jueves, 18 de marzo de 2010

Nuestros Fundamentos: Capítulo 3, "La unidad de la iglesia"

Capítulo III
La unidad de la iglesia


Juan 17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
17:22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
17:23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

El pasaje precedente es parte de una de las oraciones más conmovedoras de Cristo.
Es el pedido a Dios Padre para el cumplimiento de una de las cuestiones más vitales y básicas: La unidad de la iglesia.
Cuando nos confrontamos a las palabras finales de Cristo en Su Cruz y lo vemos exclamando, “…consumado es…”, no podemos más que agradecer y bendecir Su Nombre ya que más no pudo dar, más no pudo hacer; dio todo, dio Su Vida.
Este “consumado es” implica que todo fue hecho por y en Cristo, y que aquella oración por la unidad de la iglesia ya no dependía de Él. Así como ninguna cosa de nosotros los hombres depende de Él, sino de la decisión que nosotros tomemos acerca de lo que Él ya hizo.
Esta, la unidad, es por gracia por medio de la fe y está en nosotros guardarla por todos los medios posibles.
Con esto queremos dejar bien establecido que la idea inicial de Dios y Su Voluntad era la Unidad de la iglesia toda y que es lo que Él busca también hoy.
Él hizo todo y espera que nuestra voluntad también se una a la suya dejando de lado todo aquello que procure la desunión de su pueblo.
El Espíritu Santo trabaja ahora para que esa unidad sea guardada por sus hijos, que componen su iglesia.

Luego de la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios envió a Su Espíritu Santo a la iglesia, a cada uno de los que la componen, para que los deseos del Hijo de Dios se hicieran realidad en sus hijos, en Su iglesia.
Es por este motivo que la única base de división establecida en la Biblia para las iglesias es la localidad, mientras que toda otra forma de identificación es absolutamente anti-bíblica y toda división transgrede la voluntad de Dios.
No hay autorización en la Palabra de Dios para identificarnos con una iglesia que no sea la localidad o la casa de quien abre sus puertas para la congregación en una localidad.

Romanos 10:8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

El ruego de Cristo es la Voluntad del Espíritu así que en esto no es necesaria ya revelación alguna:
Todo aquel que se niegue a sí mismo y busque la unidad de la iglesia estará haciendo la Voluntad de Dios y todo aquel que provoque divisiones o proceda a cometer algún hecho que tienda a la división, como enojo, chisme, rencilla o cosas parecidas, estará en contra del Espíritu Santo.
¡Aquí como en tantas otras cuestiones, no hay vueltas!

En estos tiempos se hace imprescindible tener fuertes fundamentos bíblicos sobre los que afirmarnos.
La palabra de Dios debe estar arraigada en nuestros corazones sabiendo que lo que hacemos está en Su Palabra y que en Ella nos afirmamos.
También diremos que es aún más necesario que en otros tiempos simplificar y esto lo vemos en la vida de Cristo.

Mateo 9:5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

Mateo 11:30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

La pregunta de Cristo es: “¿Qué es más fácil…?”, mas nosotros preguntamos: ¿Qué es más difícil…?

Creemos que éstos son tiempos para volver a la Palabra de Dios y para desechar de plano aquello que no veamos en ella, tenga los años de práctica que tenga y lo avale la tradición que sea.

La iglesia puede definirse, quizás, como hombres y mujeres que habiendo sido salvados por Jesucristo –a quien confiesan como Salvador- se congregan fundamentados en Su Palabra y en su Presencia, para guardar la unidad de la misma y ayudarse mutuamente en todo, predicando de palabra y con obras a Su Salvador.

Es realmente muy notable que Jesús relacione la unidad de la iglesia con fines que podríamos llamar evangelísticos, es decir, el mundo creerá más fácilmente si ven amor y unidad en la iglesia. Esto parece “respirarse” en el pasaje citado al principio de este capítulo.

Provocar una división en una iglesia es violentar la oración de Cristo, nada hay que justifique semejante acto.

Jesucristo suplicaba al Padre por la unidad inspirado por el Espíritu Santo y San Pablo decía que la iglesia es un cuerpo, uno y sólo uno.
El peligro para la iglesia no es Satanás solamente, el peligro para la iglesia es nuestro propio ego que toma el lugar de Dios y se manifiesta con obras de la carne que terminan dividiendo al cuerpo o por lo menos intentándolo. Es nuestro ego el que le da lugar al diablo.

1Corintios 1:11 Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
1Co 1:12 Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
1:13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?
1:14 Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo,
1:15 para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre.

El problema de los corintios no era el nombre de Apolo, de Cefas o de Pablo; el problema de los corintios era su espíritu contencioso. La contienda es un síntoma de inmadurez espiritual y esta inmadurez iba a surgir en otros temas si no era por el presentado en el anterior pasaje. Iban a contender de todas formas porque tenían espíritu contencioso.

1Corintios 3:1 De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
3:2 Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,
3:3 porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?

El Señor Jesús conoce el corazón de los hombres y sabe aquello que tenemos en nuestro corazón. Él está deseoso de bendecir a su iglesia, pero es necesario decir también que las leyes que estableció para el trato entre hermanos en la iglesia son mucho más exigente que la ley de Moisés.
A veces hacemos de la Palabra de Dios una lectura selectiva y esquivamos versículos que creemos demasiado duros o que no son para nosotros, sin embargo estos versículos están para nuestro bien.

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La ofensa como factor de división, el sentirse ofendido como factor de división

Mateo 5:20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
5:21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.
5:22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.

Anhelamos que los párrafos que hablan de algunas cuestiones que pueden ser consideradas como negativas sean entendidos como una forma de prevención hacia la realización de una visión optimista y de crecimiento para los lectores. Tomamos estos pasajes que tienen apariencia de ser negativos por el sólo y suficiente hecho de que están en la Palabra de Dios.

Nuestro sentido habitual de justicia es una enorme barrera para el obrar de Dios. Los fariseos y los escribas se regían por la justicia que creían cumplir, pero en realidad su cumplimiento era sólo una visión de ellos mismos. ¡Dios demanda más que esto!
¿Quiénes de nosotros cumplimos con este requisito? Quizás la respuesta sea nadie.
¿Quiénes de nosotros tendría que buscar esto? La respuesta es todos.
¿Cómo se puede lograr esto? Solamente consagrándonos a Dios en oración y buscando su rostro y su Voluntad diariamente.
¿Es posible?
Respuesta: Si Jesús lo requiere es porque es posible.

“Nuestro sentido de justicia y de verdad” no alcanzan, eso ya lo teníamos antes de ser creyentes. Esto también lo practicaban los escribas y los fariseos.

¿Es esto muy exigente? Sí, claro.
¿Está esto en Palabras dichas por Jesucristo? Sí, claro.
La respuesta será de cada uno de nosotros, la fuerza para lograr esto vendrá de Dios. Y la forma de llegar a vivirlo es creyendo en el poder de Dios en nosotros y obedeciendo a Su Palabra.

Dios ama a nuestro hermano con esos mismos defectos que a nosotros tanto nos molestan, y Dios nos ama a nosotros con los mismos defectos que tanto les molestan a nuestros hermanos.

La iglesia es una comunidad de imperfectos a los que Dios ama, que los está perfeccionando, y que se reúnen en el Nombre del Señor.
Si no entendemos esto tendremos problemas para desempeñarnos en la misma.

Reina Valera 1960
Proverbios 19:11 La cordura del hombre detiene su furor,
Y su honra es pasar por alto la ofensa.

Dios habla hoy
Proverbios 19:11 La prudencia consiste en refrenar el enojo, y la honra, en pasar por alto la ofensa.

Biblia de las Américas
Proverbios 19:11 La discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa.

La unidad de la iglesia debe ser mantenida a toda costa y esto se hará por amor a Cristo.
Esto es negarse a uno mismo y exponerse en sacrificio vivo.
¡Dios honrará a quienes queramos hacer su Voluntad y, especialmente, al ser artífices e instrumentos de la respuesta de la oración de su Hijo Cristo, la oración que clama por la unidad!

Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

Presentéis vuestros cuerpos puede traducirse como “os presenteis…”, que nos presentemos en un todo como sacrificio, y muchas veces este sacrificio será soportar al hermano como veremos más adelante.

Mateo 16:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
16:25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

Quizás una buena oración podría ser: “Padre, no me cae bien la actitud de mi hermana Fulana o de mi hermano Fulano, pero yo te ofrezco mi vida en sacrificio para que tu Espíritu Santo me de las fuerzas suficientes y el amor para soportarla/o en amor. Es más importante la vida del cuerpo de Cristo que mi opinión y que mi ego, ¡Haz lo que tengas que hacer!”

Si no oramos de esta forma, una situación como esta derivará en que le habremos cedido lugar al diablo, quien hará pie en nuestra mente llenándonos de pensamientos contra tal hermano/a y lo más probable es que esto derive en una contienda o en una pelea que lastime al cuerpo.

Efesios 4:25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
4:26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
4:27 ni deis lugar al diablo.

Exponemos este pasaje a riesgo de que alguno que esté dispuesto a la contienda lo mal interprete. En principio diremos que hay una ira santa, una ira sin pecado. También hay una ira humana, que sí es pecado.

Santiago 1:19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
1:20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Una de las características es que la ira santa ocurre muy de vez en cuando y la ira humana muy a menudo.
La ira no debe dar lugar al enojo y si esto ocurriera la puesta del sol no debería encontrarnos enojados. ¡No estamos autorizados a estar enojados ni por 24 horas con nuestros hermanos!
Negarse a uno mismo es algo muy práctico, no es represión interna, sino darle paso al Espíritu de Dios para que actúe.
Esto es seguir a Cristo obrando para el cumplimiento de la oración por la unidad de la iglesia en Juan 17.

Si alguien nos ha ofendido y nuestro ego se levanta en ira contra ese hermano, hemos puesto a nuestro propio yo por encima de la Voluntad de Dios.
¿Es esto fácil de hacer para nosotros? No, no es fácil ni difícil; es sencillamente imposible.
Nuestras fuerzas no podrán lograr esto, ya que sería poder carnal, voluntad de hombre que se cree “capaz de…”.
A esto llegaremos solo después de haber sido quebrantados y de haber aprendido que es solo en el poder de Dios que se buscará la absoluta unidad de la iglesia.
Es la llenura del Espíritu Santo buscada diariamente en su Palabra y con mucha oración.
¡Es la única posibilidad! Recordemos que la Palabra nos dice “estad siendo llenados”, en tiempo presente continuo.

Efesios 5:18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu… (en el griego, su idioma original dice: “…antes bien estad siendo llenados…”)

Dios está llamando a que andemos en el Espíritu y no en la carne, Dios anhela que estemos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Ruego por la unidad de la iglesia
Efesios 4:1 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,
4:2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,
4:3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
4:4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;
4:5 un Señor, una fe, un bautismo,
4:6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.

Pablo se humilla y en su carta ruega a los efesios por la unidad de la iglesia.
¿Cómo podrá ser que dos personas que tienen una misma esperanza no quieran estar unidas?
Si esta esperanza es la venida de Cristo y nuestra vida eterna junto a Él; y nuestro fundamento está en su sacrificio infinito y expiatorio de nuestra maldad ¿Cómo podemos poner nuestro ego por encima de semejante sacrificio?
Hemos sido llamados a ejercer una vocación y esa vocación es la humildad y la mansedumbre:

Mateo 11:28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
11:30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Venid, llevad y aprended son términos imperativos y activos, son órdenes a cumplir en circunstancias concretas que nos serán muchas veces desagradables.
Nadie que busca división, o que no la combate por todos los medios está descansado, sino que vive en un continuo estado de tensión, ya que no tendrá la paz de Dios.
El yugo de Cristo es fácil y el aprendizaje es dado por el mismo Espíritu Santo que nos ha unido como hermanos.

Saber que uno tiene que soportar al hermano nos libera de la carga pesada de buscar la perfección en el otro, perfección que no tiene y que nunca encontraremos.
Cristo lo practicó, Cristo soportó:

Mateo 17:17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.

Jesucristo nos soporta en nuestras incredulidades y perversiones. Él nos dijo:

Juan 13:15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

Si sabemos que un hermano tiene algo que no nos agrada, veamos el soportarlo como una oportunidad para que cambie, como hacerle un “aguante” hasta que Dios obre en él.
Pablo sufría como dolores de parto hasta ver formada en sus hijos espirituales la vida de Jesucristo.

Gálatas 4:19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,

El hermano que soporta da síntomas de madurez espiritual.
Ahora bien, el hermano que está siendo soportado será redargüido de pecado por el Espíritu Santo y se espera que al oír la corrección cambie de actitud.
Muy probablemente si desoímos la voz rectificadora del Espíritu Santo una y otra vez, Dios obre con energía hasta que entendamos. Digamos también que esta no es la forma prioritaria que Él quiere tratar a sus hijos, pero es una posible respuesta.

Salmo 32:8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
32:9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a ti.

Dios ama al que siembra unidad y a los pacificadores.
Muchas veces esta pacificación no tiene que ver con rencillas entre otros hermanos en las que nosotros intervenimos, sino rencillas de nosotros con otros.
Esto cuesta sufrimiento, y sufrimiento de nuestro ego que no quiere hacer la mínima fuerza para soportar al hermano.
No es difícil ver que el problema no se resuelve haciendo que los otros cambien para que sean hechos a nuestra medida, sino haciendo que la paz de Dios domine nuestros corazones en la aceptación del otro como es.
En definitiva: los que tenemos que cambiar somos nosotros.

La unidad del Espíritu tiene como vínculo la paz y el no soportarse tiene como vínculo inevitable la contienda.

Efesios 4:3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;

Por eso Dios se reserva el derecho de ser Juez y trabaja para la destrucción de nuestro ego, ya que si nuestro ego está menguado no importará lo que ocurra alrededor: el dominio será del Espíritu Santo.
Si esto no es así, el creyente sufrirá mucho ya que siempre a nuestro alrededor pasará algo que nos desagrade y que nos incite a contender.
El pecado ha hecho estragos en la humanidad y siempre nos toparemos con alguien que nos hiera y que sea injusto. Esto por un lado. Y por otro lado nos veremos confrontados a la Palabra de Dios que nos ordena amar a nuestro enemigos.

Mateo 5:43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
5:44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
5:45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Ante semejante orden de amar a nuestros enemigos, ¿¡Qué no nos demandará Dios hacia nuestros hermanos!?
Si intentamos amar a nuestros enemigos con nuestras fuerzas terminaremos diciendo con Pablo:

Romanos 7:24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
7:25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Aceptarnos tal como somos nosotros mismos, aceptarnos como pecadores, es aceptar a su vez que Él mismo nos aceptó como tales y esto nos quita el gran peso de intentar que todo se conforme a nuestra voluntad y solo así también diremos con Pablo: ¡Gracias doy a Dios por Jesucristo!
Aceptémonos como pecadores aceptados por Dios, aceptemos al hermano como pecador aceptado por Dios.
Entendamos que estamos en un Camino de perfeccionamiento por la obra del Espíritu Santo, y pidámosle a Dios que nuestro ego mengüe para que Él crezca.


Un antiguo himno lo describe muy bien:

I.
Tal como soy de pecador,
sin otra fianza que tu amor,
a tu llamado vengo a ti,
Cordero de Dios, heme aquí.

II.
Tal como soy, buscando paz,
en mi desgracia y mal tenaz,
combate rudo siento en mí,
Cordero de Dios, heme aquí.

III.
Tal como soy, con mí maldad,
miseria, pena y ceguedad,
pues hay remedio pleno en ti,
Cordero de Dios, heme aquí.

IV.
Tal como soy, me acogerás;
perdón y alivio me darás,
pues tu promesa ya creí,
Cordero de Dios, heme aquí.

V.
Tal como soy, tu compasión
quitado ha toda oposición;
yo pertenezco todo a ti,
Cordero de Dios, heme aquí.

Este himno es muy cierto y es cierto para todos nosotros: ¿Quién de nosotros no tiene combates interiores? ¿Quién de nosotros no tiene miserias, pena y ceguedad como dice el himno?-
Entonces, ¿Por qué no pedirle a Dios que en su misericordia nos haga vivir una vida plena en el Espíritu Santo y ocuparnos de nosotros mismos antes que estar atentos a ver si alguien nos ha ofendido?

Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Es notable que aún cuando procuremos la unidad, ésta no será nunca nuestra unidad, y ¡Gracias a Dios por esto!
La unidad de la iglesia es la unidad del Espíritu, es decir que Él ya unió y quien quiera desunir se encontrará lidiando contra el mismo Dios.

La unidad no debe ser procurada sino que debe ser mantenida. El Espíritu Santo ya nos ha unido y quien busque otra cosa está yendo en contra de esa unidad ya establecida.

El Espíritu Santo mora en cada uno de sus hijos y es Él mismo quien nos une. Nuestra tarea es estar solícitos en guardar lo que ya fue hecho por el Espíritu de Dios y el vínculo será la paz, sin fingimiento.

Un cuerpo
Un cuerpo cuyos miembros se vinculan con el vínculo de la paz, muchos miembros y un cuerpo. Esto no admite divisiones ni rangos jerárquicos sino sumisión a que cada parte haga su tarea en servicio mutuo buscando el beneficio de todo el cuerpo.

Romanos 12:4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,
12:5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

La imagen que presenta Pablo es inmejorable.
Querer hacer lo que le toca al otro es también un factor de división en el cuerpo.
El pasaje anterior no debería dejar lugar a dudas, sin embargo lo compararemos al cuerpo humano y plantearemos la siguiente situación. Si los miembros del cuerpo humano pudiesen hablar, quizás el pié le diría al brazo que podría tomar su lugar o que no le gusta la orden que la cabeza le dio.
Quizás el páncreas le diría al hígado que ellos son más importantes que los pulmones, o quizás el ojo le diría a la nariz que su tarea es más decorosa para el cuerpo. O quizás la mano derecha quisiera ser una oreja y cumplir su función.
Esto que nos suena tan ridículo para nuestro físico es lo mismo que Dios plantea en su Palabra para la iglesia, ni más ni menos.

Alguien lo ilustró magistralmente de la siguiente forma:

Cierto día, un capitán de barco y su rudo jefe de ingenieros conversaban. Empezaron a discutir sobre quién era más importante de los dos para que el barco navegara.
Como la discusión se tornó acalorada, el capitán decidió que por un día cambiarían de trabajo. El jefe de ingenieros estaría en el puente de mando y el capitán en la sala de máquinas.
A sólo unas pocas horas de haber iniciado el experimento, el capitán salió de la sala de máquinas. Venía sudado y sus manos, su cara y su uniforme estaban llenos de grasa y aceite.
«Jefe», le dijo, «creo que tiene que venir a la sala de máquinas. No puedo hacer que los motores anden»
«Por supuesto que no puede», le dijo el jefe de ingenieros. «Acabo de encallar el barco».

Que tontería es cuando comenzamos a creer que somos los únicos y que el mundo depende sólo de nosotros. En la vida estamos rodeados de personas y cada uno tiene un papel vital que desarrollar.
Necesitamos aprender a considerar al otro y saber que cada uno es experto en algo y cuando nos unimos, el barco de la vida puede marchar.
Dios nos ha dado dones y capacidades a cada uno, pero siempre dejemos que Él sea el capitán del barco .

1 Corintios 1:10 Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

Colosenses 2:2 Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.

Pablo, apóstol (enviado) de Jesucristo y preso de la voluntad de Dios ruega.
Ruega por la unidad de la iglesia

Un Señor
Un Señor que no quiere que le digamos Señor si no hacemos lo que Él manda.

Lucas 6:46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

Mateo 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
7:24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
7:25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
7:26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
7:27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

Ser prudente según este pasaje es hacer, reiteramos, hacer la voluntad de Dios.
Y en cuanto a la unidad de la iglesia…¿Cuál es la voluntad de Dios?
Respuesta: La voluntad de Dios es que haya unidad en su iglesia, en palabras de Cristo a Dios el Padre:

Juan 17: 22 “….para que sean uno, así como nosotros somos uno…”


Un bautismo
Un bautismo que es símbolo de unión. Aquí lo importante no es la forma de bautismo, si es por aspersión o inmersión. Creemos que la Palabra de Dios habla de inmersión pero esto no es lo medular en el pasaje.

1Corintios 1:13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?

En este pasaje importa verdaderamente el Nombre en el cual nos bautizamos. Fuimos bautizados en el Nombre de Cristo, en su amor, poder y autoridad.
El bautismo es una representación de nuestra fe puesta en Jesús: al creer hemos sido bautizados en Él y luego como respuesta a nuestra fe, obedecemos el mandato bíblico de bautizarnos sumergidos en aguas como testimonio público.
El bautismo es un testimonio público de fe en el Señor Jesús. Es una expresión simbólica, si se quiere, de nuestra muerte a nuestro pecado y nuestra resurrección en Él.
En el mismo momento en que creímos en Cristo, Dios nos da de Su Espíritu Santo que está en nosotros y es en ese momento que somos sumergidos en el cuerpo de Cristo que es la iglesia.
Aquí también se ve con suma claridad que generar la unidad de la iglesia no es cosa nuestra, pero sí el estar solícitos en guardar dicha unidad.

1Corintios 12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

Y aunque muchos no lo saben, viven en la presencia de Dios ya que quien ha creído, ha sido sumergido en el cuerpo, y ha sido revestido de Cristo.

Gálatas 3:27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

Para reafirmarlo aún más,

Efesios 5:29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
5:30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.

Más adelante Pablo dirá, que es “…grande este misterio” y es cierto, la única forma de aceptarlo y vivirlo es como todo en la vida del cristiano: Por gracia de Dios por medio de la fe.

Un Dios y Padre de todos
Ya Pablo había dicho, un Espíritu (Santo), un Señor (Jesucristo) y un solo Dios y Padre que es sobre todos, por todos y en todos.
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo es Un solo Dios: Un misterio que escapa a nuestra razón y que solo puede llegar a comprenderse por la fe, espiritualmente.
Dios Padre que ha enviado al Espíritu Santo para que el mundo crea, que nos ha sumergido en el cuerpo de Cristo, que procura que guardemos la unidad en el vínculo de la paz; un Señor, el Hijo de Dios, que diera Su vida por nosotros, que terminara la obra redentora y que en su ministerio en la tierra oró a Su padre y nuestro Padre para que seamos uno, como Dios mismo es Uno.
El mismo y Único Dios a quien su Hijo Cristo oró en los siguientes términos:

Juan 17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
17:22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
17:23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

Sembremos unidad, amor de los unos por los otros, sembremos el guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, sembremos el negarnos a nosotros mismos para que la plenitud de Cristo resplandezca, sembremos el dominio de nuestras conversaciones, sembremos la falta de crítica hacia el hermano, sembremos las sanas conversaciones exentas de chisme, sembremos la buena voluntad.
¡Dios nos dará su fuerza para que esto suceda, ya que esto es su propósito para nosotros en la vida de congregación como cuerpo de Cristo!
¡Jesucristo mismo oró por esta unidad; seamos parte del cumplimiento de la misma!

Siembra
En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos.

- ¿Por qué comparte su mejor semilla con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso? preguntó el reportero.
-Verá usted, dijo el agricultor. El viento lleva el polen de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada echaría a perder la calidad del mío. Si siembro buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga.

Lo mismo ocurre en nuestra vida. Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, pues el bienestar de cada uno está unido al bienestar común.

Gálatas 6: 2: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros y cumplid así la ley de Cristo."


¡Dios nos bendiga y nos haga temerosos de Él y de su Palabra en lo que a la unidad de la iglesia se refiere como una cuestión prioritaria!

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Señales de los últimos tiempos

Requisito para pertenecer a la iglesia de Jesucristo

“La iglesia es la única comunión fraternal en el mundo cuyo único requisito para integrarla es la falta de mérito del candidato.”

Robert Munger