a todos se les da la oportunidad de ser ayudados. Un hermano habla en un momento de la reunión y otro habla más tarde; tú puedes ser elegido por el Espíritu para ayudar a los hermanos esta vez y yo lo seré en la próxima… Cada miembro debe cargar con su parte de la responsabilidad y compar-tir con los hermanos lo que ha recibido de Dios. La conducta de la reunión no ha de ser la carga de una sola persona, sino que todos han de hacerse responsables de ella y deben buscar el ayudarse unos a otros dependiendo de lo que la dirección del Espíritu les enseñe y dependiendo del poder que El les dé… Una reunión de la iglesia lleva sobre ella el sello de “unos a otros”. (La Vida Normal de la Iglesia Cristiana)

Por tanto, la popular forma actual centrada en un hombre, rivalizando con la función de Director ocupada por Cristo, era completamente desconocida en las reuniones de los primeros cristianos. En su lugar, todos los hermanos venían a la asamblea con el convencimiento de que tenían la obligación y la responsabilidad de aportar algo a ella. Además, las reuniones de la primera Iglesia estaban marcadas por un sentido de abierta libertad e informalidad que era la atmósfera requerida para que Cristo libremente se desplace a través de cada uno de las personas que forman parte de su Cuerpo.
En esencia, el ir a una reunión de la primera iglesia implicaba ir a dar más que a recibir. Nadie iba a recibir una clase religiosa de parte de un especialista religioso perteneciente al “clero”. Por el contrario, uno iba a servir a sus hermanos por medio de tus dones específicos para que todo el cuerpo pudiera ser edificado.
Romanos 12
3. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto.
4. Y no os conforméis á este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendi-miento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
5. Digo pues por la gracia que me es dada, á cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme á la medida de la fe que Dios repartió á cada uno.
6. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, empero todos los miembros no tienen la misma operación;
7. Así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos miembros los unos de los otros.
8. De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme á la medida de la fe;
9. ó si ministerio, en servir; ó el que enseña, en doctrina;
10. El que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo en simplicidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.


En el pensamiento divino, es la diversidad unificada de los dones del Espíritu que son esenciales en la edificación de la asamblea local. Robert Banks describe el funcionamiento de una reunión del Nuevo Testamento con las siguientes palabras:
Cada miembro de la comunidad tiene garantizado un ministerio hacia otro u otros miembros de la comunidad. Esto significa que ninguna persona ni grupo de personas pueden dejar de no tomar en cuenta las otras contribuciones al “Cuerpo” ni tampoco imponer una uniformidad sobre cualquiera. La comunidad contiene una gran diversidad de ministerios y es precisamente en las formas diferentes de funcionamiento en las que reside la plenitud y unidad del Cuerpo. Dios así ha designado las cosas para que la participación de cada miembro con su personal contribución sea necesaria para el debido funcionamiento de la comunidad. Esto significa que cada miembro tiene una especial misión que cumplir y a su vez es al igual dependiente del resto.
Al llegar a este punto, es importante poner énfasis en que el concepto del ministerio mutuo tal como lo podemos ver en el Nuevo Testamento es bastante diferente a la definición del “ministerio laico” que es promovido dentro de la moderna iglesia institucional o corporativa. La mayor parte de las iglesias establecidas ofrecen una plétora de posiciones a voluntarios laicos a rellenar; tales como cortar el césped, ujieres en los pasillos, lavar el automóvil del ministro, saludadores a la puerta de entrada, hacer y distribuir boletines, enseñar en las escuelas para niños, cantar en el coro, etc. No obstante, esas posiciones ministeriales especializadas estaban muy lejos del ejercicio libre y abierto de los dones espirituales que cada uno de los creyentes ponían en práctica en las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento.

La necesidad de un sacerdocio funcional
En vista de todo lo anterior, consideremos estas preguntas:
¿Por qué la primera Iglesia se reunía de esta manera?
¿Era solamente una tradicional costumbre pasajera?
¿Representaba la infancia de la Iglesia, ignorancia e inmadurez?

Yo creo que no. Puesto que el patrón de las reuniones de la primera Iglesia estaban enraizadas en la teología bíblica.

De hecho, hacía real y practicable la doctrina bíblica del sacerdocio de los creyentes, una doctrina que la mayor parte de los evangélicos afirman.
Y ¿cual es esa doctrina? En palabras del apóstol Pablo, es la noción de que todos los creyentes son sacerdotes espirituales que son llamados a ofrecer “sacrificios espirituales” al Señor y hacia sus hermanos. En palabras de Pablo, es la idea de que todos los Cristianos son miembros funcionales del Cuerpo de Cristo. Desde un punto de vista más pragmático, entonces, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento es la dinámica bíblica que produce el aumento espiritual, ambos, corporativo e individual.

Efesios 4
3. Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
4. Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; 13 Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo:
5. Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error:
6. Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la ca-beza, a saber, Cristo;
7. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.
8. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.
Puesto que si no funcionamos, no crecemos y esta es una ley del reino

Marcos 4
3. Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será añadido á vosotros los que oís.
4. Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
En este aspecto lo que hace la iglesia institucional es crear niños espiritualmente obesos puesto que ha acostumbrado a poner al pueblo de Dios en una situación de recibidores constantes y pasivos ha atrofiado su desarrollo personal manteniéndolos en una infancia espiritual. La ince-sante necesidad de una predigerida papilla como alimento, el la marca de nuestra inmadurez espiritual.
I Corintios 3
3. De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como á espirituales, sino como á carna-les, como á niños en Cristo.
4. Os dí á beber leche, y no vianda: porque aun no podíais, ni aun podéis ahora;

Hebreos 5
12. Porque debiendo ser ya maestros á causa del tiempo, tenéis necesidad de volver á ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado á ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido.
13. Que cualquiera que participa de la leche, es inhábil para la palabra de la justicia, porque es niño;
14. Mas la vianda firme es para los perfectos, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.


Mientras que la Reforma recuperó la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, no pudo restaurar las prácticas necesarias que conllevan su enseñanza. Así, a pesar de que la iglesia recuperó el terreno donde sentar las bases de creencia del sacerdocio de los creyentes no llegó a ocuparlo. En consecuencia en la típica iglesia evangélica, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes no es más que una verdad estéril. En palabras de Joseph Higginbothan y Paul Patton
Todos los años en el “Domingo de la Reforma” se proclama con urgencia que la Reforma ganó la batalla del sacerdocio de los creyentes. En verdad, el deseo es el padre de este pensamiento, pero aún estamos hablando de deseos y no de hechos. Las mismas congregaciones que escuchan la proclama son la propia negación de esta debido a su política, vida congregacional y hasta por la arquitectura de la verdad que clama poseer… Nuestras palabras traicionan la victoria que celebramos en el “Domingo de la Reforma”. La batalla no ha sido ganada, puesto que aún no ocupamos el terreno donde quede por siente afirmado el sacerdocio de los creyentes. (“La batalla por el Cuerpo”, Juntos en su búsqueda, Vol. 13:2).
En efecto, la doctrina del sacerdocio de los creyentes dentro del evangelismo moderno, continúa rogando por su aplicación práctica y su implementación dentro del Pueblo de Dios. Así, Dios ha establecido reuniones de abierta participación para encarnar la tan espléndida realidad espiri-tual de expresar al Cristo Resucitado por medio de un sacerdocio de tiempo completo. De esta manera, las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento eran designadas por Dios para cum-plir su eterno propósito centrado en la formación de Cristo en un grupo de hermandad y con-ducirlos a todos juntos hasta la estatura de Su Hijo.

Gálatas 4
19 Hijitos míos, que vuelvo otra vez á estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros;
Efesios 4
11. Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
12. Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo;
13. Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo:
14. Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctri-na, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error:
15. Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la ca-beza, a saber, Cristo;
16. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.


Es por esto por lo que no existe nada más que nos pueda llevar hacia la cultura de la vida espiritual que las reuniones abiertas de la Iglesia tal como son descritas en el Nuevo Testamento. En este aspecto, el libro de Hebreos ampliamente demuestra que la propiciación mutua del Cuerpo es vital para el aumento espiritual de la iglesia. Poniéndolo de otra manera, el ministerio mutuo es el antídoto Divino para prevenir la apostasía, el requerimiento Divino para asegurar la perseverancia y los medios Divinos para cultivar la vida espiritual de cada uno.

Hebreos 3
12. Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad pa-ra apartarse del Dios vivo:
13. Antes exhortaos los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado:
14. 14 Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;


Aquí el autor de Hebreos nos enseña que la edificación mutua es el remedio para no desarrollar un corazón no creyente ni una voluntad endurecida como consecuencia del pecado. Y es más, en Hebreos 10:25 – 26, la Biblia de nuevo presenta a la exhortación mutua como el salvavidas establecido por Dios contra el alejamiento de Dios.

Hebreos 10
25. No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortán-donos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
26. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado,


Y cuando multitud de clérigos han utilizado normalmente estas escrituras para recalcar la importancia de “asistir a la iglesia”, han ignorado abiertamente el resto del pasaje que nos provee con el propósito principal de esta actividad que no es nada más que el de la exhortación y aliento mutuo.
Francamente, estamos en peligro de ignorar la verdadera enseñanza de este pasaje ya que nuestra prosperidad espiritual esta basada en las reuniones diseñadas a practicar el ministerio mutuo.
Manifestando a Cristo en su plenitud
No es por casualidad que el significado de la palabra griega ekklesia, signifique asamblea. Esta palabra se mezcla muy bien con el pensamiento predominante del cuerpo paulino acerca de que la iglesia es Cristo en su expresión corporal.

I Corintios 12
3. Y ACERCA de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que ignoréis.
4. Sabéis que cuando erais Gentiles, ibais, como erais llevados, a los ídolos mudos.
5. Por tanto os hago saber, que nadie que hable por Espíritu de Dios, llama anatema á Jesús; y nadie puede llamar á Jesús Señor, sino por Espíritu Santo.
6. Empero hay repartimiento de dones; mas el mismo Espíritu es.
7. Y hay repartimiento de ministerios; mas el mismo Señor es.
8. Y hay repartimiento de operaciones; mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos.
9. Empero á cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho.
10. Porque á la verdad, á éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; á otro, pala-bra de ciencia según el mismo Espíritu;
11. A otro, fe por el mismo Espíritu, y á otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;
12. A otro, operaciones de milagros, y á otro, profecía; y á otro, discreción de espíritus; y á otro, géneros de lenguas; y á otro, interpretación de lenguas.
13. Mas todas estas cosas obra uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente á cada uno como quiere.
14. Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también Cristo.
15. Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora Judíos ó Griegos, ora siervos ó libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
16. Pues ni tampoco el cuerpo es un miembro, sino muchos.
17. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo?
18. Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo?
19. Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
20. Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como quiso.
21. Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo?
22. Mas ahora muchos miembros son á la verdad, empero un cuerpo.
23. Ni el ojo puede decir á la mano: No te he menester: ni asimismo la cabeza á los pies: No tengo necesidad de vosotros.
24. Antes, mucho más los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son necesarios;
25. Y á aquellos del cuerpo que estimamos ser más viles, á éstos vestimos más honrosa-mente; y los que en nosotros son menos honestos, tienen más compostura.
26. Porque los que en nosotros son más honestos, no tienen necesidad: mas Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
27. Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se intere-sen los unos por los otros.
28. 26 Por manera que si un miembro padece, todos los miembros á una se duelen; y si un miembro es honrado, todos los miembros á una se gozan.
29. 27 Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte.
Efesios 1
3. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las co-sas á la iglesia,
4. La cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos.
Efesios 4
3. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que sois llamados;
4. Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportando los unos á los otros en amor;
5. Solícitos á guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
6. Un cuerpo, y un Espíritu; como sois también llamados á una misma esperanza de vuestra vocación:
7. Un Señor, una fe, un bautismo,
8. Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas, y por todas las cosas, y en todos vosotros.
9. Empero á cada uno de nosotros es dada la gracia conforme á la medida del don de Cristo.
10. Por lo cual dice: Subiendo á lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dió dones á los hombres.
11. (Y que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero á las partes más bajas de la tierra?
12. El que descendió, él mismo es el que también subió sobre todos los cielos para cumplir todas las cosas.)
13. Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
14. Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo;
15. Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo:
16. Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctri-na, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error:
17. Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la ca-beza, a saber, Cristo;
18. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.


Así pues la función de la asamblea local es la de expresar al Cristo Resucitado, nos reunimos para que Jesús, nuestro Señor, pueda manifestarse en plenitud en la construcción de su Cuerpo. La única manera que esto pueda convertirse en realidad es si todo miembro de la asamblea provee ese aspecto de Cristo que él o ella ha recibido.
Es por lo que si la mano no funciona en la reunión, Cristo no se manifiesta en plenitud. Puesto que Jesús, nuestro Señor, no puede manifestarse en su plenitud a través de una sola persona. De la misma manera si los ojos dejan de funcionar, Cristo será limitado al revelarse. Por otro lado, cuando cada miembro del Cuerpo funciona de acuerdo a su don específico, Cristo se ve en plenitud. Se le verá como si estuviera en el medio de nuestra asamblea.
Consideren la analogía de un rompecabezas. Cuando cada pieza de él es puesta en su verdadera posición en relación con las otras piezas, decimos que el rompecabezas ha sido ensamblado. Como resultado, el dibujo que contenía puede ser visto y entendido. Igual ocurre con Cristo y su Iglesia. Cuando cada miembro de la ekklesia provee algo del Cristo Resucitado por medio del libre, pero ordenado, uso del don otorgado por el Espíritu Santo, se cumple el propósito y deseo de Dios de revelar a su bendito hijo en nuestros corazones renovados y frescos.
Que nadie me malentienda, las reuniones de participación no excluyen la idea de la planificación. Ni tampoco significa que debemos desechar una semblanza o forma ordenada. En el capítulo 14 de I Corintios, el apóstol Pablo da una serie de normas, bastante amplias, diseñadas para conducir la reunión de asamblea en una forma apacible y ordenada. Esas normas expresan el pensamiento de Pablo, no existe tensión alguna entre una reunión abierta de participación y una ordenada que ha de conducir a la edificación de cada uno de los miembros. Con su erudición, Robert Banks resume la reunión del Nuevo Testamento de esta manera:
La consecuencia del reinado del Espíritu sobre los dones es una estable, aunque no inflexible, distribución entre los miembros, ordenadamente, aunque no estático, interrelación en su asamblea… Así pues contando con que son guardados y mantenidos presentes ciertos princi-pios de operación del Espíritu tales como son: balance, inteligibilidad, evaluación, orden y el ejercicio del amor; Pablo no ve la necesidad de dar reglas fijas para el desarrollo de la asam-blea… Pablo por tanto no tiene interés en constituir una delimitada y fija liturgia. Esto restringi-ría la libertad de la comunicación divina. Cada reunión de asamblea deberá tener una estruc-tura que naturalmente emergerá de las combinaciones de los dones puestos en práctica. (La idea de Pablo sobre la comunidad)

La pregunta sobre la fuerza de soporte
Lo que hasta ahora hemos hablado acerca del propósito de las reuniones de la primera Iglesia toca la fibra vital que pone a la Iglesia del Nuevo Testamento en un lugar aparte de las modernas iglesias institucionales. Es decir, envuelve la pregunta base sobre que es lo mueve y mantiene a la Iglesia.
En la iglesia institucional, la maquinaria religiosa del “programa” religioso es la fuerza que empuja y marca la ruta de la asamblea. Así pues, si el Espíritu de Dios abandona una iglesia insti-tucional, su ausencia pasará desapercibida. En su lugar, el proceso de “la vida sigue igual” trazará el camino en adelante. Los servicios continuarán sin ser afectados, la liturgia no se interrumpirá, los anuncios serán escuchados, las ofrendas serán recogidas, el sermón será predicado y el himno de clausura será entonado. Como Sansón, la congregación continuará siguiendo al programa religioso, “no sabiendo que Jehová ya se había de él apartado” (Jueces 16:20).
En contraste, la única fuerza que mantiene, soporta y alienta la asamblea del Nuevo Testamen-to es la vida del Espíritu Santo. La primera Iglesia se apoyaba totalmente en la vida espiritual de los miembros individuales para mantener su existencia. De esta manera, si la vida de las reuniones mostraba una franca decadencia, todos se darían cuenta, el frío de la muerte lenta no pasaría desapercibido. Lo que es más, si el Espíritu de Dios abandonara las reuniones, estas desaparecerían. En pocas palabras, la Iglesia del Nuevo Testamento no conocía fuerza que la sostuviera otra que la vida del Espíritu sobre la comunidad de creyentes. No dependía de un programa hecho por el hombre mantenido institucionalmente para preservar su momento.
En este punto la iglesia institucional ha sido hecha un espejo del antiguo tabernáculo mosaico después que el arca de Dios les fue arrebatado. Cuando la presencia de Dios abandonó la tienda santa, ésta se convirtió en nada más que un hueco vacío que era acompañado por un impresionante exterior. Y a pesar de saber los adoradores que el Señor les había abandonado, continuaban ofreciendo sus sacrificios al tabernáculo vacío.
I Crónicas 16
39. Asimismo á Sadoc el sacerdote, y á sus hermanos los sacerdotes, delante del taberná-culo de Jehová en el alto que estaba en Gabaón,
40. Para que sacrificasen continuamente, á mañana y tarde, holocaustos á Jehová en el altar del holocausto, conforme á todo lo que está escrito en la ley de Jehová, que él prescribió á Israel;
II Crónicas 1
3. Y fué Salomón, y con él toda esta junta, al alto que había en Gabaón; porque allí estaba el tabernáculo del testimonio de Dios, que Moisés siervo de Jehová había hecho en el desierto.
4. Mas David había traído el arca de Dios de Chîriath-jearim al lugar que él le había pre-parado; porque él le había tendido una tienda en Jerusalem.
5. Asimismo el altar de bronce que había hecho Bezaleel hijo de Uri hijo de Hur, estaba allí delante del tabernáculo de Jehová, al cual fué á consultar Salomón con aquella junta.
Jeremías 7
12. Andad empero ahora á mi lugar que fué en Silo, donde hice que morase mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.


Usando el lenguaje del Antiguo Testamento, la iglesia institucional ha confundido la colocación del altar con el fuego de la consagración. Descansando contentos con haber reconstruido las piezas del sacrificio sobre el altar, la iglesia institucional no más tiene necesidad del fuego divino.
La tragedia de la iglesia institucional recae por tanto en su confianza sobre un sistema religioso movido por un programa diseñado por los hombres que sirve de andamio para la estructura de la “iglesia” cuando el Espíritu de Dios se aparta. Este sistema trae como consecuencia el hecho de que cuando la espontánea vida del Espíritu se ha desvanecido del grupo de creyentes, deja de ser la Iglesia en el sentido bíblico, a pesar que la forma externa sea preservada. John W. Kennedy lo resume de esta manera:
El hombre siempre ha tratado de conservar todo lo que Dios rechaza, tal como la historia de la Iglesia ha demostrado. El resultado se ve en el abultado número de denominaciones, la mayor parte de ellas monumentos sin vida a glorias por mucho tiempo desaparecidas… ¿es posible que el Pueblo de Dios, al eregir candelabros de ladrillo y cemento, que han de ser mantenidos por largo tiempo a pesar de que la luz del Espíritu las haya abandonado, estén menoscaban-do el propósito de Dios? (El secreto de Su propósito)
La objeción clerical
En tanto el Nuevo Testamento establece con abundancia el hecho de que las reuniones de la primera iglesia eran abiertas, de plena participación y espontáneas, muchos clérigos de nuestros días rehusan aprobar esos métodos para las reuniones de hoy día. La forma de pensar de un clérigo moderno es algo así: : “Si yo permito a mi congregación ejercitar sus dones en una reunión abierta, esta se convertiría en un completo caos; por tanto, no tengo otra alternativa que la de controlar los servicios ya que de lo contrario estos éstos se convertirán en un completo desastre”. Esta objeción es errónea en varios puntos y conlleva un masivo desconocimiento de la eclesiología de Dios.
En primer lugar, la simple noción de que un clérigo tiene la autoridad de “permitir” o “prohibir” a sus hermanos el ejercitar sus dones se construye sobre el torcido entendimiento la autoridad eclesiástica y su ministerio (volveremos más tarde a tocar este punto). La consecuencia de todo esto es que nadie tiene el derecho de permitir o prohibir a un sacerdocio de creyentes en el ejercicio de los dones con los que Dios les ha envestido.
En segundo lugar, la creencia de que el caos sería el resultado de la desaparición del control clerical, traiciona y demuestra una falta de confianza hacia el Espíritu Santo. De igual forma revela una falta de confianza en el pueblo de Dios, algo que está fuera de contexto en las epístolas paulinas.
Romanos 15
14. Empero cierto estoy yo de vosotros, hermanos míos, que aun vosotros mismos estáis llenos de bodad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podáis amonestaros los unos á los otros.
2 Corintios 2
3. Y esto mismo os escribí, porque cuando llegare no tenga tristeza sobre tristeza de los que me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos voso-tros.
2 Corintios 7
6. Mas Dios, que consuela á los humildes, nos consoló con la venida de Tito

2 Corintios 8
22. Enviamos también con ellos á nuestro hermano, al cual muchas veces hemos experi-mentado diligente, mas ahora mucho más con la mucha confianza que tiene en vosotros

Gálatas 5
10. Yo confío de vosotros en el Señor, que ninguna otra cosa sentiréis: mas el que os in-quieta, llevará el juicio, quienquiera que él sea.
2 Tesalonicenses 3
4. Y tenemos confianza de vosotros en el Señor, que hacéis y haréis lo que os hemos mandado
Filemón
21. Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que aun harás más de lo que digo
Hebreos 6
9. Pero de vosotros, oh amados, esperamos mejores cosas, y más cercanas á salud, aunque hablamos así.


En tercer lugar, la idea de que la reunión de la iglesia se convertiría en un completo libertinaje no es cierta. Si se equipa a los santos para que puedan utilizar sus dones espirituales y entienden como someterse al Espíritu Santo, entonces una reunión abierta en la que todos puedan participar no es otra cosa que gloriosa. (A propósito, los hermanos no salen preparados a base de escuchar sermones, semana tras semana, mientras se encuentran plantados en sus bancos. El miedo absoluto entre los “pulpiteros” profesionales de abrir los servicios en una forma participativa, está simplemente basado en este hecho.)
En tanto que las reuniones abiertas de participación no serán siempre tan educadamente reguladas como un servicio de la iglesia tradicional que discurre con toda suavidad y perfección sobre los caminos trazados por la liturgia del pastor, sí revelan mucho más de la plenitud de Cristo y lo precioso de Su pueblo, mucho más que lo que los arreglos humanos puedan prefabricar.
Concedo, que habrá momentos, especialmente en las primeras etapas de la vida de la iglesia, que alguien pueda traer algún ministerio un tanto dudoso. Pero su antídoto no es el poner restricciones a la espontaneidad del ministerio. Por el contrario, aquellos que traen un ministerio discordante, deberán ser corregidos. Y esto, generalmente recae sobre los hombros de un hermano de cierta madurez, es decir, los ancianos (hablaremos de esto más adelante).
Recuerdan que cuando Pablo hubo de enfrentarse al entrampado desenfreno de Corinto, él no clausuró la asamblea, ni introdujo la oficina de algún humano. Por el contrario, les proveyó con una serie de directrices amplias para facilitarles orden y edificación en sus reuniones (1 Corin-tios 14). Lo que es más, Pablo estaba confiado de que la iglesia se adheriría a sus directrices. De la misma manera, si esas directrices fueran consideradas en el día de hoy, no existiría la necesidad de la oficiación humana, ni las predelineadas liturgias, o los predefinidos servicios en las reuniones de la iglesia. G. H. Lang explica…
Y cuando se hubieron reunido, no había un evidente líder visible, ni existía un programa pre-definido para ser seguido. Dos o hasta tres profetas se dirigían a la asamblea; salmos, oracio-nes y otros ejercicios eran introducidos con espontaneidad (1 Corintios 14). Se ejercía un gran énfasis sobre este modo como el ser la intención divina, hasta el punto de que cuando llegaron a ocurrir grandes desórdenes y las asambleas se convirtieron en reuniones de poco beneficio, (1 Corintios 11, 14), en ningún momento sugirió el apóstol poner en práctica otro tipo de servicio sino simplemente darles unos principios generales, la aplicación de los cuales pre-vendría el desorden y promovería la edificación. El método de adoración continuaría esen-cialmente como antes. Había en verdad un deber de controlar todo hablar vano y engañador (1 Timoteo 1:3; Tito 1:10 - 16); pero no existía ningún poder legislativo o coercitivo; la autori-dad de los ancianos era esencialmente moral… El control de la asamblea por una persona era desconocido en aquel entonces. El Señor en persona, por medio de Su Espíritu, estaba realmente presente como si El estuviera visible. En verdad, al de la fe estaba visible; y El en persona, al estar allí, ¿qué sirviente podía ser tan irreverente como para tomar de Sus manos el control de los servicios de adoración? Pero, por otro lado, con certeza no sucedía que cual-quiera tenía libertad para ministrar. La libertad era para el Espíritu Santo hacer Su voluntad, no para Su pueblo hacer la suya… Todos los derechos de la Casa de Dios recaen solamente sobre el Hijo de Dios.
La iglesia posapostólica pronto se alejó de este modelo. (Las iglesias de Dios).
La realidad es que la tendencia del estilo de las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento descubre una falta de confianza en el Espíritu Santo. Rendle Short lo describe muy bien al decir:
Al apartarnos de este principio, (las reuniones de participación), echamos a perder el trabajo de Dios y dejamos hambrientas nuestras almas. Alguien podrá decir, ¿acaso no se pondrán todas las cosas bajo un estado de confusión si tratamos de seguir ese método? En aquellos tiempos tenían al Espíritu Santo para guiarles, y no debemos echarnos a perder y tener una reunión aburrida, confusa, de poco beneficio o quizá hasta imprevista, por lo que será mejor que alguien esté a cargo. ¿No es eso acaso una práctica negación del Espíritu Santo? ¿Acaso nos atrevemos a negar que ya no se nos da el Espíritu Santo? El Espíritu Santo trabaja hoy día tanto como lo hacía en aquellos tiempos… Por favor no piense que eso denominado “reu-nión abierta” es aquello en el que los santos están a la merced de un charlatán que piensa que tiene algo que decir y abusa de su presencia para hacerlo. Una “reunión abierta” no está abierta para el hombre. Es una reunión que está abierta para el Espíritu Santo. Habrá algunas bocas que deberán ser calladas (Tito 1:10-14). Algunas veces serán acalladas con una oración y otras veces con una benevolente admonición… Pero existe un fallo en llevar a cabo el principio. Que nunca se nos permita poner en el olvido loa principios de Dios (Las iglesias de Dios).
En números 11 encontramos las primeras formas de clericalismo en la Biblia. Dos sirvientes del Señor, Eldad y Medad, recibieron el Espíritu del Señor y profetizaron en el campo (vs. 26 - 27). Un joven urgió a Moisés a hacerlos callar (v. 28). Moisés sin embargo hizo callar la boca del joven al decirle que era el deseo de Dios que todo su pueblo poseyera el Espíritu y profetizara. Este deseo se llevó a cabo el día de Pentecostés (Hechos 2:17-18) y continúa cumpliéndose en el día de hoy (Hechos 2:38-39; I Corintios 14:1, 31). Desafortunadamente la iglesia moderna no está carente de aquellos detractores de Eldad y Medad para que administren la casa del Señor. Que Dios levante una multitud de creyentes poseedores del espíritu de Moisés, para que el Padre pueda obtener lo que, con derecho, es suyo, un reino compuesto de ministros en funcionamiento que servirán bajo la dirección de Su Hijo.
Jefatura y Señorío
Al llegar a este punto, puede ser útil el hacer notar la cuidadosa distinción que la Biblia hace entre Jefatura y Señorío. A través del Nuevo Testamento la Jefatura de Cristo ha sido siempre expresada a la vista de su relación con Su Cuerpo. (Efesios 1:21; 4:15; 5:23; Colosenses 1:18; 2:19), en tanto que el Señorío de Cristo ha sido siempre en su relación con los individuos. (Mateo 7:21-22; Lucas 6:46; Hechos 16:31; Romanos 10:9, 13; 6:17). En lo que el Señorío es indi-vidual, la Jefatura lo es con la iglesia. Así estas dos palabras, Jefatura y Señorío tienen dos dimensiones para la misma cosa. Jefatura y Señorío trabajan por igual en la vida corporativa del pueblo de Dios.
Es muy importante hacer esta distinción, puesto que arroja un rayo de luz sobre el problema de la práctica de la iglesia en el día de hoy. Es muy común para los cristianos el conocer el señorío de Cristo pero desconocer acerca de Su Jefatura. Por ejemplo, un creyente puede en verdad someterse al señorío de Jesús en su vida privada. Puede obedecer lo que entiende de la Biblia, tal como orar fervientemente y regularmente, y llevar una vida de privaciones personales, piedad y amor por los demás. Y a la vez puede desconocer totalmente acerca del ministerio compartido, el reconocimiento mutuo y el testimonio corporativo.
En un análisis final, el tema de la Jefatura de Cristo significa el obedecer su voluntad acerca de la vida y la práctica de la iglesia. Incluye cosas como el discernir la mente de Dios por medio del ministerio mutuo y compartir obedeciendo al Espíritu Santo por medio de la dependencia mutua y la servidumbre, testificando colectivamente a Jesucristo por medio de la proyección mutua y la unidad. Sumisión a la Jefatura de Cristo encarna las enseñanzas del Nuevo Testamento de que Jesús no solo es el Señor en la vida de los hombres, sino que El es el Maestro en la vida de la Iglesia. Y la Escritura es muy clara acerca de que cuando es establecida la Jefatura de Cristo y dada un expresión concreta en la tierra, El se convertirá en la Cabeza de todas las cosas del universo (Colosenses 1:16-18).
Con claridad diáfana, Artur Wallis, describe la inseparable conexión entre la Jefatura de Cristo y su Señorío al decir:
Cristo enseñó que nuestro compromiso hacia él tiene que ser de corazón. Significa el negarse a sí mismo, tomando la cruz y siguiéndole. Pero la escritura es igualmente clara acerca de que nuestra actitud hacia Cristo está reflejada en nuestra actitud hacia su pueblo. Tal como es nuestra actitud hacia la Cabeza, es nuestra actitud hacia el Cuerpo. Uno no puede ser todo corazón hacia Cristo y solamente la mitad hacia la iglesia. (El Cristiano Radical)

Pensamientos finales

Termino este capítulo con varias preguntas en mi mente:
¿Es posible que el evangelismo moderno haya solamente afirmado la doctrina de creer intelectualmente en el sacerdocio, pero ha errado en su aplicación práctica debido a la sutil trampa tendida por las profundamente enraizadas tradiciones?
¿Acaso los servicios de la iglesia moderna, los cuales se construyen alrededor del sermón de una persona y de un programa de adoración de un grupo musical establecido, reflejan las reu-niones que normalmente encontramos en la Biblia o por otro lado se contraponen?
¿Por qué una reunión de participación abierta podría ser buena para la primera iglesia y difícil de tener o ser peligrosa en el día de hoy?
Y finalmente ¿es nuestra práctica de la iglesia una expresión de la completa jefatura de Cristo o de la jefatura del hombre?


¡Que Dios nos ayude a contestar esas preguntas con sinceridad y con la ayuda de las Sagradas Escrituras!

El propósito de la reunión de la iglesiaSocialTwist Tell-a-Friend

Señales de los últimos tiempos

Requisito para pertenecer a la iglesia de Jesucristo

“La iglesia es la única comunión fraternal en el mundo cuyo único requisito para integrarla es la falta de mérito del candidato.”

Robert Munger