viernes, 23 de julio de 2010

MUTUALIDAD: una experiencia de amor práctico (3)

QUIEN AMA, CUMPLE

Aprehender y comprender este concepto llevará su tiempo porque –insistimos- el ágape es EL amor de Dios mismo. Como tal, es una experiencia profunda y muy lejana a nuestro sentir como hombres. De hecho, este amar no es un impulso ni un sentimiento, sino un acto que implica un fin, un propósito como el que tuvo el Padre en salvar al mundo, aunque no fuéramos dignos de ello. Por eso, si queremos vivir como verdaderos cristianos, nuestro propósito será hacer la voluntad de Dios y poner en práctica el ágape amándonos “los unos a los otros”.
En este sentido, es necesario recalcar, que el amor del creyente no debe interpretarse como un sentimiento humano, sino como una actitud de vida, muy lejana al sentimentalismo o la utopía, ya que debe expresarse como una ayuda práctica para quienes la necesiten. El episodio del buen samaritano, narrado por Lucas, nos ilustra muy claramente sobre este aspecto:

Luc 10:30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Luc 10:31 Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y cuando le vio, pasó por el otro lado.
Luc 10:32 Y asimismo un levita, cuando llegó cerca de aquel lugar y lo vio, pasó por el otro lado.
Luc 10:33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino adonde él estaba, y cuando lo vio, tuvo compasión de él;

Luc 10:34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Luc 10:35 Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré.
Luc 10:36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Luc 10:37 Y él dijo: El que mostró con él misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

Como creyentes, no es necesario que conozcamos al prójimo, ni que tengamos relación estrecha con él. El amor que Dios nos enseña es el que exige de nosotros un compromiso y una respuesta activa, concreta y misericordiosa. No es producto de un sentimiento, sino que es una actitud en nosotros, que es la más clara evidencia del fruto del Espíritu Santo para los que viven en la fe.

De esta manera, participando en amor (ágape) con Dios y del amor (ágape) de Dios sería inadmisible que no amáramos a nuestros hermanos. Porque si el amor del Padre se derrama generosamente y sin excepciones, ¿qué soberbia habría en nosotros para creernos capaces de excluir a un hermano? ¿Qué egoísmo sería capaz de desatenderlo o simplemente ignorarlo? ¿Qué nos haría a unos más merecedores de amor que a otros?
Todos somos objeto del amor de Dios pero también debemos recordar que este amor se expresa hacia Dios en una obediencia hacia sus mandamientos. Como vimos, el ágape es un amor práctico, conocido por su acción, que nos coloca, por lo tanto, como sujetos de amor para con nuestros semejantes. En este amor de buena voluntad –porque hay una voluntad puesta al servicio del amor al prójimo- es que recobramos la vida como cristianos. Por supuesto que la voluntad tendrá que fortalecerse a fin de que pueda pasar airosa los escollos que se irán presentando; por ejemplo: aprender a tolerar malas actitudes de hermanos carnales; mantener la unidad aún cuando haya fuertes discrepancias o aprender a relacionarnos con aquellos con los que no congeniamos. Como bien dice Juan:

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte”. (1Ju.3:14)
Amar al prójimo, amarnos los unos a los otros, es amar (ágape) a Dios. No es posible amarLo sin amarnos unos a otros, porque así nos fue dicho:

“El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”. (Rom.13:10).

¡Por el contrario, el amor que brindamos al prójimo siempre será un bien para él!
Una buena obra: imaginemos que usted recibe un llamado telefónico y le comunican que un hermano en la fe se encuentra enfermo. Es muy probable, que al colgar el teléfono usted se sienta preocupado por él. Está bien, es lógico… pero no es suficiente. No lo es.
Como hemos dicho repetidamente en estas líneas, Dios espera que nuestro amor sea puesto en obras.
Un creyente edificado en el amor de Dios, deseará brindarse a su hermano y no se conformará con menos que eso. El hermano enfermo, por su parte, necesita de usted concretamente. Jesús mejor que nadie nos ha enseñado lo que son las buenas obras, porque Jesús es la expresión más perfecta del amor, y entre muchas otras cosas, Él visitaba a los enfermos.

Ante una enfermedad de un creyente, recuerde que ese que está enfermo es su prójimo. Puede que sea una persona con la que usted se congregaba, con la que usted compartía lecturas de la Biblia y oraba. O quizás se trate de un hermano en la fe que tal vez no conozca personalmente porque pertenece a una Iglesia de otra localidad. De un modo u otro, hay un mandato que cumplir y éste no estará cumplido hasta que usted no se brinde plenamente en amor al prójimo. ¡Esa –y no otra- es la voluntad de Dios! Por eso, no nos quedemos en intenciones. Hagamos una buena obra y visitemos a nuestro hermano, dediquémosle un tiempo, acompañémoslo y ayudemos en aquello en que pueda necesitarnos.

Este es el amor que concretamente llevado a la práctica cumple la voluntad de Dios Padre. En este ejemplo, que es muy frecuente en nuestra vida cotidiana, no podemos ser indiferentes ante la necesidad ajena, porque al tratarse de un hermano, nada de él nos es ajeno.
¡Pongamos nuestra su voluntad en hechos: El ocuparnos de nuestros hermanos en sus necesidades es un acto de amor y el amor no puede producir otra cosa que buenas obras.

1Co 10:24 Nadie busque su propio bien, sino el del otro.

En síntesis, hemos intentado exponer en este breve estudio la preeminencia del amor en la vida del creyente. Innumerables son los versículos que dan cuenta y fundamento sobre este tema. Es, sin dudas, en el Nuevo Testamento, donde el amor por los hermanos en la fe se manifiesta muy claramente.

Simplemente y a modo de ejemplificar brevemente lo que venimos exponiendo, lo invitamos a que lea estos versículos detenidamente y reflexione acerca del mensaje que Dios nos ha dejado en ellos:


Jua 15:12 "Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Jua 15:13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Jua 15:14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Jua 15:15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.
Jua 15:16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
Jua 15:17 Esto os mando: Que os améis unos a otros

1Pe 3:8 En fin, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables.

1Pe 4:8 Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados.

1Jn 2:10 El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo.

1Jn 3:14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte.

¡Gracias Padre porque tu Palabra edifica nuestro espíritu!

Para concluir, hemos de decir que un hecho remarcable es que la Biblia nos ha dejado como enseñanza que este amor debe llegar también a aquellos que no son hermanos en la fe. Es que Dios está deseoso de ganar más hijos y brindarles su amor ilimitado. Para ello, la prédica del evangelio será el modo de llegar a quienes aún no conocen al Señor:

Rom 1:15 Así que, en cuanto a mí, presto estoy a predicar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.


En este versículo del Libro de Romanos, el apóstol Pablo estaba deseoso de llegar a Roma para llevarles la Palabra de Dios. Su deseo habría de cumplirse más tarde cuando fuera llevado preso a dicha ciudad. Pero lo prioritario para destacar, es que Pablo nos hace ver que Dios no se olvida de nadie y quiere brindarnos a todos la oportunidad de escuchar Su palabra, conocerlo, aceptarlo y ser salvos por su gracia. ¡¿Qué mayor evidencia del amor de Dios necesitamos para darnos cuenta de que Dios Padre quiere que todos participemos de su amor?!
Efectivamente, la prédica del Evangelio es la manera de acercar La Palabra de Dios a quienes no la conocen y hacer partícipes del amor de Dios a quienes aún están lejos del Padre.
Pero… ¿Por qué Dios querría que prediquemos Su Palabra?... Porque predicar el Evangelio también es un acto de amor para quienes aún no tiene la gracia de la salvación.


En Su amor ilimitado, Dios quiere que todos sepamos de Su amor y de Su gracia. Solo es necesario aceptar a Dios y reconocer su propósito salvífico, llevado a cabo por Su Hijo Jesús.
Creer en Dios es saber, por fe, que somos salvos por el amor de Dios puesto en acto a través del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Tener fe implica, también, la obediencia que le debemos como Sus hijos, toda vez que actuemos conforme con Su Palabra. Por tanto, si seguimos Sus mandamientos, la fe no puede ser indiferente ni inerte. ¡La fe es activa! y la actividad de esa fe tiene por fruto el amor de los unos por los otros.

-Un buen cristiano es aquel que ama a Dios como Dios lo ama a él: Mat 22:37 Jesús le dijo:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente".

-Un creyente obediente, estará deseoso de cumplir el mandamiento de amar al prójimo, porque encuentra en este acto una forma práctica de imitar el amor de Dios y crecer en él. Efe 5:1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.

-Pero el cristiano cuya fe ha encontrado madurez, además de todo lo anterior, seguramente verá en el prójimo el valor de un ser humano que Cristo amó, por el que murió en la Cruz: Rom 14:15 Pero si por causa de la comida tu hermano es entristecido, ya no andas conforme al amor. No hagas que por causa de tu comida se pierda aquel por quien Cristo murió, y en el que está el Cristo mismo: Mat 25:40 Respondiendo el Rey, les dirá: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis".


Así pues, es la voluntad de Dios que conozcamos su amor y que lo irradiemos al mundo entero, creyentes o no, soportándonos en amor, custodiando la unidad del Espíritu, siendo unánimes en nuestro sentir, para que ese amor sea nuestra forma de distinguirnos como humildes discípulos de Cristo:

Efe 4:2 con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportándoos los unos a los otros en amor,
Efe 4:3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Flp 2:1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún estímulo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y misericordias,
Flp 2:2 completad mi gozo, que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
Jua 13:35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.


En conclusión, el amor mutuo, de unos a otros, es el sello de unidad de la comunidad cristiana, la señal distintiva e innegable que tiene el mundo de nuestro discipulado cristiano.

Dijo el apóstol Pablo sobre el amor:
1Co 13:1 Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.

1Co 13:2 Y si tuviera profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy.

1Co 13:3 Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

1Co 13:4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia;
el amor no es jactancioso, no se envanece,

1Co 13:5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita,
no guarda rencor;

1Co 13:6 no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad.

1Co 13:7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

1Co 13:8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, cesarán las lenguas y el conocimiento se acabará.


¡Qué el Espíritu Santo obre en nuestro crecimiento espiritual para que conozcamos la bendición del este amor! ¡Amén!

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