martes, 2 de junio de 2009

Una comisión específica para la oración

UNA COMISION ESPECIFICA EN LA ORACION

Lectura bíblica: Jer. 33:2-3; 1 Ts. 5:19

UNO

Todo hijo de Dios debe de tener una comisión de orar por algo específico. Ningún hijo de Dios puede decir que nunca la haya recibido. No obstante, sólo la podemos recibir cuando nuestro espíritu está abierto a El. La condición que necesitamos para recibir este encargo es un espíritu abierto a Dios. Una vez que hayamos recibido esta comisión, debemos llevarla a cabo fielmente por medio de la oración. Después de haber cumplido con esta comisión específica, recibiremos una segunda, y después una tercera y así sucesivamente. Por lo tanto, lo más importante es tener un espíritu abierto a Dios. Debemos decirle: “Abro mi ser ante Ti para orar”. A causa de nuestra infidelidad, rara vez recibimos este sentir. Por lo tanto, si queremos colaborar con Dios, debemos permanecer sensibles y no rechazar ningún sentir que provenga de El. Si sentimos que debemos orar por algo, debemos hacerlo inmediatamente. Al principio el deseo de orar no es muy intenso, pero irá cobrando fuerza a medida que avancemos. Si apagamos el Espíritu y no damos libertad a este sentir por medio de la oración, se desvanecerá, y sólo lo podremos recobrar confesando nuestro pecado y obedeciendo fielmente a partir de ese instante a todo sentir que Dios nos ponga. Debemos orar tan pronto como seamos inducidos a hacerlo. Si respondemos fielmente al sentir que tenemos, Dios nos continuará dando comisiones específicas en la oración. La única razón por la cual no recibimos una comisión específica es no haber cumplido la anterior, y por no haberlo hecho, quedamos aprisionados bajo su peso. Si llevamos a cabo la primera comisión de orar, recibiremos otra. Quizás al principio este sentir sea casi imperceptible, pero debemos obedecerlo. Si somos fieles al Señor en esto, Dios continuará poniendo en nosotros el deseo de orar por algo específico. Hermanos y hermanas, si deseamos ser útiles para Dios, debemos recuperar ese sentir de orar que hemos perdido.

Esta comisión de orar por algo específico se relaciona directamente con la obra del Señor. Por lo tanto, debemos procurar hacer la voluntad de Dios en todo y esperar que El nos comunique el deseo que tiene en Su obra. Este deseo de orar por algo específico manifiesta la voluntad de Dios. El sentir que recibimos es el medio por el cual Dios manifiesta Su voluntad, y también es la voluntad misma de Dios.

Por ejemplo, puede ser que Dios le ponga el sentir definido de predicar el evangelio. Si usted obedece y actúa según la voluntad de Dios, cuanto más predique, más satisfará ese sentir. Tal vez sienta un peso al principio, pero cuanto más predique, más liviano se le hará. Sin embargo, si usted no descarga ese peso, éste aprisionará su espíritu, y sentirá que aumenta con el tiempo. Con el tiempo, usted se volverá insensible y no volverá a percibir nada. La vida interior comenzará a desvanecerse; sentirá como si hubiese una barrera entre usted y Dios (no significa que pierda su salvación eterna, ni que se condene; simplemente significa que usted sentirá como si su vida hubiese dejado de moverse), como si ya no pudiera tener contacto con el Señor, y como si el peso lo hubiera aprisionado. La obra espiritual en su totalidad proviene de un sentir. Si uno trata de laborar sin tener un sentir definido, la obra que haga no tendrá ningún resultado. Pero si labora de acuerdo con el sentir que recibe, todo su ser será más libre a medida que avanza. Tal vez inicialmente usted sienta un peso, pero a medida que ora, el peso se aliviana y usted se siente satisfecho. El valor de su obra depende del sentir que haya recibido con relación a ella. Sin este sentir definido, su labor no tendrá ningún valor espiritual. Cada vez que usted actúe conforme a un sentir definido, se sentirá reconfortado y será edificado. A medida que presenta su oración, usted es edificado. Sin esta comisión específica en la oración, usted sentirá que está laborando en vano e incluso sentirá desaprobación a medida que avanza. En toda obra espiritual, debe esperar primero hasta recibir una carga de parte de Dios y proponerse luego a descargarla conscientemente.

DOS
Esto no implica que constantemente tengamos que examinar nuestro interior para descubrir si tenemos un sentir. Entre los hijos de Dios, no hay nada más dañino que encerrarse en sí mismo. Es muy peligroso desviar nuestra mirada hacia nuestro interior. Esto puede ser más grave que el pecado. El pecado se puede reconocer rápidamente, pero no sucede lo mismo cuando uno se mete en sí mismo. Una enfermedad que no se siente es siempre mucho más grave y dañina que un mal obvio. Si le preguntaran si es correcto ser orgulloso o tener envidia, inmediatamente respondería que no. Estos defectos son evidentes. Pero usted puede estar encerrado en sí mismo veinte veces en un sólo día sin tener la sensación de haber hecho nada malo. Si pelea, inmediatamente se percata de que ha hecho algo malo y puede identificar su problema. Pero puede meterse en sí mismo sin tener la menor idea de lo maligno que es eso. Mirar nuestro interior perjudica mucho la vida cristiana. Muchos cristianos se mantienen encerrados en sí mismos y llevan una vida de falsa espiritualidad. Antes de actuar se detienen y preguntan: “¿Es esto un peso que se me haya dado? ¿Es de Dios este sentir que tengo? ¿He recibido este encargo? ¿Cuál es la comisión por la que tengo que orar?” Si un hombre se hace continuamente estas preguntas, no sabe lo que es la comisión específica en la oración.

Supongamos que alguien le pide que lo ayude a llevar una mesa de un cuarto otro. Mientras lo hace, ¿acaso se pregunta si eso es una carga? ¿Diría acaso que no es una carga porque la mesa es muy liviana, pero que lo sería si fuese más pesada? No. Siempre que uno sienta el peso de algo, ésa es una carga. Recuerde que una carga es algo que usted conoce, no algo que tenga que descubrir. Si tiene el deseo de orar por algo específico, lo sabe. Es erróneo mirar hacia el interior de uno para ver si tiene el sentir o no. La comisión específica de orar es algo de lo que uno es consciente, no algo que se busca. Es de suma importancia reconocer este hecho. No se obtiene ningún beneficio de la reflexión. El mayor daño que un cristiano puede sufrir viene de meterse en sí mismo, pues esto lo engaña. No es necesario buscar constantemente este sentir. Si siente que debe predicarle el evangelio a alguien y se detiene para preguntarse si ha recibido esta comisión, la oportunidad desaparecerá. Hermanos y hermanas, no nos ayuda rebuscar en nosotros mismos. Es fácil percibir si uno tiene la comisión de orar. No necesita escudriñar tratando de hallar este sentir. Si tiene que mirar dentro de sí para encontrar un sentir, es que no tiene ninguno. No es necesario pedir nada. Si tiene ese sentir dentro de usted, inmediatamente lo sabrá. Si algo pesa sobre usted, eso es una comisión para orar.

Si uno siente un peso interior, aquello es una comisión específica por la cual orar, y si responde a ella, se sentirá aliviado. Entonces quedará libre para que Dios le dé otra, y será edificado en el proceso. La obra de Dios se lleva acabo de esta forma. El ministerio de oración se lleva a cabo de la misma manera. La oración y la obra son inseparables. Sin oración no puede haber ninguna labor. Por lo tanto, uno debe aprender a aceptar esta comisión y cumplirla por medio de la oración. Puede ser que el Señor ponga en usted cierto asunto y le haga sentir el deseo de orar. Si usted ora, la carga será aliviada y usted se sentirá reconfortado. Pero si no lo hace, sentirá que el peso de esa carga lo agobia. Si no ora hoy, ni mañana ni el día siguiente, se sentirá perturbado cada vez que piense en ello, y este sentir se volverá cada vez más pesado por no haber hecho lo que debía. Después de ponerla una o dos veces de lado, terminará por no sentirla más. Si en repetidas ocasiones usted actúa en contra de su sentir, llegará al punto en que no lo sentirá. Perderá el contacto con Dios y no podrá tener comunión con El. Se levantará una barrera entre usted y Dios por no haber sido fiel a la comisión dada y no haber actuado según la dirección de Dios. Toda obra debe ser conducida por una comisión específica de oración, sea que la obra se dirija a Dios o a los hombres. Cuando uno tenga una comisión de orar, debe actuar conforme a ella. De no hacerlo, se sentirá muerto por haber hecho caso omiso de la voluntad de Dios. Este sentir en la oración es un requisito necesario en la obra de Dios. Una vez que usted tenga una comisión específica en la oración, tendrá que actuar conforme a ella.


TRES
Aunque es posible que el sentir que tengamos sea de Dios y que nuestro deseo de orar sea la voluntad de Dios, también puede ser que nuestro conocimiento gobierne este sentir, principalmente en su etapa inicial, aunque hay excepciones. Por ejemplo, Dios puede recordarnos ciertas cosas y pedirnos que oremos por ellas. Es posible que a la media noche nos despierte para que nos levantemos a orar por un hermano que vive en un sitio lejano. Estas cosas no son muy comunes, pues Dios no hace esto muy frecuentemente. A veces El tiene que buscar a otra persona de muy lejos, al no poder encontrar a alguien cerca; no obstante, éstas son excepciones. En condiciones normales, Dios dirige a los hombres según lo que sepan. Es por esto que decimos que el conocimiento gobierna la comisión específica en la oración en su etapa inicial. Después de que uno tiene el conocimiento, no necesariamente tiene este sentir. Quizás conozcamos la condición de todo lo relacionado con ciertos hermanos y hermanas, y aún así, no tengamos ningún sentir con relación a ellos ni nos sintamos conmovidos en nuestro interior. Aunque tenemos el conocimiento, no deseamos orar por ello. Por lo tanto, la comisión específica en la oración no viene primordialmente del conocimiento; sin embargo, éste gobierna nuestro sentir al comienzo. Por ejemplo, Dios puede darle a uno el conocimiento de ciertos asuntos y el deseo de orar y de ayudar en la situación. Es así como recibe uno la comisión. Se puede formar este sentir al principio a través del conocimiento. Inclusive la mayor parte de dicha comisión parte del conocimiento. No es común que Dios inicie este sentir sin que se tenga algún tipo de conocimiento al respecto. No obstante, puede haber excepciones. A veces Dios puede darle a uno el deseo de orar por cierto hermano que posiblemente esté enfermo o en dificultades de lo cual uno no esté informado. Sin embargo, Dios le pone un sentir definido en su interior de orar por él. Quizás después de unas semanas o unos meses, reciba una carta de él, en la que se entere de que él se hallaba enfermo y en dificultades. Hay casos como éstos, pero no son comunes. Esto puede suceder, pero es esporádico. Por lo general, este sentir de orar se inicia a partir del conocimiento. Sin embargo, esto no significa que el conocimiento por sí solo equivalga a un sentir.

CUATRO
Puesto que la oración es un ministerio cristiano importante, surge una pregunta: cuando haya un sentir intenso de orar, ¿debemos expresarlo en palabras, o debemos guardar silencio? ¿Podemos simplemente llevar nuestro sentir silenciosamente ante Dios?
Creemos que si Dios nos da un sentir definido, El quiere que lo expresemos con palabras. Si sólo tenemos unas cuantas palabras dispersas, debemos usarlas. Este sentir definido es expresado únicamente con palabras. Si permanecemos callados delante de Dios, el deseo de orar no se irá, sino que se volverá cada vez más intenso. Es sorprendente el valor que tienen nuestras palabras en la esfera espiritual. Dios toma en cuenta no sólo lo que creemos, sino también lo que decimos. El presta atención no sólo a las intenciones de nuestro corazón, sino también de las palabras de nuestra boca. Nuestro Dios dijo a la mujer cananea: “Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija” (Mr. 7:29). Las pocas palabras que pronunció la mujer cananea hizo que el Señor obrara. Puede ser que hagamos una petición en nuestro corazón, pero tiene más efecto si la expresamos con palabras. Parece como si Dios nos pidiera que expresáramos lo que tenemos en el corazón. La oración del Señor en el huerto de Getsemaní fue crucial, y fue una oración hecha con “gran clamor” (He. 5:7). No queremos decir que solamente debemos hacer oraciones en voz alta. A veces no es necesario que oremos audiblemente. Pero si tenemos un peso en nuestro interior, el peso que sentimos y la expresión exterior deben concordar. Si el sentir que tenemos dentro no es fuerte, las oraciones en voz alta no son más que ruido. Pero si el sentir en nuestro interior pesa, debe ser expresado con sonidos audibles. Si no podemos orar en voz alta en nuestra casa, entonces debemos encontrar un lugar donde podamos expresar nuestro sentir como el Señor lo hizo. A veces El se retiraba a un lugar desierto (Mr. 1:35) y en otras ocasiones, se iba a un monte (Lc. 6:12). Si no podemos ir al desierto ni al monte, de todos modos debemos orar audiblemente, aunque sea en voz baja. Lo importante es que nuestras oraciones sean expresadas verbalmente. Si nuestro sentir de orar es lo suficientemente fuerte, encontraremos un lugar adecuado para hacerlo. Dios desea que articulemos nuestro sentir con palabras. Si no lo hacemos, este sentir permanecerá en nosotros. Algunos dicen erróneamente que oran en silencio y que no importa mucho si esta comisión específica en la oración es cumplida o no. Si un hombre no ha terminado la obra que tiene en sus manos, no puede proseguir a la siguiente. De la misma forma, si nuestro deseo de orar no es aliviado, Dios no puede darnos otro. Tenemos que responder a nuestro sentir con nuestras palabras para que Dios pueda darnos otro sentir.

Muy frecuentemente, nuestra dificultad radica en que aunque estamos conscientes de tener una carga por la cual orar, no sabemos cómo presentarla cuando nos arrodillamos. Sabemos que tenemos un peso dentro de nosotros, pero no sabemos que decir. Necesitamos darnos cuenta de que nuestro sentir está en el espíritu, mientras que la comprensión de este sentir está en la mente. Cuando nuestro espíritu toca nuestra mente, entendemos el sentir que tenemos en el espíritu. Cuando nuestro espíritu y nuestra mente entran en contacto, ambos llegan a tener claridad. Algunas personas sienten un peso, pero no saben qué es. Esto se debe a que su espíritu aún no ha tocado su mente. Por consiguiente, cuando su espíritu tiene un sentir, su mente no lo comprende. ¿Cómo se puede establecer contacto entre el espíritu y la mente? De una forma muy sencilla. Si usted desea encontrar algo, ¿qué hace para hallarlo? Si el objeto está en el occidente, ¿cómo podría encontrarlo yendo hacia el oriente a buscarlo? Tendría que darle la vuelta al mundo para hallarlo. Puede ser que el objeto esté a un kilómetro de distancia, pero usted habría tenido que caminar alrededor de la tierra para encontrarlo. Usted debe tomar como centro el punto donde esté y comenzar a buscar desde ahí moviéndose gradualmente del centro a la circunferencia, expandiendo el círculo a medida que avanza. De esta forma, abarcará todas las direcciones. Esta es la mejor manera de buscar las cosas. Cuando su espíritu pierde el contacto con la mente, usted debe hacer lo mismo. Cuando se arrodille para orar, no se aferre tenazmente a una cosa. Esto sería caminar en una sola dirección, y así no encontraría fácilmente lo que busca. Ore por muchas cosas y en muchas direcciones. Después de proferir unas cuantas frases, puede percibir que aquello no es el asunto por el cual debe orar; entonces debe dejarlo y tomar otro asunto. Quizás tenga que cambiar dos, tres o cuatro veces de enfoque. Puede ser que después del segundo asunto, llegue a tener claridad, o tal vez tenga que mencionar cinco o seis cosas antes de sentir que ha tocado algo que concuerde con su sentir; pero una vez que ore por esto, su mente y su espíritu se unirán. Usted debe entonces orar específicamente por ese asunto a fin de aliviar su carga. Una vez que ore de esta forma, se sentirá aliviado, y cuando haya respondido a su primer sentir, estará listo para recibir otro de parte de Dios.

CINCO
Muchos cristianos no pueden ser usados por Dios en el ministerio de la oración porque están sobrecargados. Nunca han llevado a cabo ninguna comisión específica en la oración. Dios les da la comisión de orar y puede ser que la reconozcan; e incluso quizás su mente y su espíritu estén conectados, y aún así no oran; dejan que este sentir se vuelva cada vez más pesado hasta que llegan a sentirse tan abrumados por su peso, que no pueden soportarlo más. Entonces el sentir de orar se va. Hermanos y hermanas, la obra de Dios se obstaculiza seriamente si no tenemos un espíritu libre para servir como instrumentos útiles. Si necesitamos que alguien nos ayude a hacer cierta tarea, pero lo vemos con las manos demasiado ocupadas, sería inútil que buscáramos su colaboración. De la misma forma, si estamos sobrecargados, ¿cómo puede Dios encomendarnos algo más a nosotros? Es por esto que debemos responder a ese sentir; eso nos hará libres, y Dios podrá darnos más. Si no llevamos a cabo esta comisión, no podremos llevar a cabo un ministerio de oración delante del Señor. El ministerio de oración requiere un espíritu libre. Si tenemos un sentir en nuestro espíritu y no oramos por él, no podremos pasar a orar por otro. Si tenemos el deseo de orar, pero no somos fieles en esto ni en tomar el ministerio de oración delante del Señor, sentiremos una carga pesada el primer día, más pesada el segundo y aún más pesada el tercero. Después de varios días, el sentir gradualmente se desvanecerá, y también la fuerza para orar. Si tenemos este sentir y no oramos, a la larga, esto nos costará nuestro ministerio de oración. Por lo tanto, debemos dedicar tiempo para cumplir con nuestro ministerio de oración. La mejor manera de orar es hacerlo con dos o más personas; esto nos salvará del individualismo. Muchos no han aprendido a orar con otros. Al orar en compañía, no sólo debemos orar, sino también escuchar. Si aprendemos a orar de este modo, la oración “en espiral” de la que hemos hablado, es decir, la que se extiende del centro hacia la circunferencia, será eficaz. Por medio de la oración, podemos expresar el sentir que Dios nos ha dado. La oración libera nuestro espíritu y nuestro ser y permite que Dios continuamente nos encomiende un nuevo sentir. Hoy día, Dios necesita la cooperación de Su iglesia en la tierra y nuestra cooperación por medio de la oración. Espero que podamos cumplir Su voluntad.

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