lunes, 15 de junio de 2009

El propósito de la reunión de la iglesia

CAPITULO I
El propósito de la reunión de la iglesia
Texto tomado de: REHACIENDO LOS NUEVOS
ODRES, La práctica de la Iglesia del Nuevo Testamento, por Frank A. Viola


El gran expositor bíblico, Martyn Lloyd-Jones, dijo en cierta ocasión: “Vivimos en una era esperanzadora bajo un diseño contenido en el Nuevo Testamento con una religioncita muy buena”.
Con este pensamiento en mente, me gustaría comenzar nuestra discusión acerca de la práctica de la iglesia del Nuevo Testamento examinando la razón de las reuniones en la primera iglesia. ¿Cuál era el propósito de las reuniones en la primera iglesia del Nuevo Testamento?

Odres, foto.

Marcos 2:22 "Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar."

Notemos que cuando utilizo el término de reuniones o reuniones eclesiásticas, lo estoy utilizando en un sentido muy estrecho. La Biblia dibuja diferentes tipos de reuniones donde los primeros cristianos se reunían (reuniones de oración, reuniones evangélicas, reuniones de ministerio, reuniones apostólicas, concilios eclesiásticos, etc.) Por una reunión de iglesia me estoy refiriendo a una reunión especial en una asamblea local tal como es descrita en I Corintios 11 – 14. De acuerdo con el relato bíblico, al igual que la tradición eclesiástica, esta reunión parece ser que ocurrió en el primer día de la semana (Hechos 20:7).

Antes de que exploremos el propósito de las reuniones en la iglesia del Nuevo Testamento, examinemos en primer lugar por qué la mayor parte de los cristianos se reúnen hoy día en la “iglesia”. Básicamente existen cuatro razones:
1) para una adoración corporativa
2) para evangelizar
3) para escuchar un sermón
4) por hermandad
Por extraño que esto pueda parecer, el Nuevo Testamento nunca prevé ninguna de estas cuatro razones como el punto principal de las reuniones en la primera iglesia.


El lugar de Adoración, Evangelismo, Sermonear y Hermandad
De acuerdo con el Nuevo Testamento, adoración es algo que nosotros vivimos. Es la prepara-ción para el agradecimiento, afección, devoción, humildad, y la obediencia sacrificada que Dios en todo momento es merecedor.

Mateo 2
11 Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, é incienso y mirra.

Romanos 12
1. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto.

Filipenses 3
3. Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu á Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.

Por tanto, cuando nos reunimos como pueblo de Dios, tenemos que venir en espíritu de adoración. El templo de la Israel del Antiguo Testamento es la figura principal para este tipo de reu-nión eclesiástica, puesto que la característica principal del templo era la adoración. En las mentes de muchos cristianos de hoy día, sin embargo, adoración queda limitado a entonar coros, himnos y canciones de alabanza. Y mientras que adorar a Dios por medio de estos himnos de alabanza era una faceta muy importante en las reuniones de la primera iglesia la Biblia nunca lo presenta como el principal propósito.

Efesios 5
19. Hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;

Colosenses 3
16. La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñán-doos y exhortándoos los unos á los otros con salmos é himnos y canciones espiritua-les, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor.

De la misma manera, la Biblia nunca define la evangelización como el propósito de la reunión eclesiástica. Por el contrario, el Nuevo Testamento claramente demuestra que la evangelización era comúnmente puesta en práctica fuera de las reuniones eclesiásticas. Yo llamo esas reuniones “reuniones evangélicas” y estas se llevaban a cabo en los lugares donde se reunían los no creyentes; por ejemplo, en la sinagoga de los judíos y en los mercados. Por el contrario, las reuniones de la primera iglesia del Nuevo Testamento eran principalmente reuniones de creyentes. El contexto de I Corintios 11 – 14 lo deja bien en claro. Y si bien en ciertas ocasiones asistían los no creyentes, estos no eran el foco de la reunión. (En I Corintios 14:23 – 25), Pablo mencio-na la presencia de no creyentes en la reunión, enmarcando sus comentarios en un lenguaje hipotético).

I Corintios 14
23. De manera que, si toda la iglesia se juntare en uno, y todos hablan lenguas, y entran indoctos ó infieles, ¿no dirán que estáis locos?
24. Mas si todos profetizan, y entra algún infiel ó indocto, de todos es convencido, de todos es juzgado;
25. Lo oculto de su corazón se hace manifiesto: y así, postrándose sobre el rostro, adorará á Dios, declarando que verdaderamente Dios está en vosotros.


Y aún hay más, la noción popular de que la reunión semanal era para escuchar un sermón, carece de fundamento bíblico. Si bien el ministerio de la Palabra era en efecto presente en las reuniones de la primera iglesia (I Corintios 14 habla de aquellos que traían doctrinas, revelaciones y profecías), escuchar un sermón no era la razón principal. En este punto, las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento son marcadamente diferentes de los típicos servicios en encontramos en las iglesias institucionales en los que el púlpito es la figura central, donde todo está estructurado alrededor del sermón y donde la congregación evalúa la reunión en función de la calidad del mensaje. Una detallada lectura del texto bíblico nos conducirá a la asombrosa realidad de que las reuniones de la iglesia orientadas hacia el púlpito o el sermón, no pueden ser demostradas en la iglesia del Nuevo Testamento.
Y mientras es cierto que en algunas ocasiones en el libro de los Hechos encontramos a los após-toles administrando la Palabra, esas reuniones no eran reuniones regulares de la iglesia. Por el contrario, eran parte del ministerio apostólico donde los apóstoles predicaban a una audiencia pasiva con motivo de sus visitas a una ciudad o la fundación de una nueva iglesia. Esto sería el equivalente a un moderno apóstol, maestro o profeta ejercitando su don de palabra en un seminario, grupo de trabajo o conferencia. Esas reuniones eran consideradas como “reuniones de ministerio” y no deben ser confundidas con las “reuniones de la iglesia”. En la primera, un ministro bendito por dones especiales comparte con una audiencia totalmente pasiva para equi-parlos en las obras de servicio; en el segundo, cada miembro reunido libremente ejercita su talento. Por tanto, la enseñanza bíblica era simplemente un aspecto de la reuniones de la iglesia. No era el punto principal. Además, las enseñanzas en las reuniones de la iglesia no eran dadas por la misma persona, semana tras semana, tal como ocurre en las iglesias institucionales.
Finalmente, la hermandad tampoco era la razón principal de las reuniones del Nuevo Testamento. Y cuando la hermandad es una demanda de la forma de vida del Cuerpo, nunca fue declarado como el propósito principal de las reuniones de la iglesia.
La hermandad es simplemente una consecuencia que emerge cuando el pueblo de Dios reunido comienza alegremente a coronar a nuestro Señor Jesús y permite a su Espíritu que dirija las reuniones (Hechos 2:42). Y no obstante la importancia de esas cuatro actividades en la vida de la Iglesia, ninguna puede ser correctamente igualada con el verdadero propósito de las reuniones de la Iglesia.
Exhortación mutua y edificación
Si el propósito de las reuniones de la iglesia, tal como son descritas en el Nuevo Testamento, no eran para la adoración corporativa, evangelismo, sermonear o de hermandad, ¿para qué se hacían?
De acuerdo a la Escritura, el motivo principal de la reunión era la exhortación y edificación mutua. I Corintios 14:26 lo deja muy en claro:
¿Qué hay pues, hermanos? Cuando os juntáis, CADA UNO DE VOSOTROS tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación:
HÁGASE TODO PARA EDIFICACIÓN.

Hebreos 10:24 – 25 lo hace aún mejor:
Y considerémonos los UNOS A LOS OTROS para provocarnos al amor y á las buenas obras; No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, MAS EXHORTÁNDONOS; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

Y I Tesalonicenses 5:11
Por lo cual, consolaos los unos á los otros, y edificaos los unos á los otros, así como lo hacéis.

Y Hebreos 3:14…
Antes exhortaos los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado: Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;


Tal como se percibe en la Biblia, las reuniones de la Iglesia estaban diseñadas para permitir a cada miembro del Cuerpo a participar en la construcción de la Iglesia como tal.

Efesios 4
16. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.


Mutualidad era la marca que destacaba las reuniones del Nuevo Testamento – “cada uno de vosotros” – era su frase más característica. Donde las alabanzas e himnos de adoración eran llevados a cabo, estos no los ejecutaban los líderes ni músicos profesionales, por el contrario, la reunión era abierta para permitir a cada uno a dar su ministerio por medio de la adoración y los himnos. En palabras de Pablo, “cada uno tiene un salmo” en las reuniones locales. Hasta las canciones estaban marcadas con un símbolo de mutualidad, por lo que Pablo exhorta a los hermanos a “hablar entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19) “La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos á los otros con salmos é himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor” (Colosenses 3:16).
En un contexto tan abierto es razonable asumir que los primeros cristianos componían regularmente sus propias canciones y las compartían con los otros santos en las reuniones.
Además, cada creyente que poseía una palabra de Dios, durante la reunión se le daba la oportunidad de hacerla partícipe a los demás por medio de los dones que poseía.
De esta manera, una reunión de la Iglesia del Nuevo Testamento hubiera consistido de: un niño que comparte la palabra de Dios por medio de una interpretación dramática y una canción; una joven da su testimonio: un joven comparte y exhorta a algo y lo acompaña con una discusión de grupo; un hermano mayor explica una parte de la Escritura y concluye con una oración; otra hermana cuenta una historia espiritual por ella vivida; un grupo de jóvenes comentan sus estudios y solicitan oración y todo el grupo experimenta la hermandad de la mesa durante la co-mida compartida. Cuando el apóstol nos corre la cortina en I Corintios 14, vemos una reunión donde cada miembro está activamente involucrado. Lo que resalta de esta reunión es la frescura, la apertura, la espontaneidad y la mutua edificación son las metas principales.

Cristo el director de las reuniones del Nuevo Testamento
Todos los relatos bíblicos acerca de las reuniones del Nuevo Testamento descansan sólidamente sobre la dirección de Cristo sobre ellas, que no es más que el punto focal del propósito eterno de Dios.

Efesios 1
9. Descubriéndonos el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había propuesto en sí mismo,
10. De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra:
11. En él digo, en quien asimismo tuvimos suerte, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad,
12. Para que seamos para alabanza de su gloria, nosotros que antes esperamos en Cristo.
13. En el cual esperasteis también vosotros en oyendo la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salud: en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14. Que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria.
15. Por lo cual también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y amor para con todos los santos,
16. No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones;
17. Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento;
18. Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su vocación, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
19. Y cuál aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la operación de la potencia de su fortaleza,
20. La cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole á su diestra en los cielos,
21. Sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero:
22. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las co-sas á la iglesia,

Colosenses 1
16. Porque por él fueron criadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles é invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fué criado por él y para él.
17. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten:
18. Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado.


Es decir, Cristo era la figura prominente en las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento. Era el centro y la circunferencia. Él marcaba la pauta, él dirigía los eventos. A pesar que a simple vista él no era visible, Cristo era, con toda claridad, el guía.
En este punto, el Señor Jesucristo libremente escogía por boca de quién quería hablar y de que manera lo hacía.
En contraste, la práctica normal de algunos ministros profesionales asumiendo toda la actividad de la asamblea mientras el resto de los santos permanecen pasivos, era totalmente extraño a las reuniones de la primera Iglesia. En su lugar, las reuniones estaban basadas en el principio de la mesa redonda, donde cada miembro era animado a participar, en lugar del principio del “púlpito”, donde los miembros quedan divididos en dos, los pocos activos y los muchos pasivos.
En las reuniones del Nuevo Testamento, ni el sermón ni el predicador eran el centro. En su lugar, la participación de la congregación era la regla divina. La reunión reflejada no era litúrgica, sino que la flexible espontaneidad centrada en el Espíritu Santo permanecía en total control, moviéndose libremente entre los hermanos que formaban el Cuerpo en una manera ordenada. De hecho, las primeras reuniones de la Iglesia eran de tal manera controladas por el Espíritu Santo que si una persona recibía un entendimiento mientras otra recibía tenía la Palabra, tenía plena libertad para agregar su pensamiento. En contraste la persona que tenía la palabra gustosa la cedía para escuchar lo que el otro tenía que decir.

I Corintios 14
29. Asimismo, los profetas hablen dos ó tres, y los demás juzguen.
30. Y si á otro que estuviere sentado, fuere revelado, calle el primero.

Es más, preguntas edificantes y sanas discusiones formaban parte normalmente, de todas la reuniones. (I Corintios 14:27 – 40)

Este tipo de reuniones son totalmente inconcebibles en el contexto de las iglesias de hoy día. La mayor parte de nosotros tenemos miedo a permitir al Espíritu Santo que dirija y de forma a nuestras reuniones. De hecho es imposible colocarnos dentro de una reunión de iglesia corporativa si no es bajo la guía directa de un moderador humano.
Esto revela que estamos alejados y no entendemos los caminos de Dios. Mayormente se debe a nuestro desconocimiento acerca de cómo trabaja el Espíritu Santo en nosotros y en nuestra vida. Y puesto si no conocemos la forma en que el Espíritu obra en nosotros, ¿cómo le vamos a reconocer cuando nos reunamos?
La realidad es que muchos de nosotros, al igual que la antigua Israel, aún queremos un rey que gobierne sobre nosotros y un mediador visible que nos interprete lo que Dios ha dicho. (Éxodo 20:19; I Samuel 8:19).
Si lugar a dudas, la presencia de un moderador humano en las reuniones de la iglesia es una querida tradición que muchos cristianos fieramente defienden.

El problema se encuentra, en que no va con la Escritura.
Puesto que en ningún lado del Nuevo Testamento encontramos bases para cimentar la creencia de que una reunión sea dominada, dirigida y oficiada por una persona.
Como tampoco encontramos reuniones enraizadas en un púlpito donde el foco de todas las miradas están puestas en el hombre que lo ocupa.


Una de las características más importantes de las reuniones del Nuevo Testamento era la total ausencia del oficio humano. Cristo dirigía la reunión por medio del Espíritu Santo a través de los creyentes. De nuevo, el principio gobernante de la primera Iglesia era “unos a otros”; no es de extrañar que estas tres palabras juntas se encuentren escritas más de 60 veces en el Nuevo Testamento.
Watchman Nee observa lo siguiente:
En la reunión de la iglesia, “cada uno tenía un salmo, tenía una enseñanza, tenía una revelación, tenía una lengua, tenía una interpretación” (I Corintios 14:26). Este no es el caso de uno liderando y los demás siguiendo sino cada uno contribuyendo en su parte de ayuda espiritual… Nada está determinado por el hombre y cada uno toma parte en la manera que el Espíritu lidera, No es un ministerio de “todos los hombres”, sino el ministerio del Espíritu Santo… Se da a cada miembro de la iglesia su oportunidad de ayudar a los demás y a todos se les da la oportunidad de ser ayudados. Un hermano habla en un momento de la reunión y otro habla más tarde; tú puedes ser elegido por el Espíritu para ayudar a los hermanos esta vez y yo lo seré en la próxima… Cada miembro debe cargar con su parte de la responsabilidad y compar-tir con los hermanos lo que ha recibido de Dios. La conducta de la reunión no ha de ser la carga de una sola persona, sino que todos han de hacerse responsables de ella y deben buscar el ayudarse unos a otros dependiendo de lo que la dirección del Espíritu les enseñe y dependiendo del poder que El les dé… Una reunión de la iglesia lleva sobre ella el sello de “unos a otros”. (La Vida Normal de la Iglesia Cristiana)

Por tanto, la popular forma actual centrada en un hombre, rivalizando con la función de Director ocupada por Cristo, era completamente desconocida en las reuniones de los primeros cristianos. En su lugar, todos los hermanos venían a la asamblea con el convencimiento de que tenían la obligación y la responsabilidad de aportar algo a ella. Además, las reuniones de la primera Iglesia estaban marcadas por un sentido de abierta libertad e informalidad que era la atmósfera requerida para que Cristo libremente se desplace a través de cada uno de las personas que forman parte de su Cuerpo.
En esencia, el ir a una reunión de la primera iglesia implicaba ir a dar más que a recibir. Nadie iba a recibir una clase religiosa de parte de un especialista religioso perteneciente al “clero”. Por el contrario, uno iba a servir a sus hermanos por medio de tus dones específicos para que todo el cuerpo pudiera ser edificado.
Romanos 12
3. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto.
4. Y no os conforméis á este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendi-miento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
5. Digo pues por la gracia que me es dada, á cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme á la medida de la fe que Dios repartió á cada uno.
6. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, empero todos los miembros no tienen la misma operación;
7. Así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos miembros los unos de los otros.
8. De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme á la medida de la fe;
9. ó si ministerio, en servir; ó el que enseña, en doctrina;
10. El que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo en simplicidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.


En el pensamiento divino, es la diversidad unificada de los dones del Espíritu que son esenciales en la edificación de la asamblea local. Robert Banks describe el funcionamiento de una reunión del Nuevo Testamento con las siguientes palabras:
Cada miembro de la comunidad tiene garantizado un ministerio hacia otro u otros miembros de la comunidad. Esto significa que ninguna persona ni grupo de personas pueden dejar de no tomar en cuenta las otras contribuciones al “Cuerpo” ni tampoco imponer una uniformidad sobre cualquiera. La comunidad contiene una gran diversidad de ministerios y es precisamente en las formas diferentes de funcionamiento en las que reside la plenitud y unidad del Cuerpo. Dios así ha designado las cosas para que la participación de cada miembro con su personal contribución sea necesaria para el debido funcionamiento de la comunidad. Esto significa que cada miembro tiene una especial misión que cumplir y a su vez es al igual dependiente del resto.
Al llegar a este punto, es importante poner énfasis en que el concepto del ministerio mutuo tal como lo podemos ver en el Nuevo Testamento es bastante diferente a la definición del “ministerio laico” que es promovido dentro de la moderna iglesia institucional o corporativa. La mayor parte de las iglesias establecidas ofrecen una plétora de posiciones a voluntarios laicos a rellenar; tales como cortar el césped, ujieres en los pasillos, lavar el automóvil del ministro, saludadores a la puerta de entrada, hacer y distribuir boletines, enseñar en las escuelas para niños, cantar en el coro, etc. No obstante, esas posiciones ministeriales especializadas estaban muy lejos del ejercicio libre y abierto de los dones espirituales que cada uno de los creyentes ponían en práctica en las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento.

La necesidad de un sacerdocio funcional
En vista de todo lo anterior, consideremos estas preguntas:
¿Por qué la primera Iglesia se reunía de esta manera?
¿Era solamente una tradicional costumbre pasajera?
¿Representaba la infancia de la Iglesia, ignorancia e inmadurez?

Yo creo que no. Puesto que el patrón de las reuniones de la primera Iglesia estaban enraizadas en la teología bíblica.

De hecho, hacía real y practicable la doctrina bíblica del sacerdocio de los creyentes, una doctrina que la mayor parte de los evangélicos afirman.
Y ¿cual es esa doctrina? En palabras del apóstol Pablo, es la noción de que todos los creyentes son sacerdotes espirituales que son llamados a ofrecer “sacrificios espirituales” al Señor y hacia sus hermanos. En palabras de Pablo, es la idea de que todos los Cristianos son miembros funcionales del Cuerpo de Cristo. Desde un punto de vista más pragmático, entonces, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento es la dinámica bíblica que produce el aumento espiritual, ambos, corporativo e individual.

Efesios 4
3. Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
4. Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; 13 Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo:
5. Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error:
6. Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la ca-beza, a saber, Cristo;
7. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.
8. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.
Puesto que si no funcionamos, no crecemos y esta es una ley del reino

Marcos 4
3. Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será añadido á vosotros los que oís.
4. Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
En este aspecto lo que hace la iglesia institucional es crear niños espiritualmente obesos puesto que ha acostumbrado a poner al pueblo de Dios en una situación de recibidores constantes y pasivos ha atrofiado su desarrollo personal manteniéndolos en una infancia espiritual. La ince-sante necesidad de una predigerida papilla como alimento, el la marca de nuestra inmadurez espiritual.
I Corintios 3
3. De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como á espirituales, sino como á carna-les, como á niños en Cristo.
4. Os dí á beber leche, y no vianda: porque aun no podíais, ni aun podéis ahora;

Hebreos 5
12. Porque debiendo ser ya maestros á causa del tiempo, tenéis necesidad de volver á ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado á ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido.
13. Que cualquiera que participa de la leche, es inhábil para la palabra de la justicia, porque es niño;
14. Mas la vianda firme es para los perfectos, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.


Mientras que la Reforma recuperó la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, no pudo restaurar las prácticas necesarias que conllevan su enseñanza. Así, a pesar de que la iglesia recuperó el terreno donde sentar las bases de creencia del sacerdocio de los creyentes no llegó a ocuparlo. En consecuencia en la típica iglesia evangélica, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes no es más que una verdad estéril. En palabras de Joseph Higginbothan y Paul Patton
Todos los años en el “Domingo de la Reforma” se proclama con urgencia que la Reforma ganó la batalla del sacerdocio de los creyentes. En verdad, el deseo es el padre de este pensamiento, pero aún estamos hablando de deseos y no de hechos. Las mismas congregaciones que escuchan la proclama son la propia negación de esta debido a su política, vida congregacional y hasta por la arquitectura de la verdad que clama poseer… Nuestras palabras traicionan la victoria que celebramos en el “Domingo de la Reforma”. La batalla no ha sido ganada, puesto que aún no ocupamos el terreno donde quede por siente afirmado el sacerdocio de los creyentes. (“La batalla por el Cuerpo”, Juntos en su búsqueda, Vol. 13:2).
En efecto, la doctrina del sacerdocio de los creyentes dentro del evangelismo moderno, continúa rogando por su aplicación práctica y su implementación dentro del Pueblo de Dios. Así, Dios ha establecido reuniones de abierta participación para encarnar la tan espléndida realidad espiri-tual de expresar al Cristo Resucitado por medio de un sacerdocio de tiempo completo. De esta manera, las reuniones de la Iglesia del Nuevo Testamento eran designadas por Dios para cum-plir su eterno propósito centrado en la formación de Cristo en un grupo de hermandad y con-ducirlos a todos juntos hasta la estatura de Su Hijo.

Gálatas 4
19 Hijitos míos, que vuelvo otra vez á estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros;
Efesios 4
11. Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
12. Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo;
13. Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo:
14. Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctri-na, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error:
15. Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la ca-beza, a saber, Cristo;
16. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.


Es por esto por lo que no existe nada más que nos pueda llevar hacia la cultura de la vida espiritual que las reuniones abiertas de la Iglesia tal como son descritas en el Nuevo Testamento. En este aspecto, el libro de Hebreos ampliamente demuestra que la propiciación mutua del Cuerpo es vital para el aumento espiritual de la iglesia. Poniéndolo de otra manera, el ministerio mutuo es el antídoto Divino para prevenir la apostasía, el requerimiento Divino para asegurar la perseverancia y los medios Divinos para cultivar la vida espiritual de cada uno.

Hebreos 3
12. Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad pa-ra apartarse del Dios vivo:
13. Antes exhortaos los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado:
14. 14 Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;


Aquí el autor de Hebreos nos enseña que la edificación mutua es el remedio para no desarrollar un corazón no creyente ni una voluntad endurecida como consecuencia del pecado. Y es más, en Hebreos 10:25 – 26, la Biblia de nuevo presenta a la exhortación mutua como el salvavidas establecido por Dios contra el alejamiento de Dios.

Hebreos 10
25. No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortán-donos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
26. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado,


Y cuando multitud de clérigos han utilizado normalmente estas escrituras para recalcar la importancia de “asistir a la iglesia”, han ignorado abiertamente el resto del pasaje que nos provee con el propósito principal de esta actividad que no es nada más que el de la exhortación y aliento mutuo.
Francamente, estamos en peligro de ignorar la verdadera enseñanza de este pasaje ya que nuestra prosperidad espiritual esta basada en las reuniones diseñadas a practicar el ministerio mutuo.
Manifestando a Cristo en su plenitud
No es por casualidad que el significado de la palabra griega ekklesia, signifique asamblea. Esta palabra se mezcla muy bien con el pensamiento predominante del cuerpo paulino acerca de que la iglesia es Cristo en su expresión corporal.

I Corintios 12
3. Y ACERCA de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que ignoréis.
4. Sabéis que cuando erais Gentiles, ibais, como erais llevados, a los ídolos mudos.
5. Por tanto os hago saber, que nadie que hable por Espíritu de Dios, llama anatema á Jesús; y nadie puede llamar á Jesús Señor, sino por Espíritu Santo.
6. Empero hay repartimiento de dones; mas el mismo Espíritu es.
7. Y hay repartimiento de ministerios; mas el mismo Señor es.
8. Y hay repartimiento de operaciones; mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos.
9. Empero á cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho.
10. Porque á la verdad, á éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; á otro, pala-bra de ciencia según el mismo Espíritu;
11. A otro, fe por el mismo Espíritu, y á otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;
12. A otro, operaciones de milagros, y á otro, profecía; y á otro, discreción de espíritus; y á otro, géneros de lenguas; y á otro, interpretación de lenguas.
13. Mas todas estas cosas obra uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente á cada uno como quiere.
14. Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también Cristo.
15. Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora Judíos ó Griegos, ora siervos ó libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
16. Pues ni tampoco el cuerpo es un miembro, sino muchos.
17. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo?
18. Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo?
19. Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
20. Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como quiso.
21. Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo?
22. Mas ahora muchos miembros son á la verdad, empero un cuerpo.
23. Ni el ojo puede decir á la mano: No te he menester: ni asimismo la cabeza á los pies: No tengo necesidad de vosotros.
24. Antes, mucho más los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son necesarios;
25. Y á aquellos del cuerpo que estimamos ser más viles, á éstos vestimos más honrosa-mente; y los que en nosotros son menos honestos, tienen más compostura.
26. Porque los que en nosotros son más honestos, no tienen necesidad: mas Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
27. Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se intere-sen los unos por los otros.
28. 26 Por manera que si un miembro padece, todos los miembros á una se duelen; y si un miembro es honrado, todos los miembros á una se gozan.
29. 27 Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte.
Efesios 1
3. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las co-sas á la iglesia,
4. La cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos.
Efesios 4
3. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que sois llamados;
4. Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportando los unos á los otros en amor;
5. Solícitos á guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
6. Un cuerpo, y un Espíritu; como sois también llamados á una misma esperanza de vuestra vocación:
7. Un Señor, una fe, un bautismo,
8. Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas, y por todas las cosas, y en todos vosotros.
9. Empero á cada uno de nosotros es dada la gracia conforme á la medida del don de Cristo.
10. Por lo cual dice: Subiendo á lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dió dones á los hombres.
11. (Y que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero á las partes más bajas de la tierra?
12. El que descendió, él mismo es el que también subió sobre todos los cielos para cumplir todas las cosas.)
13. Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
14. Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo;
15. Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo:
16. Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctri-na, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error:
17. Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la ca-beza, a saber, Cristo;
18. Del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor.


Así pues la función de la asamblea local es la de expresar al Cristo Resucitado, nos reunimos para que Jesús, nuestro Señor, pueda manifestarse en plenitud en la construcción de su Cuerpo. La única manera que esto pueda convertirse en realidad es si todo miembro de la asamblea provee ese aspecto de Cristo que él o ella ha recibido.
Es por lo que si la mano no funciona en la reunión, Cristo no se manifiesta en plenitud. Puesto que Jesús, nuestro Señor, no puede manifestarse en su plenitud a través de una sola persona. De la misma manera si los ojos dejan de funcionar, Cristo será limitado al revelarse. Por otro lado, cuando cada miembro del Cuerpo funciona de acuerdo a su don específico, Cristo se ve en plenitud. Se le verá como si estuviera en el medio de nuestra asamblea.
Consideren la analogía de un rompecabezas. Cuando cada pieza de él es puesta en su verdadera posición en relación con las otras piezas, decimos que el rompecabezas ha sido ensamblado. Como resultado, el dibujo que contenía puede ser visto y entendido. Igual ocurre con Cristo y su Iglesia. Cuando cada miembro de la ekklesia provee algo del Cristo Resucitado por medio del libre, pero ordenado, uso del don otorgado por el Espíritu Santo, se cumple el propósito y deseo de Dios de revelar a su bendito hijo en nuestros corazones renovados y frescos.
Que nadie me malentienda, las reuniones de participación no excluyen la idea de la planificación. Ni tampoco significa que debemos desechar una semblanza o forma ordenada. En el capítulo 14 de I Corintios, el apóstol Pablo da una serie de normas, bastante amplias, diseñadas para conducir la reunión de asamblea en una forma apacible y ordenada. Esas normas expresan el pensamiento de Pablo, no existe tensión alguna entre una reunión abierta de participación y una ordenada que ha de conducir a la edificación de cada uno de los miembros. Con su erudición, Robert Banks resume la reunión del Nuevo Testamento de esta manera:
La consecuencia del reinado del Espíritu sobre los dones es una estable, aunque no inflexible, distribución entre los miembros, ordenadamente, aunque no estático, interrelación en su asamblea… Así pues contando con que son guardados y mantenidos presentes ciertos princi-pios de operación del Espíritu tales como son: balance, inteligibilidad, evaluación, orden y el ejercicio del amor; Pablo no ve la necesidad de dar reglas fijas para el desarrollo de la asam-blea… Pablo por tanto no tiene interés en constituir una delimitada y fija liturgia. Esto restringi-ría la libertad de la comunicación divina. Cada reunión de asamblea deberá tener una estruc-tura que naturalmente emergerá de las combinaciones de los dones puestos en práctica. (La idea de Pablo sobre la comunidad)

La pregunta sobre la fuerza de soporte
Lo que hasta ahora hemos hablado acerca del propósito de las reuniones de la primera Iglesia toca la fibra vital que pone a la Iglesia del Nuevo Testamento en un lugar aparte de las modernas iglesias institucionales. Es decir, envuelve la pregunta base sobre que es lo mueve y mantiene a la Iglesia.
En la iglesia institucional, la maquinaria religiosa del “programa” religioso es la fuerza que empuja y marca la ruta de la asamblea. Así pues, si el Espíritu de Dios abandona una iglesia insti-tucional, su ausencia pasará desapercibida. En su lugar, el proceso de “la vida sigue igual” trazará el camino en adelante. Los servicios continuarán sin ser afectados, la liturgia no se interrumpirá, los anuncios serán escuchados, las ofrendas serán recogidas, el sermón será predicado y el himno de clausura será entonado. Como Sansón, la congregación continuará siguiendo al programa religioso, “no sabiendo que Jehová ya se había de él apartado” (Jueces 16:20).
En contraste, la única fuerza que mantiene, soporta y alienta la asamblea del Nuevo Testamen-to es la vida del Espíritu Santo. La primera Iglesia se apoyaba totalmente en la vida espiritual de los miembros individuales para mantener su existencia. De esta manera, si la vida de las reuniones mostraba una franca decadencia, todos se darían cuenta, el frío de la muerte lenta no pasaría desapercibido. Lo que es más, si el Espíritu de Dios abandonara las reuniones, estas desaparecerían. En pocas palabras, la Iglesia del Nuevo Testamento no conocía fuerza que la sostuviera otra que la vida del Espíritu sobre la comunidad de creyentes. No dependía de un programa hecho por el hombre mantenido institucionalmente para preservar su momento.
En este punto la iglesia institucional ha sido hecha un espejo del antiguo tabernáculo mosaico después que el arca de Dios les fue arrebatado. Cuando la presencia de Dios abandonó la tienda santa, ésta se convirtió en nada más que un hueco vacío que era acompañado por un impresionante exterior. Y a pesar de saber los adoradores que el Señor les había abandonado, continuaban ofreciendo sus sacrificios al tabernáculo vacío.
I Crónicas 16
39. Asimismo á Sadoc el sacerdote, y á sus hermanos los sacerdotes, delante del taberná-culo de Jehová en el alto que estaba en Gabaón,
40. Para que sacrificasen continuamente, á mañana y tarde, holocaustos á Jehová en el altar del holocausto, conforme á todo lo que está escrito en la ley de Jehová, que él prescribió á Israel;
II Crónicas 1
3. Y fué Salomón, y con él toda esta junta, al alto que había en Gabaón; porque allí estaba el tabernáculo del testimonio de Dios, que Moisés siervo de Jehová había hecho en el desierto.
4. Mas David había traído el arca de Dios de Chîriath-jearim al lugar que él le había pre-parado; porque él le había tendido una tienda en Jerusalem.
5. Asimismo el altar de bronce que había hecho Bezaleel hijo de Uri hijo de Hur, estaba allí delante del tabernáculo de Jehová, al cual fué á consultar Salomón con aquella junta.
Jeremías 7
12. Andad empero ahora á mi lugar que fué en Silo, donde hice que morase mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.


Usando el lenguaje del Antiguo Testamento, la iglesia institucional ha confundido la colocación del altar con el fuego de la consagración. Descansando contentos con haber reconstruido las piezas del sacrificio sobre el altar, la iglesia institucional no más tiene necesidad del fuego divino.
La tragedia de la iglesia institucional recae por tanto en su confianza sobre un sistema religioso movido por un programa diseñado por los hombres que sirve de andamio para la estructura de la “iglesia” cuando el Espíritu de Dios se aparta. Este sistema trae como consecuencia el hecho de que cuando la espontánea vida del Espíritu se ha desvanecido del grupo de creyentes, deja de ser la Iglesia en el sentido bíblico, a pesar que la forma externa sea preservada. John W. Kennedy lo resume de esta manera:
El hombre siempre ha tratado de conservar todo lo que Dios rechaza, tal como la historia de la Iglesia ha demostrado. El resultado se ve en el abultado número de denominaciones, la mayor parte de ellas monumentos sin vida a glorias por mucho tiempo desaparecidas… ¿es posible que el Pueblo de Dios, al eregir candelabros de ladrillo y cemento, que han de ser mantenidos por largo tiempo a pesar de que la luz del Espíritu las haya abandonado, estén menoscaban-do el propósito de Dios? (El secreto de Su propósito)
La objeción clerical
En tanto el Nuevo Testamento establece con abundancia el hecho de que las reuniones de la primera iglesia eran abiertas, de plena participación y espontáneas, muchos clérigos de nuestros días rehusan aprobar esos métodos para las reuniones de hoy día. La forma de pensar de un clérigo moderno es algo así: : “Si yo permito a mi congregación ejercitar sus dones en una reunión abierta, esta se convertiría en un completo caos; por tanto, no tengo otra alternativa que la de controlar los servicios ya que de lo contrario estos éstos se convertirán en un completo desastre”. Esta objeción es errónea en varios puntos y conlleva un masivo desconocimiento de la eclesiología de Dios.
En primer lugar, la simple noción de que un clérigo tiene la autoridad de “permitir” o “prohibir” a sus hermanos el ejercitar sus dones se construye sobre el torcido entendimiento la autoridad eclesiástica y su ministerio (volveremos más tarde a tocar este punto). La consecuencia de todo esto es que nadie tiene el derecho de permitir o prohibir a un sacerdocio de creyentes en el ejercicio de los dones con los que Dios les ha envestido.
En segundo lugar, la creencia de que el caos sería el resultado de la desaparición del control clerical, traiciona y demuestra una falta de confianza hacia el Espíritu Santo. De igual forma revela una falta de confianza en el pueblo de Dios, algo que está fuera de contexto en las epístolas paulinas.
Romanos 15
14. Empero cierto estoy yo de vosotros, hermanos míos, que aun vosotros mismos estáis llenos de bodad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podáis amonestaros los unos á los otros.
2 Corintios 2
3. Y esto mismo os escribí, porque cuando llegare no tenga tristeza sobre tristeza de los que me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos voso-tros.
2 Corintios 7
6. Mas Dios, que consuela á los humildes, nos consoló con la venida de Tito

2 Corintios 8
22. Enviamos también con ellos á nuestro hermano, al cual muchas veces hemos experi-mentado diligente, mas ahora mucho más con la mucha confianza que tiene en vosotros

Gálatas 5
10. Yo confío de vosotros en el Señor, que ninguna otra cosa sentiréis: mas el que os in-quieta, llevará el juicio, quienquiera que él sea.
2 Tesalonicenses 3
4. Y tenemos confianza de vosotros en el Señor, que hacéis y haréis lo que os hemos mandado
Filemón
21. Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que aun harás más de lo que digo
Hebreos 6
9. Pero de vosotros, oh amados, esperamos mejores cosas, y más cercanas á salud, aunque hablamos así.


En tercer lugar, la idea de que la reunión de la iglesia se convertiría en un completo libertinaje no es cierta. Si se equipa a los santos para que puedan utilizar sus dones espirituales y entienden como someterse al Espíritu Santo, entonces una reunión abierta en la que todos puedan participar no es otra cosa que gloriosa. (A propósito, los hermanos no salen preparados a base de escuchar sermones, semana tras semana, mientras se encuentran plantados en sus bancos. El miedo absoluto entre los “pulpiteros” profesionales de abrir los servicios en una forma participativa, está simplemente basado en este hecho.)
En tanto que las reuniones abiertas de participación no serán siempre tan educadamente reguladas como un servicio de la iglesia tradicional que discurre con toda suavidad y perfección sobre los caminos trazados por la liturgia del pastor, sí revelan mucho más de la plenitud de Cristo y lo precioso de Su pueblo, mucho más que lo que los arreglos humanos puedan prefabricar.
Concedo, que habrá momentos, especialmente en las primeras etapas de la vida de la iglesia, que alguien pueda traer algún ministerio un tanto dudoso. Pero su antídoto no es el poner restricciones a la espontaneidad del ministerio. Por el contrario, aquellos que traen un ministerio discordante, deberán ser corregidos. Y esto, generalmente recae sobre los hombros de un hermano de cierta madurez, es decir, los ancianos (hablaremos de esto más adelante).
Recuerdan que cuando Pablo hubo de enfrentarse al entrampado desenfreno de Corinto, él no clausuró la asamblea, ni introdujo la oficina de algún humano. Por el contrario, les proveyó con una serie de directrices amplias para facilitarles orden y edificación en sus reuniones (1 Corin-tios 14). Lo que es más, Pablo estaba confiado de que la iglesia se adheriría a sus directrices. De la misma manera, si esas directrices fueran consideradas en el día de hoy, no existiría la necesidad de la oficiación humana, ni las predelineadas liturgias, o los predefinidos servicios en las reuniones de la iglesia. G. H. Lang explica…
Y cuando se hubieron reunido, no había un evidente líder visible, ni existía un programa pre-definido para ser seguido. Dos o hasta tres profetas se dirigían a la asamblea; salmos, oracio-nes y otros ejercicios eran introducidos con espontaneidad (1 Corintios 14). Se ejercía un gran énfasis sobre este modo como el ser la intención divina, hasta el punto de que cuando llegaron a ocurrir grandes desórdenes y las asambleas se convirtieron en reuniones de poco beneficio, (1 Corintios 11, 14), en ningún momento sugirió el apóstol poner en práctica otro tipo de servicio sino simplemente darles unos principios generales, la aplicación de los cuales pre-vendría el desorden y promovería la edificación. El método de adoración continuaría esen-cialmente como antes. Había en verdad un deber de controlar todo hablar vano y engañador (1 Timoteo 1:3; Tito 1:10 - 16); pero no existía ningún poder legislativo o coercitivo; la autori-dad de los ancianos era esencialmente moral… El control de la asamblea por una persona era desconocido en aquel entonces. El Señor en persona, por medio de Su Espíritu, estaba realmente presente como si El estuviera visible. En verdad, al de la fe estaba visible; y El en persona, al estar allí, ¿qué sirviente podía ser tan irreverente como para tomar de Sus manos el control de los servicios de adoración? Pero, por otro lado, con certeza no sucedía que cual-quiera tenía libertad para ministrar. La libertad era para el Espíritu Santo hacer Su voluntad, no para Su pueblo hacer la suya… Todos los derechos de la Casa de Dios recaen solamente sobre el Hijo de Dios.
La iglesia posapostólica pronto se alejó de este modelo. (Las iglesias de Dios).
La realidad es que la tendencia del estilo de las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento descubre una falta de confianza en el Espíritu Santo. Rendle Short lo describe muy bien al decir:
Al apartarnos de este principio, (las reuniones de participación), echamos a perder el trabajo de Dios y dejamos hambrientas nuestras almas. Alguien podrá decir, ¿acaso no se pondrán todas las cosas bajo un estado de confusión si tratamos de seguir ese método? En aquellos tiempos tenían al Espíritu Santo para guiarles, y no debemos echarnos a perder y tener una reunión aburrida, confusa, de poco beneficio o quizá hasta imprevista, por lo que será mejor que alguien esté a cargo. ¿No es eso acaso una práctica negación del Espíritu Santo? ¿Acaso nos atrevemos a negar que ya no se nos da el Espíritu Santo? El Espíritu Santo trabaja hoy día tanto como lo hacía en aquellos tiempos… Por favor no piense que eso denominado “reu-nión abierta” es aquello en el que los santos están a la merced de un charlatán que piensa que tiene algo que decir y abusa de su presencia para hacerlo. Una “reunión abierta” no está abierta para el hombre. Es una reunión que está abierta para el Espíritu Santo. Habrá algunas bocas que deberán ser calladas (Tito 1:10-14). Algunas veces serán acalladas con una oración y otras veces con una benevolente admonición… Pero existe un fallo en llevar a cabo el principio. Que nunca se nos permita poner en el olvido loa principios de Dios (Las iglesias de Dios).
En números 11 encontramos las primeras formas de clericalismo en la Biblia. Dos sirvientes del Señor, Eldad y Medad, recibieron el Espíritu del Señor y profetizaron en el campo (vs. 26 - 27). Un joven urgió a Moisés a hacerlos callar (v. 28). Moisés sin embargo hizo callar la boca del joven al decirle que era el deseo de Dios que todo su pueblo poseyera el Espíritu y profetizara. Este deseo se llevó a cabo el día de Pentecostés (Hechos 2:17-18) y continúa cumpliéndose en el día de hoy (Hechos 2:38-39; I Corintios 14:1, 31). Desafortunadamente la iglesia moderna no está carente de aquellos detractores de Eldad y Medad para que administren la casa del Señor. Que Dios levante una multitud de creyentes poseedores del espíritu de Moisés, para que el Padre pueda obtener lo que, con derecho, es suyo, un reino compuesto de ministros en funcionamiento que servirán bajo la dirección de Su Hijo.
Jefatura y Señorío
Al llegar a este punto, puede ser útil el hacer notar la cuidadosa distinción que la Biblia hace entre Jefatura y Señorío. A través del Nuevo Testamento la Jefatura de Cristo ha sido siempre expresada a la vista de su relación con Su Cuerpo. (Efesios 1:21; 4:15; 5:23; Colosenses 1:18; 2:19), en tanto que el Señorío de Cristo ha sido siempre en su relación con los individuos. (Mateo 7:21-22; Lucas 6:46; Hechos 16:31; Romanos 10:9, 13; 6:17). En lo que el Señorío es indi-vidual, la Jefatura lo es con la iglesia. Así estas dos palabras, Jefatura y Señorío tienen dos dimensiones para la misma cosa. Jefatura y Señorío trabajan por igual en la vida corporativa del pueblo de Dios.
Es muy importante hacer esta distinción, puesto que arroja un rayo de luz sobre el problema de la práctica de la iglesia en el día de hoy. Es muy común para los cristianos el conocer el señorío de Cristo pero desconocer acerca de Su Jefatura. Por ejemplo, un creyente puede en verdad someterse al señorío de Jesús en su vida privada. Puede obedecer lo que entiende de la Biblia, tal como orar fervientemente y regularmente, y llevar una vida de privaciones personales, piedad y amor por los demás. Y a la vez puede desconocer totalmente acerca del ministerio compartido, el reconocimiento mutuo y el testimonio corporativo.
En un análisis final, el tema de la Jefatura de Cristo significa el obedecer su voluntad acerca de la vida y la práctica de la iglesia. Incluye cosas como el discernir la mente de Dios por medio del ministerio mutuo y compartir obedeciendo al Espíritu Santo por medio de la dependencia mutua y la servidumbre, testificando colectivamente a Jesucristo por medio de la proyección mutua y la unidad. Sumisión a la Jefatura de Cristo encarna las enseñanzas del Nuevo Testamento de que Jesús no solo es el Señor en la vida de los hombres, sino que El es el Maestro en la vida de la Iglesia. Y la Escritura es muy clara acerca de que cuando es establecida la Jefatura de Cristo y dada un expresión concreta en la tierra, El se convertirá en la Cabeza de todas las cosas del universo (Colosenses 1:16-18).
Con claridad diáfana, Artur Wallis, describe la inseparable conexión entre la Jefatura de Cristo y su Señorío al decir:
Cristo enseñó que nuestro compromiso hacia él tiene que ser de corazón. Significa el negarse a sí mismo, tomando la cruz y siguiéndole. Pero la escritura es igualmente clara acerca de que nuestra actitud hacia Cristo está reflejada en nuestra actitud hacia su pueblo. Tal como es nuestra actitud hacia la Cabeza, es nuestra actitud hacia el Cuerpo. Uno no puede ser todo corazón hacia Cristo y solamente la mitad hacia la iglesia. (El Cristiano Radical)

Pensamientos finales

Termino este capítulo con varias preguntas en mi mente:
¿Es posible que el evangelismo moderno haya solamente afirmado la doctrina de creer intelectualmente en el sacerdocio, pero ha errado en su aplicación práctica debido a la sutil trampa tendida por las profundamente enraizadas tradiciones?
¿Acaso los servicios de la iglesia moderna, los cuales se construyen alrededor del sermón de una persona y de un programa de adoración de un grupo musical establecido, reflejan las reu-niones que normalmente encontramos en la Biblia o por otro lado se contraponen?
¿Por qué una reunión de participación abierta podría ser buena para la primera iglesia y difícil de tener o ser peligrosa en el día de hoy?
Y finalmente ¿es nuestra práctica de la iglesia una expresión de la completa jefatura de Cristo o de la jefatura del hombre?


¡Que Dios nos ayude a contestar esas preguntas con sinceridad y con la ayuda de las Sagradas Escrituras!

El propósito de la reunión de la iglesiaSocialTwist Tell-a-Friend

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“La iglesia es la única comunión fraternal en el mundo cuyo único requisito para integrarla es la falta de mérito del candidato.”

Robert Munger